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El Amigo de los Pobres, un periódico de principios del siglo XX 

Luis Eduardo Cortés Riera
Cronista del municipio Torres
cronistadecarora@gmail.com

Con ese emblemáti­co nom­bre, todo un pro­gra­ma de acción, fun­da el curarigüeño Pbro. Br. Lisí­ma­co Gutiér­rez Melén­dez un pequeño per­iódi­co que verá la luz el primer número el 26 de octubre de 1900, Imprenta Sucre, en la ciu­dad de Caro­ra, Esta­do Lara, Venezuela. 

Se inspi­ra este extra­or­di­nario levi­ta en San Anto­nio de Pad­ua, el san­to de los pobres y de los negros esclavos, en la inmor­tal Encícli­ca Rerum Novarum (1891) del papa León XIII para lle­var ade­lante una autén­ti­ca igle­sia social com­pro­meti­da con los humildes, que se ha toma­do (Luis Bel­trán Guer­rero dix­it) como antecedente de la Teología de la Lib­eración lati­noamer­i­cana de la déca­da de 1960. 

Eran los tiem­pos del gob­ier­no del gen­er­al Cipri­ano Cas­tro, quien había pasa­do por Caro­ra en agos­to de 1899 en ful­gu­rante cam­paña mil­i­tar que lo con­duciría al poder.

l 21 de julio de 1903 ter­mina­ba una batal­la de pelícu­la en Ciu­dad Bolí­var, en el mar­co de la con­traofen­si­va con­tra Cipri­ano Cas­tro y Juan Vicente Gómez cono­ci­da como Rev­olu­ción Lib­er­ta­do­ra. Foto: Venezuela Inmor­tal en Facebook

El Ami­go de los Pobres del 19 de agos­to de 1909, su penúl­ti­mo año de vida, reseña que el Hos­pi­tal San Anto­nio “fun­da­do hace siete años y tres meses, 980 enfer­mos han sido ampara­dos por las Her­manas y sostenidos con las limosnas de los fieles.” 

En la actu­al­i­dad esta noble insti­tu­ción ecle­sial ha sido reabier­ta con éxi­to, después de un absur­do cierre que prop­i­ció la “Venezuela sau­di­ta” de fines de siglo pasa­do. Volvieron de man­era ruti­lante las reli­giosas a hac­er el bien entre las clases nece­si­tadas de Carora.

Todo indi­ca que el padre Gutiér­rez era un enam­ora­do de las estadís­ti­cas numéri­c­as, pues más ade­lante refiere que 3.591 Acciones de Gra­cias por dis­tin­tos favores con­ce­di­dos por el Glo­rioso Tau­matur­go San Anto­nio de Pad­ua se han encon­tra­do en el cepo prove­nientes de Caro­ra, El Tocuyo, Bar­quisime­to, Dua­ca, Carache, Cuicas, Tru­jil­lo, Quí­bor, Curarigua, Are­nales, Aregue, Burere, San Fran­cis­co, San Felipe, Baragua, Siquisique, Pedre­gal, Bar­ba­coas, San Pedro, Rio Tocuyo, Alt­a­gra­cia, Muñoz.

FRENTE DEL TEMPLO DE SAN ANTONIO EN CARORA INICIOS DEL SIGLO XX

Estas Acciones de Gra­cias venían acom­pañadas la may­or parte con dinero en bolí­vares, limosnas que tenían como des­ti­no inver­tir­los en el sosten­imien­to del Hos­pi­tal San Anto­nio de Caro­ra, fun­da­do en 1902 con la colab­o­ración entu­si­as­ta y deci­di­da del Pbro. Dr. Car­los Zubil­la­ga Per­era, quien habrá de fal­l­e­cer trági­ca­mente, muy joven, en la población de Dua­ca en 1911, víc­ti­ma de una cru­el exe­cración que lo aparta de su ama­da ciu­dad de Caro­ra y de la Igle­sia Social que fue de su coautoría.

Esta mag­ní­fi­ca obra de cari­dad con­ta­ba con el apoyo deci­di­do y entu­si­as­ta de las clases aco­modadas de Caro­ra. Eran tiem­pos en que la aten­ción médi­ca de los enfer­mos era tan­to un asun­to de la religión que de cien­cia médica. 

No existían los min­is­te­rios del ramo médi­co asis­ten­cial. La ayu­da en medica­men­tos provenía del “car­i­ta­ti­vo cuan­do gen­eroso y decente señor Jacobo J. Curiel”, ele­men­to de ori­gen judío sefardi­ta, dueño de la afama­da Bot­i­ca La Amer­i­cana. Los ser­vi­cios médi­cos provenían de los “filantrópi­cos doc­tores” Lucio Anto­nio Zubil­la­ga Zubil­la­ga e Igna­cio Zubil­la­ga, médi­cos egre­sa­dos de la Uni­ver­si­dad de Caracas.

Las hijas de San Antonio

El Pbro. Br. Lisí­ma­co Gutiér­rez fun­da para la aten­ción de los enfer­mos y men­es­terosos, que eran muchísi­mos, una orden reli­giosa femeni­na, las Hijas de San Anto­nio, “quienes viv­en hacien­do diari­a­mente prodi­gios de abne­gación y sac­ri­fi­cios, lo que no sat­is­face esa gran necesi­dad debido a la exigüi­dad y mil más defi­cien­cias del local donde fun­ciona el Hos­pi­tal San Anto­nio, que ni siquiera es pro­pio (sub­raya­do nuestro).

 “La Sociedad de San Dion­i­sio Are­opagi­ta, sigue dicien­do El Ami­go de los Pobres, ha acor­da­do la con­struc­ción o adquisi­ción de un edi­fi­cio apropi­a­do para tal fin, a tal efec­to ha nom­bra­do una Jun­ta Bené­fi­co Patri­o­ta, pre­si­di­da por el Pbro. Br. Lisí­ma­co Gutiér­rez, Primer Vicepres­i­dente Gen­er­al A. Mon­tañez, Segun­do Vicepres­i­dente Jacobo J. Curiel, Tesorero Br. Rafael Loza­da, Sec­re­tario Br. José Her­rera Oropeza (quien fun­daría el impre­so Diario de Caro­ra en 1919), Sub Sec­re­tario Anto­nio Lame­da, Vocales: Pbro. José María Nieles, Lisí­ma­co Oropeza, Br. Fed­eri­co Car­mona (fun­dador del diario El Impul­so en 1904), Pedro R. Espinoza, Br. Ramón Riera Álvarez, Gen­er­al F. Bra­cho Pérez, el poeta Mar­co Aure­lio Rojas, Dr. Igna­cio Zubillaga”.

El Pbro. Car­los Zubil­la­ga, her­mano may­or del futuro defen­sor de los pobres, Cecilio “Chío” Zubil­la­ga Per­era, fun­da una obra pia­dosa lla­ma­da Pan de los Pobres, el 22 de julio de 1900, en la san­ta igle­sia del Cal­vario. Dis­tribuyó este levi­ta “des­de el atrio pan á los pobres y pan ben­di­to a los fieles”. 

 

Con el pro­duc­to de esta pia­dosa insti­tu­ción “se han sostenido durante siete años la can­ti­dad de 980 enfer­mos en el Hos­pi­cio de San Anto­nio de Pad­ua y los muchos heri­dos que quedaron después de la Batal­la de El Cas­ca­jo (Caro­ra, 25 de octubre de 1901), y que recogi­dos por el capel­lán del Hos­pi­cio (Pbro. Lisí­ma­co Gutiér­rez) fueron socor­ri­dos y cura­dos allí.”

El fraile Ramón Gar­cía Muñoz, Comis­ario de la Tier­ra San­ta, erigió en la igle­sia o capil­la del Cal­vario de Caro­ra una pia­dosa insti­tu­ción lla­ma­da Pía Unión de San Anto­nio de Pad­ua, ocur­ri­da el 13 de junio de 1906. “Ella se enriquece con innu­mer­ables indul­gen­cias otor­gadas por los Sumos Pon­tí­fices romanos. Se inscri­bieron en esta obra pía 262 per­sonas de Caro­ra y se deben agre­gar otras de Aregue, Are­nales, Atarigua, Quí­bor. Se comi­sionó a la seño­ra Albi­na de Jesús Martínez para recoger las limosnas que ella solici­ta por los lugares de la Otra Ban­da”, inmen­so ter­ri­to­rio del semi­ári­do larense, al oeste del río Morere.

Eran los años del Primer Cen­te­nario de la Inde­pen­den­cia de Venezuela y esta­ba vivo aún el recuer­do del blo­queo de las costas del país por naves de guer­ra ale­m­anas, ital­ianas e ingle­sas entre los años 1902–1903, así como la der­ro­ta que sufriera la Rev­olu­ción Lib­er­ta­do­ra en Ciu­dad Bolí­var en 1903 de mano de las tropas del gen­er­al Juan Vicente Gómez. Para ese año venidero de 1910 se anun­cia, dice el per­iódi­co de los Pbros. Lisí­ma­co Gutiér­rez y Car­los Zubil­la­ga, “agen­ciar los medios para dar a los pobres una casa propia, un Hospital”.

Capil­la del Cal­vario de Carora

En ese mis­mo año de 1910 se cel­e­brarán las bodas de pla­ta sac­er­do­tales del Pbro. Br. Lisí­ma­co Gutiér­rez Melén­dez, quien había estu­di­a­do bachiller­a­to en el Cole­gio par­tic­u­lar de La Con­cor­dia, insti­tu­to dirigi­do por el Br. Egidio Mon­tesinos en El Tocuyo, que luego toma el hábito sac­er­do­tal de las manos del padre Juan Pablo Wohn­sield­er (1846–1897) en el semi­clan­des­ti­no Sem­i­nario San Agustín de Bar­quisime­to en los duros años del gob­ier­no del gen­er­al Anto­nio Guzmán Blan­co, quien inspi­ra­do en la filosofía pos­i­tivista y la mason­ería  cer­ró sem­i­nar­ios y expul­só jer­ar­cas sac­er­do­tales del país. Un lumi­noso y esclare­ci­do hac­er ecle­siás­ti­co que merece nues­tra hon­ra y afectos.

Cabe destacar que esta breve e inmen­sa obra de reden­ción social de los rev­eren­dos Lisí­ma­co Gutiér­rez y Car­los Zubil­la­ga, lle­va­da a cabo con fre­nesí e inten­si­dad entre los años 1900 y 1911, se real­iza en tiem­pos suma­mente difí­ciles para el país y para nues­tra ciudad. 

En esos años ini­ciales del siglo XX la antigua ciu­dad de Caro­ra cuen­ta con una población cer­cana a los 9.000 habi­tantes y es la cap­i­tal del exten­so Dis­tri­to Torres

Es una ciu­dad con un fuerte movimien­to com­er­cial y una inten­sa activi­dad arte­sanal. Los godos o patri­cios de Caro­ra, clase social minori­taria con ras­gos de cas­ta, ocu­pan el vér­tice de la pirámide social. Y a ella pertenecen, oh parado­ja, estos dos esclare­ci­dos sac­er­dotes que pro­tag­on­i­zan esta expe­ri­en­cia de Igle­sia Social entre nosotros.

La pobreza y las enfer­medades campean en la ciu­dad del Por­tillo de Caro­ra, el anal­fa­betismo supera el 80% de la población y casi no hay dinero cir­cu­lante, hor­ro­roso sal­do de las guer­ras frat­ri­ci­das que aso­laron a Venezuela entre fines del siglo XIX y comien­zos del XX.

Dr. Ramón Pom­pilio Oropeza

“Sin alum­bra­do públi­co, noches oscuras, muchos gua­pos, muchos descon­tentos, muchos revólveres, muchos gar­rotes y mucha mala inten­ción. Los cuadrúpe­dos, mar­ra­nos y per­ros, abun­dan en las calles de Caro­ra y has­ta se les han encon­tra­do den­tro de la Igle­sia de San Juan. Las armas de fuego y revólveres se lle­van al cin­to y en las fal­tri­queras, se hace alarde de ellos como si fuer­an pren­das de lujo. 

Viejos, jóvenes y adul­tos los lle­van a las vis­i­tas, paseos y has­ta en la San­ta Casa de Dios”, se lamen­ta amarga­mente El Ami­go de los Pobres, en su número inau­gur­al de 1900. A todo este sal­do dramáti­co habría que agre­gar la ter­ri­ble y lam­en­ta­ble clausura que sufrió el Cole­gio La Esper­an­za o Fed­er­al Caro­ra, insti­tu­ción dirigi­da por el Dr. Ramón Pom­pilio Oropeza, des­de 1900 has­ta 1911, sum­ien­do a la ciu­dad en la la igno­ran­cia y la oscuri­dad por inau­di­ta y cru­el decisión del pres­i­dente Cipri­ano Cas­tro y su Min­istro de Instruc­ción Dr. Félix F. Quintero.

De tal modo pues que podemos afir­mar que estos dos emi­nentes lev­i­tas caroreños fueron unos titanes del hac­er y el com­pro­miso social de una Igle­sia que se dis­tan­cia de la ampu­losi­dad y afectación de las cer­e­mo­nias y pro­to­co­los ecle­siás­ti­cos, que salieron a la búsque­da de Dios entre los más pobres y men­es­terosos, que enfrentaron una de las real­i­dades sociales más ter­ri­bles sufridas por Venezuela en su his­to­ria reciente, val­ién­dose para ello de la inmor­tal pal­abra de la fe católi­ca, cuer­po de creen­cias que, como dice Fran­coise Cheva­lier, sin ellas no se puede enten­der la Améri­ca hispana. 

CorreodeLara

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