CrónicasReportajesTodas Las Entradas

El ataque a Puerto Cabello en abril de 1743

 

Luis Heraclio Medina Canelón
Historiador

Las crónicas  o historias de los hechos ocurridos en nuestro país antes de la independencia son poco comentadas y menos conocidas, pero durante aquellos 300 años antes de 1810 ocurrieron una gran cantidad de hechos extraordinarios protagonizados por nuestros padres creadores de la nacionalidad, aquellos hombres que vinieron a fundar lo que bautizaron como Venezuela


Entre esos hechos ten­emos algu­nas acciones béli­cas, en las que los españoles que habían hecho suya esta tier­ra y sus descen­di­entes los criol­los hicieron frente a  poten­cias extran­jeras que querían apoder­arse de la Provin­cia de Venezuela.

Para 1743 Gran Bre­taña se encon­tra­ba en guer­ra con­tra España y ambi­ciona­ba arrebatar­le sus colo­nias en el Caribe. Es así que envía una poderosa flota al man­do del Almi­rante Charles Knowles en con­tra de las costas de Venezuela. En mar­zo los británi­cos son rec­haz­a­dos en su ataque a La Guaira, entonces la flota real británi­ca se refu­gia en Curazao, donde repara sus naves, reem­plaza sus bajas y aho­ra arremete con­tra Puer­to Cabel­lo ini­cian­do el ataque el 26 de Abril. Es una tremen­da batal­la que durará veinte días. Las cróni­cas e informes ofi­ciales tan­to españoles como británi­cos sub­sis­ten en los archivos y nos rela­tan detal­lada­mente como ocur­rieron los hechos.

Ante una con­fusión que es bas­tante común, con­sid­er­amos nece­sario aclarar, que la flota de Knowles era la mari­na real británi­ca. No se trata­ba de piratas, eran buques ofi­ciales que enar­bo­la­ban el pabel­lón británi­co y rep­re­senta­ban ofi­cial­mente a esa nación, en guer­ra con España. Los  piratas son otra cosa que nada tienen que ver con este relato.

 El gob­er­nador Zuloaga

Por aque­l­los días era Capitán Gen­er­al de Venezuela era un excep­cional  mil­i­tar vas­co Gabriel de Zuloa­ga, quien había lle­ga­do al país seis años antes.  Zuloa­ga era un sol­da­do de gran visión y tremen­do estrate­ga. Tan pron­to tomó su car­go dirigió sus esfuer­zos a fomen­tar las obras de for­ti­fi­cación de La Guaira y Puer­to Cabel­lo, cre­an­do un sis­tema de defen­sas por­tu­ar­ias casi inexpugnables. 

Se debe recor­dar que en aque­l­los días todo el com­er­cio des­de y hacia Venezuela esta­ba con­tro­la­do por una empre­sa vas­ca cono­ci­da como la “Com­pañía Guipuz­coana”, lo que molesta­ba a los com­er­ciantes y con­tra­ban­dis­tas ingle­ses. Además, todo esto era nece­sario en vista de que en aque­l­los tiem­pos España esta­ba en guer­ra con Inglater­ra, poten­cia que merode­a­ba con sus naves por el Caribe asechan­do para tratar de arrebatar a Castil­la algu­na de sus colonias.

En el caso con­cre­to del Castil­lo San Felipe de Puer­to Cabel­lo (cono­ci­do pos­te­ri­or­mente como Castil­lo Lib­er­ta­dor), esta con­struc­ción se había ini­ci­a­do años antes con var­ios tropiezos y Zuloa­ga se dedicó a pon­er­la a pun­to. Entre las mejo­ras de las for­ti­fi­ca­ciones esta­ban la insta­lación de nuevos cañones de may­or cal­i­bre que los que se tuvieron orig­i­nal­mente. Asimis­mo se prepararon empal­izadas para deten­er a la infan­tería que pudiera desem­bar­car Tam­bién lle­garon al Puer­to dos regimien­tos de tropas vet­er­anas de España, que se sumaron a las mili­cias criol­las de la guarnición.

El almi­rante Knowles

Mien­tras el comodoro Knowles repara­ba sus naves en Curazao y recluta­ba per­son­al para susti­tuir las bajas sufridas en La Guaira, envió men­sajeros secre­tos a Puer­to Cabel­lo con un man­i­fiesto dirigi­do a los habi­tantes de la provin­cia en el que ofrecía ase­gu­rar el libre com­er­cio, expul­san­do a la Com­pañía Guipuz­coana, que era supues­ta­mente era la razón de su incur­sión, les garan­ti­z­a­ba con­tin­uar pro­fe­san­do su religión con sus propias autori­dades ecle­siás­ti­cas y que ten­drían lib­er­tad de movimien­to. Tam­bién ofrecía unas rec­om­pen­sas por cada fun­cionario de la Guipuz­coana que le entre­garan. Final­mente tam­bién ofrecían la lib­er­tad para los indios, negros y mulatos que colab­o­raran con los ingle­ses. Nadie se interesó por la ofer­ta de Knowles y los man­i­fiestos ter­mi­naron en manos de las autori­dades porteñas.

El ataque

La tarde del 26 de abril aparecieron en el hor­i­zonte del mar porteño los primeros buques ingle­ses, de una flota de un total de vein­tidós naves ata­cantes y al poco tiem­po ini­cia­ron el bom­bardeo. La defen­sa ter­restre de nue­stro puer­to la comand­a­ban Manuel de Agre­da y Juan Fer­rer.    Tam­bién el capitán Martín de Sansinea, jefe de los Guarda­costas de la Com­pañía Guipuz­coana,  comand­a­ba  la parte naval, ya que era el coman­dante del “cor­so de la guipuz­coana” , que es algo así como lo que lla­mamos hoy guarda­costas. Mas tarde, ya en mayo, lle­garía el pro­pio Gabriel de Zuloa­ga a super­vis­ar la defensa.

La escuadra británi­ca esta­ba com­pues­ta por 22 naves de dis­tin­tos tamaños: El navío de 70 cañones HMS Suf­folk, que en las cróni­cas españo­las lla­man “la nave almi­ran­ta”, por supon­er que el coman­dante de la flota va en esta, los  navíos de 50 cañones “Nor­wich y HMS Assis­tence, el navío de 40 cañones HMS Eltham, el navío de 24 cañones HMS Scar­bor­roug, el navío de 20 cañones HMS Live­ly, la cor­be­ta de 14 cañones  HMS Oth­ery el buque de 8 bom­bar­das HMS Comet. Además de 13 embar­ca­ciones de difer­entes portes y arma­men­to para apoyo y trans­porte. Las tropas británi­cas embar­cadas alcan­z­a­ban a unos cua­tro mil, entre marineros y la infan­tería de mari­na. Era una fuerza ver­dadera­mente extra­or­di­nar­ia: más de 300 piezas de artillería de todos los cal­i­bres que bom­barde­a­ban Puer­to Cabello.

Algunos de los tér­mi­nos no son cono­ci­dos por todos: así por ejem­p­lo “HMS” (“His/Her Majesty’s Ship) que se antepone a cualquier buque británi­co de guer­ra, tra­duce algo así como “buque de su Majes­tad”, bom­bar­da es un bar­co espe­cial­mente uti­liza­do para ase­di­ar for­t­alezas o castil­los, que tiene por arma­men­to no los cañones que dis­paran hor­i­zon­tal­mente, sino morteros que dis­paran hacia arri­ba, de man­era que el proyec­til hace una parábo­la y caen tras las mural­las del castillo.

Por su parte los defen­sores serían uno dos mil, entre las tropas envi­adas des­de España y las mili­cias criol­las. Tam­bién esta­ban las fra­gatas “Nues­tra Seño­ra de Coro”, “Tere­sa” y “San Sebas­t­ian”. Los primeros bom­bardeos los real­izó la bom­bar­da “Comet”, para tratar de “ablandar” las defen­sas del Castil­lo San Felipe con­tra el que lan­za 16 grandas, a lo que al día sigu­iente se unieron otros tres buques: Nor­wich, Eltham y Live­ly, que en total sum­a­ban unos cien­to veinte cañones, lan­zan­do bom­bas y granadas explo­si­vas sobre los defensores. 

En el castil­lo San Felipe resultó destru­i­do un cañón y murieron tres hom­bres y resul­taron heri­dos otros tan­tos. Tam­bién dos pre­sos que esta­ban en un cal­abo­zo resul­taron muer­tos al caer­les una bom­ba. Al con­tes­tar el fuego des­de el castil­lo una de las naves ingle­sas recibió var­ios impactos y se tuvo que reti­rar, lo que hicieron las otras al lle­gar la noche. 

Casi lle­gan­do la medi­anoche desem­bar­caron para apoder­arse de las baterías de Pun­ta Bra­va unos mil quinien­tos ingle­ses coman­da­dos por el may­or Lucas, pero los esta­ba reci­bi­en­do Mar­tin de Sansinea con dos pequeños cañones y ape­nas un puña­do de aguer­ri­dos sol­da­dos quien los destroza y pone en des­or­de­na­da fuga; el des­or­den de los ingle­ses fue tal, que los de la reta­guardia dis­pararon en con­tra de los de la van­guardia que huían, dejan­do var­ios muer­tos en la playa, así como armas diver­sas y cin­co prisioneros. 

Los tres días pos­te­ri­ores con­tin­uaron los bom­bardeos sin may­ores con­se­cuen­cias, a excep­ción de dos sol­da­dos que murieron en el castil­lo y el inge­niero Juan de Gayan­go, uno de los con­struc­tores de la for­t­aleza, que resultó heri­do al caer­le una pared enci­ma. El 2 de mayo llegó el gob­er­nador Gabriel de Zuloa­ga con más refuer­zos: tres com­pañías de sol­da­dos penin­su­lares y un batal­lón de mili­cianos criol­los, pero al otro día resultó heri­do en una pier­na durante los ince­santes bom­bardeos y quedó fuera de com­bate por var­ios días.

Para el día 5 de mayo se inten­si­ficó el com­bate: el bom­bardeo era mutuo. Knowles trata­ba de hac­er el asalto defin­i­ti­vo. En el Castil­lo San Felipe murieron 15 sol­da­dos y uno de los bar­cos ata­cantes se tuvo que reti­rar seri­amente cañonea­do. Prác­ti­ca­mente todos los buques ingle­ses ata­ca­ban simultánea­mente, unos al castil­lo y los otros a los demás balu­artes de la defen­sa. Los cañones del Castil­lo San Felipe y los balu­artes de Pun­ta Bra­va hacían estra­gos sobre la flota inva­so­ra, a los bar­cos ingle­ses les llovía el hier­ro cola­do español, caían los mástiles y se ras­ga­ban las velas. 

Al pen­e­trar las bolas de cañón por las cubier­tas de madera de los bar­cos ingle­ses astil­l­a­ban el cas­co y a su vez los tro­zos de madera se con­vertían en proyec­tiles que despedaz­a­ban a los mari­nos. El Nor­wich acom­paña­do de una de las naves menores des­tinó sus 50 cañones a tratar de destru­ir las baterías de Pun­ta Bra­va, pero los nue­stros respondieron brava­mente el ataque, acer­tan­do 87 cañon­a­zos en el costa­do del buque y destrozán­dole los mástiles y las velas. Tuvo que ser remol­ca­do por otros bar­cos mien­tras recogían a los trein­ta y cin­co muer­tos rega­dos por el puente y las cubier­tas inferiores.

 Los españoles hundieron uno de sus pro­pios buques frente a la entra­da del puer­to para obstru­ir la entra­da de cualquier otro bar­co y evi­tar un asalto. Ya por la noche, Knowles entendió que esta­ba der­ro­ta­do y retiró sus bar­cos fuera del alcance de la metral­la españo­la. A la playa comen­zaron a lle­gar restos de mástiles, lan­chas hechas peda­zos, escaleras y toda clase de  frag­men­tos de las embar­ca­ciones ave­ri­adas por la artillería. 

Tam­bién tra­jo la cor­ri­ente  var­ios cuer­pos muer­tos, extraña­mente entre estos el cadáver de una mujer. Final­mente Knowles retiró su flota hacia Jamaica para nun­ca más volver. Durante los diez días de la batal­la, los ata­cantes lan­zaron unas nove­cien­tas bom­bas sobre el castil­lo San Felipe y las otras for­ti­fi­ca­ciones de Puer­to Cabel­lo. Se trata­ba de todo tipo de proyec­tiles: bom­bas incen­di­arias, las lla­madas “granadas reales” o explo­si­vas y balas comunes.  Los defen­sores tuvieron que lamen­tar unos trein­ta muer­tos y sesen­ta heri­dos, mien­tras que los ingle­ses sufrieron casi doscien­tos muer­tos y gran número de heri­dos. Entre los muer­tos españoles desta­can José Ugalde, capitán de la “Tere­sa”, Pedro Gur­rucha­ga del “Coro”y el ofi­cial Anto­nio d Ebo­ra, todos de la Guipuzcoana.

Los ataques a Puer­to Cabel­lo y La Guaira son los hechos de armas más impor­tantes ocur­ri­dos durante los tre­scien­tos años ante­ri­ores a la inde­pen­den­cia. La vic­to­ria de nue­stros antepasa­dos sobre la flota ingle­sa salvó a Venezuela de ser una colo­nia británi­ca. Si los ingle­ses hubier­an gana­do, ninguno de nosotros estaría aquí, y quizás Venezuela sería otra Trinidad o Guyana.  Los defen­sores de Puer­to Cabel­lo no deben per­manecer olvi­da­dos en la his­to­ria. 

La caballerosi­dad naval de aque­l­los tiempos

Una anéc­do­ta intere­sante ocur­rió en aque­l­los días que mucho nos dice lo dis­tin­to de la men­tal­i­dad de aque­l­los per­son­ajes. Tem­pra­no por la mañana el 7 de mayo las naves ingle­sas estu­vieron hacien­do fuego sobre los buques españoles y las posi­ciones de la cos­ta, ataque que ya había cesa­do al mediodía.  A eso de las dos de la tarde sale del Suf­folk una lan­cha con la ban­dera blan­ca, abor­do va el segun­do capitán de la nave con una car­ta dirigi­da al Gob­er­nador Zuloa­ga, donde le solici­ta hac­er el can­je de los pri­sioneros. Zuloa­ga responde afir­ma­ti­va­mente y le pide que traigan a los pri­sioneros españoles  para que los ingle­ses se lleven los suyos.  Con la respues­ta, Zuloa­ga le envía un rega­lo a Knowles, “una fineza” como dice un cro­nista español con­tem­porá­neo: dos jamones, dos que­sos y 36 botel­las de vino. El ofi­cial inglés dio las gra­cias y pidió si que le podían dar tam­bién unos limones.

El día nueve, nue­va­mente Knowles se comu­nicó con Zuloa­ga. Esta vez pidió per­miso para recoger agua para sus naves. Zuloa­ga respondió que no, pero que podía man­dar a recoger unos pocos bar­riles de agua para él y sus ofi­ciales. Vinieron has­ta el río Bor­bu­ra­ta unas lan­chas a recoger el agua per­mi­ti­da, lo que hicieron bajo la aten­ta mira­da de un desta­ca­men­to español envi­a­do para que no tomaran más de la cuen­ta. Cuan­do se retira­ban Zuloa­ga envió tam­bién otros pri­sioneros que habían queda­do, unas tern­eras, unas gal­li­nas, más botel­las de vino y los limones que habían pedi­do días antes.  De regre­so la lan­cha tra­jo a los pri­sioneros españoles y una car­ta donde el inglés noti­fi­ca­ba que se retira­ba a las islas de San Cristóbal y daba las gra­cias por las aten­ciones recibidas.


FUENTE
De Armas Chi­ty. “His­to­ria de Puer­to Cabel­lo” Edi­ciones del Ban­co del Caribe, C.A. Cara­cas 1974
Nec­tario María, H. “Der­ro­ta Ingle­sa en Puer­to Cabel­lo”  Esc. Prof. Sagra­do Corazón, Madrid. 1971
www.bolivarium.com

CorreodeLara

Esᴛᴀ́ ᴜsᴛᴇᴅ, ᴅɪsᴛɪɴɢᴜɪᴅᴏ ʟᴇᴄᴛᴏʀ, ᴇɴ ᴛᴇʀʀɪᴛᴏʀɪᴏ ᴅᴇ ʜɪsᴛᴏʀɪᴀ, ᴅᴇ ʜᴏᴍʙʀᴇs ᴄɪᴠɪʟɪsᴛᴀs, ʏ sᴏʙʀᴇ ᴛᴏᴅᴏ, ᴅᴇ ɢʀᴀɴᴅᴇs ᴀᴄᴏɴᴛᴇᴄɪᴍɪᴇɴᴛᴏs ϙᴜᴇ ᴍᴀʀᴄᴀʀᴏɴ ᴜɴ ʜɪᴛo

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *