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¿Existió una pintura precolombina en Lara?

Freddy Torrealba Z
Escritor e investigador

La situación de esta man­i­festación artís­ti­ca en esa eta­pa de nues­tra his­to­ria region­al es sim­i­lar al resto del país. Su surgimien­to y evolu­ción es suma­mente pau­sa­do por ocur­rir en condi­ciones de exiguo desar­rol­lo tec­nológi­co más el ais­lamien­to al inte­ri­or y exte­ri­or. Entonces lo que se reg­is­tran son leves esbo­zos por medio del pri­mario dibu­jo, el pun­to de par­ti­da de una pin­tu­ra en forma


Cuan­do los españoles lle­gan a tier­ras larens­es los nativos indí­ge­nas de estas tier­ras esta­ban en el peri­o­do históri­co del Pale­olíti­co. Es decir, ded­i­ca­dos a la caza, pesca, recolec­ción de fru­tos y una incip­i­ente agri­cul­tura de algunos rubros. Esas eran sus may­ores activi­dades y pre­ocu­pa­ciones cotid­i­anas para ase­gu­rarse la sobre­viven­cia. Por ende, su hor­i­zonte del mun­do aún era muy estrecho.

Los con­trastes

Por lo que aún eran pocas las inqui­etudes e intere­ses artís­ti­cos de aquel hom­bre en un amplio ter­ri­to­rio, sin orde­namien­to alguno, que hoy se ha delim­i­ta­do en unos 19.800 kilómet­ros cuadra­dos. Ese hecho condi­ciona su vida tornán­do­lo seden­tario y lento por cubrir pocas dis­tan­cias en aquel espa­cio de abun­dante flo­ra y fau­na. Esta eta­pa de la his­to­ria se car­ac­ter­i­za por la pasivi­dad en la exis­ten­cia del hom­bre a la que no escapa el orig­i­nario hom­bre amer­i­cano de estos lares.

El panora­ma es total­mente difer­ente en otros país­es como Méx­i­co, Guatemala y Perú donde se había desar­rol­la­do avan­zadas civ­i­liza­ciones con logros en dis­tin­tas activi­dades, entre éstas el arte. Los aztecas eran exper­tos astrónomos. Esto des­de luego que sor­prende al con­quis­ta­dor imbui­do por un espíritu de superioridad.

En cam­bio, el europeo había avan­za­do un largo tre­cho en lo tec­nológi­co, económi­co, políti­co y cul­tur­al. De esa for­ma emprendía los via­jes trasatlán­ti­cos del perío­do de la mundi­al­ización con Cristóbal Colón al frente.

Ya había pasa­do por varias rev­olu­ciones tec­nológ­i­cas que lo colo­ca­ban en una posi­ción de avan­za­da. No así el amer­i­cano sum­i­do en el lento pale­olíti­co, con un arte acorde con ese ritmo.

Entonces en la Europa rena­cen­tista del siglo XV se habían definido los prin­ci­p­ios de la pin­tu­ra. Al tiem­po que las crea­ciones del des­cu­bier­to hom­bre amer­i­cano esta­ban sub­or­di­nadas a la intu­ición y sen­sa­ciones más inmedi­atas. Era como andar a tien­tas en las tinieblas del arte

Per­ti­nen­cia cultural

Como todos los suce­sos del pasa­do éste resul­ta de suma impor­tan­cia en el abor­da­je de nues­tra iden­ti­dad e his­to­ria. Los tes­ti­mo­nios de entonces no solo rev­e­lan la situación en con­cre­to de sus habi­tantes, sino tam­bién su for­ma de ser y vivir refle­ja­da en sus obras de arte.

Su inda­gación por supuesto apor­ta ele­men­tos para com­pren­der nues­tra evolu­ción como pueblo, esta­do actu­al y prob­a­bil­i­dades del futuro, aunque éste no se puede pre­de­cir y con­tro­lar del todo.

En ese sen­ti­do la pin­tu­ra es una her­ramien­ta muy útil por con­tener valiosa infor­ma­ción de las diver­sas prác­ti­cas del hom­bre del pasa­do. Entre éstas fig­u­ran su cos­mo­visión espir­i­tu­al del mun­do y la nat­u­raleza, tra­ba­jo, gas­tronomía, ves­ti­men­ta, vivien­da y for­ma de ser. De allí la impor­tan­cia de la his­to­ria de la cul­tura y el arte en la vida humana que hace al hom­bre más consciente.

Espíritu bravío

La his­to­ria, enten­di­da como la cien­cia del hom­bre en el tiem­po, nos per­mite un conocimien­to cien­tí­fi­co de sus andan­zas. Por ejem­p­lo, su cos­mo­visión del mun­do en lo reli­gioso, mági­co y filosó­fi­co para acer­carnos a sus creen­cias y pen­samien­to sobre su mun­do y naturaleza.

Así en 1530 el exten­so ter­ri­to­rio larense lo hab­it­a­ban las etnias de los: Jira­ha­ras, caque­tios, aya­manes, gay­ones, arawas y axaguas. Geográ­fi­ca­mente ocu­pa­ban las postrimerías del sis­tema de los Andes y el prin­ci­pio del sis­tema de la Cos­ta. En aque­l­las vír­genes tier­ras hab­it­a­ban indí­ge­nas aún en condi­ciones sal­va­jes. Algu­nas de estas etnias, como la de los Gay­ones, prac­ti­ca­ban el cani­bal­is­mo, aunque en for­ma rit­u­al, según lo sostiene Miguel Acos­ta Saignes.

En sep­tiem­bre de ese año el alemán Nicolás Fed­er­mann lle­ga a tier­ras de Paru­pano, Agua­da Grande, en el actu­al munici­pio Urdane­ta reg­istrán­dose un vio­len­to enfrentamien­to con los nativos. Al final los extran­jeros resul­tan vence­dores para some­ter a sus rivales que son apre­sa­dos y esclav­iza­dos. Los rebeldes pertenecían a la etnia de los ayamanes.

En sus cróni­cas Fed­er­mann rela­ta lo ocur­ri­do y otros aspec­tos de la vida de aque­l­la comu­nidad. Pero en las mis­mas no hay ningu­na ref­er­en­cia a este tipo de arte. Ello no sig­nifi­ca su inex­is­ten­cia dado que se encon­tra­ba en su eta­pa ger­mi­nal por medio de ele­men­tales dibujos.

Pero, al alemán le sor­prende el espíritu bravío de los nativos que valien­te­mente le hicieron resistencia.

Aunque en las cróni­cas del ger­mano no haya sig­no alguno de la pin­tu­ra de los indí­ge­nas locales, se sabe que, mucho antes del arri­bo de los con­quis­ta­dores, estos habían dado mues­tras de su sen­si­bil­i­dad para la creación artís­ti­ca. Un hecho quizá poco notable por el carác­ter sen­cil­lo de ese arte por medio de la arte­sanal arcilla.

Pero exis­ten evi­den­cias históri­c­as, mucho antes de ese aci­a­go acon­tec­imien­to, de que ya había traza­do for­mas, el antecedente de las artes plásticas.

Cre­ativi­dad y mate­ri­ales de la tierra 

Lo que cul­ti­va con vig­or es la cerámi­ca y arcil­la de cuyas piezas hay indi­cios de for­mas leves de pin­tu­ra con el pri­mario dibujo.

Es el bar­ro de los arte­sanos tra­ba­ja­do con las manos para trans­for­mar­lo en rudi­men­ta­rias expre­siones artís­ti­cas. No hay evi­den­cias con­tun­dentes de pin­turas rupestres o pet­rogli­fos en cuevas.

Aque­l­la civ­i­lización esta­ba en pro­gre­si­va evolu­ción sin alcan­zar el niv­el de la rev­olu­ción agrí­co­la del Neolíti­co cuan­do aparece el colono europeo y lo inter­rumpe con el trasplante de su cul­tura. Es lo que, a nue­stro pare­cer, expli­ca la ele­men­tal­i­dad de su arte. Con todo, resaltan varias car­ac­terís­ti­cas, a saber:

— Aprox­i­mación al diseño

— Pre­ten­siones escultóricas

— Dibu­jo ele­men­tal al máximo

— Aso­mos de for­mas geométricas

— Moti­vo sencillo

— Disc­re­ta y orde­na­da orna­mentación (simetría)

— Poquísi­mos colores 

— Téc­ni­ca­mente uso de la arcilla

— Mane­jo de las proporciones

[drop­shad­ow­box align=“none” effect=“lifted-both” width=“auto” height=”” background_color=“#fdb361” border_width=“1” border_color=”#dddddd” ]El bal­buceante pintor 

En toda sociedad rige la división del tra­ba­jo man­u­al e int­elec­tu­al. De esa for­ma el rol del pin­tor es el de plas­mar imá­genes (for­mas) sobre una super­fi­cie, en una suerte de cro­nista visu­al. Des­de tiem­pos prim­i­tivos el hom­bre lo hacía. Un hom­bre pro­vis­to de sen­si­bil­i­dad y ati­za­do sen­ti­do de la vista para cap­tar el más mín­i­mo detalle del espa­cio donde se desen­vuelve. Por esos lla­ma la aten­ción esos indi­cios del dis­eño, una for­ma de rep­re­sen­tar visual­mente lo que eso hom­bres observ­a­ban del entorno. Al igual los atis­bos de lo geométri­co en estas crea­ciones por estar en juego el fac­tor de la sub­je­tivi­dad del artista en un rol pen­sante. Tam­bién la ten­den­cia mar­ca­da a lo escultóri­co por lo com­ple­jo de este arte tridi­men­sion­al. Son ele­men­tos que per­fi­lan un hom­bre sen­si­ble en aquel lim­i­tante paisaje. Su arte en lo fun­da­men­tal es moti­va­do por lo mági­co y reli­gioso condi­ciona­do a la vez por el peso del ambi­ente al que obser­va y pau­lati­na­mente mod­i­fi­ca. Es el embri­onario pin­tor que se desplaz­a­ba desnudo por aque­l­las amplias tier­ras impul­sa­do por la cre­ativi­dad de su intu­iti­va y telúri­ca pale­ta. Una expre­sión de la cul­tura region­al de ese tiem­po pre­his­páni­co. Un hom­bre sal­va­je y libre a la vez que se man­i­fi­es­ta con esta for­ma de arte que encuen­tra al alcance de la mano. A la luz de la noción del arte se le podría enmar­car en la arte­sanía mucho antes de la Rev­olu­ción Indus­tri­al. Entonces el tra­ba­jo humano fue divi­di­do en 3 ver­tientes: artís­ti­co, arte­sanal e indus­tri­al[/dropshadowbox]

Pero sin duda, con­ce­bir obras de este tipo requiere una nat­ur­al incli­nación y capaci­dad para gener­ar cier­to sen­ti­do de la estéti­ca. Un hecho que no debería sor­pren­der­nos pues la estéti­ca no es exclu­si­va de los académi­cos ni las élites del arte. Aunque se tra­ta de obras con fines util­i­tar­ios como lo med­i­c­i­nal, ali­men­ta­rio, con­struc­ción de vivien­das o funer­ario pre­sen­tan esos vestigios.

Lo tes­ti­mon­ian las pro­duc­ciones local­izadas en Guadalupe, Cam­po Lin­do, Quí­bor y Camay del munici­pio Jiménez del esta­do Lara. Al igual que colec­ciones de arte indí­ge­na en la ciu­dad norteam­er­i­cana de Nue­va York, EEUU.

Es a par­tir de 1682 cuan­do arran­ca en sí la pin­tu­ra larense con El Pin­tor del Tocuyo jun­to a otros 4 artis­tas pop­u­lares y otros arte­sanos anón­i­mos. Su pro­duc­ción de este pin­tor se cal­cu­la en más de 200 cuadros.

Se tra­ta de ofi­ciantes de un arte pro­fun­da­mente reli­gioso por la influ­en­cia de los sac­er­dotes españoles. Ello como parte de su cruza­da evan­ge­lizado­ra en el Nue­vo Mun­do que alcan­za tam­bién al ter­ri­to­rio larense.

 

CorreodeLara

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