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Duaca está de luto

Alexander Cambero
Periodista, escritor y poeta

Ha muerto un patriarca. Un patrimonio civil hecho del barro del pueblo. Lo observamos impávido en su ataúd como regocijado del arduo trabajo en favor de nuestra identidad. Ramón Durán fue una legendaria figura del folclore y la religiosidad popular del Municipio Crespo. Era sumamente fácil verlo en los velorios en homenaje a San Bautista, el patrono de Duaca


Su ima­gen recia con­trasta­ba con la afa­bil­i­dad del hom­bre fes­ti­vo, que sabía son­reír para ani­mar las veladas. Con­ver­sador emped­ernido, un ami­go leal, que los con­ta­ba por legiones. Su par­ti­da es un dolor que llena de lágri­mas a los duaque­ños. Sus com­pañeros los des­pi­dieron con músi­ca. Las calles del pueblo se llenaron de canto.

Las cuer­das gimieron como hon­ran­do al caballero de las déci­mas. Antes de lle­var­lo has­ta el cam­posan­to, su gente lo con­du­jo has­ta la casa de su her­mana Tomasa, en días recientes dis­frutó allí, las gigantes cacha­pas de Andrea Mar­gari­ta Barrios.

En hom­bros de los sen­timien­tos llegó en suerte de des­pe­di­da, se mul­ti­pli­caron las voces tristes. En el ataúd dor­mía todo un señor, que sem­bró durante más de ochen­ta años el amor por su fe, con él se mar­cha un poco la his­to­ria tradi­cional del pobla­do Cuatricentenario.

El via­je comen­zó en la fila

Nació en 1932 en la céle­bre Fila de Col­menares. Un abrazador sitio de encan­to sin igual en donde se for­jó una famil­ia humilde con val­ores muy enraiza­dos. Allí cre­ció jun­to a sus padres y her­manos quienes aprendieron de la tier­ra bon­da­dosa. Con sac­ri­fi­cio llen­a­ban los sur­cos con la semi­l­la que traería los ali­men­tos que lle­ga­ban al fogón del bar­ro. En el fon­do de la vivien­da esta­ban los ani­males. Gal­li­nas y cer­dos bajo la som­bra de árboles gigantescos.

En las tardes juga­ba con sus her­manos por aque­l­las ser­ranías. En las noches canta­ban con la com­pañía de las lám­paras de querosén. Una vida austera con mucha feli­ci­dad, mil­lones de sat­is­fac­ciones que no deja­ban nada al azar. Allí esta­ban los deseos intrínsec­os de una vida mejor, sin renun­ciar a los val­ores con olor a fogón. Los domin­gos el olor del san­co­cho los invita­ba en frac de platos de pel­tre con arepa de maíz.

Dua­ca esta­ba en el hor­i­zonte; como invitán­do­los a lle­garse has­ta la ciu­dad que dor­mía a los pies de la mon­taña. La per­la sobre el valle de sus muer­tos gay­ones, estira­ba su abra­zo pata recibir a la famil­ia Durán Urquio­la. La mudan­za sobre los nobles bur­ros los asen­tó en el bar­rio Pueblo Nuevo. 

Un devo­to

Ramón Durán ini­ció un camino que lo llevó al can­to de velo­rio. Una tradi­ción ances­tral con ele­men­tos que lle­garon del mes­ti­za­je. La reli­giosi­dad del amor cris­tiano católi­co lo enfocó a servir­le des­de niño a estas creen­cias. Su ima­gen impo­nente era, después del san­to, el pro­tag­o­nista más impor­tante de esas largas jor­nadas en caseríos y sec­tores apartados. 

El can­to reli­gioso es una sem­blan­za de una fe muy arraiga­da en la célu­la pop­u­lar. Tradi­ciones que han roto los par­a­dig­mas para ir de gen­eración en gen­eración. Años que refuerzan esos prin­ci­p­ios. El rit­u­al goza de una belleza que cau­ti­va. Él iba dirigien­do los can­tos como el mae­stro que ori­enta­ba con la sabiduría que tra­jo el tiempo.

Un hom­bre bueno

Se mar­cha un ver­dadero caballero. Un hom­bre graníti­co a car­ta cabal. Llenó su canas­ta de ami­gos por doquier, se hizo quer­er por famil­iares y otros que no lo éramos. Pau­lati­na­mente se ganó nue­stros cora­zones. Dua­ca lo llo­ra con un sin­cero sen­timien­to del vacío en el corazón.

Esta­mos de due­lo, será difí­cil llenar tan seme­jante espa­cio de bon­dad. Su lega­do lo entregó a su famil­ia, que es ejem­p­lo de tra­ba­jo, genes mar­avil­losos que han rep­re­sen­ta­do prin­ci­p­ios inal­ter­ables de una for­ma hon­es­ta de vivir.

Foto de por­ta­da: Igle­sia San Juan Bautista de Dua­ca en 1950. Autor Alfon­so Alvarado

CorreodeLara

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