Cuando el cólera azotó a Venezuela
Luis Alberto Perozo Padua
Periodista
Extra…
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el Cólera invade Asia y Estados Unidos!
Fue el titular que debían leer los vecinos de la Caracas de 1849. Sin embargo el presidente José Tadeo Monagas, dio instrucciones precisas para que el asunto no se divulgara y así evitar el pánico en la población.
Ya para aquel año, la epidemia había recorrido desde Canadá hacia el sur, alojándose en el continente suramericano con mayor énfasis, pero no sin antes aterrorizar a los Estados Unidos, en donde cobró centenares de víctimas. Los primeros registros hablan de la epidemia de cólera en Venezuela en 1832. La prensa había publicado notas acerca de la enfermedad y los modos de combatirla.
La Gaceta de Barquisimeto, publicó en 1849, un trabajo con el nombre de Instrucción Popular, que había circulado en 1832, indicando medidas preventivas de higiene pública y otras recomendaciones para el caso de que la enfermedad llegara a Venezuela. El folleto había sido preparado por el Dr. José María Vargas con informaciones suministradas por el cónsul inglés Ker Porter.
El periódico en cuestión hace mención sobre los síntomas de la penosa enfermedad: alteración de la cara, incomodidad de la cabeza, sordera incipiente, laxitud, ardor en la boca del estómago, retortijones, cólicos pasajeros, escalofríos, despelazos, para lo cual se recomendaba conservar la calma, buena ventilación de las viviendas, pocas personas en una sola habitación, vasija de agua con cloruro de cal o soda en los dormitorios, mantener limpios recipientes, cañerías, pozos sépticos, lavaderos, albañales, depósitos y desagües.
La epidemia del cólera llegó a Venezuela, a través de la isla de Margarita el 13 de septiembre de 1854
El periódico también acentuaba que “para evitar el contagio y la propagación del cólera, era menester sacar rápidamente la basura de las casas; usar un ceñidor de lana alrededor del vientre, chaleco de franela pegado a la cutis y el escarpín de lana…, bañarse con agua tibia y por poco tiempo; friccionar el cuerpo mañana y noche con brandy o ron mezclado con vinagre, mostaza, alcanfor, ajo molido, expuestos al sol en una botella por tres días. Los alimentos deben estar bien cocidos”.
En cuanto al cuidado del enfermo la Gaceta de Barquisimeto advertía que debían permanecer abrigados y con ropas de lana; pasar hierros calientes sobre las frazadas en el estómago, corazón y pies; poner cataplasmas tibias de harina, pimienta y mostaza en el vientre y espinazo; botellas de agua, saquillos de ceniza o arena caliente en los pies; baños de vapor con alcanfor y vinagre derramados sobre ladrillos calientes; tomar infusiones de sauco, agua de amonía anisada, o yerbabuena cada media hora; tomar carbonato de soda, oximuriato de potasa y sal común”.
Subraya el rotativo que para no padecer la enfermedad, imperaba a los vecinos: “recogerse temprano y no pasar una parte de la noche particularmente si es fría y húmeda en partidas de juego, o entregados a los excesos de comer y beber; mantenerse activo en el trabajo aunque sin abusar del tiempo dedicado al mismo”, y evitar el uso de licores pues estaba comprobado que los aficionados al alcohol eran las primeras víctimas del cólera; igualmente era fatal el licor en ayunas.
El flagelo no llegó a Venezuela ese año de 1849, ni en los años subsiguientes, pero en abril de 1850 la Junta de Sanidad solicitó ayuda para prevenir que el cólera azotara la ciudad, por tal motivo el gobernador de la provincia de Barquisimeto, Nicolás Martínez presentó al Poder Legislativo local, “un expediente documentado sobre la muerte de Ceferino Mendoza que se dice fue del Cólera Morbo”.
Simón Planas alerta sobre la peste
El gobernador Martín María Aguinagalde, en su mensaje a la Diputación Provincial, en 1851, habló de una peste que afectó a mucha gente de Barquisimeto y Carora, mencionándola como la peste: “no me iré sin verte”, que según dijo era “transitoria y aunque mortal, curable con remedios de casa”. Para 1853 se documentan epidemias de fiebre amarilla y vómito prieto en algunas provincias del país.
Para setiembre de 1854, la población de Barquisimeto está en estado de alarma. Simón Planas, ministro de Interior y Justicia, quien había nacido en Cabudare, alertó a los gobernadores acerca de los estragos que estaba causando la epidemia en Estados Unidos y Trinidad. “Nos urge la necesidad de tomar medidas para evitarla”, les comunicó sugiriéndoles además que por la cercanía de Trinidad, Venezuela se hallaba “en inminente peligro”.
Sin embargo, algunas provincias ya empezaban a sufrir de otras virulencias como la viruela infligiendo estragos en varios cantones de la provincia de Barquisimeto, información que consignó el gobernador interino, el 28 de septiembre, solicitando ayuda al gobierno nacional.
Las inferencias de Planas se hicieron realidad el 13 de septiembre de 1854, cuando el cólera, finalmente invadió a Margarita, pasó a Güiria y el 20 de noviembre tocó Guayana, según noticias del Despacho de Interior y Justicia que ordenaba a los gobernadores redoblar las medidas, no para impedir la epidemia, sino para contrarrestarla.
La muerte tocó a Barquisimeto
De Guayana el cólera se extendió a Barlovento y atacó Caracas a principios de junio. En Aragua y La Guaira se presentó en agosto. El 17 de diciembre de 1855, la peste se declara en Barquisimeto con la muerte de Josefa Ramos, hermana de próceres y esposa del comandante Perfecto Giménez. De allí en adelante, las calles se llenarán de cadáveres y los entierros en fosas comunes serán lo más común y dramático para una población extenuada por la mortal epidemia.
Los primeros días de ese mes, el gobernador de Barquisimeto, general Zabulón Valverde, informó al Gobierno Nacional que el primer caso de cólera en la ciudad se había registrado en la guarnición del cuartel, no obstante, antes ya se habían presentado casos pero fueron silenciados para no generar pánico. “Al poco tiempo la ciudad se convirtió en un hospital y la muerte se cernía en todos los hogares, desde el más rico hasta el más pobre, y atacando todas las gerarquiías (sic) desde el gobernador, que sufrió la enfermedad hasta el más humilde ciudadano”.
Entre el 3 de noviembre de 1855 y el 23 de agosto de 1856, en el Cantón capital habían ocurrido 807 defunciones, de las cuales 633 correspondían a Barquisimeto, el resto: 17 en Bobare, 51 en Duaca, 63 en Santa Rosa, 26 en Las Veritas, 1 en Algaride, 46 en Cerritos Blancos, faltando las estadísticas de otros caseríos cuyos cuerpos se sepultaban sin dejar rastros por temor al contagio.
El 21 de enero de 1856, el gobernador destacó médicos dotados con medicinas en El Tocuyo, Quíbor y Carora, donde la peste arremetía sin piedad. Se les otorgó un pago mensual de 30 pesos. Cabudare y Los Rastrojos se infectaron a mediados de diciembre de 1855 y en abril del 56, el cólera llegó a Siquisique, último pueblo de la zona en contraer la epidemia.
Cuando la peste contagió a Caracas, fue sacada en procesión la imagen de Santa Rosalía, protectora de las epidemias, con una nutrida representación del clero y las cofradías. Frente a la imagen caminó ‑en dirección a la catedral‑, el obispo Mariano de Talavera. Allí, la epidemia cobró miles de víctimas.
En Barquisimeto, ante la desesperación del pueblo que se veía diezmado por la peste, el presbítero de la iglesia de la Concepción, José Macario Yépez, hombre público y querido por su encendido discurso en el Congreso Nacional como diputado en defensa del pueblo, convocó una rogativa para aplacar el mal, y fueron traídas al sitio histórico de Tierritas Blancas, imágenes religiosas, entre ellas la Divina Pastora de Santa Rosa del Cerrito.
Fotos: Colección Carlos Guerra Brandt, cronista de la fotografía
Fuente: Ramón Querales. 1855: el cólera en Barquisimeto. Antecedentes. Diario EL IMPULSO Enero de 2014
María Matilde Suárez/Carmen Bethencourt. Historia de una devoción. La Divina Pastora, Patrona de Barquisimeto. Barquisimeto 2005