Días de mercado en Barquisimeto
Omar Garmendia
Cronista y escritor
El abastecimiento de productos alimenticios, como la actividad más importante del diario vivir, se materializa en el mercado y la bodega o pulpería. La actividad comercial va de acuerdo con la laboriosidad de la población y la venta al pregón se hace en las calles de la ciudad. Los productos que se venden llegan de los campos cercanos en su mayoría. También se venden objetos y artesanías elaborados en la propia ciudad o de los aledaños.
La Plaza Mayor de la ciudad representaba el centro físico y cívico de la ciudad y desde la época de las Ordenanzas del rey Felipe II en 1573 era en donde se efectuaban las ceremonias ciudadanas y reales, fiestas, torneos de a caballo, reuniones de vecinos, así como también el mercado, sitio asumido para el intercambio comercial entre productores y consumidores.
En Barquisimeto, en la época colonial, existía el más antiguo mercado semanal en la ciudad que se efectuaba los domingos en los portales de la Plaza Mayor, como lo afirma Gumersindo Giménez en su obra Plano histórico de la ciudad de Barquisimeto, publicado en 1877: “En la esquina N‑O de la Plaza Bolívar existió una garita construida en 1826 para colocar un centinela.

En la parte sur, el E de la torre, existió una galería que sirvió de mercado por muchos años (Lameda, I.E. (1964). El primer mercado de la ciudad funcionaba en el terreno de la Plaza Mayor, ubicado en ese entonces al costado sur de la iglesia de la Inmaculada Concepción.
De acuerdo con el cronista Ramón Querales (2010: 118–119), desde 1832 se habían expedido ordenanzas por parte de la Diputación Provincial de Barquisimeto con el fin de crear mercados públicos para la venta de productos destinados a la alimentación de la población. Ya existían mercados de venta de carne por el barrio de Altagracia y San Juan.
Uno de los mercados al que se hace referencia es el llamado de los Portales o de las Canastillas, en sustitución al de las coloniales galerías de la Plaza Mayor, destruidas durante el terremoto de 1812, Dicho mercado de los Portales fue construido entre 1832 y 1841, a instancias del doctor Juan de Dios Ponte, gobernador de la provincia de Barquisimeto y ubicado en la esquina noreste de la actual carrera 18 con la calle 25 (Ayacucho y Concepción, respectivamente), por lo que también uno de los antiguos nombres que se daba a esta última vía era Calle del Mercado. Se le llamaba de las “canastillas”, pues así se les nombraba a los espacios que ocupaban los comerciantes para expender sus productos.
Este mercado y sus portales estuvo funcionando hasta 1883 cuando Barquisimeto experimenta un gran adelanto al construirse el Mercado Público (llamado de las 100 puertas) por parte de Jacinto Fabricio Lara. Este mercado abarcaba una buena parte de la manzana al lado este de la plaza Concepción (hoy Bolívar) y demolido 67 años después, en 1952, para dar paso al actual Edificio Nacional.
El mercado quedaba lejos
La gente se quejaba porque el mercado estaba construido en el más inadecuado de los sitios, porque quienes vivían en la periferia, por la Estación, por Cruz Blanca o la Cochera, tenían que caminar una gran cantidad de cuadras para poder llegar al mercado. Esto era porque no estaba el mercado emplazado en el centro físico de la población, adonde se llegaba desde razonables distancias más o menos equidistantes. Los consumidores también alegaban que los productos que allí se expendían eran de muy mala calidad y de altos precios, tal como lo denunciaba el periódico “El Teléfono” de 1890 en relación con el expendio de carnes: “Era mala, increíblemente mala, flaca, de mal gusto, de mal color y subido precio” (Contento, J. 2009).
Para esa época estaba permitida la venta de carne en las bodegas y pulperías, por lo que se explica que las personas prefirieran comprar este comestible y otros artículos en la pulpería más cercana, antes que caminar unas cuantas cuadras para dirigirse al mercado.
De esta manera, el mercado se fue quedando sin compradores, comenzando la decadencia del mismo, casi desde el momento mismo de su fundación. Los comerciantes que ocupaban las áreas del edificio del mercado, se fueron retirando y liquidando sus negocios, “iniciándose así el espectáculo de aquellas puertas eternamente cerradas, dormitorio de mendigos y revolotear de murciélagos” (Anzola, D. 1955). Ante esta realidad, el Concejo Municipal adopta una serie de medidas de tipo coercitivas para tratar de sacar al mercado de una bancarrota segura. Para esto se obligó en 1894 a los comerciantes de la ciudad y cerrar sus establecimientos en las horas de mercado y haciendo llevar a los vendedores con la policía a expender sus productos.
Nuevos mercados
Para 1936 se construyeron cuatro pequeños mercados distribuidos en áreas densamente pobladas. El Manteco, en la carrera 22 con calle 31; Altagracia, en la calle 20 con avenida 20; Bella Vista, en la carrera 18 con calle 38 y el mercadito Central, en la carrera 18 con calle 26 (Orellana, 1985: 66). Los espacios de estos mercados pronto se hicieron insuficientes con el crecimiento de la ciudad y por ende de la demanda de la población, por lo que se erigió en 1950–51 el mercado libre en el extremo sur de la ciudad, en la carrera 15 entre calles 30 y 31. Existen también el mercado San Juan y Terepaima.

Los expendios de provisiones, suministros y mercancías se encuentran ya esparcidos por toda la ciudad. Para 1879 había 87 bodegas y pulperías. La carne se consigue en los mercados municipales y en las 98 carnicerías autorizadas por la Unidad Sanitaria (Gormsen, 1965). En 1923 había 17 “pilones de maíz”, industrias de transformación ligadas con el comercio de víveres. La leña se trae de los campos a lomo de burro.
Aunado a esto, no ligado al ramo alimenticio propiamente, se encuentran 9 fábricas de chimó. Por influencia norteamericana llegaron los supermercados, la Coca Cola y la Pepsi Cola, junto con otras bebidas desde los campos petroleros y las primeras embotelladoras de refrescos Marbel en 1933 y Astor en 1938. En 1936 había 6 panaderías en todo el estado Lara, pero para 1956 ya existían 37, muchas de ellas en manos de extranjeros, portugueses principalmente. Algunas distribuyen el pan de trigo por medio de motocicletas con “side car” o compartimiento lateral.
Para 1965 ya había 1.350 bodegas, como tiendas sencillas y de dudosas condiciones higiénicas, solo se conseguían aquellos víveres de primera necesidad y artículos de uso diario como papelón, café, jabón, querosén y en algunas, leche fresca. Para el expendio de licores se requería de una licencia especial, pero los bodegueros muy hábilmente elaboraban el guarapo, bebida sin alcohol, con melaza diluida en agua, pero que con el pasar de los días fermentaba y se convertía en “guarapo fuerte”.
Se vende cocuy y aguardiente de caña, este último destilado en casi todas las haciendas de la región antes de la introducción de los estrictos controles estatales en los años 30. El ron y la cerveza aventajaron en ventas a las bebidas autóctonas, así como el whisky, llegado del extranjero, preferido por las clases pudientes. En 1965 había 10 destilerías autorizadas, situadas hacia la orilla sur de la ciudad y en el valle del río Turbio.
Las acemitas a tres por locha
En la década de los años 20 los huevos se venden de cinco a ocho por un real. El pernil delantero de chivo a 1,25 bolívares y a 1,75 el trasero, con costilla. Los mangos, como hay muchos árboles en los solares de las casas y los campos vecinos, se venden a ocho por un cuartillo (una locha). Se venden mamones, aguacates, cotoperices, cambures, semerucos, datos. Por la mañana va el pregonero vendiendo hortalizas. Para las 11 de la mañana aparecían los vendedores de dulces y amasijos. Se anuncian los pirulíes, animalitos o figuras de caramelo, ensartados con un palito a un tallo de maguey.
Había los panes de Tunja de los García, las acemitas de las Ramos, los bizcochos salados de las Arapé, frente a la casa del doctor Eliodoro Pineda, casi al comienzo del puente Bolívar. Don José Sanjuán García vende panes dulces en la esquina suroeste de la plaza Miranda (hoy Bolívar). Los azafates del amasijo y los dulces van cubiertos con una tela de paño muy blanca. Las acemitas se venden a tres por locha. Hay una gran variedad de granjerías tales como coquitos, suspiros, melindres, besitos, melcochitas, conservas de leche y de coco, rosquitas cubiertas de azúcar y papeloncitos de azúcar de diversos colores (Venegas, P., 1982).
REFERENCIAS
Anzola, D. El antiguo mercado de Barquisimeto. El Impulso, 28-06-1955.
Contento, J. (2009). Crónicas de trasnocho. [Documento en línea] Disponible: jcronicas.blogspot.com/2009 Consulta: 29-07-2019
Gormsen, E. (1965). Barquisimeto. Una ciudad mercantil en Venezuela. Caracas: Editorial Arte.
Lameda, I.E. Cosas de Barquisimeto que existieron donde hoy no están. El Impulso, 01-03-1964.
Orellana, F. (1985). Proceso histórico de Barquisimeto y sus gobernadores.1900–1984. Barquisimeto: Tipografía Orellana.
Querales, R. (2010). Reparaciones a la historiografía del estado Lara. Barquisimeto: Concultura.
Venegas, P. Pregones en las calles. El Universal, 19-11-1982.