Antonio Guzmán Blanco, autócrata y civilizador
Mario R. Tovar G.
Historiador y escritor
mtovar60@hotmail.com
“Por eso Guzmán es al mismo tiempo civilizador y déspota,
por eso es el hombre que implanta definitivamente
el Estado Liberal en Venezuela y sin embargo
gobierna como un autócrata (…).”
Germán Carrera Damas (1993)
Ee conmemoran 122 años de la muerte del general Antonio Guzmán Blanco, quien nació en Caracas el 28 de febrero de 1829, siendo hijo del también hombre público y fogoso periodista Antonio Leocadio Guzmán. Tuvo la oportunidad de recibir una educación universitaria, al estudiar derecho en la Universidad de Caracas, completando su formación gracias a sus viajes al exterior y a la experiencia obtenida en la política y en la administración pública, donde le correspondió desempeñarse como secretario de Legación de Venezuela en Washington DC.
Como reseña el historiador Romero Martínez (1987), la verdadera carrera política y militar de Guzmán Blanco la inició en 1859, cuando se origina la Guerra Federal y el futuro caudillo liberal se alinea al lado del General Juan Crisóstomo Falcón y del General del Pueblo Soberano Ezequiel Zamora, luego al triunfar la llamada Revolución Federal en 1863, le permite a Guzmán Blanco formar parte del nuevo gobierno.
Posteriormente, el llamado “Autócrata Civilizador”, se levantó en armas en la Revolución de Abril de 1870 y después de tres años de lucha en el país, es tomada en sangriento asalto, calle por calle, la ciudad de Caracas por las tropas del General Antonio Guzmán Blanco, dando al traste con el llamado “Gobierno Azul”. Más adelante en 1873, sería electo Presidente de la República, gobernando en forma progresista hasta el año de 1877; período conocido con el nombre de “Septenio”, luego ascendería al poder el General Linárez Alcántara, quien moriría repentinamente, correspondiéndole a Guzmán Blanco asumir de nuevo la Presidencia, desde 1879 hasta 1884; período llamado “Quinquenio”.
Después del gobierno del General Joaquín Crespo, ocurrido entre los años de 1884 a 1886, regresa al poder Guzmán Blanco, desde 1886 hasta 1888, bienio conocido en nuestra historia como el “Gobierno de la Aclamación”; período en que ejerció parcialmente el poder, reorganizó su gobierno y recogió las armas en manos de caudillos locales.
Guzmán Blanco se desempeñó como un verdadero autócrata, haciendo un gobierno personalista en el cual acomodó la Constitución a su conveniencia y caprichos; sin embargo, la historia le reconoce el papel de civilizador y de modernizador de la Venezuela que él vivió.
En este sentido, construyó obras públicas: hizo caminos a lo largo del país, fomentó la agricultura y la instrucción, área donde dejó el célebre “Decreto de Instrucción Pública Gratuita y Obligatoria”, emanado el 27 de Junio de 1870, estimuló el comercio, construyó el Panteón Nacional, el Capitolio, teatros, iglesias y organizó la celebración del Centenario del Nacimiento del Libertador, Simón Bolívar en 1883. Finalmente, el “Autócrata Civilizador” muere en París, el 28 de julio de 1899.
Cartas a Guzmán Blanco
Le correspondió al Consejo de Desarrollo Científico y Humanístico de la Universidad Central de Venezuela, publicar un interesante texto titulado Cartas a Guzmán Blanco: 1864–1887; Intelectuales ante el Poder en Venezuela, rigurosamente escrito por el investigador de origen vasco Juan José Martín Frechilla (1999), quien a partir de una copiosa documentación original que reposa en el Archivo Guzmán Blanco de la Fundación Jhon Boulton, quiso mostrar aspectos singulares de las relaciones entre funcionarios de distinto rango de la administración pública del siglo XIX venezolano, tales como ministros, diplomáticos, editores y académicos entre otros, con el Poder Ejecutivo, en ese entonces representado por el General Antonio Guzmán Blanco.
En este sentido, Martín Frechilla utilizó para ello la correspondencia que estos intelectuales le enviaron al presidente Guzmán Blanco, tratando de determinar la naturaleza de los vínculos y las razones de los comportamientos, así como de acercarse a las esferas de lo público y lo privado, en un momento en el que los límites de ambas eran mucho menos precisos de lo que se pretende hoy en día.
Dentro de este contexto, dichas cartas dirigidas a Guzmán Blanco entre el período comprendido entre 1864 y 1887, fueron enviadas por un grupo de intelectuales, seleccionadas porque ya tenían, o tuvieron después, un papel preponderante en la sociedad venezolana, en temas conectados a la construcción social y física del país.
Por otro lado, es de destacar que dichas cartas fueron escritas para ser leídas sólo por un destinatario, a diferencia de las de Guzmán Blanco, quien convencido de la trascendencia de las respuestas, las utilizó a lo largo de su vida como instrumento político al publicarlas regularmente en la prensa y bajo la forma de libro, en dos colecciones, con el elocuente título de “Documentos para la Historia”.
En tal sentido, en la primera parte de este libro podemos leer a Guzmán Blanco desde el reconocimiento de la patente inferioridad de la sociedad venezolana, en su apenas estrenada salida internacional, como forma de desentrañar en sus actuaciones una cierta matriz de objetivos y de formas de relación.
A partir de este escorzo sobre el proyecto de modernización guzmancista, y teniendo de telón de fondo asuntos esenciales como obras públicas, propagandas, estadística, inmigración, educación, ciencia y tecnología, el autor coteja las posiciones y las coyunturas individuales de los autores de las cartas a Guzmán Blanco, develándose de este modo, una historia de rencores y afectos, de lealtades y traiciones, de destrezas e impericias, en la Venezuela rural y caudillezca de finales del siglo XIX.
Por lo demás, este interesante libro se estructura en una nota preliminar y seis capítulos referidos a: la Intratextualidad; De la Construcción: Muñoz Tébar; De la Propaganda y la Publicidad: Varela, Aldrey y Otros; De la Estadística y la Historia: Los Level de Goda; De la Inmigración: Pardo, Coronado y los Cónsules; De las Ciencias: Gil Fortoul, Zumeta, Marcano, Ernst y Otros.
Finalmente una postdata, la bibliografía respectiva y los archivos consultados. En relación a estas cartas, a continuación se reseña parte de una enviada por Guzmán Blanco en 1889 desde París al entonces nuevo Presidente Rojas Paúl, donde entre otros aspectos toca dos de los temas que durante su gobierno fueron vitales: la inmigración y los ferrocarriles. Sobre este particular expresó:
“(…) Es el momento de los ferrocarriles y de la inmigración, para que todo lo realizado se convierta en verdaderamente fecundo. Esto último es lo que estoy haciendo y lo que solo yo podría realizar, si hay allá en Venezuela un gobierno que sepa secundarme (…)”.
En suma, de la lectura de estas cartas Martín Frechilla deduce que “el poder envilece” y refleja además una constante en la vida política de Guzmán Blanco: “Construir, demoler, para volver a construir”; receta que posteriormente cumplirían a medias sus enemigos políticos al derribar sus estatuas, una vez desalojado de la primera magistratura.
Ratificación del Tratado de Coche en Nirgua
El 23 de abril de 1863 tendría lugar en la hacienda Coche, propiedad de Juan Bautista Madriz, para ese entonces distante a ocho kilómetros de Caracas, la firma de un histórico acuerdo, que luego generó un importante documento donde se pactaba la paz de la república, dejando atrás los cinco años de Guerra Federal o Guerra Social (1858–1863), de cruentos enfrentamientos entre las fuerzas centralistas comandadas por el general José Antonio Páez y las federalistas al frente del general Juan Crisóstomo Falcón, acción bélica donde ninguno de los bandos en pugna logró someter a su adversario; situación que les obligó a iniciar un proceso de diálogo, que luego deviene en una mesa de negociación, que pasó a la posteridad con el nombre de “Tratado de Coche”, el cual sería ratificado en nuestra población yaracuyana de Nirgua.
Dentro de este contexto, las secuelas de esta dura contienda quedarían reflejadas en la siguiente nota del cronista Rafael Ferrer (1978), en su obra: “Nirgua en el Baúl de sus Recuerdos”, donde sintetiza dramáticamente la dura situación que embargaba al país en esos momentos: “En el escenario de la Patria quedaban los carapachos del ganado hambriento y los esqueletos de los hombres muertos. En las ciudades, el terror de los niños, la angustia de las madres y esposas de los soldados sin retorno.”
Al tiempo que en el bando federalista, luego de la conferencia de abril, el general Guzmán Blanco regresa a Caracas y pasa luego a la Guaira para embarcarse en el Vapor Venezuela, rumbo a Coro, para dar cuenta al general Falcón de estos sucesos; pero el caudillo federal se había movilizado hacia San Felipe y Barquisimeto, para dirigir las operaciones del centro. Posteriormente, el caudillo coriano parte de San Felipe hacia Nirgua, donde establece su cuartel general, siendo aquí donde lo encuentra el general Guzmán Blanco el día 27 de mayo; mientras al día siguiente, el jueves 28 de mayo de 1863, correspondería la discusión y ratificación del Tratado de Coche, en la ciudad de Nirgua, específicamente en la casa del general Wenceslao Ojeda.
Por último, sería en la estratégica Nirgua del siglo XIX; antiguo asiento de los indómitos Jirajaras, quienes resistieron durante 97 años los ataques de los conquistadores españoles, la misma tierra que motivó al prócer republicano Juan Germán Roscio a escribir su magna obra: “El triunfo de la Libertad sobre el Despotismo”, donde se ratificó la culminación honrosa de tan terrible Guerra Federal.
Proclama en San Felipe
Después de asumir la Presidencia de la República el General José Ruperto Monagas en 1869, se produce el retorno al país por parte del General Guzmán Blanco, quien de hecho logra convertirse en el jefe de la creciente oposición al gobierno del general Monagas; sin embargo, ante el clima de hostilidades promovidas por el gobierno contra su persona, Guzmán Blanco opta por buscar asilo político en la Legación de Estados Unidos, gracias a lo cual logra salir del país junto con su padre Antonio Leocadio Guzmán, en la goleta Midas, rumbo a Curazao.
Dentro de ese contexto, la ciudad de San Felipe era atacada por las fuerzas revolucionarias comandadas por los generales Hermenegildo G. Zavarce, Andrés Borges y José Félix Mora, quienes encontraron una fuerte resistencia por parte de las fuerzas gubernamentales, quienes finalmente tuvieron que abandonar la plaza. Tras la caída de Barquisimeto, ésta es ocupada por las tropas alzadas comandadas por el general José Ignacio Pulido, quien sería apoyado por las fuerzas del general yaracuyano Juan Fermín Colmenárez.
Tiempo después, emprendería Guzmán Blanco el retorno al país, embarcándose desde Curazao para atracar en la costa de Curamichate, donde era esperado por sus tropas insurgentes, con las cuales seguiría una intrincada ruta hasta el Centro-occidente del país, tomando la vía de Capadare, Guaidima , Aroa y San Felipe, ciudad desde donde dirigiría al país la siguiente proclama fechada en el Cuartel General de San Felipe, el 22 de febrero de 1870: “…Llamado con insistencia por los pueblos, por los Estados y por el Ejército Federal para servir de centro en la lucha que tienen ya emprendida, tócame ser, al ocupar mi puesto, el intérprete de la Revolución para con el mundo y para con la historia. Nuestra bandera es la Constitución de 1864.
Ella reconoce y otorga a los venezolanos el derecho de insurrección, garantías y libertades…”. Finalmente esta alocución terminaría en los siguientes términos: “…depende de nuestros contrarios; nada tienen que temer al triunfo liberal. Persuadidos de que van a sucumbir, que renuncia a unos pocos días de temeraria resistencia, y ahí está el artículo 120 de la Constitución que pone en sus manos la pacificación de la República. Si falta algo allí, aquí encontrarán el patriotismo de la Revolución y mi desprendimiento para suplirlo o complementarlo”. Posteriormente desde el mismo lugar y fecha, el general Guzmán Blanco haría los siguientes nombramientos: Secretario General, el Gral. Juan Bautista García; Jefe del Estado mayor, el Gral. León Colina; Subjefe, Gral. Marcos López; Inspector General del Ejército, Gral. Miguel Gil; Comisario de Guerra, Gral. Lermit La Roche; Médico Cirujano Mayor, Dr. Manuel María Díaz y Jefe de operaciones en los Estados Barquisimeto y Yaracuy, el Gral. Hermenegildo G. Zavarce. Con estos nombramientos, buscaba darle una organización política a la revolución que encabezaba, tras lo cual emprendería viaje hacia Barquisimeto.
Seguidamente el 24 de marzo de 1870, el general Guzmán Blanco iniciaría la marcha definitiva de sus fuerzas contra Caracas y para ello, dispuso el avance de las tropas comandadas por el General Pulido por la vía de Santa Rosa hasta Chivacoa, para que una vez incorporada la División de Reservas del Yaracuy y el ganado que encontraba disponible, se situara en Nirgua, como Jefe del Centro, y la escogencia del General Zavarce con las fuerzas de la región, desde El Palito hasta San Felipe, para mandar el ala izquierda y otras medidas que envolvían el empleo de jefes, oficiales y tropas del Yaracuy, en todas esas maniobras. Gracias a todas estas medidas, el Gral. Guzmán Blanco logra tomar la importante plaza de Caracas, la cual ocupa el 27 de abril de dicho año.
Tras esa contundente victoria, desde el gobierno no se evitaron actos represivos, mientras que en otros lugares seguían produciéndose algunos focos de resistencia, tal como ocurrió en Aragua y Carabobo, respectivamente.
En tanto, las fuerzas de Yaracuy y las de Barquisimeto quedaron unificadas en un sólo cuerpo denominado División Bruzual, bajo el mando de los generales Manuel Antonio Paredes y Nicolás Paiva. Por su parte, como medida extrema para cubrir los gastos de guerra, el general Guzmán ordenó expropiar los bienes de los Artiles en San Felipe, de los Cariño en Cocorote, de los señores Lizarraga en Guama, del General Antonio Mendoza, de los Torres y Carlos Salazar en Urachiche, de los Mirabal en Chivacoa y de los españoles José Antonio Rictus y José A. Villanueva, en Nirgua.
Carretera a Nirgua
Como bien afirma el historiador Germán Carrera Damas, Venezuela entra a la edad de la rueda en el período comprendido entre 1870 a 1890, es decir, durante el Guzmanato. A este respecto, no quiere decir esto que antes de Guzmán no se utilizara la rueda en nuestro país, se le empleaba en el interior de ciertas unidades de producción y en el único camino que existía, de Caracas a la Guaira, pero el uso generalizado de la rueda para el transporte de mercancías y personas era algo que estaba fuera de toda posibilidad, porque la sociedad no había generalizado todavía una capacidad de acción sobre el medio físico.
Por ello, pensar en abrir una carretera era algo que estaba fuera del alcance de esta sociedad y pese a ello, Guzmán le da impulso, aun en momentos de guerra y en parte por razones de carácter militar y político a la apertura de las carreteras: Caracas-La Guaira, Caracas-Valencia, Caracas-Guatire, Caracas-Valles del Tuy, Caracas-Puerto Cabello-Valencia y Valencia a Nirgua.
En este sentido, cuando Guzmán Blanco llega a Nirgua en vehículo, de inmediato pone un telegrama a sus ministros, eufórico por haber realizado una proeza extraordinaria, manifestando suma alegría porque por primera vez se había podido ir en coche de Caracas a Nirgua; significativo hecho que sorprende al que no tenga conciencia de lo que aquello representaba como superación, ante la situación de aislamiento geográfico que vivía el país para la fecha.
En tal contexto, el historiador yaracuyano Nicolás Perazzo (1982), reseña que en la Memoria del Ministerio de Fomento, correspondiente a las actuaciones del año 1872, se daba cuenta de haberse trabajado en la construcción de las carreteras de Valencia a Nirgua y de Puerto Cabello a San Felipe, de cuyas obras el presidente Guzmán habló con entusiasmo en su discurso ante el Congreso al presentar el juramento de ley, el 27 de abril del mismo año y luego realizó una visita de inspección a las obras de la vía Valencia-Nirgua, el 16 de julio de 1873.
Para febrero de 1876, concluidos los trabajos de construcción de la carretera Nirgua-Valencia y en carruaje de lujo el día 18 de aquel mes, hacía su entrada el general Guzmán Blanco a Nirgua, acompañado de los generales Juan Fermín Colmenárez y Vicente Amengual, entre otras personalidades, en medio de manifestaciones de regocijo, presididas por el general Hermógenes López, encargado del ejecutivo regional, quien le ofreció a Guzmán Blanco un suntuoso banquete en la residencia del también general J.M. Ortega Martínez; evento donde finalmente Antonio Guzmán Blanco prometió que en breve plazo se podría viajar por esa misma vía a San Felipe y hasta Barquisimeto.
Finalmente, en relación a la agitada vida y obra del general Antonio Guzmán Blanco, conocido como “El Autócrata Civilizador” es pertinente recordar al escritor Juan Goytisolo, quien acertadamente afirmó en el Diario El Nacional de fecha (10–07-2011), lo siguiente: “La historia coloca a cada cual en el lugar que le corresponde”.