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La sangrienta pelea del tigre y el toro en Tarabana

Luis Alber­to Per­o­zo Padua
Peri­odista y escritor
luisalbertoperozopadua@gmail.com
IG/TW: @LuisPerozoPadua

En con­ver­sación con los her­manos Oscar y Héc­tor Pad­ua, hijos de don Daniel Yepes Gil, cuen­tan que, en 1936 el tiem­po y el espa­cio del Valle del Tur­bio fue tes­ti­go de un sin­gu­lar episo­dio, uno de los tan­tos ocur­ri­dos en este mági­co para­je larense.

Expli­can que a pesar de que ninguno de ellos había naci­do, don Daniel les refir­ió el bru­tal encuen­tro entre un desco­mu­nal tigre y un vig­oroso toro, prác­ti­ca ante­cedi­da en San Sebastián, España, en julio de 1904, y que sería reseña­da por los prin­ci­pales medios impre­sos del país ibérico.

Pelea del Tigre y el Toro en Esta­dio Olímpi­co de Bar­quisime­to. Foto: Rafael Yépez. Colec­ción Fotote­ca de Barquisimeto

Le nar­ró que él y sus her­manos (Cruz María, Mar­i­ano y Domin­go Anto­nio) habían atra­pa­do un tigre en los pre­dios de la mon­taña de Tere­paima. Era un for­mi­da­ble ejem­plar que había cobra­do la vida del rebaño y otros ani­males de las hacien­das de los Yepes Gil.

La titáni­ca haz­a­ña de cazar al tigre, que estu­vo acecha­do sin tregua por var­ios meses, los llevó a realizar una gran fies­ta en Tara­bana, con un espec­tácu­lo úni­co de fue­gos arti­fi­ciales y donde la prin­ci­pal dis­trac­ción sería el com­bate entre estos dos titanes den­tro de una gran jaula de hierro.

Días antes del acon­tec­imien­to históri­co, expusieron en una pequeña jaula al tigre mari­posa de Tere­paima, para que los veci­nos de Cabu­dare, Los Ras­tro­jos, La Piedad, Bar­quisime­to y has­ta Yaritagua, con­tem­plaran el her­moso ejem­plar que ron­daría las veinte arrobas de poderoso mús­cu­lo y fiera estampa.

Describe papá ‑dice Héctor‑, que el lugar se llenó de per­sonas de difer­entes comar­cas. Todos los habi­tantes de Cabu­dare asistieron al gran due­lo, y has­ta se vendieron entradas que oscilaron entre uno y cin­co bolí­vares para poder pres­en­ciar la fer­oz contienda.

Oscar reseña que la pelea causó furor, “bár­baro fue este choque de bes­tias, y los gri­tos y la algar­abía de la gente se podía escuchar en pueblo arri­ba (Cabu­dare), todos ansiosos por ver el desar­rol­lo de la lucha entre los dos animales”.

Due­lo del Tigre y el Toro en Esta­dio Olímpi­co de Bar­quisime­to. Colec­ción Fotote­ca de Barquisimeto

 El duelo fue a muerte

El due­lo, al poco de ini­ci­a­do no había cau­sa­do el furor esper­a­do. Los frustra­dos espec­ta­dores chi­fla­ban y aplaudían para exci­tar a las bes­tias que inertes solo se mira­ban a pesar de la fero­ci­dad que des­ti­l­a­ban sus ojos.

Pasa­dos algunos min­u­tos, el sober­bio tigre comen­zó a acer­carse con la cautela que car­ac­ter­i­z­a­ba sus movimien­tos en la espesura del Tere­paima. Por su parte, el impetu­oso toro emprendió su embesti­da con vio­len­cia echán­dose enci­ma del tigre resuel­to a destriparle.

Logró alcan­zar­lo, y expul­sán­do­lo por los aires, el tigre luego de gol­pearse con­tra los bar­rotes, en un solo movimien­to se posó en el lomo del toro, hincán­dole las poderosas gar­ras y su mandíbu­la mor­tal. Hubo un silen­cio sepul­cral entre la exas­per­a­da muchedum­bre ‑de unos segun­dos lar­gos- que, al escuchar el ensor­de­ce­dor mugi­do del toro, se inter­rumpió súbita­mente, y el fre­nesí se apoderó del sór­di­do escenario.

El toro zaran­deó ter­ri­ble­mente al tigre, arro­ján­do­lo luego a la are­na y pateán­do­lo a su plac­er. Su opo­nente, que­ján­dose, procuró defend­er­se a zarpadas y mordis­cos, afer­rán­dose de la nar­iz del toro. El ira­cun­do toro esta­ba heri­do en el hoci­co y parte de sus fos­as nasales col­ga­ban embadur­nadas de mucha san­gre que des­ti­l­a­ba. Las patas tam­bién san­gra­ban y era noto­rio las insond­ables heri­das, pero el dolor parecía enco­lerizar­lo aún más.

Acon­te­ció que el tigre vis­i­ble­mente encres­pa­do, no se aco­bardó ni por un segun­do, y a pesar de su lesión en el cos­til­lar dere­cho por donde san­gra­ba copiosa­mente, se ple­ga­ba a los bar­rotes de la jaula, dan­do vueltas, ansioso para pre­cis­ar el mejor flan­co, mien­tras el bra­vo toro, en el cen­tro de la are­na, mugía con estrépi­to al tiem­po que escarba­ba la are­na con ganas de rematar a su adversario.

Antes de la con­tien­da expusieron en una pequeña jaula al tigre mari­posa de Tere­paima. Colec­ción Fotote­ca de Barquisimeto

La agitación colec­ti­va aviv­a­ba la furia de ambos ani­males y como habían ido a ver la muerte de uno de los dos con­tendores, comen­zaron a azuzar­los con pin­c­ha­zos y toda clase de obje­tos que lan­z­a­ban y se estrella­ban con­tra la poderosa jaula, con­sigu­ien­do con esto que el intrépi­do tigre se abal­an­zara con­tra el toro en una osa­da man­io­bra de caza, pero sin con­tar que el furioso toro le ases­taría una nue­va y mortífera cornea­da, laceran­do uno de los brazos.

No obstante, el mal­tre­cho tigre, en un arranque supre­mo de fero­ci­dad, saltó al cuel­lo del toro, infringién­dole sev­eras heri­das que traspasa­ban ambas capas de la piel, quien con incon­ta­bles y deses­per­adas sacu­d­i­das, arro­jó una vez más al feli­no con­tra una de las puer­tas de la jaula, y acometién­dole allí con ímpetu ter­ri­ble, destrozó la puer­ta que tuvo que ser inmedi­ata­mente reforza­da con largas bar­ras de acero para impedir que las bes­tias con­sigu­ier­an lib­er­arse de aquel fes­tín terrorífico.

 

San­gre, apues­tas y gri­tos embria­garon el dan­tesco esce­nario de la Hacien­da Tara­bana, en donde al poco rato de con­clu­i­do el even­to, se desplo­maría el toro a causa de las pro­fun­das heri­das provo­cadas por los agu­dos dientes y afi­ladas gar­ras del furti­vo tigre mari­posa de Tere­paima. Ambos ani­males sucumbieron con la pues­ta del sol.

Aquel due­lo fatal con­cluiría en un poco menos de media hora, prác­ti­ca que se repli­caría en los años 50, en el Cine Cir­co Are­nas de Bar­quisime­to, con otros ejem­plares donde tam­bién vencerían otros toros que quedaron muy mal­heri­dos iner­mes en la arena.

Acon­te­ció que el tigre vis­i­ble­mente encres­pa­do, no se aco­bardó ni por un segun­do. Colec­ción Fotote­ca de Barquisimeto

Fueron acon­tec­imien­tos atro­ces y espan­tosos, tan­to los de Tara­bana como los del Are­nas de Bar­quisime­to y el Esta­dio Olímpi­co de Bar­quisime­to que, por ser una novedad, mar­caron un hito y se con­virtieron en his­to­ria, esa que por suerte podemos relatar con el firme com­pro­miso de no repe­tir­los por respeto a la vida sil­vestre. Obvi­a­mente eran otros tiem­pos, sin áni­mos de justificarlos.

Sus pro­mo­tores, los her­manos Yepes Gil, no repi­tieron nun­ca más el triste espec­tácu­lo, por el con­trario, en el caso especí­fi­co de don Daniel, su hacien­da El Moli­no, la con­vir­tió en una reser­va ecológ­i­ca de nuevas especies traí­das des­de todos los pun­tos car­di­nales de la Améri­ca, Europa y África.

Fotos: Due­lo del Toro y el tigre en Esta­dio Olímpi­co de Bar­quisime­to. Colec­ción de Fun­dación Fotote­ca de Barquisimeto


Fuente: Entre­vista a los her­manos Pad­ua. Febrero de 2009. Pub­li­cación de www.CorreodeLara.com

CorreodeLara

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