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Betancourt, político de nación

Ángel Rafael Lombardi Boscán
Director del Centro de Estudios Históricos de la Universidad del Zulia
@lombardiboscan

En un país cuya memo­ria es ende­ble y sin com­pro­misos. En un país cuya dinámi­ca social se ha vis­to trasto­ca­da por una vol­un­tad fér­rea de poder. En un país que demuele sin arrepen­timien­tos estat­uas y el recuer­do pos­i­ti­vo de nue­stros próceres civiles: ter­mi­na sien­do un país con­de­na­do al infor­tu­nio. Y si a esto le agreg­amos la pobreza que envilece, y una vio­len­cia social que nos hace involu­cionar al medio­e­vo, jun­to a insti­tu­ciones secuestradas donde campea la impunidad admin­is­tra­ti­va en el mane­jo pul­cro de los recur­sos públi­cos, el cuadro, es cuan­do menos, de tier­ra arrasada.

 

 


Foto inédi­ta de Rómu­lo Betan­court, en el jardín de su casa en Cara­cas, acom­paña­do de su per­ro, fuman­do su pipa. 1961

 

 

 

 

 

Los temas de los his­to­ri­adores siem­pre son con­tem­porá­neos y están puestos en el ojo del huracán del momen­to. Ante la deca­den­cia de AD y COPEI en la déca­da de los 90 del siglo pasa­do, las biografías “reivin­dica­ti­vas” de Juan Vicente Gómez no se hicieron esper­ar. Sin quer­er que­rien­do, muchos muy buenos his­to­ri­adores, entre ellos Tomás Polan­co Alcán­tara y has­ta el mis­mísi­mo Manuel Caballero, envi­a­ban un men­saje a una sociedad despre­veni­da y ávi­da de orden y paz. El “gen­darme nece­sario” renacía en el sub­con­sciente de una colec­tivi­dad acos­tum­bra­da, des­de los tiem­pos colo­niales, a recla­mar por un gob­ier­no de fuerza.

Rómu­lo Betan­court ponien­do la piedra inau­gur­al de la población San­to Tomé de Guayana, 1961. Archi­vo Fotografía Urbana

Hoy, por el con­trario, luego de los estra­gos ocur­ri­dos en éstas dos décadas per­di­das y con el país cal­ci­na­do, renace la necesi­dad de encon­trar en nue­stro pasa­do situa­ciones y hom­bres pos­i­tivos para una democ­ra­cia fun­da­men­ta­da en la decen­cia. Y es así que ten­emos la obra de Manuel Caballero: Rómu­lo Betan­court, políti­co de nación (2004). 

Caballero, estu­dia al diri­gente ade­co des­de una posi­ción de admiración y respeto. Es más, le con­sid­era el ver­dadero fun­dador de la democ­ra­cia vene­zolana, ya que fue el primero en enten­der que la toma del poder es un hecho cir­cun­stan­cial donde los actores políti­cos, a través de los par­tidos orga­ni­za­dos, se inter­cam­bian y com­parten las respon­s­abil­i­dades de Estado.

Betan­court impone una visión mod­er­na e inédi­ta alrede­dor del poder, cuan­do la orga­ni­zación políti­ca que fundó, Acción Democráti­ca, cede el poder pací­fi­ca­mente a sus rivales. Con todo y las desvia­ciones ocur­ri­das, el vene­zolano de a pie, se acos­tum­bró a que los Pres­i­dentes, por muy poderosos que fue­sen, tenían que aban­donar el poder al fin de los respec­tivos mandatos.

Y nada de ata­jos legal­is­tas y aten­ta­dos a la Con­sti­tu­ción vigente para alter­ar las reglas de juego. A los mil­itares, eter­nos con­fab­u­ladores, se les puso en el redil a través de la pro­fe­sion­al­ización y el acatamien­to a los poderes civiles.

La lucha con­tra la malver­sación de los fon­dos públi­cos, dejó de lado la retóri­ca, sien­do Betan­court fiel ejem­p­lo de ello al reba­jar­le los suel­dos a todos los fun­cionar­ios públi­cos, inclu­i­do él mis­mo, e impon­er una políti­ca de aus­teri­dad, algo nun­ca vis­to en nues­tra historia.

Jun­to con Juan Pablo Pérez Alfon­zo, con­tribuyó a la creación de la OPEP y se avanzó como nun­ca hacia una políti­ca petrol­era más nacional­ista, que hizo de Venezuela, con el tran­scur­rir del tiem­po, uno de los país­es más ricos del orbe.

Y más luego ten­emos a Betan­court, asum­ien­do fun­ciones de Esta­do bajo el acom­pañamien­to de grandes hom­bres, autén­ti­cos estadis­tas, como Luis Bel­trán Pri­eto Figueroa, Rafael Caldera, Juan Pablo Pérez Alfon­zo, Gus­ta­vo Macha­do, Jóvi­to Vil­lal­ba y tan­tos otros.

Hoy día los vene­zolanos que seguimos apo­s­tan­do por una democ­ra­cia inclu­si­va y próspera, tol­er­ante del adver­sario políti­co, y respetu­osa de la legal­i­dad, aso­mamos a Betan­court como un políti­co de nación dig­no de recordar.

CorreodeLara

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