Crónicas

Del Popo al Orinoco

Luis Heraclio Medina Canelón
Abogado — Historiador

¿Sabe Ud. que uno de los explo­radores más extra­or­di­nar­ios de la his­to­ria es quien le da el nom­bre a Puer­to Ordaz, la ciu­dad más mod­er­na de Venezuela?


El vol­cán Popocatéptl, con sus 5.400 met­ros sobre el niv­el del mar es el segun­do vol­cán más alto de Méx­i­co y uno de los may­ores del mun­do. Hoy es lla­ma­do famil­iar­mente por los mex­i­canos “el Popo”. 

Para ten­er una idea de su altura, nue­stro pico Bolí­var no lle­ga a los 4.800 met­ros sobre el niv­el del mar, es decir, sei­scien­tos met­ros menos. Des­de sus nevadas y blan­cas alturas se divis­a­ba la antigua Tenochti­t­lan, cap­i­tal del impe­rio mex­i­ca (azteca), pero los nativos que vivieron en sus inmedia­ciones jamás se habían atre­v­i­do a subir has­ta su cima, por temor a los dios­es o demo­ni­os que allí habitarían, a las emana­ciones de rocas can­dentes con humo y lava y a los tem­blores y desprendimien­tos pétre­os que fre­cuente­mente ocur­rían en sus laderas. Era un tabú para todas aque­l­las tribus.

Pero en 1519 Hernán Cortés con un reduci­do grupo de audaces pio­neros jun­to a var­ios cen­tenares de indí­ge­nas nativos ali­a­dos está en ple­na fae­na de con­quista. En su ruta a Tenochti­t­lan se topa con la gigan­tesca mole de rocas humeantes que es el Popocatéptl. Cortés inquiere a sus ali­a­dos tlax­cal­te­cas (ene­mi­gos acér­ri­mos de los aztecas) sobre la mon­taña, le dicen que es una “mon­taña de humo y fuego”, sagra­da, que nadie puede subir. Que quien ose ascen­der pagará con su vida y será destroza­do por los demo­ni­os que allí habitan. 

Es en ese momen­to, en que un vet­er­a­no y valiente sol­da­do le dice a Cortés:

-Exce­len­cia, per­mi­tidme ir, yo estoy dis­puesto a subir has­ta donde Dios me lo permita.

El sol­da­do es Don Diego de Ordaz.

¿Y quién era Diego de Ordaz?

El explo­rador y guer­rero nati­vo de Zamo­ra, España, llegó des­de muy joven a Améri­ca, con los des­cubri­dores Alon­so de Oje­da y Juan de la Cosa a quienes acom­pañó en sus explo­raciones en la cos­ta de Venezuela, Colom­bia y Panamá, donde sufrieron serios descal­abros al enfrentarse con los nativos. Fue de los sobre­vivientes en las refr­ie­gas donde murió Juan de la Cosa.  Luego des­de Cuba se enroló en las expe­di­ciones de Hernán Cortés, quien emprendía la con­quista de lo que hoy lla­mamos México.

El ascen­so del Popocaté­plt  

Sin más equipo que sus ropas y calza­dos ordi­nar­ios Ordaz y los suyos subieron el coloso de roca.

Ordaz con­vence a dos de sus com­pañeros de que le acom­pañen y un pequeño grupo de tlax­cal­te­cas lo escoltan has­ta el pie de la mon­taña, donde ven par­tir a los españoles en lo que creen que será un via­je a la muerte.  Los con­quis­ta­dores ini­cian su subi­da sin ningún equipo de mon­taña o de escalamien­to: van vesti­dos con sus ropas ordi­nar­ias, sin abri­gos, con cas­cos de hier­ro y petos pro­tec­tores, con sus armas ordi­nar­ias y zap­atos comunes.  Ape­nas a las pocas horas del ini­cio del ascen­so los sor­prende un tem­blor con emana­ciones de humo y piedras que detiene la jor­na­da por más de una hora. Pero los bizarros con­quis­ta­dores no se arredran; con­tinúan con su ascen­so pese al frío, la fal­ta de oxígeno, el humo y los gas­es. Final­mente lle­gan a lo alto, donde divisan la extra­or­di­nar­ia ciu­dad de Tenochti­t­lan que a lo lejos deja ver su extra­or­di­nar­ia belleza. 

En la boca del vol­cán Ordaz y los suyos colectan mues­tras min­erales y sobre todo una muy intere­sante: el azufre, min­er­al que será nece­sario para la elab­o­ración de la pólvo­ra, que se con­fec­ciona con car­bón, sal­itre y azufre y es un ele­men­to fun­da­men­tal para la guer­ra de conquista.

Tam­bién ubi­caron un paso seguro para lle­gar has­ta la cap­i­tal de Tenochti­t­lan, lo que se cono­ció en la his­to­ria como “el paso de Cortés”. 

Al descen­der los nativos quedan estu­pe­fac­tos al ver a los tres hom­bres sanos y salvos, lo que les crea una fama de seres extraordinarios. 

A raíz de esta proeza, el rey de España autor­izó a Ordaz a incluir en su escu­do de armas la ima­gen de un vol­cán humeante, sím­bo­lo del vol­cán con­quis­ta­do por primera vez en la his­to­ria.

Ordaz estu­vo var­ios años en Méx­i­co jun­to a Cortés, par­tic­i­pan­do en diver­sas batal­las, explo­raciones y con­quis­tas, fue a España, regresó a Méx­i­co y por segun­da vez atrav­esó el Atlán­ti­co para ir ante la corte del rey Car­los V, quien le otor­ga el títu­lo de Ade­lan­ta­do con el car­go de Gob­er­nador de las tier­ras que se extien­den des­de la desem­bo­cadu­ra del Ama­zonas has­ta la Penín­su­la de Paria. Su obje­ti­vo: encon­trar el míti­co “Dora­do” una ciu­dad donde los edi­fi­cios y las calles están tapiza­dos en puro oro.

Ordaz prepara su expe­di­ción con tres buques y 400 hom­bres y zarpa a fines de 1531 de España rum­bo al río Ama­zonas, por donde pens­a­ba empezar sus des­cubrim­ien­tos. Pero en la desem­bo­cadu­ra del gigan­tesco río pierde parte de su expe­di­ción a causa de una ter­ri­ble tem­pes­tad, por lo que se ve oblig­a­do a reti­rarse has­ta Paria. 

Allí se le incor­po­ra un guía indio ami­go lla­ma­do Tau­ate, quien le sirve de baquiano en el primer tramo: Se aden­tran por el uno de los bra­zos prin­ci­pales del sur del Delta del Orinoco lla­ma­do “Boca Grande” y lle­gan has­ta Sacu­pana, pero allí son ata­ca­dos por los nativos que matan a var­ios de los expe­di­cionar­ios. Avan­zan has­ta Bar­ran­cas, donde son bien trata­dos por los indí­ge­nas y prosiguen mucho más al Sur, has­ta lle­gar a la con­flu­en­cia del Orinoco con otro majes­tu­oso río: el Caroní.

Según sostiene el recono­ci­do his­to­ri­ador Her­mano Nec­tario María en el Caroní los nativos al ver a los bar­bu­dos que lle­gan en las extrañas naves gritan:

-Uayana¡ Uayana¡

Lo que quería decir en el dialec­to de aque­l­los hom­bres: blan­co, páli­do o amar­il­lo. Y de allí viene el nom­bre de nues­tra región de Guayana.

 A medi­da de que tran­si­tan por el enorme río escuchan los diver­sos nom­bres con el que los nativos lla­man al río en las regiones en que ellos los nave­g­an: uypari, uya­pari, uri­a­paria, bar­raguan, ibri­noko y uri­noko, que castel­laniza­do es el nom­bre que ha pasa­do has­ta nosostros como; “Orinoco”.

Ordaz prosigue su ruta has­ta lle­gar a la desem­bo­cadu­ra del Meta, pero los vio­len­tos rau­dales no le per­miten con­tin­uar.  Desan­i­ma­do al no encon­trar su obje­ti­vo regre­sa a Paria. Han tran­scur­ri­do seis meses nave­gan­do por aque­l­los ríos inex­plo­rados.  Muchos de sus com­pañeros han muer­to o enfer­ma­do. Sus hom­bres decep­ciona­dos lo denun­cian por mal­os tratos ante el gob­er­nador de Cubagua, quien lo encar­cela y lo envía pre­so a San­to Domin­go, donde los tri­bunales lo absuel­ven. Se embar­ca para regre­sar a España, pero muere en el camino.

El con­quis­ta­dor del Popocatépetl fue uno de los grandes cap­i­tanes españoles en la explo­ración y con­quista de Améri­ca. Sus recor­ri­dos por el ori­ente vene­zolano y el Orinoco le sitúan entre los grandes de la His­to­ria y mere­cen un amplio capí­tu­lo aparte, aunque hoy sólo su ascen­sión vol­cán y la ciu­dad de Puer­to Ordaz, a oril­las del Caroní, pare­cen los úni­cos reconocimien­tos a su memo­ria. Es un impor­tante per­son­aje de nues­tra his­to­ria y no debe­mos olvidarlo. 

Fotos: Las imá­genes provienen del film “Epitafio” que recuer­da la haz­a­ña de Ordaz


Fuentes: Díaz del Castil­lo, Bernal. “His­to­ria Ver­dadera de la Con­quista de la Nue­va Españña”. Edi­ción, estu­dio y notas de Guiller­mo Serés. Real Acad­e­mia de la His­to­ria Españo­la. Madrid. 2011
Gar­cía, Casiano, “Vida del Comen­dador Diego de Ordaz, Des­cubri­dor del Orinoco” Edi­to­r­i­al Jus. Méx­i­co, 1952
Nec­tario María, Her­mano. “His­to­ria de Venezuela” Edi­ciones Sale­sianas. Cara­cas, 1942

Luis Medina Canelón

Abogado, escritor e historiador Miembro Correspondiente de la Academia de Historia del Estado Carabobo

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