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El aerolito que destruyó la cúpula del Santuario de La Paz en Barquisimeto

Omar Garmendia
Cronista y escritor

El historiador larense Rafael Domingo Silva Uzcátegui, relata esta extraña eventualidad como un recuerdo personal de testimonio autobiográfico de cuando era niño en su obra Enciclopedia Larense (p.107). También figura en los cronicones historiales de la Síntesis histórica del Santuario de la Paz llevada por las hermanas Siervas del Santísimo


Cúpu­la orig­i­nal del Tem­p­lo de La Paz en Barquisimeto

Fue el día 14 de julio de 1889, a las cua­tro de la madru­ga­da. Los veci­nos se des­per­taron ater­ra­dos por un retum­bo espan­toso y demole­dor y que como hecatombe telúri­ca muchos creyeron que era el fin del mundo

Los hom­bres y las vie­jas rezan­deras sac­aron apresurada­mente sus rosar­ios, bre­viar­ios, cru­ci­fi­jos y medal­las de san­tos. Y el cura, trasnocha­do y de son­rosa­dos cachetes, en medio de mechur­rios y velas de que­bradizas luces, ase­gura­ba, frente a los por­tones de la igle­sia que des­de los con­fines del cielo había caí­do la con­mo­ción y el anatema que anun­cia­ban los her­al­dos de la jus­ti­cia div­ina en for­ma de aeroli­to con­tra los per­ver­sos y luju­riosos que pul­u­la­ban por la comarca.

En efec­to, los madru­gadores que a esa hora pasa­ban por las cer­canías asev­er­a­ban haber vis­to en el oscuro cielo un cuer­po celeste como una ráfa­ga amar­il­len­ta y de rau­da caí­da, que, cual proyec­til pétreo, había impacta­do en el domo del san­tu­ario, provo­can­do un estremec­imien­to de tier­ra y un rui­do ensor­de­ce­dor, como de piedras que se que­bra­ban des­de los con­fines del averno. 

La cúpu­la de la igle­sia se der­rum­bó en el acto en medio de chis­pas reful­gentes y se desprendieron en escom­bros los pesa­dos ladril­los, en medio de una exha­lación de pol­vo y tierra.

La fotografía mues­tra a un grupo de par­ro­quianos amaneci­dos y estu­pe­fac­tos obser­van­do los destro­zos y escom­bros del inusi­ta­do y sor­pren­dente aba­timien­to de la cúpu­la neo­bar­ro­ca del antiguo tem­p­lo de La Paz. Los medrosos par­ro­quianos, creyentes o no creyentes, inquirían en medio de la plaza sobre las causas de tal cat­a­clis­mo, lo que fue la comidil­la del día y los siguientes.

El his­to­ri­ador larense Rafael Domin­go Sil­va Uzcátegui, rela­ta esta extraña even­tu­al­i­dad como un recuer­do per­son­al de tes­ti­mo­nio auto­bi­ográ­fi­co de cuan­do era niño en su obra Enci­clo­pe­dia Larense (p.107). Tam­bién figu­ra en los cron­i­cones his­to­ri­ales de la Sín­te­sis históri­ca del San­tu­ario de la Paz lle­va­da por las her­manas Sier­vas del Santísimo.

Sin embar­go, y para ser obje­tivos, no hay prue­bas ni certezas de que haya sido un aeroli­to. Si fuera así, debía haberse abier­to un cráter de cier­ta dimen­sión, además de la destruc­ción total de la igle­sia y de las edi­fi­ca­ciones cir­cun­dantes, como por ejem­p­lo el Cole­gio San Agustín, ubi­ca­do al lado oeste del tem­p­lo. El mis­mo Sil­va Uzcátegui dubi­ta entre tem­blor y mete­ori­to. Pudo ser, a lo sumo, una “cen­tel­la” o un rayo o en todo caso un movimien­to de tier­ra que provocó una fal­la estruc­tur­al de la cúpula.

CorreodeLara

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