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Rosa Castro o Lucila Méndez, la primera venezolana en Hollywood

Luis Alberto Perozo Padua
Periodista y escritor
luisalbertoperozopadua@gmail.com
@LuisPerozoPadua

Hija del pres­i­dente Cipri­ano Cas­tro. Par­ticipó en unas 16 pelícu­las. Fue la primera vene­zolana en Broad­way destacán­dose como corista, baila­r­i­na, can­tante y actriz. Primera mod­e­lo vene­zolana en Esta­dos Unidos en donde sobre­salientes fotó­grafos la inmor­talizaron en bel­las pub­li­ca­ciones. Se hizo peri­odista y dirigió una impor­tante revista

Lucila Mén­dez llegó algo aje­trea­da a la audi­ción ante las cámaras, donde antes que ella había unas trein­ta chi­cas que hacían una larga fila en las afueras de un teatro en Broad­way. Tenía ape­nas 18 años, pero esta­ba deci­di­da a incur­sion­ar en su sueño de ser actriz y su tem­pera­men­to la haría tri­un­far. Iba acom­paña­da de su tía Dolores Mén­dez, que ya bril­l­a­ba en Hol­ly­wood, pues la había antecedido.

Esa tarde fría de otoño de 1924, Ralph Ince, un afama­do direc­tor de cine esta­dounidense, naci­do en Boston, Mass­a­chu­setts, quedaría sor­pren­di­do por la ver­sa­til­i­dad de aque­l­la her­mosa dama, por lo que sin vac­ilar la selec­cionó, con­vir­tién­dose en una leg­en­daria pro­tag­o­nista de la indus­tria fílmi­ca norteam­er­i­cana y la primera actriz vene­zolana en debu­tar en la pan­talla grande de Hollywood.

A peti­ción del pro­pio direc­tor Ince, Lucila adop­tó el nom­bre de Lucille, por ser más amer­i­can­iza­do; coin­ci­den­cia que aquel era el nom­bre de la ante­ri­or esposa del pro­duc­tor. Pero no pasará mucho tiem­po antes que Lucila, con­quiste la aten­ción abso­lu­ta de Ralph, con quien casará el 7 de julio de 1926. Des­de entonces será cono­ci­da por Lucille Mén­dez en sus actua­ciones en inglés y Rosa Cas­tro en español.

Lucila Mén­dez luego cono­ci­da como Rosa Cas­tro, col­oriza­da por @dall97m

La ilegítima del presidente

En 1899 Cipri­ano Cas­tro, nat­ur­al de Capa­cho, esta­do Táchi­ra, se con­vir­tió en jefe de Esta­do tras el tri­un­fo de la Rev­olu­ción Lib­er­al Restau­rado­ra, y se man­tu­vo en el poder has­ta diciem­bre de 1908.

Casa­do con Zoila Rosa Martínez, la cer­e­mo­nia nup­cial se efec­tuó en San Cristóbal en octubre de 1886. El acta de mat­ri­mo­nio con­sta­ta que la dama tenía 16 años, diez años menos que el marido.

Innu­mer­ables autores han incur­ri­do en el error de afir­mar que Lucila Mén­dez o Rosa Cas­tro, era hija úni­ca de esta unión conyu­gal, cuan­do es ampli­a­mente cono­ci­do que doña Zoila Martínez era estéril, por tan­to, nun­ca pudo pro­cre­ar, lo que la obligó a realizar un pacto sinie­stro con Cas­tro: “Puedes ten­er las aven­turas que desees, pero los vásta­gos no serán recono­ci­dos con tu apel­li­do”. Doña Zoila sopor­tará con res­i­gnación las públi­cas infi­del­i­dades de su marido.

Cas­tro a la sazón tuvo innu­mer­ables hijos en difer­entes mujeres, y como buen zor­ro viejo y astu­to, para no con­trade­cir a su esposa, requería de sus cer­canos colab­o­radores para que fungier­an como tes­ti­gos legí­ti­mos en el acto de pre­sentación de sus críos.

Y será el pro­pio José Rafael Reven­ga Pereira (nieto de José Rafael Reven­ga, sec­re­tario de Simón Bolí­var, entre otros car­gos), en su condi­ción de pres­i­dente del Con­gre­so Nacional, quien suscribirá como tes­ti­go en el doc­u­men­to de nacimien­to de Lucila Méndez.

Un velo oscuro

Has­ta antes del año 2020, se cernía sobre la figu­ra de Lucila Mén­dez o mejor cono­ci­da Rosa Cas­tro, un velo oscuro. Y será el acu­cioso inves­ti­gador y escritor Miguel Mén­dez Rodul­fo, que por ser pri­mo segun­do gra­do de nues­tra biografi­a­da, se trazó el propósi­to de desve­lar la ver­dad sobre la iden­ti­dad y su nacimiento.

Aparte de los años ded­i­ca­dos a ras­trear pis­tas que lo acer­caran al desen­lace de la his­to­ria de Lucila, dado exis­ten velos que has­ta aho­ra pare­cen infran­que­ables, Mén­dez Rodul­fo con­sagró más de cua­tro meses en su labor de pesquisa, cam­i­nan­do ‑sin tregua‑, un poco más de mil cuadras vis­i­tan­do cada reg­istro y jefatu­ra civ­il del cas­co históri­co de Cara­cas, hur­gan­do cada archi­vo para hal­lar la par­ti­da de nacimien­to y/o bau­ti­zo de Lucila.

Se topó el inves­ti­gador Mén­dez Rodul­fo, después de mucho cam­i­nar y ras­trear libro por libro, el acta de bautismo de Lucila, despe­jan­do así la con­tro­ver­sia de su ver­dadero nom­bre, pues Rosa Cas­tro fue un seudón­i­mo que asum­ió una vez estable­ci­da en México.

Par­ti­da de Nacimien­to de Lucila Mén­dez hal­la­da por el inves­ti­gador Miguel Mén­dez Rodul­fo en un repos­i­to­rio en Cara­cas en 2020

El nueve de mar­zo de mil nove­cien­tos ocho, yo el infrae­scrito cura pár­ro­co de San­ta Ros­alía de Cara­cas, …. sacra­men­to según el rit­u­al ecle­siás­ti­co…. a una infan­ta que nació el 31 de enero de mil nove­cien­tos seis en Cara­cas, que lle­va por nom­bre Lucila Jose­fi­na, hija nat­ur­al de Luciana Mén­dez Isa­va. Fueron sus padri­nos Enrique Lara y Jose­fi­na de Lara, a quienes en ade­lante el parentesco

Hno. Jesús Ma Acuña

Con el cer­ti­fi­ca­do de bautismo de Lucila, logró entonces el inves­ti­gador, ras­trear la Par­ti­da de Nacimien­to en el reg­istro Sub­al­ter­no de Petare, un doc­u­men­to que has­ta aho­ra per­manecía extravi­a­do en el entra­ma­do del tiem­po y cuyo con­tenido disi­pará el velo negro que se cernía sobre la figu­ra de Lucila Mén­dez. Es imper­ante sub­ra­yar que el inves­ti­gador, así como buscó a Lucila Mén­dez, tam­bién escrutó con el mis­mo afán a Rosa Cas­tro, con el resul­ta­do que de esta últi­ma no hal­ló evi­den­cia alguna.

El rap­to de Luciana

El 29 abril de 1904, ocur­riría un acon­tec­imien­to nefas­to para la famil­ia Mén­dez Isa­va y que dejaría secue­las por décadas.

Apun­ta el inves­ti­gador Miguel Mén­dez Rodul­fo, que cuan­do el dic­ta­dor Cipri­ano Cas­tro esta­ba a pun­to de reele­girse pres­i­dente de Venezuela, vis­itó Ciu­dad Bolí­var, en donde per­noc­tó cua­tro días.

Arribó a aque­l­la ciu­dad sur­ca­da por el Orinoco en el vapor Apure, acondi­ciona­do como “pala­cio encantado”.

Durante la primera noche de su estancia, sus acól­i­tos le ofrecieron una esplén­di­da recep­ción en el Pala­cio de Gob­ier­no, reunión a la que asi­s­tiría Luciana Mén­dez Isa­va en com­pañía de su prometi­do el Dr. Andrés Feliz­zo­la; un médi­co nom­bra­do direc­tor de Salud del esta­do Bolívar.

Él provenía de una famil­ia dis­tin­gui­da con ascen­den­cia ital­iana, rad­i­ca­da en Cara­cas, pero proce­dente de Guárico.

 

Mamá Chana con su hija Lucila

Sub­raya el inves­ti­gador Mén­dez Rodul­fo, que el joven médi­co había for­mal­iza­do com­pro­miso de mat­ri­mo­nio con Luciana, even­to nup­cial pre­vis­to en los meses subsiguientes.

Luciana era una joven de esplén­di­da belleza, que dejó cau­ti­va­do al licen­cioso dic­ta­dor, quién abu­san­do de su poder ordenó a un ayu­dante bus­cara a la pare­ja para cono­cer a la agra­ci­a­da dama.

Sin respeto alguno por el prometi­do, Cas­tro le dis­pen­só toda clase de hala­gos y dejó con­stan­cia, de una man­era vul­gar y soez, de su interés por ella. Aquel hom­bre sober­bio, que la dobla­ba en edad, bajo los efec­tos del licor, con­vidó a la joven Luciana a bailar y lo hizo por un tiem­po más largo del que la decen­cia con­sid­er­a­ba con­ve­niente. Al des­pedirse de ella el sátra­pa se había prop­uesto rap­tar­la usan­do su influ­en­cia como man­datario y, si no fun­ciona­ba, lo haría a la fuerza.

Doña Zoila jun­to a su esposo el pres­i­dente Cipri­ano Castro

Señala Mén­dez Rodul­fo, que Luciana en su hog­ar era la hija may­or, ejem­p­lo para sus her­manas y ayu­da para su madre. “Mamá Chana; así fue lla­ma­da Luciana más ade­lante. Era muy bel­la, dulce, hacen­dosa y queri­da”, describe Mén­dez Rodulfo.

Al día sigu­iente, el libidi­noso le envió flo­res y una car­ta. En los dos días que sigu­ieron le con­tin­uó envian­do men­sajes y reca­dos, a través de emis­ar­ios, pero tam­bién tuvo el atre­vimien­to de vis­i­tar la casa de la famil­ia Mén­dez Isava.

Vis­to que Luciana no accedía al acoso del autócra­ta, vinieron las ame­nazas veladas a la inte­gri­dad de su famil­ia, de su padre, de su novio; elu­di­en­do la posi­bil­i­dad cier­ta de cár­cel, de destier­ro, la con­fis­cación de propiedades, toda una con­spir­ación sinies­tra de intim­i­dación a la famil­ia para sat­is­fac­er su obsesi­vo capricho.

Final­mente, el energú­meno pres­i­dente con­suma el secue­stro de Luciana y la deshon­ra, quedan­do en esta­do de una niña que lla­mará Lucila. Ella, pre­sa de un des­ti­no que no había elegi­do, se ve oblig­a­da por pre­siones a res­ig­narse con la esper­an­za de pro­te­ger a los suyos, sabi­en­do que eso implic­a­ba la pér­di­da defin­i­ti­va del amor de su vida y de sus planes futuros.

Una atre­v­i­da ima­gen en los años veinte de Rosa Cas­tro cono­ci­da tam­bién como Lucille Mén­dez, la hija de Cipri­ano Cas­tro y Doña Zoila, que hizo vida artís­ti­ca en EE.UU

Huyó de Venezuela

Al poco tiem­po del nacimien­to de la niña Lucila, Cas­tro las aban­donó, tan­to a ella, que era su hija, como a su madre Luciana, deján­dolas a merced de sus ene­mi­gos políti­cos, por lo que ambas, se vieron oblig­adas a huir de Venezuela, dejan­do a las espal­das la maldición de haber perteneci­do ‑por la fuerza‑, a un hom­bre que evo­ca­ba la vio­len­cia y el crimen, embar­cán­dose en un buque de vapor que hizo escala en Trinidad y prosigu­ió hacia las demás Antil­las, has­ta lle­gar a New York, Esta­dos Unidos. 

Después del nacimien­to de Lucila, su padre, el gen­er­al y pres­i­dente Cipri­ano Cas­tro enfer­mó y tras algunos con­se­jos decidió irse a Ale­ma­nia para some­terse a una cirugía, dejan­do encar­ga­do de la Pres­i­den­cia de la Repúbli­ca a su com­padre Juan Vicente Gómez, quien ejer­cía la vicepres­i­den­cia, y que solo esper­ará 24 días, para tomar el poder con apoyo del Con­gre­so Nacional, el 19 de diciem­bre de 1908.

Por esos días, Gómez, como nue­vo man­datario nacional, exhortó al Con­gre­so se hiciera jus­ti­cia y ordenó se abri­era un juicio a Cas­tro y a sus par­tidar­ios por inten­to de asesinarlo, lo que nun­ca pudo pro­barse. Otra de las medi­das fue la deten­ción inmedi­a­ta del imputa­do si intenta­ba regre­sar al país, por lo que Cas­tro murió en el exilio, en San­turce, San Juan de Puer­to Rico, el 4 de diciem­bre de 1924, fraguan­do con­spir­a­ciones para retomar el poder.

María Félix y Rosa Cas­tro en su papel este­lar como Augus­ta en el film Vér­ti­go en 1946

Triunfante en Hollywood

Lucila cre­ció en Mine­o­la, Long Island, New York, bajo los cuida­dos esmer­a­dos de Luciana, su madre. Estudió en escue­las públi­cos. Cuan­do cumplió la may­oría de edad, 18 años, se fue a Los Ánge­les, sigu­ien­do los pasos de su tía mater­na: Anto­nia Dolores Mén­dez Isa­va, que ya prob­a­ba suerte en el cine mudo.

Allí, como ya relata­mos, cono­cerá a Ralph Ince, su futuro esposo, quien aus­pi­cia­rá a Lucila para que pro­tag­o­nice una serie de pelícu­las pro­duci­das y dirigi­das por él. The House of Youth (1924); Big­ger Than Barnum’s (1926), filmes donde fue una de las pro­tag­o­nistas jun­to a Ralph Lewis, George O’Hara, Robert Bland­im, Vio­la Dana, y Ralph Ince; Coney Island (1928), fue otro filme pro­tag­on­i­za­do por ella jun­to a Lois Wil­son, Joan Well­man, y Eugene Strong.

Sin embar­go, pron­to Rosa tropezará con la oposi­ción amar­ga de su esposo al no per­mi­tir­le acep­tar impor­tantes ofer­tas de tra­ba­jo de otras fir­mas, lo que con­llevó a una rup­tura en la relación y el pos­te­ri­or divor­cio que se hace efec­ti­vo el 2 de abril de 1932.

Se marchó a Méx­i­co entre la déca­da del 30 al 40, para tra­ba­jar en varias pelícu­las tras una apeteci­ble prop­ues­ta, gra­ban­do los filmes San­ta (1932), del direc­tor español Anto­nio Moreno (1887–1967), pro­tag­on­i­za­da por la actriz mex­i­cana Lupi­ta Tovar (1910–2016) y el actor mex­i­cano Car­los Orel­lana (1900–60).

Rosa Cas­tro en su boda jun­to a su esposo Ralph Ince

Recor­rió gran parte de la Améri­ca con su nue­va prop­ues­ta de tra­ba­jo. De allí via­jó a París y pasó a Lon­dres, para regre­sar poco después a México.

Pro­tag­o­nizó y actuó en El Escán­da­lo (1934), Peca­dos de amor (1934), El vue­lo de la muerte (1934), Con­ven­tion Girl (1935), Bajo el cielo de Méx­i­co (1937), Viejo nido (1944), La seño­ra de enfrente (1945), La trepado­ra (1944), El que murió de amor (1945), La mula­ta de Cór­do­ba (1945), Vér­ti­go (1946), Más allá del amor (1946), entre otras pelícu­las que sumaron unas 16. En la pelícu­la Vér­ti­go fue con­trafigu­ra de la gran María Félix.

Para el mer­ca­do lati­noamer­i­cano, espe­cial­mente para el cine mex­i­cano, Lucila adop­tó el pseudón­i­mo de Rosa Cas­tro por ser un nom­bre carismático.

La her­mosa actriz vene­zolana Lucille Mendez en un Film como protagonista

Filmó en Venezuela

El escritor Ricar­do Tira­do en Memo­ria y notas del cine vene­zolano, 1897–1959, Edi­ción de la Fun­dación Neu­mann, pre­cisa ‑al pie de una bel­lísi­ma foto‑, que «Rosa Cas­tro, rel­e­ga­da en sus posi­bil­i­dades, marchó a Méx­i­co.», además añade una lista de pelícu­las en donde actu­aría la pro­tag­o­nista de esta his­to­ria, entre ellas La Trepado­ra, 1924–25, dirigi­da por Alfre­do Anzo­la y Rómu­lo Gal­le­gos, con una duración de 73 min­u­tos. Se estre­nará el 28 de junio de 1925, en el Rial­to y Met­ro­pol­i­tano de Cara­cas. Según análi­sis de Tira­do, esta pelícu­la es la más impor­tante y el más res­o­nante tri­un­fo de toda la era del cine silente por su tema, repar­to y rica pro­duc­ción que entu­si­as­mó al peri­odis­mo y al públi­co en general.

Asimis­mo, detal­la otros filmes donde par­tic­i­pará Rosa Cas­tro como Gen­tuza, en 1937, de Jaime Sal­vador; Cobardía en 1938, del direc­tor José Giac­car­di; Un Buen­mo­zo, en 1939, de Sal­vador Cár­cel y Rosa del Caribe, en 1945, de Mauri­cio de La Ser­na. Todas fil­madas en Venezuela, por lo que se pre­sume que Lucila o aho­ra Rosa, estu­vo en con­tac­to con sus familiares.

Lucille Mendez en 1920

Entrevistó a Castro y al Gabo

Lucila Mén­dez se dedicó al peri­odis­mo cul­tur­al y de espec­tácu­los en las revis­tas Mañana y Hoy. Más tarde, fun­dará la revista Siem­pre, de la cual fue jefe de Redac­ción. Via­jó a Cuba en 1956 y se aden­tró en la Sier­ra Maes­tra en donde entre­vistó a Fidel Castro.

Asimis­mo, hizo la primera entre­vista de res­o­nan­cia inter­na­cional a Gabriel Gar­cía Márquez, luego de pub­li­ca­da la nov­ela Cien Años de Soledad, con la cual ganó el Nobel de Lit­er­atu­ra en 1982.

Asid­ua lec­to­ra incur­sionó en la escrit­u­ra pub­li­can­do tres libros de corte peri­odís­ti­co: “La explosión humana”, “Cuida­do al com­er” y “Los fra­ca­sos escolares”.

La hora final

El oca­so tran­scur­rirá en Cuer­nava­ca, la fron­dosa cap­i­tal del esta­do de More­los, al sur de Ciu­dad de Méx­i­co. No cono­ce­mos con clar­i­dad la fecha pre­cisa de su par­ti­da; el dato lo posee sus famil­iares en Méx­i­co. allí, en un anciana­to la encon­trará la hora final.

Sus recuer­dos y su lega­do hoy se plas­man en dos mar­avil­losas his­to­rias nov­e­l­adas, con autorías de Juli­eta Omaña y Miguel Mén­dez Rodul­fo, escritores excep­cionales, de fina pluma cuyos aportes a esta his­to­ria, nos ha con­ce­di­do el priv­i­le­gio de reen­con­trarnos con una vene­zolana que asum­ió sin­u­osos retos y luchó sin respiro para con­quis­tar lo inimag­in­able en aque­l­la época remota. 

CorreodeLara

Esᴛᴀ́ ᴜsᴛᴇᴅ, ᴅɪsᴛɪɴɢᴜɪᴅᴏ ʟᴇᴄᴛᴏʀ, ᴇɴ ᴛᴇʀʀɪᴛᴏʀɪᴏ ᴅᴇ ʜɪsᴛᴏʀɪᴀ, ᴅᴇ ʜᴏᴍʙʀᴇs ᴄɪᴠɪʟɪsᴛᴀs, ʏ sᴏʙʀᴇ ᴛᴏᴅᴏ, ᴅᴇ ɢʀᴀɴᴅᴇs ᴀᴄᴏɴᴛᴇᴄɪᴍɪᴇɴᴛᴏs ϙᴜᴇ ᴍᴀʀᴄᴀʀᴏɴ ᴜɴ ʜɪᴛo

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