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Duelo a muerte entre José Gil Fortoul y un diplomático centroamericano

Luis Alberto Perozo Padua
Periodista y cronista
luisperozop@hotmail.com
IG/TW: @LuisPerozoPadua

Mucho se ha escrito sobre el his­to­ri­ador y expres­i­dente de la Repúbli­ca José Gil For­toul, naci­do en Bar­quisime­to, en la calle Lib­er­ta­dor Nro. 71 (hoy Car­rera 19 entre 22 y 23), el 29 de noviem­bre de 1861, uno de los int­elec­tuales más deslum­brantes del siglo XX. Eru­di­to del dere­cho, las letras, y la filosofía; un peri­odista agu­do, un políti­co y diplomáti­co brillante.

La diplo­ma­cia como car­rera ini­ció tem­prana ejer­cien­do los car­gos de cón­sul de Venezuela en varias opor­tu­nidades, así como sec­re­tario de la legación vene­zolana, encar­ga­do de nego­cios y min­istro plenipo­ten­cia­rio en Fran­cia, Inglater­ra, Suiza, Ale­ma­nia y México.

Como hom­bre públi­co, fig­uró en la admin­is­tración del poder políti­co durante el manda­to del dic­ta­dor tachirense Juan Vicente Gómez, desem­peñán­dose como min­istro de Instruc­ción Públi­ca, senador, pres­i­dente del Con­gre­so Nacional, pres­i­dente de la Repúbli­ca entre 1913 y 1914, y direc­tor de El Nue­vo Diario en 1931.

Fue además miem­bro cor­re­spon­di­ente de la Acad­e­mia Nacional de la His­to­ria y miem­bro fun­dador de la Acad­e­mia de Cien­cias Políti­cas de Venezuela.

José Gil, Cara­cas 1939. Foto colec­ción de Leonar­do Yépez Gil

Antes de con­cluir el siglo XIX, ya Gil For­toul había escrito 15 obras fun­da­men­tales que le otor­garon acred­i­ta­da rep­utación, entre la más son­a­da His­to­ria Con­sti­tu­cional de Venezuela, una de sus obras más impor­tantes, la cual comen­zó a pub­licar en 1906, por encar­go del gob­ier­no del pres­i­dente Igna­cio Andrade (1898–1899).

Pero es poco cono­ci­do que nue­stro biografi­a­do era afi­ciona­do a algu­nas activi­dades deporti­vas como la equi­tación y la esgri­ma, posi­ciones que derivarían de sus días juve­niles en la comar­ca larense.

La afinidad por los cabal­los era una activi­dad que con­serv­a­ba des­de su época de niñez en la hacien­da Hato Arri­ba en Bar­ba­coas, esta­do Lara, propiedad de su padre, José Espir­i­tu­san­to Gil ´el pelón Gil´, héroe de la Guer­ra Fed­er­al, expres­i­dente del esta­do Lara, diputa­do al Con­gre­so Nacional, diputa­do al par­la­men­to region­al, doc­tor­a­do en dere­cho en la Uni­ver­si­dad de Cara­cas, y periodista.

En 1892 pub­licó un libro tit­u­la­do La Esgri­ma Mod­er­na. Notas de un afi­ciona­do en Liv­er­pool, Inglater­ra, en donde pre­cisa sus exten­sos y agu­dos conocimien­tos téc­ni­cos, des­de los tipos y usos del flo­rete y la espa­da, armas de fuego, así como sus dimen­siones y pesos, mod­os de mane­jar tales armas, la elec­ción de las mis­mas y muchos otros aspec­tos como los movimien­tos, guardias, envites, mar­chas y retro­ce­sos, choque y ataques, estrate­gias, fal­tas, así como tam­bién el buen juicio, flex­i­bil­i­dad y la eje­cu­ción ele­gante y cor­rec­ta de los ataques y, por supuesto, el val­or per­son­al, entre otros.

El lance fue por honor

Entre la copiosa cor­re­spon­den­cia de Gil For­toul se hal­la una respues­ta de este int­elec­tu­al larense, escri­ta en la cap­i­tali­na ciu­dad ale­m­ana de Berlín a su viejo ami­go Rodríguez López: «En el due­lo con Car­ril­lo recibí un ras­guño en el ante­bra­zo dere­cho, lo que no me impidió en la mañana sigu­iente mon­tar a cabal­lo como de costumbre».

No obstante, sería en 1908 cuan­do Gil For­toul desafi­aría en París al céle­bre escritor guatemal­te­co Enrique Gómez Car­ril­lo, “con fama de con­suma­do esgrim­ista, y quien había con­segui­do dis­uadir a Gumersin­do Rivas, direc­tor de “El Con­sti­tu­cional”, influyente ami­go del gen­er­al Cipri­ano Cas­tro, pres­i­dente de Venezuela, para que nom­brara cón­sul en una ciu­dad por­tu­ar­ia de Ale­ma­nia a un com­er­ciante de apel­li­do Brook.

Así lo refiere el desa­pare­ci­do cro­nista Omar Gar­men­dia en su artícu­lo José Gil For­toul era un die­stro espadachín, acotan­do el nom­bramien­to no fue del agra­do de Gil For­toul, quien, como miem­bro del tren min­is­te­r­i­al para ese entonces, se negó a solic­i­tar el exe­quatur al susodi­cho, pues se sospech­a­ba que había de por medio algunos intere­ses de nego­cios sucios detrás de esa des­i­gnación. Gómez Car­ril­lo inten­tó dis­uadir a Gil For­toul, que, entre dis­cu­siones subidas de tono acom­pañadas de agre­siones ver­bales de parte y parte, deci­dieron ambos pasar a los hechos y batirse a duelo.

El due­lo se efec­tuó en un sitio aparta­do del Bois du Boulogne en París, escribe el cro­nista Gar­men­dia, pre­cisan­do que antes se nom­braron los padri­nos de ambos con­tendores para luego deter­mi­nar el pre­dio donde debía efec­tu­arse el lance de hon­or, de acuer­do con las nor­mas estable­ci­das para los duelos.

En pocos min­u­tos se resolvió el envite con dos heri­das ases­tadas por Gil For­toul a Gómez Car­ril­lo, una en el pecho, propina­da con extra­or­di­nario conocimien­to y peri­cia con un “pun­ta­zo” cal­cu­la­do para que no pasara de la der­mis y otra heri­da de adver­ten­cia en el hom­bro, demostran­do con esto supe­ri­or­i­dad técnica.

José Gil For­toul, siem­pre ele­gan­te­mente atavi­a­do, en una foto poco cono­ci­da, par­tic­i­pan­do en una ofren­da flo­ral en Cara­cas, cir­ca 1930

Apun­ta Gar­men­dia que, en un cam­bio de posi­ción de Gil For­toul, este se colocó de frente al sol, quedan­do cega­do momen­tánea­mente por el refle­jo de sus lentes, ocasión aprovecha­da por su rival para herir­lo en el ante­bra­zo dere­cho, que, de acuer­do con el doc­tor Lisan­dro Alvara­do, se cat­a­lo­ga como golpe “sucio”, por los cono­ce­dores del arte de la espada.

De la inten­sa y escalofri­ante jor­na­da, dom­i­na­da por la supe­ri­or­i­dad téc­ni­ca de Gil For­toul, ambos salieron heri­dos, “pero Gil For­toul pre­cisó mejor la esto­ca­da y resultó vence­dor, sin necesi­dad de quitar­le la vida a su con­tendor. Como vemos, este larense históri­co no sólo es el autor de la His­to­ria Con­sti­tu­cional de Venezuela sino un per­son­aje de pelícu­la”, recal­ca el his­to­ri­ador Rafael Arráiz Lucca.

Dan­do por ter­mi­na­do el com­bate por parte de los padri­nos, los duelis­tas se ale­jaron uno del otro sin salu­darse y nun­ca más volvieron a diri­girse la pal­abra. Cuan­do Gil For­toul pro­tag­o­nizó este due­lo de 1908 recién había cumpli­do 47 años de edad.

Fama de cascarrabias 

Gil For­toul era dom­i­na­do con­stan­te­mente por su com­por­tamien­to huraño, volátil con episo­dios que lo llev­a­ba a destru­ir obje­tos que le rode­a­ban cuan­do dis­en­tían de sus ideas. Lo pre­cedía una fama de cas­carra­bi­as, por lo que, cier­to día de la pri­mav­era de 1918, luego de per­manecer largo rato esperan­do la lle­ga­da del ascen­sor del edi­fi­cio de la Legación en París, por fin se abrió la puer­ta del ele­vador que lo lle­varía has­ta el piso de su ofic­i­na, pero cuan­do se disponía hac­er uso del ascen­sor, dos suje­tos obsta­c­ulizaron su paso para que un mil­i­tar, cuya casaca exhibía numerosas con­dec­o­ra­ciones, entrara primero.

Gil For­toul se molestó sobre­man­era en for­ma vio­len­ta y soste­nien­do la puer­ta, replicó que él tenía pri­or­i­dad de paso porque había lle­ga­do primero al sitio y además tenía largo rato esperando.

El hom­bre uni­for­ma­do era el mariscal Joseph Jacques Césaire Jof­fre, ofi­cial francés y héroe de la Batal­la del Marne en 1914 durante la Primera Guer­ra Mundi­al, quien no respondió de inmedi­a­to a la aira­da increpación de Gil For­toul, por el con­trario, aban­donó el ascen­sor y se dirigió a las escaleras escolta­do de sus dos ayudantes.

Pasadas unas horas, al despa­cho de Gil For­toul se pre­sen­taron dos caballeros france­ses, de impeca­bles atuen­dos, con una misi­va que los acred­ita­ba como los padri­nos del duelo. 

Los acon­tec­imien­tos no pasaron a may­ores con­se­cuen­cias, a pesar de que Gil For­toul había acep­ta­do el reto, toda vez que algunos ami­gos per­suadieron a nue­stro per­son­aje a que se retrac­tara y rec­ti­ficara su erráti­co pro­ced­er, “pues el impasse pudiera escalar y con­ver­tirse en un con­flic­to diplomáti­co entre el gob­ier­no de Fran­cia y Venezuela”, le expli­caron. Luego de ello, Gil For­toul, con las debidas dis­cul­pas, invitó al mariscal Jof­fre a com­par­tir un almuer­zo, lo que con­cluyó en una amis­tad que se man­tu­vo has­ta el final de sus días.


Fuente: Omar Gar­men­dia. José Gil For­toul era un die­stro espadachín. Pub­li­ca­do en CorreodeLara.com. 27 julio, 2021
Rafael Arráiz Luc­ca. Civiles. Edi­to­r­i­al Alfa, Bib­liote­ca Rafael Arráiz Luc­ca. Año 2014

CorreodeLara

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