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Presos políticos fueron engrillados en La Rotunda

Luis Alberto Perozo Padua
Periodista y escritor
luisalbertoperozopadua@gmail.com
IG/TW: @LuisPerozoPadua

Román Del­ga­do Chal­baud. Archi­vo Luis Her­a­clio Medina

Era un lugar som­brío, lóbrego, mal­oliente, per­tur­bador, en donde se cometía toda clase de atro­ci­dades, las más retor­ci­das. Durante las frías y oscuras noches, el sonido ensor­de­ce­dor de los alar­i­dos era ater­rador. Por las mañanas el inqui­etante silen­cio ago­b­i­a­ba. La Rotun­da era la puer­ta prin­ci­pal del infier­no, y para muchos pre­sos políti­cos, encar­nó el Pur­ga­to­rio en la Tierra.

En 1923, se encon­tra­ba con­fi­na­do en La Rotun­da el gen­er­al Román Del­ga­do Chal­baud, hom­bre que había escal­a­do impor­tantes posi­ciones en los gob­ier­nos de Cipri­ano Cas­tro y Juan Vicente Gómez.

Fraguó una con­spir­ación evi­tar la reelec­ción del Ben­eméri­to pres­i­dente, a la sazón, debe­la­da por el rig­uroso espi­ona­je de Gómez, episo­dio que lo con­du­jo direc­to a la cár­cel en 1913. Su madre, había escrito cien­tos de car­tas al dic­ta­dor solic­i­tan­do su indul­gen­cia, pero éste jamás le respondió, sin embar­go, vis­ita­ba reg­u­lar­mente a su hijo.

Cuan­do Del­ga­do cumplió diez años pre­so en La Rotun­da (1923), su madre le envió ropa de eti­que­ta: flux y cor­ba­ta; camisa y zap­atos brod­e­quines; y agua de colo­nia, para que Del­ga­do estu­viera presentable.

A raíz de este esce­nario, el alcaide de la prisión intuyó que Del­ga­do y su madre plan­i­fi­ca­ban “algo tur­bio” por lo que le escribe inmedi­ata­mente al pres­i­dente describién­dole la situación y al tiem­po que le agre­ga: “… y una cor­ba­ta. Esto últi­mo es lo que he encon­tra­do cap­cioso, toman­do en cuen­ta la clase de gente de donde viene, que tienen la igno­ran­cia muy lejos; …es incon­ce­bible que un pre­so pue­da vestirse con tal indu­men­taria. Final­mente, el tra­je fue regre­sa­do a la madre de Del­ga­do, con una nota donde se le explic­a­ba que el atuen­do rep­re­senta­ba esper­an­za y sabiduría para los demás con­fi­na­dos políticos.

En 1927, Del­ga­do fue lib­er­a­do con orden de destier­ro. Se le vio salir de La Rotun­da de tra­je y cor­ba­ta, con la mis­ma camisa de botonaduras doradas, pan­talón largo y bril­lantes brod­e­quines, la “indu­men­taria” que había envi­a­do su madre y que se decía, había sido un rega­lo de algún hom­bre influyente de la política.

1936.-Interior de La Rotunda
Lista macabra de 1919

El historiador Elías Pino Iturrieta, en su artículo Desde La Rotunda, da cuenta sobre el documento que la Unión Cívica Venezolana publica en Nueva York en 1928 sobre la situación carcelaria. Es un texto prolijo, del cual apenas se extrae ahora la lista de defunciones de 1919 en esta mazmorra de la dictadura. “Emiliano Merchán, murió de hambre el 2 de enero a las 11 a.m., calabozo 15. Enrique Mejías, murió de pústulas sifilíticas, sin asistencia, el 19 de abril, calabozo 5. Subteniente Domingo Mujica, murió de hambre el 3 de septiembre a las 9 a.m., calabozo 38. Subteniente Luis Aranguren, murió de hambre y veneno el 6 de septiembre, 6 a.m., calabozo 38. Subteniente Víctor Caricote, murió de hambre el 16 de octubre, a las 6:30 p.m., calabozo 15. Teniente Jorge Ramírez, murió de latigazos y veneno el 21 de octubre, calabozo 24, a las 10 p.m. Subteniente José Agustín Badaraco, murió de hambre y veneno el 7 de octubre a las 9 a.m., calabozo 31. Subteniente Cristóbal Parra Entrena, murió de hambre y veneno el 22 de diciembre a las 5 p.m., calabozo 36”.

Cor­rup­ción carce­lar­ia para 1913

En 1913, el coro­nel Eloy Tara­zona, apo­da­do ´el indio Tara­zona´, per­sona de ínti­ma con­fi­an­za del gen­er­al Juan Vicente Gómez, recibió una misi­va de un emplea­do de La Rotun­da, donde da cuen­ta detal­la­da de lo que acon­tecía en el infame lugar.

Juan Vicente Gómez y Cipri­ano Castro

Lo primero que sub­raya el remi­tente, es que “el jefe del establec­imien­to, muy rara vez se encuen­tra aquí”, por lo que la may­oría de las veces, el parte que se debía enviar diari­a­mente a primera hora del día a la Gob­er­nación, salía con “extremo” retraso.

Asimis­mo, se lee en la car­ta, que el alcaide había con­ce­di­do per­miso a “algunos crim­i­nales” (pre­sos políti­cos) para que sal­gan a la calle, nom­brán­do­los con las ini­ciales de sus nom­bres, que al final afir­ma: hay uno de éstos que tiene cer­ca de dos meses de haber sali­do y no ha vuel­to. Estos per­misos los ha con­ce­di­do por su cuen­ta, sin el per­miso del juez respectivo”.

Sub­raya que la ali­mentación del pre­sidio “es extremada­mente mala. Hay 153 pre­sos entre causas comunes, detenidos políti­cos; a cada uno le salen 75 cén­ti­mos de ración, que da un total de 114 bolí­vares 75 cén­ti­mos, de esto qui­ta él (el alcaide) 36 bolí­vares, quedan­do el ranchero oblig­a­do a dar de com­er a todo el pre­sidio con los 78,75 bolí­vares que le quedan”.

Expli­ca, además, que varias áreas del edi­fi­cio están clausuradas por el más esta­do que pre­sen­tan y por “el desaseo que hay, debido a que no quiere dar para com­prar escobas ni lo nece­sario para el aseo”; de ahí las con­tin­uas enfer­medades que asechan a los presos.

Terroríficas torturas

Una car­ta de un carcelero fecha­da el 2 de junio de 1913, describe con sadis­mo los ater­radores medios de con­fe­sión y cas­ti­go que se aplic­a­ban a los pre­sos políti­cos en aque­l­la som­bría cárcel.

“Los apreté de tal modo que uno de ellos quedó casi exán­ime bajo el cas­ti­go, y no obstante declar­a­ban su inocen­cia; sin embar­go, he creí­do con­ve­niente hac­er­les pasar un tiem­po en el hue­co antes de repe­tir­les el cas­ti­go con el propósi­to de esclare­cer la ver­dad… Respec­to a Pow­er, le diré que le he repeti­do el cas­ti­go de tal modo que su salud está que­bran­ta­da, que arro­ja san­gre y quién sabe cómo acabará”.

Román Del­ga­do Chal­baud estu­vo 14 años engril­la­do en La Rotun­da des­de 1913 has­ta 1927, aun sien­do com­padre de Juan Vicente Gómez

En otra misi­va, el mis­mo ver­dugo con­fiesa: “He tenido que apre­tar los pre­sos políti­cos lle­ga­dos a ésta para esclare­cer la ver­dad…”, y más ade­lante rela­ta que el primer alcaide escribió direc­ta­mente al pres­i­dente para que­jarse de los méto­dos “gatescos” emplea­d­os a los pre­sos políti­cos, lle­gan­do al pun­to de “guin­dar­los por horas de cabeza, has­ta que ahoga­dos por la san­gre, se des­mayasen próx­i­mos a la muerte”.

Horror desde 1840 

La Diputación Provin­cial y el Con­ce­jo Munic­i­pal des­ti­naron los fon­dos y pro­por­cionaron el solar para la con­struc­ción de la Cár­cel Públi­ca de Cara­cas. Se denom­inó Cár­cel Públi­ca de Cara­cas, mejor cono­ci­da como La Rotun­da, la cual operó entre los años de 1840 y 1936

Sin ser con­clu­i­da, por órdenes del gob­er­nador de Cara­cas fueron traslada­dos 84 pri­sioneros des­de la vie­ja Cár­cel de San Jac­in­to (antiguo con­ven­to domini­co), entre los cuales se encon­tra­ban siete mujeres y seis enfer­mos men­tales, sien­do el resto, en su may­oría, pre­sos políti­cos gen­er­a­dos por la repre­sión del rég­i­men de los gen­erales José Gre­go­rio y José Tadeo Monagas.

“Tor­turas y asesinatos son evi­dentes des­de 1854, cuan­do el alcaide de la cár­cel sim­u­la una fuga para asesinar al rebelde coman­dante Anto­nio Vásquez. Durante la Guer­ra Fed­er­al, La Rotun­da rebosa­ba de pre­sos políti­cos y fueron tris­te­mente céle­bres los asesinatos de Diego Beluche y de Diego Val­le­nil­la en 1863”, ano­ta el his­to­ri­ador Navas Blan­co en Recuer­dos actuales de La Rotun­da de Cara­cas (1840–1936).

El peri­odista Rafael Aré­va­lo González pasó, con sus 2 entradas y sal­i­das, 20 años entre La Rotun­da y el Castil­lo de San Felipe

Rev­ela en su artícu­lo que Anto­nio Guzmán Blan­co hizo su pas­an­tía por La Rotun­da, pero cuan­do llegó a la Pres­i­den­cia de la Repúbli­ca en lugar de suprim­ir dicha prisión, se dedicó a ter­mi­narla, con la con­struc­ción de un edi­fi­cio con­tiguo para incre­men­tar la capaci­dad de pre­sos políti­cos, las tor­turas, desapari­ciones, ais­lamien­tos y los asesinatos.

Cipri­ano Cas­tro y Juan Vicente Gómez, pro­fun­dizaron la cru­el­dad de las tor­turas, engril­lamien­tos, enve­ne­namien­tos, asesinatos y extor­siones con­tra los pre­sos políticos.

La Rotun­da era una ante­sala al cemente­rio, el exilio o la liq­uidación políti­ca per­ma­nente, encar­na­da por el “Mocho” Hernán­dez, José Rafael Pocater­ra, Román Del­ga­do Chal­baud, entre muchos otros des­ti­na­dos a la muerte o al exilio permanente.

Raúl Leoni, Andrés Eloy Blan­co, Juan Bautista Fuen­may­or, Kotepa Del­ga­do, Gus­ta­vo Macha­do, Rafael Aré­va­lo González, tam­bién pres­en­cia­ron el hor­ror de los barrotes.

El últi­mo pre­so políti­co en salir de La Rotun­da fue Her­nani Por­to­car­rero, cuan­do en 1936, López Con­tr­eras por decre­to, abrió las puer­tas de las cárce­les en 1936 y el últi­mo pre­so impor­tante en entrar fue, el gen­er­al gomecista Félix Galavís, exgob­er­nador de Cara­cas, quien fue acu­sa­do de masacrar a los man­i­fes­tantes en la plaza Bolí­var el 14 de febrero de 1936.


Fotos: www.CorreodeLara.com

Fuente: Tiem­po de com­padres. De Cas­tro a Gómez. Fran­cis­co Salazar Martínez. Libr­ería Piñan­go. Cara­cas 1972
Des­de La Rotun­da. Por Elías Pino Itur­ri­eta. Pro­davin­ci. 2 de abril de 2018
Recuer­dos actuales de La Rotun­da de Cara­cas (1840–1936) Alber­to Navas Blan­co. En Opinión

CorreodeLara

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