Crónicas

Páez protagonizó un trágico incidente en Yaritagua

Luis Alberto Perozo Padua
Periodista y cronista
luisalbertoperozopadua@gmail.com
IG/TW: @LuisPerozoPadua

Cuando tenía 17 años participó en un episodio que le cambió la vida


Estan­do en San Felipe, el mozo José Anto­nio Páez debía ir a Cabu­dare a entre­gar un dinero encomen­da­do por su madre, María Violante Her­rera Xaimes.

Cor­ría el año 1807 y el mucha­cho tenía solo 17 años de edad, pero ya era lo sufi­cien­te­mente deci­di­do para desem­peñar las tar­eas más rudas y osadas, por lo que ini­ció su perip­lo des­de San Felipe, y pasan­do por Yaritagua hizo una para­da para com­prar víveres en una pulpería con asien­to en la actu­al car­rera 8 con 18.

 

 


Retra­to del gen­er­al José Anto­nio Páez en 1838- Lewis Adams 0,86 x 0,68

 

 

 

 

 

Allí, cuan­do se disponía a pagar alardeó de la pis­to­la que llev­a­ba en la cin­tu­ra y alardeó del dinero de su encomien­da. Inmedi­ata­mente unos mal­he­chores que se encon­tra­ban en el lugar lo pre­cis­aron para luego seguir­lo con sig­i­lo, has­ta que en un reco­do del camino de la mon­taña de Mayu­rupí, lo abor­daron en una ráp­i­da acción. 

A pesar de que eran cua­tro los asaltantes que bus­ca­ban robar­le el dinero, el joven José Anto­nio desmon­tó ráp­i­da­mente de la mula para con­frontar a uno de los ban­doleros que, con un gar­rote en una mano y un machete en la otra, le increpó que entre­gará el dinero y la pistola.

Pero Páez aprovechó que los asaltantes subes­ti­maron su agili­dad y su valen­tía para desen­fun­dar la pis­to­la y dis­parar­le direc­to al pecho sin medi­ar una sola pal­abra, lo que provocó la muerte en el acto del ban­di­do que cayó desplo­ma­do mien­tras los otros tres, al ver con asom­bro lo acon­te­ci­do, cor­rieron despa­voridos para internarse en la espesura de la vegetación.

Páez asus­ta­do por lo suce­di­do, se guardó la pis­to­la y se encar­amó en la mula para pros­eguir su camino cumplien­do así con la encomien­da de su madre. Este episo­dio cam­biaría su vida para siempre.

Entre­tan­to, la noti­cia cor­rió como pólvo­ra en Acarigua y Gua­nare y, aunque fue en legí­ti­ma defen­sa, al mozo José Anto­nio le aterra­ba pen­sar que pagaría con cár­cel aquel crimen, por lo que tomó la deter­mi­nación de irse lejos, a los llanos de apureños, en donde el ensor­de­ce­dor trance no ten­dría resonancia.

Allí con­sigu­ió empleo como peón en el hato La Calza­da, propiedad de Manuel Anto­nio Puli­do, apren­di­en­do todo lo rela­ciona­do con las fae­nas de la ganadería, para luego, en 1810, sen­tar plaza en el escuadrón de caballería del Ejérci­to Repub­li­cano orga­ni­za­do por el pro­pio Pulido.

Pub­li­cación de la Revista El Cojo Ilustra­do en su edi­ción 257 del 1 de sep­tiem­bre de 1902, con el títu­lo Pulpería en El Valle

Páez había naci­do en Cur­pa, hoy esta­do Por­tugue­sa, el 13 de junio de 1790. Hijo de Juan Vic­to­rio Páez, fun­cionario Real del Taba­co, casa­do con María Violante Her­rera, ambos de ori­gen canario.

Estu­dia las primeras letras en la escuela pri­va­da que regenta­ba la pre­cep­to­ra Gre­go­ria Díaz, en Gua­ma. Al lado de su cuña­do Bernar­do Fer­nán­dez desem­peña algu­nas tar­eas de com­er­cio menor.

Pero el des­ti­no le será prom­ete­dor y dom­i­nará la esce­na mil­i­tar y políti­ca vene­zolana a par­tir de la res­o­nante Batal­la de Carabobo, en 1821, has­ta el Trata­do de Coche, en 1863, cuan­do con­cluye la Guer­ra Federal.

Fotografía de José Anto­nio Páez toma­da en 1865 por Coe, en la 681 Broad­way, Nue­va York

La hazaña personal

Su ver­dadera haz­a­ña per­son­al, además de haber sido Lib­er­ta­dor y pres­i­dente de Venezuela, fue la de cul­ti­varse como indi­vid­uo. Durante los años de su madurez como políti­co, pudo dedi­carse a su ver­dadera pasión:  aprendió teoría y solfeo, armonía, for­mas y esti­los musi­cales, ven­ció el miedo a can­tar y aprendió a tocar el piano y el violín.

Se con­vir­tió en ávi­do lec­tor y fue enrique­cien­do el léx­i­co y sus conocimien­tos sobre his­to­ria uni­ver­sal; escribió una auto­bi­ografía que es tes­ti­mo­nio históri­co úni­co de los primeros 50 años de la his­to­ria de la Repúbli­ca inde­pen­di­ente; aprendió a hablar y escribir inglés y francés.

Fue alum­no del céle­bre geó­grafo y prócer de la Inde­pen­den­cia de Venezuela, el ital­iano Agustín Codazzi, de quien aprendió lo sufi­ciente de botáni­ca para crear un tipo de ros­al cuya flor hoy lle­va el nom­bre de “Rosa Páez”; y decidió cam­biar las mara­cas que toca­ba en sus mocedades llan­eras por los finos sonidos del piano y el vio­lín has­ta el pun­to de inter­pre­tar y com­pon­er piezas de músi­ca clásica.

Su casa fue un teatro

Páez fundó en su casa de Valen­cia, lo que fue quizás el primer grupo de teatro de la ciu­dad, inau­gurán­do­lo con una fun­ción de la trage­dia “Ote­lo” escri­ta por William Shake­speare y sien­do el mis­mo uno de los actores prin­ci­pales en com­pañía de Miguel Peña y Car­los Sou­blette, entre otros participantes.

Com­pu­so varias piezas y en el Museo Históri­co Nacional de Argenti­na se puede ver un can­cionero de obras inédi­tas de su autoría en el cual fig­u­ran algunos fan­dan­gos o joro­pos con múlti­ples voces y más de dos arpas.

Páez debería ser recor­da­do, más que por sus logros en tiem­pos de guer­ra y enre­dos de la políti­ca nacional, por el espíritu del hom­bre que no cele­bró su igno­ran­cia, sino que se aver­gonzó de ella y logró super­ar­la con esfuer­zo y estudio.

Tal vez la mejor vir­tud del “Cen­tau­ro de los llanos”, muy por enci­ma de su valen­tía como guer­rero y sus méri­tos como Lib­er­ta­dor o pres­i­dente de Venezuela, fue su empeño por mejo­rarse como indi­vid­uo y caballero.

La Valen­cia de José Anto­nio Páez


Fuente: Luis Alber­to Per­o­zo Pad­ua. Real­mente cono­ces quién era José Anto­nio Páez. www.CorreodeLara.com

CorreodeLara

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