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Ángel “Catirito” Rivero encontraba una noticia en cualquier parte

Juan José Peralta
Periodista

Muchos de mis alumnos en la universidad creían que ese reportero irreverente, creativo y audaz citado por mí era una invención como recurso didáctico para motivarlos a ser exhaustivos en sus investigaciones y hasta un día me retaron llevarlo al aula, mostrarlo de carne y huesos


Guion­ista de cine, humorista y fino redac­tor, Ángel “Catir­i­to” Rivero exis­tió y sus viven­cias y anéc­do­tas for­man parte de la his­to­ria cotid­i­ana del diaris­mo entre quienes tuvi­mos la for­tu­na de cono­cer­lo y saber de sus acciones en el ejer­ci­cio del peri­odis­mo. Hace años, El Impul­so editó un tabloide ves­per­ti­no en com­pe­ten­cia con otro de empre­sa sim­i­lar y encomen­daron a River­i­to, como lo lla­maron tam­bién, cubrir los suce­sos menores donde cumplió una sin­gu­lar tarea.

En el boletín poli­cial se encon­tró una riña en un patio de bolas en El Valle pues un jugador lla­ma­do Luis Her­rera, homón­i­mo del pres­i­dente, perdió el juego y la jugosa apues­ta al errar un “boche” y sus com­pañeros lo agredieron y tituló:

Heri­do Luis Her­rera por pelar bola

La bel­la Desiree Rolan­do, ex miss Venezuela 1973, ex mod­e­lo y ani­mado­ra de tele­visión se afi­cionó al tiro al blan­co y una vez los ladrones aprovecharon un via­je suyo, entraron a su casa y car­garon con sus pis­to­las. Ella acud­ió a la policía a la denun­cia respec­ti­va, agre­gan­do que de nue­vo com­praría unas armas para seguir en su deporte favorito, a lo cual el agu­do reportero tituló:

Desiree Rolan­do seguirá tirando

En otra ocasión cubría El Impul­so en Miraflo­res, cuan­do había ofic­i­na de pren­sa en el pala­cio de gob­ier­no. Muy con­tento sal­ió el min­istro de la Defen­sa para anun­ciar al país el final de la odiosa reclu­ta para cubrir los cupos en las filas de alis­tamien­to mil­i­tar. Eso es fal­so min­istro, le dijo categóri­co. Anoche por mi casa, en El Valle, esta­ba la camione­ta de la pre­fec­tura reco­gien­do jóvenes por la fuerza para lle­var­los oblig­a­dos a la filas del ejérci­to. Mayús­cu­la sor­pre­sa se llevó el gen­er­al quien con su may­or desagra­do se dis­culpó y aunque ofre­ció inves­ti­gar el asun­to, le pidieron al per­iódi­co el cam­bio del atre­v­i­do periodista.

Reportero de Ciu­dad en El Diario de Cara­cas se fue a una gallera ubi­ca­da a pocas cuadras de El Nacional y tras una intere­sante inves­ti­gación con apos­ta­dores y veci­nos pub­licó un tremen­do tra­ba­jo de un lugar tradi­cional que sobre­vivió a la con­struc­ción de El Silen­cio al cual acud­ían per­son­al­i­dades de la ciu­dad, gente “aco­moda­da”, políti­cos y par­la­men­tar­ios quienes fueron entre­vis­ta­dos por el travieso peri­odista para dis­gus­to del per­iódi­co veci­no, quienes nun­ca hicieron una cróni­ca del con­cur­ri­do y cer­cano cen­tro de apuestas.

En El Diario de Cara­cas se destacó una bel­la peri­odista novi­cia de exce­lentes y fres­cas cual­i­dades de redac­ción que llamó la aten­ción y de ella se enam­oró el vet­er­a­no cole­ga recién fal­l­e­ci­do Pablo Antil­lano y entablaron una her­mosa relación. Al cabo de una tem­po­ra­da –como suele ocur­rir– el romance pasó a la his­to­ria y cada uno tomó rum­bo pro­pio. Al cabo de un tiem­po encon­traron nuevas pare­jas y casual­mente se casa­ban en la mis­ma fecha y por supuesto en lugares difer­entes. El jefe de redac­ción solic­itó a Catir­i­to una nota sobre la boda de los con­no­ta­dos peri­odis­tas y esta no se hizo esperar: 

Este sába­do se casan Jessie Caballero y Pablo Antillano

El pres­i­dente Luis Her­rera en con­fer­en­cia de pren­sa en Miraflo­res. Fotografía de autor descono­ci­do. Archi­vo Fotografía Urbana

El pres­i­dente Luis Her­rera Cam­píns sal­ió de gira por una sem­ana y al regre­so le pidió el jefe de redac­ción pautó al reportero de guardia aquel sába­do Ángel Rivero cubrir en Guare­nas la inau­gu­ración por el Jefe del Esta­do de un cuar­tel de policía a las once de la mañana “y sacar­le una bue­na declaración”. En for­ma­ción esta­ban los fun­cionar­ios mien­tras a cada instante anun­cia­ban la lle­ga­da del pres­i­dente. Y lle­garon las tres de la tarde bajo un inclemente sol y un macon­di­ano calor de 39 gra­dos que sofo­ca­ba a la expec­tante concurrencia.

Impun­tu­al como era el man­datario, llegó apu­ra­do a cumplir a los veci­nos de Las Clavel­li­nas el ansi­a­do local poli­cial. El intrépi­do Catir­i­to se atrav­esó grabador y libre­ta en mano y le lanzó las primeras pre­gun­tas sobre un bal­ance de la gira inter­na­cional recién con­clu­i­da y el pres­i­dente le respondió que daría una rue­da de pren­sa el lunes, cuan­do hiciera la eval­u­ación de los resul­ta­dos del viaje.

A las insis­ten­cias del reportero Luis Her­rera sigu­ió en sus eva­si­vas. “Mejor pres­ta aten­ción y toma nota del dis­cur­so que voy a dar para que ocu­pes el espa­cio que me reservó el periódico”.

Rivero escuchó con aten­ción las pal­abras del man­datario, con tan mala suerte que siete policías se des­ma­yaron del ham­bre y el calor, cir­cun­stan­cia que el agu­do reportero fue reco­gien­do y así lo nar­ró para sus lec­tores: El policía debe ser fuerte, decía el pres­i­dente. Pum se des­mayó el primer policía. Tiene que estar prepara­do con gran for­t­aleza para enfrentar al delin­cuente. Pum, se des­mayó una mujer policía. Así suce­si­va­mente, como una nar­ración cin­e­matográ­fi­ca, a cada pár­rafo del dis­cur­so se des­maya­ba un fun­cionario y “Catir­i­to” escribió una sen­sa­cional cróni­ca peri­odís­ti­ca que provocó una lla­ma­da del pala­cio pres­i­den­cial al diario y al reportero. “Nada de lo escrito es men­ti­ra, lo ten­go graba­do. Cuan­do llegué al per­iódi­co tenia media pági­na para llenar”.

Y así Catir­i­to tuvo siem­pre a la mano todas las noti­cias del autor de “Cien años de soledad” y fue el primero en enter­arse que se había gana­do ese año el Pre­mio Nobel

Aque­l­la mañana del 23 de febrero de 1982, cuan­do baja­ba de su res­i­den­cia en la urban­ización San Anto­nio en El Valle, el ascen­sor se detu­vo en el piso cua­tro y entró una pare­ja con un bebe en bra­zos de la madre. El salu­do de los buenos días fue sufi­ciente cor­dial­i­dad, con una sobria son­risa. Nun­ca antes se habían visto.

Rivero no tenía noti­cias, era martes de car­naval sin may­ores activi­dades, aparte de los dis­fraces de los niños, que para ellos quedó esta fies­ta en Venezuela. Un día “cali­choso”, como dec­i­mos los peri­odis­tas vene­zolanos. Cuan­do baja­ba a la aveni­da avistó a sus com­pañeros del ascen­sor, se detu­vo y les ofre­ció el aven­tón a la aveni­da. La seño­ra se sen­tó en los asien­tos de atrás en la camione­ta, ayu­da­da por el señor quien luego de aco­modar la pañalera se sen­tó ade­lante y agrade­ció el gesto. Cuan­do Catir­i­to lo miró le dijo “ust­ed se parece a Gabriel Gar­cía Márquez”.

Es mi her­mano. El may­or. Mucho gus­to, soy Gus­ta­vo Gar­cía Márquez. Vivo aquí hace poco, en el cuar­to piso. Mi esposa Lil­ia Esther y el niño, mi primer hijo vene­zolano. Daniel. Nació aquí. Lleg­amos a Cara­cas el año pasa­do. Los médi­cos le recomen­daron a Lil­ia para su salud un cli­ma como el de esta ciu­dad. Le ha sen­ta­do muy bien. A todos.

Encan­ta­do, respondió Catir­i­to en su sor­pre­sa. No lo podía creer ¡Tenía una noti­cia! Mucho gus­to, Ángel Rivero. Soy peri­odista, reportero de “El Diario de Cara­cas”. Cuén­teme, qué hace en Cara­cas. ¿Tam­bién escribe?

Soy empre­sario, ten­go una fábri­ca de teji­dos elásticos.

Qué sor­pre­sa. Ahí vino el primer cues­tionario y la ofer­ta de hac­er­le una entre­vista para el per­iódi­co, si no tenía prob­le­ma. ¿Tam­bién escribe? Volvió a preguntar.

Me gus­ta, pero no he tenido la dis­ci­plina y ded­i­cación de mi her­mano. Él es un tra­ba­jador insigne. Escri­bo de afi­ciona­do, me arri­mo a los cuen­tos, género rápi­do para un flo­jo como yo. Sólo para dis­trac­ción y de lec­turas para los amigos.

Con­vinieron la entre­vista al mediodía en la casa de Gar­cía Márquez. De inmedi­a­to esta­cionó en la esquina y de un telé­fono públi­co llamó a la redac­ción para pedir le man­daran al fotó­grafo. No eran tiem­pos de celu­lar o del correo electrónico.

Ten­emos la foto de primera, gritó a la redac­ción el catire Rodol­fo Schmidt, el direc­tor. Catir­i­to tiene un “tubazo”. A mí me tocó hac­er las pági­nas enfrentadas de nue­stro tabloide. Yo era sec­re­tario de redac­ción dia­gra­mador, tam­bién tra­ba­ja­ba en “El Diario de Caracas”. 

Con­seguí una exclu­si­va”, me dijo en la tarde, al lle­gar al per­iódi­co lo con­tó todo. “El her­mano del Gabo vive en mi edi­fi­cio. Lo acabo de entre­vis­tar. Y él tam­bién escribe. Vamos a pub­li­car­le un cuen­to. Me dieron dos pági­nas. Ya entregué. A Manuel Felipe le encan­tó la nota”. 

Lo invi­taron a cel­e­brar la pub­li­cación en la casa de Gar­cía Márquez. Tenían las pági­nas enfrentadas del per­iódi­co pegadas en la pared como una cartel­era. El sába­do ten­emos fies­ta con los veci­nos, en casa del her­mano del Gabo, dijo Catir­i­to. Después de las cuatro. 

Estás invi­ta­do. Pidieron que ven­ga el fotó­grafo tam­bién, pero no puede. Y así Catir­i­to tuvo siem­pre a la mano todas las noti­cias del autor de “Cien años de soledad” y fue el primero en enter­arse que se había gana­do ese año el Pre­mio Nobel porque al recibir la noti­cia Gus­ta­vo lo llamó de inmedi­a­to con la novedad.

 

CorreodeLara

Esᴛᴀ́ ᴜsᴛᴇᴅ, ᴅɪsᴛɪɴɢᴜɪᴅᴏ ʟᴇᴄᴛᴏʀ, ᴇɴ ᴛᴇʀʀɪᴛᴏʀɪᴏ ᴅᴇ ʜɪsᴛᴏʀɪᴀ, ᴅᴇ ʜᴏᴍʙʀᴇs ᴄɪᴠɪʟɪsᴛᴀs, ʏ sᴏʙʀᴇ ᴛᴏᴅᴏ, ᴅᴇ ɢʀᴀɴᴅᴇs ᴀᴄᴏɴᴛᴇᴄɪᴍɪᴇɴᴛᴏs ϙᴜᴇ ᴍᴀʀᴄᴀʀᴏɴ ᴜɴ ʜɪᴛo

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