Cuando “suicidaron” a Joaquín Mariño
Luis Heraclio Medina Canelón
M.C. de la Academia de Historia del estado Carabobo
Cuando a las dictaduras les conviene eliminar a un ciudadano, bien sea para que no hable, o para que no continúe con las actividades que perjudican a la tiranía, no les conviene un asesinato evidente, sino que optan por simular un accidente, una enfermedad o un suicidio.
A principios de los 30s el estado Carabobo estaba gobernado por el peor de los sátrapas que han mancillado el capitolio: Santos Matute Gómez, primo hermano del dictador Juan Vicente Gómez. En esos tiempos no existía la CANTV, sino que el servicio telefónico era prestado por una empresa privada extranjera, la cual aunque ofrecía un servicio muy malo cobraba altas sumas por el servicio, lo que tenía molesta a la ciudadanía, pero especialmente al comercio.
A todas estas, dos hermanos, los Mariño, propietarios del “Cine Mundial” y de un pequeño periódico del mismo nombre iniciaron por medio de su impreso una campaña de protesta en contra de la empresa de telecomunicaciones. En aquellos tiempos de absoluta represión a la libertad de expresión era impensable protestar en contra del gobierno, porque irremediablemente se terminaba preso, pero aquellos empresarios vieron una válvula de escape a las frustraciones generales en la protesta escrita contra la Telefónica.
Pero luego de varios días de editoriales en contra del mal funcionamiento de los teléfonos, Santos Matute Gómez, ordenó a uno de sus esbirros, el coronel Esteban Fontiveros actuar contra el periódico o lo que es lo mismo, contra sus propietarios.
Entonces, grupo de esbirros, llamados en esos tiempos chácharos, entraron violentamente en la casa de Joaquín Mariño, el menor de los hermanos, quien cenaba con su familia y se lo llevaron a golpes al cuartel de policía, que en esos tiempos quedaba en la Casa Páez.
Joaquín Mariño, aparte de honorable empresario de cine e imprenta, era tataranieto del prócer de la independencia Santiago Mariño, quien se había casado en esta ciudad con la linajuda dama valenciana María Teresa Malpica. Era directivo de la Cámara de Comercio y conocido como ferviente católico que había tenido participación activa en las festividades de años antes con motivo de la coronación de la Virgen del Socorro.
Al día siguiente el gobierno anunció que Joaquín había muerto luego de ahorcarse en su celda con los cordones de sus zapatos. El cadáver fue sacado velozmente en la camioneta de la policía y llevado al Hospital, de donde fue entregado a la familia en una urna sellada, con instrucciones de no abrirla. Por otra parte, se le informó al obispo Montes de Oca, amigo de la familia, que por tratarse de un suicidio no se le podían hacer oficios fúnebres religiosos. Para rematar el gobierno alegó que Mariño había sido detenido por imprimir propaganda comunista.
Toda Valencia entró en estupor. Acusar de comunista al conservador empresario, conocido por todos era un absurdo y más absurdo señalarlo de suicida.
La policía impuso varios esbirros a los costados del féretro en la casa del difunto, para asegurar que nadie abriera la urna. Pero al filo de la madrugada, doña Eladia Pelayo, junto con otros amigos, en un descuido de los “chácharos” que fueron a buscar café, abrió el féretro y con horror pudo observar el cuerpo que presentaba las más horribles torturas en toda su humanidad, que fueron las que le causaron la muerte, lo que al poco tiempo fue conocido por toda la ciudad.
Monseñor Montes de Oca, desafiando a los asesinos, no sólo ofició el funeral, sino que ofició los ritos más pomposos que se pueden hacer a un católico, en desagravio a la memoria de Mariño.
El cortejo fúnebre fue el más concurrido que se había hecho en Valencia hasta el momento, sólo superado años después, por el entierro del propio obispo Montes de Oca.
Tiempo después, las autoridades gomecistas le cobrarían al obispo su desafío.