Rita Quiteria ¿una patriota infidente o una borracha sonsacadora?
Luis Heraclio Medina Canelón
Abogado — Historiador
No hay como ir a las fuentes directas de la historia: leer las memorias de los protagonistas, los diarios o revistas de la época, la correspondencia y los expedientes o informes oficiales. De muchos de estos documentos podemos extraer ese sabor de la vida cotidiana, esas vivencias humanas que muchas veces los historiadores dejan de lado para dedicarse a las cifras de gran significación, a los grandes hechos, que al final terminan deshumanizando la historia.
La historia es el transcurrir de la vida de los hombres y las mujeres, sin su parte humana pierde todo sentido. Y entre las mujeres se habla de las honorables señoras, madres y esposas de los personajes principales, de sus hermanas y de sus hijas. Pero también aquellas mujeres que no tuvieron una vida tan honorable dieron que hacer en los tiempos de la emancipación.
Leyendo los expedientes judiciales de la época de la independencia que corren en los archivos del Conde de Torrepando (el mariscal Miguel de La Torre) encontramos la curiosa historia de Rita.
No sabemos mucho de ella, su nombre, según las actas que guardó La Torre, era Rita Quiteria. No la mencionan como “doña”, lo que ya es un indicativo de su condición social, no era de origen noble sino mas bien baja, seguramente. Era Noviembre de 1821. Cinco meses atrás el mariscal La Torre había sido derrotado en la batalla de Carabobo y con los restos de su ejército resistía en Puerto Cabello. Allí estaba los batallones Valencey, Navarra, Hostalrich, y varios centenares de jinetes criollos realistas, entre otros. A poca distancia en Valencia estaba el ejército republicano, con Páez a la cabeza. En Puerto Cabello convivían los soldados con los moradores de la población, con el natural intercambio social de una ciudad amurallada con los vecinos cercanos que sólo era sobresaltado cuando alguna columna salía de las murallas a intentar alguna operación.. El día 4 el general recibe la denuncia del oficial Tomas de Landa, teniente de la compañía de Cazadores de Navarra, quien le informa que una mujer llamada Rita Quiteria ha tratado de seducir a varios oficiales realistas para que se pasen al lado republicano escapando a Valencia. En el acto La Torre designa a un fiscal para el caso, que resulta ser José Vera y como escribano a Tomas Allende, sargento del Batallón de Navarra.
En la secuela del proceso son declarados Tomas de Landa, Andrés Varela, teniente del Navarra, Juan de la Cruz Ozores, ayudante del Lanceros del Rey, Fernando Piñatel, subteniente del Regimiento del Rey y el civil José Tomás Olivar.
El fiscal ordenó la detención de la imputada, en virtud de las declaraciones de los oficiales y de la propia confesión de la mujer. Luego de pasado el expediente a La Torre y al auditor Hernández de Armas, se ordenó ampliar las investigaciones e interrogar nuevamente a los testigos “para comprobar si la acusada estaba ebria en aquellos momentos”. Finalmente y en consideración a los nuevos interrogatorios se decidió que Rita fuera pasada al hospital militar. De allí presumimos nosotros que Rita no era una chica de muy buen comportamiento, ya que andaba bebiendo licor hasta emborracharse con un grupo de soldados, cosa que en aquellos tiempos no debía ser muy bien vista. Seguramente producto del efecto del licor Rita habló de más y se le ocurrió invitar a los soldados a que desertaran. Era común que en los tempranos años del siglo XIX las “pecadoras públicas”, como se les llamaba, fueran internadas por la autoridad en los hospitales de aquellos tiempos, que servían de hospicio a los más pobres, ya que quienes tenían una regular posición económica eran tratados de sus dolencias en sus casas. En ese sentido Oviedo y Baños escribía que los primeros hospitales servían de reclusión:
“a las que por escandalosas necesitan de castigo su liviandad”
así como a
“las mujeres en pleitos con sus maridos y a las públicas pecadoras”
Era muy difícil que se ordenada que una dama de buena conducta fuera confinada en un hospital; ya que cualquier dolencia de una dama era tratada en su hogar; de allí es que deducimos que Rita Quiteria demostraba una mala conducta. El 9 había concluido todo el proceso. A Rita la considerarían simplemente una chica “liviana” o “pública pecadora” que había cometido una grave imprudencia por andar en borracheras hablando cosas indebidas y se salvó de lo que pudo ser una severa condena por el delito de infidencia (falta de lealtad al Rey). Nos quedan las dudas: ¿La supuesta borrachera de Rita sería un ardid para librarse de un castigo por el delito cometido? ¿Era en verdad una partidaria de la república que pretendía sumar adeptos a la causa? ¿o en verdad sólo era una mujer embriagada que habló mas de la cuenta a quienes no debía?
FUENTES:
Escalona, Roger. “Los Antiguos Hospitales de Caracas”. Revistad e la Sociedad Venezolana de Historia de la Medicina. Caracas
Leon Tello, Pilar. “EL EJERCITO EXPEDICIONARIO DE COSTA FIRME DOCUMENTOS DEL CONDE DE TORREPANDO CONSERVADOS EN EL ARCHIVO HISTORICO NACIONAL” Real Academia de la Historia, Madrid. 1985