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Padre Macario Yépez, político apasionado y devoto de la Divina Pastora

Luis Alberto Perozo Padua
Periodista y escritor
luisalbertoperozopadua@gmail.com
En Twitter: @LuisPerozoPadua

Los seguidores del padre Yépez, “lo inhumaron prontamente en el Cementerio de San Juan” de Barquisimeto. “Casi clandestino”, por temor a que sus enemigos políticos colgaran su cuerpo


En la soledad de su dor­mi­to­rio, a la luz de una pequeña lám­para, el padre José Macario Yépez, decidió escribir varias cor­re­spon­den­cias a sus ene­mi­gos políti­cos, quienes lo ase­di­a­ban e involu­cra­ban en la con­ju­ra y muerte del gob­er­nador de Provin­cia de Bar­quisime­to Martín María Aguina­galde en donde tam­bién fue asesina­do José Par­ra, jefe políti­co de Cabu­dare, suce­so reg­istra­do el 12 de julio de 1854.

El propósi­to de sus car­tas, dirigi­das a per­iódi­cos, diputa­dos y per­son­al­i­dades, deja­ba en claro su deter­mi­nante posi­ción en defen­sa de los cen­sos ecle­siás­ti­cos (bienes de la igle­sia) ante el proyec­to de con­fis­cación lle­va­do plantea­do por el gob­ier­no y en dis­cusión en las ple­nar­ias de mayo de 1855 en el Con­gre­so Nacional.

 

 

 


 

Pres­bítero y mae­stro José Macario Yépez en 1830

 

 

 

 

 

Las polémi­cas y efer­ves­centes líneas del pres­bítero que habla­ban de “los impre­scriptibles dere­chos que dan la jus­ti­cia, la ver­dad y la razón”, gener­aron con­frontación no solo con políti­cos afec­tos a los Mon­a­gas, sino a miem­bros de su propia iglesia.

Sus tex­tos “incen­di­ar­ios” fueron pub­li­ca­dos en El Restau­rador, per­iódi­co de Bar­quisime­to, donde el padre deja­ba al desnudo su fig­u­ración políti­ca ori­en­ta­da a la ten­den­cia con­ser­vado­ra pero que no fue obstácu­lo para demostrar que no clau­di­caría en sus principios.

Su deci­si­va actuación públi­ca, pro­du­jo el respeto y la admiración de pro­pios y extraños, pero tam­bién ali­men­tó pasiones de sus detrac­tores. Yépez tri­un­fó en su propósi­to, logran­do deten­er la aprobación del “abom­inable” decre­to de confiscación.

Sac­er­dote barquisimetano

Nació José Macario Yépez en el oca­so del siglo XVIII, en Bar­quisime­to el 23 de abril de 1799. Hijo de Fran­cis­co de Paula Yépez, de ori­gen tocuyano, y de María Jose­fa Tovar, nati­va de Quíbor.

Tes­ti­go del apoc­alíp­ti­co ter­re­mo­to de 1812 y de la pos­te­ri­or degol­li­na y saqueo real­ista encabeza­da por Mon­teverde durante el hor­ror de la Guer­ra de Inde­pen­den­cia, lo que mar­có su espíritu, suplicán­dole a sus padres la opor­tu­nidad de for­marse: fue envi­a­do a El Tocuyo a estu­di­ar gramáti­ca y latinidad en el recién crea­do cen­tro edu­ca­cional del pres­bítero Manuel Yépez, pari­ente suyo.

En 1819, deci­di­do a seguir el camino de la vocación sac­er­do­tal, real­izó ges­tiones para aspi­rar a una beca sem­i­nar­ia que cor­re­spondía a Bar­quisime­to para cur­sar estu­dios supe­ri­ores en el Cole­gio Sem­i­nario de Cara­cas, pre­sen­tan­do doc­u­men­tos de “limpieza de san­gre” y de “bue­nas cos­tum­bres”, ante el vic­ario juez ecle­siás­ti­co. A la vez, Yépez cursó estu­dios en la Uni­ver­si­dad Cen­tral de Cara­cas, graduán­dose de Bachiller en Filosofía en mar­zo de 1822, Licen­ci­a­do en Filosofía en 1824, y en octubre de ese mis­mo año, es orde­na­do como sacerdote.

Pas­torci­tas del Cole­gio Inmac­u­la­da Con­cep­ción de Bar­quisime­to en un hom­e­na­je a la Div­ina Pas­to­ra en 1937. En la antigua Plaza Bolí­var hoy plaza Lara, a un lado de la Cat­e­dral de Bar­quisime­to, tem­p­lo de San Fran­cis­co de Asís

Una vida agitada

De regre­so a Bar­quisime­to, el padre Yépez abrió una escuela en su casa, primera de la región, así como una cát­e­dra de gramáti­ca y latinidad para edu­can­dos de niv­el secundario.

Lo encon­tramos en 1835 como vic­ario forá­neo de Bar­quisime­to y en 1837 cura interi­no del tem­p­lo de la Inmac­u­la­da Con­cep­ción, alcan­zan­do al poco tiem­po la tit­u­lar­i­dad del car­go para el recin­to eclesiástico.

El his­to­ri­ador Lino Irib­ar­ren Celis, apun­ta que José Macario Yépez, com­binó el ejer­ci­cio sac­er­do­tal con una dilata­da trayec­to­ria públi­ca, que le adju­dicó fama y admiración, por lo que des­de 1841 has­ta 1844, y todo el año 47, como Rep­re­sen­tante Provin­cial de Bar­quisime­to ante el Con­gre­so Nacional, el padre defendió los intere­ses de los ciu­dadanos y los de la igle­sia. Fue vicepres­i­dente de la Cámara de Rep­re­sen­tantes entre los años 43 y 44, pre­si­di­en­do dicha cámara en 1844.

Las labores de peri­odista no pudieron fal­tar, fun­dan­do y redac­tan­do El Correo de Occi­dente, vocero infor­ma­ti­vo de la Aso­ciación de Con­ser­vadores de Bar­quisime­to, del cual era su vicepres­i­dente para 1849

Como diputa­do ante la cámara baja por la Provin­cia de Bar­quisime­to, el encen­di­do ver­bo del padre Yépez, resonó en defen­sa del gen­er­al José Anto­nio Páez, quien esta­ba sien­do con­de­na­do al destierro.

El sac­er­dote declaró abier­ta­mente su oposi­ción al gob­ier­no de José Gre­go­rio Mon­a­gas, par­tic­i­pan­do en la Rev­olu­ción de julio de 1854, por tan­to, fue señal­a­do como autor int­elec­tu­al del asalto a la Casa de Gob­ier­no en Bar­quisime­to, pero su rep­utación fue reivin­di­ca­da tras un juicio rig­uroso toda vez tes­ti­gos ase­gu­raron que Yépez actuó aque­l­la fatídi­ca noche “ape­ga­do a los prin­ci­p­ios del sac­er­do­cio y no con la conspiración”.

El cro­nista Eliseo Sotel­do asien­ta, que el mae­stro Yépez fue detenido y traslada­do a Cara­cas, “pero poco duró pre­so. Fue lib­er­a­do”. Se le sigu­ió un juicio donde no se pudo com­pro­bar su sedi­ción, absolvién­do­lo de toda acusación.

 

 

 


Div­ina Pas­to­ra en una estam­pa de 1905. 
Foto cortesía del cro­nista Ricar­do Valecillos 
para el libro “Los Ros­tros de la Vir­gen Div­ina Pastora”

 

 

 

 

Devo­to empedernido 

Con deber sagra­do asume pos­turas al ser­vi­cio de la sociedad, de los más nece­si­ta­dos. Su devo­ción fue tal que se ocu­pa per­sonal­mente la recon­struc­ción del Tem­p­lo Inmac­u­la­da Con­cep­ción de Bar­quisime­to, destru­i­do des­de el ter­re­mo­to de 1812, hecho que se ates­tigua en una cor­re­spon­den­cia, envi­a­da al doc­tor Manuela Anto­nio Briceño, fecha­da en Bar­quisime­to el 3 de sep­tiem­bre de 1853: “Soy deu­dor de cer­ca de 2.000 pesos de can­ti­dades que me prestaron en dinero en efec­ti­vo para con­cluir por mi cuen­ta y ries­go, y sin esper­an­za de reem­bol­so, el tem­p­lo par­ro­quial de esta ciudad”.

Ante el avance de la peste del Cólera, toma la ini­cia­ti­va de con­stru­ir en el sitio de Tier­ri­tas Blan­cas un mon­u­men­to con la Cruz Sal­vado­ra, obra que dirige el padre Raldíriz y José Manuel Otero, cuya con­sagración se efec­túa en diciem­bre de 1855, a donde llegó en pro­ce­sión la ima­gen sagra­da del Nazareno para sol­em­nizar el acto.

Al no ced­er la epi­demia, el padre Yépez con­vocó al pueblo a una rog­a­ti­va en el sitio donde se había lev­an­ta­do el mon­u­men­to, el 14 de enero de 1856 y “el señor Anto­nio J. Per­aza hizo las ges­tiones ante las autori­dades civiles para lle­var a la Div­ina Pas­to­ra des­de San­ta Rosa a Barquisimeto.

Serían como las cua­tro y trein­ta de la tarde, cuan­do llegó por primera vez la ima­gen de la Div­ina Pas­to­ra a Tier­ri­tas Blan­cas. Un grupo de pia­dosas señori­tas, preparadas por el padre Yépez, entonaron los con­move­dores can­tos del perdón y las glo­rias a la Excel­sa Madre de Dios.

Al finalizar su ser­món, el Padre Yépez “movi­do por un celes­tial impul­so, cayó de rodil­las frente a la ima­gen, y con voz fuerte y tré­mu­la, entrecor­ta­da por sol­lo­zos, exclamó: 

“Vir­gen San­tísi­ma, Div­ina Pas­to­ra, en aras de la Jus­ti­cia Div­ina, por el bien y sal­vación de este pueblo te ofrez­co mi vida… Te supli­co Madre mía, que salves a este pueblo, que sea yo la últi­ma víc­ti­ma del cólera”.

Enter­ra­do entre las sombras

El Her­mano Nec­tario María, escribió que el sac­er­dote Yépez fal­l­e­ció de cólera, pero el padre Ale­gret­ti, demostró que éste murió de tifus o fiebre tifoidea, el 16 de junio de 1856, cin­co meses luego de la primera visi­ta de la Div­ina Pas­to­ra a Barquisimeto.

Cita que “La enfer­medad adquir­ió la for­ma cere­bral, delirio vio­len­to o hipert­er­mia. Los médi­cos de ese tiem­po le apli­caron san­grías”. Más ade­lante refiere al edu­cador Juan Manuel Álamo, quien afir­mó que solo por razones políti­cas y para evi­tar que sus ene­mi­gos dier­an cur­so a una ven­gan­za pós­tu­ma y “lo llevasen al dividi­vi” (prob­a­ble­mente para col­gar su cadáver), los seguidores del padre Yépez, “lo inhu­maron pronta­mente en el Cemente­rio de San Juan” de Bar­quisime­to. “Casi clan­des­ti­no” ‑sostiene Álamo-. “Sin apara­to y como a la sor­di­na”, se lamen­ta el sac­er­dote Alegretti.

Pro­ce­sión de la Div­ina Pas­to­ra en 1951

Fue uno de los bar­quisimetanos de may­or trascen­den­cia en la his­to­ri­ografía larense es sin duda el pres­bítero José Macario Yépez, quien rep­re­sen­tó para la primera mitad del siglo XIX, una de las más altas cum­bres del pen­samien­to y la política. 

Su influ­en­cia mar­có pau­ta en la vida espir­i­tu­al de Bar­quisime­to, porque “Con el ejem­p­lo de sus vir­tudes y de sus prédi­cas morales, el mae­stro José Macario Yépez, deter­minó el cli­ma de iden­ti­dad espir­i­tu­al, de com­pren­sión y de sol­i­dari­dad social entre los habi­tantes neosegovianos”.


Fuente: La Div­ina Pas­to­ra, His­to­ria de una Devo­ción. María Matilde Suárez y Car­men Bethen­court. Bar­quisime­to 2005
Lo Bel­lo y lo Útil de Lara. Casa Propia Enti­dad de Ahor­ro y Prés­ta­mo. Bar­quisime­to 2004
His­to­ria de la Div­ina Pas­to­ra de San­ta Rosa. Her­mano Nec­tario María. Barcelona 1926.
El Padre José Macario Yépez 1799–1855. Lino Irib­ar­ren Celis. Cara­cas 1952
Bar­quisime­to: His­to­ria Pri­va­da, Alma y Fisonomía de Bar­quisime­to de Ayer. Rafael Domin­go Sil­va Uzcátegui. Cara­cas 1959
Sitio en Inter­net: www.CorreodeLara.com

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