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Un aire de misterio en el viejo mercado de Barquisimeto

Omar Garmendia
Cronista y escritor

Una oscura noche, ya apagados los parpadeantes faroles de carburo de la solitaria calle Ilustre Americano, venía en su mula el doctor Fernández en camino de regreso luego de visitar un enfermo, le salió al paso la figura desvaída de un ensotanado cura


Cuen­tan que en el sitio donde se con­stru­iría el mer­ca­do lla­ma­do de las Cien Puer­tas por parte del gen­er­al Jac­in­to Fabri­cio Lara en 1888, al comen­zar a cavar la tier­ra para colo­car los cimien­tos que habrían de sopor­tar el inmen­so y pesa­do edi­fi­cio, los obreros se encon­traron con una roca que se les hizo resistente a los repeti­dos embat­es de los picos, palas, chí­co­ras y toda clase de her­ramien­tas y pro­ced­imien­tos para romper­la y poder­la reti­rar.
 
Luego de var­ios días de insis­tentes y fatigosos inten­tos de lucha con­tra la enorme piedra, esta seguía en su lugar, intac­ta y con el con­sigu­iente dis­gus­to del con­struc­tor del mer­ca­do, don Domin­go Fer­nán­dez, quien además era médico.
 
Una oscu­ra noche, ya apa­ga­dos los parpadeantes faroles de car­buro de la soli­taria calle Ilus­tre Amer­i­cano, venía en su mula el doc­tor Fer­nán­dez en camino de regre­so luego de vis­i­tar un enfer­mo y al pasar frente al lugar donde se con­stru­iría el mer­ca­do, jus­to en donde se encon­tra­ba la con­s­abi­da y moles­ta mole pétrea, le sal­ió al paso la figu­ra desvaí­da de un ensotana­do cura que detu­vo al doc­tor toman­do las rien­das de su cabalgadura.
Fotografía de El Cojo Ilustra­do, 1897
El sac­er­dote, con voz cav­er­nosa y firme, le dice a don Domin­go que sigu­iera rompi­en­do la piedra, pues deba­jo de ella encon­traría una cus­to­dia y vasos sagra­dos, así como un rosario ador­na­do con piedras pre­ciosas y algu­nas joyas y mon­edas de lus­troso oro.
 
Le expre­sa, además que debía entre­gar­le al obis­po lo que cor­re­sponde a la Igle­sia y el resto lo tomaría para él. En ese instante, el cura desa­pare­ció misteriosamente.
 
A la mañana sigu­iente, presuroso, y a insis­ten­cia del mis­mo, hizo romper la piedra y encon­tró en una caja los obje­tos descritos, devolvien­do a la autori­dad ecle­siás­ti­ca los vasos y orna­men­tos sagra­dos y quedán­dose él con el resto.

CorreodeLara

Esᴛᴀ́ ᴜsᴛᴇᴅ, ᴅɪsᴛɪɴɢᴜɪᴅᴏ ʟᴇᴄᴛᴏʀ, ᴇɴ ᴛᴇʀʀɪᴛᴏʀɪᴏ ᴅᴇ ʜɪsᴛᴏʀɪᴀ, ᴅᴇ ʜᴏᴍʙʀᴇs ᴄɪᴠɪʟɪsᴛᴀs, ʏ sᴏʙʀᴇ ᴛᴏᴅᴏ, ᴅᴇ ɢʀᴀɴᴅᴇs ᴀᴄᴏɴᴛᴇᴄɪᴍɪᴇɴᴛᴏs ϙᴜᴇ ᴍᴀʀᴄᴀʀᴏɴ ᴜɴ ʜɪᴛo

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