CrónicasSemblanzas

Un valenciano, digno pupilo de José Gregorio

Luis Heraclio Medina Canelón
Abogado — Historiador

“Hemos pasado casi toda nuestra existencia al servicio de la humanidad doliente. De aquí el interés que siempre hemos tenido de que los profanos en medicina se den cuenta de los peligros que esta enfermedad que flagela al mundo entero. (la sífilis)”

Dr. Medardo Medina


El Dr. Medar­do Angel Med­i­na López, en ple­na juventud.

A prin­ci­p­ios del siglo XX la Uni­ver­si­dad de Valen­cia se encon­tra­ba clausura­da por una de las arbi­trariedades del dic­ta­dor Cipri­ano Cas­tro. Los jóvenes estu­di­antes que egresa­ban como bachilleres de los cole­gios  no tenían insti­tu­ciones supe­ri­ores en la ciu­dad donde con­tin­uar estu­dios. Entre estos se encon­tra­ba un joven, Medar­do Angel Med­i­na López, que quería con­tin­uar la car­rera de su padre el médi­co y mil­i­tar Medar­do Her­a­clio Med­i­na, quien era en la época el úni­co ciru­jano del Hos­pi­tal Civ­il de Valen­cia, recor­da­do por haber hecho prodi­gios de med­i­c­i­na al ten­er que aten­der a cen­tenares de heri­dos a bal­a­zos, cañon­a­zos y macheta­zos en sep­tiem­bre de 1899, víc­ti­mas de la vio­len­ta batal­la de Tocuyito.

Según recuer­dan Enrique Bernar­do Núñez en “Sig­nos en el Tiem­po” y Miguel Colom­bet en “Carabobo Históri­co y Pin­toresco” el joven Medar­do hizo sus primeros estu­dios en el famoso “Cole­gio Reque­na” en 1901, donde destacó des­de muy tem­pra­no, lle­gan­do a ser edi­tor del diario que se imprimía en el cole­gio lla­ma­do “El Aeró­pa­go”. Ape­nas grad­u­a­do de bachiller, en 1905, a los 17, el Con­se­jo Munic­i­pal de Valen­cia le da el car­go de “Ayu­dante del Médi­co del Hos­pi­tal de Cari­dad”, donde entra en con­tac­to direc­to con el mun­do de la med­i­c­i­na y la enfermedad.

Al año sigu­iente es envi­a­do a estu­di­ar Med­i­c­i­na en la Uni­ver­si­dad Cen­tral de Venezuela, donde se dis­tingue des­de muy tem­pra­no como un aven­ta­ja­do alum­no de Luis Razetti, Pablo Acos­ta Ortiz y José Gre­go­rio Hernán­dez, de quienes además de conocimien­tos cien­tí­fi­cos recibe sól­i­das ori­enta­ciones de éti­ca pro­fe­sion­al que añade a las recibidas de su padre.

En 1908 ya es exter­no de hos­pi­tales y en 1910 inter­no tit­u­lar. En 1912 cul­mi­na sus estu­dios, pero nue­va­mente la som­bra de la dic­tadu­ra se cierne sobre la edu­cación: el nue­vo tira­no, Juan Vicente Gómez clausura la UCV, que per­manecerá cer­ra­da por lar­gos años. Con la uni­ver­si­dad clausura­da y sin rec­tor, es cin­co años después de cul­mi­na­dos los estu­dios que el gob­ier­no dic­ta una res­olu­ción min­is­te­r­i­al por medio de la cual le con­fiere el títu­lo de “Médi­co Cirujano”.

Aún así Medar­do Med­i­na ingre­sa como inter­no en la clíni­ca de Reven­ga y Bueno, donde hace una espe­cial­ización en el tratamien­to de la sífil­is, mal que jun­to al palud­is­mo y la tuber­cu­lo­sis diezma­ba a la población vene­zolana. Más tarde pasa a la Clíni­ca “San­ta Ele­na” como direc­tor y final­mente fun­da su propia clínica.

En aque­l­los tiem­pos de hace cien años la gente por lo gen­er­al era muy renu­ente a tratar los temas del peli­gro de las enfer­medades de trans­misión sex­u­al y esta igno­ran­cia era fac­tor coad­yu­vante  de la propa­gación de estas enfer­medades. Entonces el Dr. Med­i­na emprende una inten­sa cam­paña de con­ci­en­ti­zación y divul­gación sobre estas dolen­cias para edu­car a la gente. Sem­anal­mente escribe en per­iódi­cos y revis­tas de cir­cu­lación nacional como “El Uni­ver­sal”, “Biliken”, “El Her­al­do”, “La Religión”, “Elite”, “La Revista Cien­tí­fi­ca”, “La Gacetil­la Bay­er”, “Acción Social”, “Anaf” y otros extran­jeros como ”Viva Cien Años” de Argenti­na. donde trata­ba de man­era nove­dosa, y has­ta audaz y polémi­ca temas tales como edu­cación sex­u­al, higiene, alco­holis­mo, heren­cia, mat­ri­mo­nio, pros­ti­tu­ción, eugeneisa, delin­cuen­cia, med­i­c­i­na lab­o­ral, etc.

No fal­tarán quienes cri­tiquen al cien­tí­fi­co valen­ciano seña­lan­do que esos temas no se deben tratar públi­ca­mente, sino que se deben dejar “al ambi­ente pri­va­do del con­sul­to­rio”. Med­i­na no se desan­i­ma e insiste en la necesi­dad de instru­ir en esos temas a toda la población y con­tinúa con sus publicaciones.

Simultánea­mente pub­li­ca var­ios libros como “La Mar­cha Inva­so­ra de la Sífil­is”, “1020 Apli­ca­ciones del 606”, “Los Peli­gros de la Sífil­is”, “1020 Apli­ca­ciones del 606” y “El Bis­mu­to en el Tratamien­to de la Sífilis”.

El Dr. Med­i­na solía ir a ver a sus pacientes a cabal­lo, que le per­mitía acced­er a sitios remo­tos y sin vías de comunicación.

A veces a cabal­lo, y otras veces en coche tira­do por dos corce­les el Dr. Med­i­na recorre calles, cam­pos y bar­rios rec­etan­do a sus pacientes, sin dis­tin­ciones de ningún tipo.

Según nos comen­tara el his­to­ri­ador César Dao Col­i­na, su tío el médi­co Luis Dao Lameh, escribió hace muchos años:

“el Dr. Med­i­na no cobra­ba hon­o­rar­ios a per­sonas en pre­caria situación económi­ca y cuan­do les llev­a­ba las med­i­c­i­nas les decía: Yo no he pasa­do por aquí”

Med­i­na es el pio­nero en Venezuela en uti­lizar el “Bis­mu­to” con­tra las enfer­medades venéreas y el ”radi­um” con­tra los tumores malig­nos, por lo que recibe men­ciones hon­orí­fi­cas des­de España y Alemania.

Por muchos años Med­i­na al igual que todos los galenos estu­vieron tratan­do las enfer­medades venéreas con lo que existían en esos tiem­pos: med­i­c­i­nas en base al arséni­co tales como el “Sal­varsán” o el “606” de alta tox­i­ci­dad y poca efec­tivi­dad. Pero en ple­na segun­da guer­ra mundi­al los norteam­er­i­canos comien­zan a pro­ducir una nue­va med­i­c­i­na con­sid­er­a­da “mila­grosa”: la peni­cili­na, la cual era teni­da como un ele­men­to de guer­ra estratégi­co y no se exporta­ba ni vendía libremente.

“Ulti­mas Noti­cias” informa­ba que se empez­a­ba a aplicar en Cara­cas el nue­vo medica­men­to mila­groso; la penicilina.

En 1945, final­izan­do la guer­ra, Med­i­na es el primero en traer la peni­cili­na a Venezuela y es el pio­nero en su uti­lización en nue­stro país con­tra la sífil­is, con éxi­tos abru­madores. La gente hacía colas enormes en su con­sul­to­rio para que les inyec­taran la “med­i­c­i­na mila­grosa” que curó, por primera vez en for­ma defin­i­ti­va a cen­tenares de per­sonas, lo cual fue en su opor­tu­nidad reseña­do con bom­bos y platil­los por la prensa.

En aque­l­los tiem­pos las medi­das de seguri­dad médi­ca eran muy escasas. Los guantes de látex que cono­ce­mos hoy no existían. Ni pen­sar en los pro­tec­tores faciales de aceta­to trans­par­ente. Nada era desech­able. Si aca­so los médi­cos uti­liz­a­ban una mas­car­il­la y un gor­ro de tela.

Un funesto día Medar­do Med­i­na es lla­ma­do por una emer­gen­cia. Un hom­bre con un hor­ri­ble tumor en el crá­neo se deses­pera por el dolor. El jura­mente hipocráti­co no admite titubeos. El médi­co acude presuroso a tratar de amparar a su paciente. Al hac­er una incisión en el tumor éste revien­ta expelien­do detri­tus que bañan a Med­i­na en cara y tor­so. Pese a que el doc­tor tra­ta de limpiarse resul­ta con­t­a­m­i­na­do y enfer­ma grave­mente. Pro­gre­si­va­mente Med­i­na sufre no sólo en su cuer­po sino que psi­co­logi­ca­mente que­da dev­as­ta­do. Sufre ter­ri­bles dolores que ni siquiera puede sopor­tar con morfina.

El Dr. Med­i­na aten­di­en­do a un paciente en su clíni­ca, años 30

Después de var­ios años de padec­imien­tos sin cura mi tío abue­lo Medar­do muere en 1960. No lo pude cono­cer. Fue un pro­fe­sion­al que dedicó su vida a la humanidad doliente. Bril­lante cien­tí­fi­co, el pio­nero de la peni­cili­na en Venezuela, bene­fac­tor de los sufri­entes  y un dig­no dis­cípu­lo de su mae­stro José Gre­go­rio Hernán­dez.  Un orgul­lo para su famil­ia. No debe ser olvidado.

Fuentes:

Album de recortes del Dr. Medar­do Med­i­na López

Nuñez,  Enrique Bernar­do “SIGNOS EN EL TIEMPO “ Edi­ciones del Ejec­u­ti­vo del Esta­do Carabobo. Sec­re­taría de Edu­cación y Cul­tura. Valen­cia 1969

Colom­bet, Miguel. “CARABOBO HISTORICO Y PINTORESCO”

Con­ver­sa­ciones con el his­to­ri­ador César Dao Colina.

Luis Medina Canelón

Abogado, escritor e historiador Miembro Correspondiente de la Academia de Historia del Estado Carabobo

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *