Crónicas

Los fantasmas del centro histórico de Barquisimeto

 

Omar Gar­men­dia
Cro­nista y escritor

De cuentos, mitos y leyendas somos ricos en esta tierra. En el imaginario colectivo, los fantasmas, espantos y aparecidos se asoman por los rincones de la ciudad ya como seres familiares que ingresan en la vida cotidiana de nuestra urbe


El sac­ristán

Uno de los espíri­tus que ron­da el cas­co históri­co de Bar­quisime­to es el del sac­ristán que aparece a medi­anoche cam­i­nan­do por la plaza Lara y sus alrede­dores y se le atraviesa a las per­sonas que cam­i­nan por la zona. Dicen que había muer­to abalea­do durante un alza­mien­to de las tan­tas con­tien­das béli­cas acae­ci­das en nues­tra ciu­dad, mien­tras observ­a­ba aso­ma­do en el cam­pa­nario de la Igle­sia San Francisco.

Llovizni­ta

Otro espan­to es el de Llovizni­ta, que se aparece a los bor­ra­chos y noc­tám­bu­los sin­vergüen­zas que se atreven a pasar en las noches por el puente Bolí­var. Atavi­a­do de un gran som­brero y vesti­do de liquilique, decían que había muer­to a causa de una caí­da des­de el pretil del puente hacia el precipi­cio ady­a­cente, denom­i­na­do zan­jón de Cár­de­nas. Una de las car­ac­terís­ti­cas de este muer­to es que tam­bién sale de día.

Juani­ta Pin­to y sus perros

Juani­ta Pin­to, una mujer de quien se decía que pedía limosna cam­i­nan­do por las calles de la ciu­dad, segui­da por un corte­jo de per­ros, a los cuales proveía de comi­da y reme­dios, además de camas, hamacas, sil­las y otros imple­men­tos. Vivía con los per­ros deba­jo de las arcadas del Puente Bolí­var donde había insta­l­a­do el car­i­ta­ti­vo y orga­ni­za­do hos­pi­cio-hos­pi­tal, ali­men­tán­do­los y ali­vian­do sus males con aten­ciones y cuida­dos mater­nales, por lo que prefer­ía que las limosnas que solic­ita­ba se las dier­an en comi­da para sus­ten­tar la can­ti­dad de per­ros que la acom­paña­ban y cuid­a­ban su vivienda,

Un día Juani­ta Pin­to murió y des­de ese día los per­ros esper­aron impa­cientes a su bene­fac­to­ra que se había ido para siem­pre. Muchos años pasaron y des­de entonces, cuen­tan los vian­dantes que cuan­do pasa­ban por el Puente Bolí­var en noches de luna llena en la ciu­dad dormi­da, se escuch­a­ban los las­timeros aulli­dos de los per­ros en el silen­cio de la noche por el alma de Juani­ta Pinto.

La car­reta

La car­reta con cade­nas, de la que se decía que en tiem­pos pretéri­tos con­ducía a los muer­tos de cólera camino al cemente­rio de los Cole­ri­en­tos. Se escuch­a­ba el trep­i­dar de las ruedas por el pavi­men­to y a veces se deja­ba ver.

El niño del Edi­fi­cio Nacional

Algunos afir­man que aparece la figu­ra de un niño como de ocho años, que se aparece por los lados del Edi­fi­cio Nacional.

La vieji­ta de la Escuela Ayacucho

Cam­i­nan­do por la aveni­da Venezuela, frente a la Escuela Ayacu­cho (calle 26), donde antes estu­vo el cemente­rio de San José, se aparece una anciani­ta que le dice a los transeúntes que anda per­di­da y no encuen­tra su casa. Si alguien la ayu­da a ubi­carse y cam­i­na varias cuadras con ella, la anciani­ta de pron­to desaparece. 

 

La mujer vesti­da de blanco

Una mujer vesti­da de blan­co atraviesa la car­rera 16 des­de la quin­ta May­da hacia el par­que Ayacu­cho. Muchos con­duc­tores que la han vis­to han tenido que fre­nar o a veces chocar ante la aparición.

 

 

 

Las mon­jas

Esta cono­ci­da his­to­ria refiere un acci­dente mor­tal en la car­retera vie­ja hacia Acarigua donde murieron unas mon­jas. Apare­cen de noche en la car­retera y algunos con­duc­tores acce­den a lle­var­las en su automóvil a cier­to lugar. Se cuen­ta que los con­duc­tores al dejar­las notan que han olvi­da­do algún obje­to en el asien­to y al regre­sarse a donde las había deja­do para devolver el obje­to olvi­da­do y pre­gun­tan por ellas, les infor­man que ya lle­van muchos años de muertas.

La vieji­ta de Kleo’s

Siem­pre a las seis de la tarde, cuan­do ya iban cer­rar las puer­tas del super­me­r­ca­do Kleo’s, ubi­ca­do frente a la plaza San José por la car­rera 21, los emplea­d­os debían esper­ar porque por los pasil­los veían que deam­bu­la­ba una anciani­ta. Al irle a adver­tir que debía salir del local porque ya era la hora de cierre la vieji­ta desaparecía.

La muchacha del Lisan­dro Alvarado 

En el año de 1946 una chi­ca, quien había sido mad­ri­na del liceo Lisan­dro Alvara­do, se sui­cidó lanzán­dose del ter­cer piso a causa de las burlas (lo que hoy se denom­i­na bul­lyng) que le pro­fer­ían algunos alum­nos. Se cuen­ta que des­de ese entonces por los pasil­los del liceo han vis­to su aparición.

Las niñas de la escuela Lucre­cia García

Se cuen­ta que en la escuela Lucre­cia Gar­cía, situ­a­da en la aveni­da veinte con la esquina de la calle 19, por las noches se ven unas niñas que por los pasil­los pasan­do de un salón a otro y a veces se escuch­a­ba sonar un viejo piano que había en la escuela y al ir a ver no había nadie.

 La enfer­mera del hos­pi­tal Gómez López

En el Hos­pi­tal Dr. Luis Gómez López, ubi­ca­do en la calle 12 con car­rera 18 del Bar­rio La Feria, se aparece una enfer­mera de cofia blan­ca en su cabeza que había lab­o­ra­do por muchos años en ese cen­tro de salud y luego de su jubi­lación murió. Des­de entonces muchos pacientes ase­gu­ran haber­la vis­to en sus habita­ciones y que les admin­is­tra­ba med­i­c­i­nas y otras aten­ciones y en oca­siones tam­bién les habla­ba y alenta­ba en relación con sus enfermedades.

Omar Garmendia

Escritor. Ensayista. Cronista de libre ejercicio. Profesor Titular UCLA, Doctor en Educación y Magister Scientiarum en Lingüística blogculturaomar.blogspot.com

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