1820: Estadísticas de Valencia
Luis Heraclio Medina Canelón
M.C. de la Academia de Historia del Estado Carabobo
Existe en los archivos de la municipalidad de Valencia un antiguo documento que data de 1820, donde se nos describe cómo era nuestra ciudad un poco antes de la batalla de Carabobo, cuando el general Pablo Morillo habitaba entre nosotros. Se encuentra en el Tomo 40 de los libros de Actas del Ayuntamiento de Valencia. Se llama “Estadística de la Nueba Valencia de la Provincia de Caracas”. No tiene firma y parece ser un informe para alguna autoridad dando cuenta de las características de la urbe.
Entre otras cosas señala un tema que todavía hoy es discutido, la época de su fundación:
“el año de 1531 por los primeros eróes de la conquista benidos según unos por Borburata y según otros por la vía de Coro” (respetamos la escritura original)
Interesante esta aseveración, que señala una época anterior a las generalmente aceptadas (1555 y 1553) así como el lugar de dónde provenían los fundadores ya que menciona a Coro y no sólo a Borburata como señalan la mayor parte de cronistas e historiadores. Es un documento muy posterior a las otras fuentes que hablan de la fundación de Valencia, por lo que las más tempranas merecen más credibilidad, pero no deja de ser interesante y digna de mención esta hipótesis.
Pero lo más importante del documento es su descripción para la fecha, que tiene que ser un fiel retrato de la ciudad de esa época: Hay dieciséis cuadras de Norte a Sur y catorce de Este a Oeste, delineadas conforme a los puntos cardinales. Cada una de “ocho baras”.
En cuanto a las casas las calcula en unas trescientas, las del centro de la ciudad de tapias, paredes encaladas. También cuenta de las de bahareque, aclarando que están “en los barios” (arrabales)
Describe los edificios de “estructura moderada” y de “vivienda baja”, es decir de un solo piso, a excepción de siete construcciones que “constan de alto y bajo” (dos pisos).
Menciona que hay cinco templos, pero en el momento de escribir la parroquia (el templo mayor) “se haya al momento reedificándose”, que una vez concluida será “una obra magnífica y maravillosa que podrá competir con las más bellas de la provincia”, que tiene dos curas y un sacristán mayor.
Otro templo es el de San Francisco (Nuestro Padre San Francisco) “humilde, de ladrillos, con cubiertas de arena y obra limpia” que consta de “dos naves las que adornan sus altares de dorado y pintura, algunos de ellos de obra moderna”.
Muy interesante que describe un edificio que ya no existe: “su claustro que está construido a un costado occidental” , que viene a ser donde luego se construyó el edificio de la Universidad de Valencia (Facultad de Derecho para nosotros):
“Consta de algunas celdas todas contiguas constando entre ellas otras piezas que acostumbran construirse en iguales conventos como enfermería, cocina, sala de profundis, galería para instrucción de jóvenes en primeras letras y lengua latina. Allí servían cuatro religiosos. La “Sala de Profundis” era una antesala al comedor que se utilizaba para orar antes de tomar los alimentos.
Ocupaba una cuadra entera, todo cercado en tapia, es decir que abarcaba los terrenos que hoy ocupa el Teatro Municipal, inexistente entonces. Hoy sabemos que allí había un pequeño cementerio donde enterraban a los religiosos que fallecían.
Frente a este convento estaba una plazuela con una pila que surtía agua para oficios caseros, pero no para tomar ya que era salobre e insípida “por tener su origen en minerales de cal”. Esta agua provenía por cañerías del “Monte de la Acequia” que era un manantial enclavado en un bosquecillo que existía en esos tiempos y que abarcaba mas o menos entre el Colegio Don Bosco de hoy y la Av. Fernando Figueredo y El Calvario.
Luego está el Hospital de Caridad, con un templo de estructura humilde, “y sólo cuenta con una pieza principal que servía de Enfermería y otras más pequeñas destinadas para habitación de los Ministros de Medicina y alojamiento de dolientes contagiosos”
Y viene otro dato interesante: Esta capilla del hospital de Caridad se utilizaba para los oficios religiosos de la Parroquial, es decir la iglesia Mayor (hoy Catedral) por estar esta “a descubierto a causa de su reedificación” , es decir la Iglesia Matriz estaba sin techo en 1820. Era el momento en que Pablo Morillo había ordenado la construcción de la torre Sur y la modificación de la fachada, así como de otras mejores en la iglesia, que se encontraba en un estado semi ruinoso.
El Hospital de Caridad ocupaba una cuadra entera, o sea, que la que hoy conocemos como Casa de La Estrella, abarcaba los locales ocupados hoy por el Archivo del Estado, la sede de nuestra Academia de Historia y la actual Plaza Bicentenaria, inaugurada hace poco.
También contaba el Hospital de Caridad con una pila, que abastecía de agua, pero con la salvedad de que no era recomendable para el consumo humano sino para labores domésticas. También provenía del Monte de la Acequia.
También estaba el Colegio de Niñas Educandas, una obra moderada, de tapias y cubierto de tejas y obra limpia, con una capilla “vistosa”, con su respectiva pila en el patio, de iguales características de las mencionadas arriba. El cronista elogia la moral y la instrucción de ese instituto, poco común en la provincia. Sus promotores y constructores fueron los hermanos Hernández Monagas, una de las familias más importantes de la ciudad, cuya casa quedaba frente a lo que hoy es el Capitolio, donde actualmente funciona la Escuela de Teatro.
La instrucción del Colegio de Niñas Educandas comprendía: “vellas artes como de letras, quirografía, dibujo, borado y música” y entre sus alumnas estaban de la ciudad y de otros pueblos de la provincia. Era sostenido con los aportes de los padres de las niñas.
El último templo era el de Nuestra Señora de la Candelaria, que se estaba edificando en esos momentos, por el aporte de los vecinos y que contaría con tres naves. Era servido por un capellán. Aunque no lo dice el documento comentado hoy sabemos que ese templo fue sufragado por canarios y pardos.
Seguidamente trata de las “Casas Consistoriales”, es decir, las sedes del ayuntamiento o lugar para asambleas de ciudadanos ubicada en “el ángulo occidental de la Plaza Mayor”. Era un edificio construido al efecto, no una casa improvisada ya que señala que “en fábrica de dos altos con piezas correspondientes al desempeño de sus funciones”. Esta casa colonial, llena de historia, fue la que se demolió en tiempos de Juan Vicente Gómez en 1923 para construir el llamado “Palacio Municipal” de corta existencia.
“Está aderezada de asientos correspondientes, cubiertos de damasco y la autoriza el augusto busto de nuestro monarca constitucional Fernando 7º. Colocado bajo un dosel de todo de damasco en frente a la plaza.”
También había una lápida alusiva a la constitución política.
Se refiere a la constitución aprobada en España por aquellos mismos tiempos.
En esa Casa Consistorial despachaban los dos alcaldes, ocho regidores (hoy llamaríamos concejales), dos síndicos y un escribano. Estos dos alcaldes eran elegidos a principios de enero de cada año.
Otro dato: Señala que la cuidad juró la constitución el 19 de junio (debe ser de 1820) día en que se verificó la elección de los funcionarios municipales por elección del pueblo por medio de treinta y un compromisarios (representantes electorales, es decir, era una elección de segundo grado, como llamaríamos hoy).
Luego de detallar la forma de elección de los funcionarios y sueldos de acuerdo a la nueva constitución menciona los nuevos nombramientos e indica del Concejo sesionaba los lunes y los jueves, de once a tres de la tarde, salvo casos extraordinarios que podían sesionar cualquier día. Era obligatoria la asistencia y el que faltaba sería multado. Para sesionar válidamente bastaba con un alcalde, un síndico y tres regidores. Sigue con la explicación detallada de los procesos de las discusiones del concejo. También nos menciona la obligatoriedad de asistir a los actos religiosos que tiene todo el cuerpo edilicio.
Tenía la ciudad dos escuelas públicas, una para primeras letras y la otra para idioma latino, con sus respectivos maestros pagados por la municipalidad. Asimismo existía una Junta de Salud Pública, compuesta de 5 personas: el alcalde primero, un regidor, un profesor en medicina ( o sea, un médico), el cura párroco más antiguo y un “ciudadano instruido”.
Había, antes de la guerra una “plaza de medicina” para la asistencia pública a los enfermos desvalidos, pero a causas de la guerra y la disminución de las rentas públicas en el momento no estaba funcionando.
Había también un edificio para el “Cuartel de Milicias de Blancos de Valencia”, de reciente creación, con 300 plazas, con sus oficiales, un coronel y sargento mayor, costeado por la nación. Este edificio estaba en construcción y constaba de dos salas de armas, tres piezas para sargentos y tambores, cuartos de prevención y calabozos. Tenía un patio de media cuadra, suficiente para el “manejo y evolución de las tropas”. Extrañamente el documento no señala la existencia de otro cuartel que existía conocido como el cuartel de las “Milicias de Pardos”
En materia forense había dos “escribanos públicos”. Las rentas oficiales estaban representadas por dos oficinas: la administración de hacienda y la del tabaco.
Había un almacén para almacenar el tabaco cosechado en los alrededores de la ciudad ubicado hacia el Noroeste de la ciudad, a una cuadra de la calle real, con la debida seguridad. El comercio del tabaco estaba sometido a un monopolio por parte del estado y era una importante fuente de las rentas de la monarquía.
Al Sur de la ciudad existía la llamada “Plaza de Pardos” donde se vendían verduras y granos, situada a dos cuadras del Convento de San Francisco y por la misma calle que lleva al templo de la Candelaria, lo que sería hoy la plaza. Este era un mercado al aire libre, sin ningún tipo de techado o paredes. Funcionaba desde el amanecer hasta las once de la mañana y recibía a numeroso público.
Se había creado un impuesto destinado especialmente a la construcción de un mercado.
Describe la Calle Real, que la atraviesa de Oeste a Este, pasando frente al Convento de San Francisco y la Parroquia (la Catedral de hoy) completamente empedrada y a cinco cuadras de la Parroquia es atravesada por el río, que todavía llama “Río de la Ciudad”, por lo que se desprende que el nombre de Río Cabriales no era utilizado todavía, sobre el cual se había edificado un “famoso y magnífico puente”, que tiene tres ojos bastantes para facilitar su corriente aun en las mayores crecidas. Se esmera en elogiar las bondades del puente que “compite con los más célebres de la capital”.
En total, una excelente panorámica de cómo era Valencia a principios del siglo XIX.