Crónicas

Divina Pastora, una remota devoción que une a los venezolanos cada 14 de enero

Luis Alberto Perozo Padua
Periodista y cronista
luisperozop@hotmail.com
@LuisPerozoPadua

Durante los rezos pop­u­lares en las calles de la Sevil­la de 1703, el padre Isidoro aprovech­a­ba la ocasión para predicar en hon­or a la Vir­gen. Allí se ini­cia el cul­to a la Vir­gen Div­ina Pas­to­ra, según antigu­os pergaminos de cro­nistas de la época añeja.

Su inspiración tuvo ori­gen en un sueño o una visión, según los his­to­ri­adores, y cier­to día por la mañana, jun­to a un her­mano, con­trató a Miguel Alon­so de Tovar, recono­ci­do artista de la escuela pic­tóri­ca sevil­lana, para que le fab­ricara un lien­zo el cual plas­mó en detalles:

«En el cen­tro y bajo la som­bra de un árbol, la Vir­gen San­tísi­ma sedente en una peña, irra­dian­do de su ros­tro divi­no amor y ter­nu­ra. La túni­ca roja, pero cubier­to el bus­to has­ta las rodil­las, de blan­co pel­li­co, ceñi­do a la cin­tu­ra. Un man­to azul, ter­ci­a­do al hom­bro izquier­do, envolverá el con­torno de su cuer­po, y hacia el dere­cho, en las espal­das, lle­vará el som­brero pas­to­ril, y jun­to a la dies­tra apare­cerá el bácu­lo de su poderío. En la mano izquier­da sos­ten­drá unas rosas y posará la mano derecha sobre un cordero que se acoge hacia su rega­zo. Algu­nas ove­jas rodearán la Vir­gen, for­man­do su rebaño, y todas en sus boquitas lle­varán sendas rosas, sim­bóli­cas del Ave María con que la ven­er­an. En lon­tanan­za se verá una ove­ja extravi­a­da y persegui­da por el lobo –el ene­mi­go- emer­gente de una cue­va con afán de devo­rar­la, pero pro­nun­cia el Ave María, expre­sa­do por un rótu­lo de su boca, deman­dan­do aux­ilio; y apare­cerá el Arcán­gel San Miguel, bajan­do del cielo, con el escu­do pro­tec­tor y la flecha, que ha de hundir en el tes­tuz del lobo maldito. Todo lo cual, dicho con abso­lu­ta decisión, como el que bosque­ja algo que vis­lum­bró en lo más recón­di­to, como quien habla por inspiración divina.»

B de Ardales escribe que dos meses tardó el pin­tor en eje­cu­tar el lien­zo, al cual el padre Isidoro le colocó por títu­lo “Pas­to­ra Coro­n­a­da”, “Pas­to­ra Asump­ta”, “Pas­to­ra de Almas”.

El Dato

La ima­gen de la Div­ina Pas­to­ra, posi­ble­mente fue adquiri­da entre 1715 y 1724, en Sevil­la, España

Aprovechan­do la fies­ta de la Nativi­dad de la Vir­gen, Isidoro sacó a la pro­ce­sión de Sevil­la el lien­zo mon­ta­do en un estandarte realza­do con guir­nal­das de flo­res y cintas.

La Vir­gen Pas­to­ra de Almas con su nue­vo atavío sal­ió de la igle­sia de San Gil pre­ce­di­da de una cruz alum­bra­da con faroles y dos filas de hom­bres que mar­ca­ban el paso. El clero la rode­a­ba y detrás iban los músi­cos y el coro de mujeres. La pro­ce­sión llegó a la Alame­da de Hér­cules reple­ta de gente.

“Fue acogi­da, primero con desagra­do, después con cier­ta burla y al fin con admiración al ver la ima­gen de María San­tísi­ma, que cualquiera que la mira, como poderoso imán, le arreba­ta el corazón”, apun­ta Ardales.

Adquiri­da en Sevilla

Los con­quis­ta­dores y misioneros fueron los primeros en traer de España imá­genes sagradas para las dis­tin­tas advo­ca­ciones, con diver­sos propósi­tos, uno de los cuales eran las paci­fi­ca­ciones, prác­ti­ca sus­ten­ta­da en el orde­namien­to jurídi­co vigente “… con el empeño impor­tar tal­las para dotar a las igle­sias y fomen­tar los cultos”. 

La ima­gen de la Div­ina Pas­to­ra, posi­ble­mente fue adquiri­da entre 1715 y 1724, traí­da de Sevil­la, España, porque en esos años la propa­gación del apos­to­la­do pas­to­ril de la Vir­gen se encon­tra­ba en ple­na expan­sión y se acos­tum­bra­ba a impor­tar las imá­genes religiosas.

Pro­ce­sión de la Div­ina Pas­to­ra en 1952

En una caja de madera

Según descrip­ción de la tal­la, la Div­ina Pas­to­ra es una ima­gen de vestir, artic­u­la­da, con apari­en­cia de maniquí. La cara, las manos y los pies tal­la­dos en madera están recu­bier­tos de yeso y pin­ta­dos. Los bra­zos y las pier­nas son lis­tones de madera col­ore­a­d­os de azul. Las artic­u­la­ciones están suje­tas con clavos y el tor­so tam­bién es de madera.

La ima­gen lle­va una larga cabellera, en sus ini­cios era liso y luego fue reem­plaza­do por una cabellera ondu­la­da. El ves­tu­ario es com­ple­to y se cam­bia en cada pere­gri­nación; este le da una expre­sión muy her­mosa y nat­ur­al. Existe la hipóte­sis que la ima­gen llegó desar­ma­da en una caja de madera para facil­i­tar su trasla­do. Tra­jo por sep­a­ra­do la cabeza, los pies y las manos, y local­mente se hizo la armazón del cuer­po en madera.

Se quedó en San­ta Rosa

La tradi­ción bar­quisimetana que rodea la his­to­ria de la ven­er­a­da ima­gen desta­ca que, en 1740, el pár­ro­co de San­ta Rosa, Sebastián Bernal quiso para su igle­sia una ima­gen de la Inmac­u­la­da Con­cep­ción, y al mis­mo tiem­po el vic­ario del tem­p­lo de la Inmac­u­la­da Con­cep­ción, solic­itó una ima­gen de la Div­ina Pas­to­ra, “pero por designios de la Prov­i­den­cia”, al lle­gar los encar­gos en cajas de madera se inter­cam­biaron y el de la Pas­to­ra fue a parar a San­ta Rosa y el otro a la igle­sia de la Concepción.

Bernal con estu­por al comu­nicar lo suce­di­do, el Vic­ario de la Con­cep­ción se sor­prendió por el acon­tec­imien­to y con­sid­eró que la ima­gen debía quedarse en San­ta Rosa porque demostró ser ese su deseo. No existe has­ta el pre­sente prue­bas doc­u­men­tales que demuestren este hecho, pero el históri­co suce­so for­ma parte, como señalam­os, de una arraiga­da tradición.

Pro­ce­sion de la Div­ina Pas­to­ra del 14 de enero de1987. Cues­ta de San­ta Rosa

A la cin­co de la mañana

A par­tir del 14 de enero de 1856, “A las cin­co de la mañana sale de Bar­quisime­to una pere­gri­nación, a pie, has­ta San­ta Rosa, para traer en la tarde a su queri­da ima­gen de la Div­ina Pas­to­ra”, añade el antiguo cro­nista de Bar­quisime­to, Eliseo Soteldo.

“Ese día la ciu­dad se engalana para recibir­la. En las calles por donde ha de pasar, se lev­an­tan arcos tri­un­fales con pal­mas, flo­res y cin­tas celestes. Muchas per­sonas colo­can can­diles y bris­eras con cebo de ani­mal en las ven­tanas de sus casas para alum­brar, así como platil­los en donde quema­ban incien­so al pasar la Vir­gen. Los frentes de las casas eran dec­o­ra­dos con ban­der­ines blan­cos y azules, y muchas pal­mas”, asien­ta en sus cróni­cas Soteldo.

Coin­ci­den quienes han recogi­do las cróni­cas de la pro­ce­sión de la Div­ina Pas­to­ra que, des­de la víspera, se escuch­a­ban repiques de cam­panas en todos los tem­p­los para expre­sar la ale­gría de la población por tan digna visita.

La traslad­a­ban cubierta

El tam­bién cro­nista e his­to­ri­ador Rafael Domin­go Sil­va Uzcátegui detal­la que, durante las primeras pro­ce­siones, trasporta­ban la ima­gen en un pesa­do mesón, por lo que era nece­sario emplear 12 hom­bres, cada uno con tres rodetes de trapo sobre la cabeza para poder sopor­tar el peso.

Delante iban dos hom­bres más lev­an­tan­do el paño que cubría el mesón, a fin de que pudier­an ver el camino los car­gadores y les entrara aire fres­co. Siem­pre va un sac­er­dote a bus­car la ima­gen a San­ta Rosa, “y des­de que fue des­ig­na­do cura de Alt­a­gra­cia has­ta su muerte, lo hacía todos los años el pres­bítero Juan Fal­cón, quien reunía a la feli­gresía en la madru­ga­da de cada 14 de enero y ya a la cin­co se iban cam­i­nan­do has­ta San­ta Rosa. A mediodía salían de regre­so con la sagra­da ima­gen para estar a las cua­tro de la tarde en la entra­da de Bar­quisime­to, que entonces era una plazuela frente a la casa del señor Casimiro Casamay­or, muy devo­to de la Vir­gen”, el referi­do sitio es hoy la Plaza Macario Yépez.

Ima­gen de la Excel­sa Madre en 1925

Reg­is­tra el cro­nista, que has­ta ese sitio trían la ima­gen tapa­da con “un cubre pol­vo” para pro­te­gerla de la tier­ra del camino, y allí, en ese lugar, le colo­ca­ban al Niño Jesús en los bra­zos. “Al des­cubrir­la, el sac­er­dote enton­a­ba una Salve que acom­paña­ban en coro un grupo de can­tantes ensaya­dos por él”, acota.

Luego con­tinu­a­ba la pro­ce­sión has­ta la Cat­e­dral, que para entonces era el tem­p­lo de San Fran­cis­co de Asís, en donde recibían la ima­gen con inten­sos repiques de cam­panas y toda la solem­nidad y majes­tu­osi­dad que requiere un acto religioso.


Fuente: Eliseo Sotel­do. Cróni­cas de Bar­quisime­to 1801–1854. Edi­ciones de la Casa Lara de Cara­cas 1952
Rafael Domin­go Sil­va Uzcátegui. Bar­quisime­to, His­to­ria Pri­va­da. Cara­cas 1959
Dic­cionario de His­to­ria de Venezuela. Fun­dación Polar. Tomo A‑D

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