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Carlos del Pozo y Sucre, el primer científico venezolano

Fabian Capecchi
Escritor y publicista
fabian.capecchi@gmail.com

Es menester que cualquier persona estudiosa o apegada a los descubrimientos científicos en Venezuela, sea considerado un “loquito”o chiflado y su trabajo regularmente es ignorado. Pero gracias a la admiración que dejó en el ilustre sabio alemán Alejandro von Humboldt, sabemos de la vida de Carlos del Pozo y Sucre, científico autodidacta, pionero en el estudio de la electricidad en Venezuela


En 1876 un exhaus­to via­jero alemán lla­ma­do Carl Sachs obser­va curioso en las afueras de la ciu­dad de Cal­abo­zo, una especie de parar­rayos colo­ca­dos en lo alto de unos postes de madera conec­ta­dos a tier­ra con grue­sas cade­nas de hierro.

¿Quién lo con­struyó, cómo y por qué? 

Pre­cisa­mente esas respues­tas era lo que venía bus­can­do este médi­co alemán, quien via­jó des­de muy lejos para com­pro­bar lo escrito casi 80 años antes por el sabio Ale­jan­dro von Hum­boldt cuan­do estu­vo en Venezuela. Así que volva­mos atrás, mucho más atrás, has­ta mar­zo de 1800, donde comien­za esta intere­sante historia.

Una car­a­vana de sedi­en­tas bes­tias cruza el llano guariqueño. Bajo la som­bra de un tamarindo recu­peran­do el resuel­lo, deslum­bra­dos con el amar­il­lo inten­so de los araguaneyes en flor desta­can dos europeos. Se tra­ta del sabio alemán Ale­jan­dro von Hum­boldt y el botáni­co francés Aimé Bon­pland, quienes arrib­aron a Venezuela en julio del año ante­ri­or como primera eta­pa de un via­je cien­tí­fi­co a Suramérica. 

Mar­avil­la­dos con la belleza de la lla­nu­ra, los ani­males y las plan­tas, los cansa­dos via­jeros cubier­tos de pol­vo alcan­zan la vil­la de Cal­abo­zo, impor­tante cen­tro ganadero del cen­tro de aque­l­la Venezuela preindependentista.

Arreo de gana­do en el llano vene­zolano vis­to por el pin­tor británi­co Robert Ker Porter

Car­los del Pozo fue el primer científico

Hum­boldt tenía interés por vis­i­tar en Cal­abo­zo a un per­son­aje del cual había escucha­do a lo largo del camino des­de Cara­cas. Car­los del Pozo y Sucre se llam­a­ba, era un hom­bre alto, blan­co, del­ga­do, de pier­nas fla­cas y ras­gos finos, a quien Hum­boldt en sus escritos se refiere como: “estimable e inge­nioso sujeto”.

Car­los del Pozo y Sucre fue un estu­dioso de aque­l­la cien­cia mis­te­riosa descono­ci­da para entonces lla­ma­da elec­t­ri­ci­dad. Sin más recur­sos que dos libros que por algún camino mis­te­rioso lle­garon a sus manos: Ele­men­tos de Físi­ca teóri­ca y Exper­i­men­tal de Joseph-Aig­nan Sigaud de Lafond (1787) y Memo­rias de Ben­jamín Franklin (1753), con los cuales con­struyó un impre­sio­n­ante y muy com­ple­to lab­o­ra­to­rio cien­tí­fi­co, así como una máquina eléc­tri­ca de grandes dis­cos, elec­tró­foros, baterías y elec­trómet­ros para realizar exper­i­men­tos con electricidad.

La impre­sión de Ale­jan­dro Hum­boldt fue muy grande. Al obser­var que casi prác­ti­ca­mente todos los equipos del lab­o­ra­to­rio, fueron fab­ri­ca­dos arte­sanal­mente por el pro­pio del Pozo, y guard­a­ban una increíble simil­i­tud con los uti­liza­dos por Hum­boldt y los cien­tí­fi­cos europeos

Recor­damos que para ese entonces los des­cubrim­ien­tos de Ale­jan­dro Vol­ta, Luis Gal­vani, Charles Augustin- Coulombe o Ben­jamín Franklin, eran tan poco cono­ci­dos y lejanos como la propia Europa, lo que le imprime aún mucho mas val­or al tra­ba­jo de este inves­ti­gador auto­di­dac­ta guariqueño.

Descar­gas eléc­tri­c­as en el Cata­tum­bo, Edo. Zulia. Foto: Fer­nan­do Flores

El llano, un lab­o­ra­to­rio al aire libre

Alrede­dor de la vil­la de Cal­abo­zo, eran muy cono­ci­dos sus exper­i­men­tos con parar­rayos para desviar aque­l­las inmen­sas descar­gas eléc­tri­c­as que baja­ban del cielo y ful­mina­ban edi­fi­ca­ciones, árboles, vacas o per­sonas cuan­do se desa­ta­ba una tor­men­ta. Según var­ios tes­ti­mo­nios estos parar­rayos per­manecieron en su sitio has­ta bas­tante después de la guer­ra de Inde­pen­den­cia, así lo con­fir­mó el alemán Carl Sachs en 1876, pero de su lab­o­ra­to­rio, notas o instru­men­tos no quedó ningún rastro.

Parar­rayos antiguo de hier­ro y cobre uti­liza­do en el siglo XIX

Del Pozo tam­bién dis­eñó y con­struyó una serie de canales para evi­tar que las cre­ci­das ane­garan la vil­la de Cal­abo­zo. Es decir, el primer alcan­tar­il­la­do de la ciu­dad. Has­ta la lejana cap­i­tal lle­garon las his­to­rias de estos acue­duc­tos y alguien, a quien por supuesto no le hicieron caso, pro­pu­so que Car­los del Pozo fuese traí­do a Cara­cas para con­stru­ir esos canales de agua.

Hum­boldt mar­avil­la­do, con­ver­só larga­mente con el cien­tí­fi­co vene­zolano, quien se mostró encan­ta­do de poder com­par­tir sus avances con alguien que entendía la mecáni­ca de sus exper­i­men­tos. Asimis­mo, los europeos le mostraron con su equipo los efec­tos de la elec­t­ri­ci­dad, al aplicar el con­tac­to de met­ales het­erogé­neos sobre los nervios de las ranas.

Tam­bién acom­pañó a los dos via­jeros has­ta un lugar cer­cano, donde pres­en­cia­ron la cap­tura de var­ios tem­bladores por parte de la gente de la zona. Pues Hum­boldt esta­ba muy intri­ga­do sobre este pez llanero famoso por su mor­tales descar­gas eléctricas.

Car­los del Pozo y Sucre goz­a­ba de gran admiración y respeto entre sus paisanos, pues además de ser muy inteligente tuvo fama de ser un fun­cionario a toda prue­ba del gob­ier­no español. Ejer­ció la Judi­catu­ra inte­ri­na en Cal­abo­zo, resolvien­do asun­tos como el robo de gana­do, enjui­cian­do a mal­he­chores y malan­drines, e inclu­so resolvien­do asun­tos de adul­te­rio. Tam­bién era el encar­ga­do de cuidar las con­tribu­ciones prove­nientes de la pro­duc­ción y ven­ta del taba­co que iban a la corona. 

Anguila eléc­tri­ca o tem­blador, que vive en los llanos de Venezuela. Wikipedia. OLYMPUS DIGITAL CAMERA

 Bor­ra­do de la historia

¿Por qué razón Car­los del Pozo y sus estu­dios desa­parecieron total­mente de nues­tra his­to­ria? Prob­a­ble­mente obe­dece a dos razones muy sim­ples. La primera es que fal­l­e­ció a medi­a­dos de 1814, en ple­na guer­ra de inde­pen­den­cia, y Cal­abo­zo cam­bió de manos varias veces. La segun­da es que como fue fun­cionario del gob­ier­no español y par­tidario de la causa real­ista, su nom­bre fue bor­ra­do por quienes escriben la his­to­ria, es decir, los vencedores.

Poca o nula impor­tan­cia le han asig­na­do nue­stros his­to­ri­adores a per­son­ajes pio­neros en las cien­cias, que han tra­ba­ja­do sin recur­sos, apoyo y en medio de la burla de sus pro­pios com­pa­tri­o­tas. Pre­firien­do a los guer­reros, batal­las y haz­a­ñas militares.

Sir­van estas letras como hom­e­na­je a quien fue nue­stro primer cien­tí­fi­co y a todos aque­l­los vene­zolanos quienes han inten­ta­do avan­zar a pesar de todo, y lo siguen hacien­do ter­ca­mente, una y otra vez. 

Ilus­tración de la por­ta­da: Ale­jan­dro von Hum­boldt y Aimé Bonpland

Fuentes con­sul­tadas:
von Hum­boldt, Ale­jan­dro. Via­je a las regiones equinoc­ciales del nue­vo con­ti­nente. París, 1826.

Bifano, José Luis. Inven­tos, inven­tores e inven­ciones del Siglo XIX vene­zolano. Cara­cas, 2001

Cabral, Gre­go­ria y Escalona Toro, Orlan­do Ben­i­to. Senderos Pedagógi­cos. http://senderospedagogicos.blogspot.com/p/blog-page_7.html

 

CorreodeLara

Esᴛᴀ́ ᴜsᴛᴇᴅ, ᴅɪsᴛɪɴɢᴜɪᴅᴏ ʟᴇᴄᴛᴏʀ, ᴇɴ ᴛᴇʀʀɪᴛᴏʀɪᴏ ᴅᴇ ʜɪsᴛᴏʀɪᴀ, ᴅᴇ ʜᴏᴍʙʀᴇs ᴄɪᴠɪʟɪsᴛᴀs, ʏ sᴏʙʀᴇ ᴛᴏᴅᴏ, ᴅᴇ ɢʀᴀɴᴅᴇs ᴀᴄᴏɴᴛᴇᴄɪᴍɪᴇɴᴛᴏs ϙᴜᴇ ᴍᴀʀᴄᴀʀᴏɴ ᴜɴ ʜɪᴛo

3 comentarios en «Carlos del Pozo y Sucre, el primer científico venezolano»

  • Agrade­ci­da por esta pub­li­cación tan mere­ci­da hacia el per­son­aje a la cual hace ref­er­en­cia. Me ha servi­do para una inves­ti­gación que inten­to cul­mi­nar den­tro de poco.

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    • Nos ale­gra muchísi­mo y, te reit­er­amos nues­tra grat­i­tud por tomarte el tiem­po para escribirnos. Cuian­do la ten­gas cul­mi­na­da esta­mos a tu com­ple­ta dis­posi­ción para pub­li­cartela en este espa­cio. Éxitos

      Respuesta
    • Isabel

      Me com­place mucho que te haya gus­ta­do, y estás tra­ba­jan­do para ampli­ar­la. Me encan­taría dar­le seguimien­to a tu tra­ba­jo. Muchas gracias.

      Fabián Capec­chi

      Respuesta

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