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El cadáver de Páez estaba intacto a un siglo de su muerte

Luis Alberto Perozo Padua
Periodista y cronista
luisperozop@hotmail.com
IG/TW: @LuisPerozoPadua

Poco o nada se sabe del embalsamamiento de las mortajas del general José Antonio Páez, tampoco ningún historiador se ha dedicado con rigor a escrutar para descifrar el asunto, por lo que ha quedado como parte de la creencia popular o realismo mágico en torno a la figura señera de este prócer de la Independencia


Cuan­do se cumplía el primer cen­te­nario de la muerte de José Anto­nio Páez, hecho que ocur­rió un 6 de mayo de 1873 en la ciu­dad de New York, Esta­dos Unidos, para entonces gob­ern­a­ba el Dr. Rafael Caldera quien, en reconocimien­to al héroe de Carabobo y «con­struc­tor de la Repúbli­ca», ordenó la colo­cación de un mau­soleo de már­mol en el sitio donde repos­a­ban en el Pan­teón Nacional.

Según el leg­en­dario pro­gra­ma radi­al Nue­stro Insól­i­to Uni­ver­so, dirigi­do magis­tral­mente por Rafael Sil­va y nar­ra­do por el míti­co locu­tor Por­firio Tor­res, para cumplir con las instruc­ciones de Caldera, altos fun­cionar­ios de la direc­ción de cer­e­mo­ni­al y acer­vo históri­co de la nación se dieron cita en el Pan­teón Nacional en com­pañía de artis­tas, obreros y arte­sanos, para ser tes­ti­gos de una rev­elación asombrosa.

Últi­ma fotografía de José Anto­nio Páez, en 1871. Toma­da en Buenos Aires por el fotó­grafo Chris­tiano Junior, #159 de la Calle Flori­da. Ima­gen toma­da del libro 20 retratos de Páez, de Alfre­do Boulton

«Y cuan­do el pro­pio direc­tor del Pan­teón Nacional, Dr. Mar­cos París del Gal­lego dio la orden de lev­an­tar una loza deba­jo de la cual se encon­tra­ba el ataúd de acero con los restos mor­tales del gen­er­al Páez, ocur­rió algo insól­i­to; la parte supe­ri­or del ataúd esta­ba semi abier­ta, y al remover­la los pre­sentes pudieron con­tem­plar a José Anto­nio Páez tal como había sido en vida. Más asom­brosa aún una repenti­na brisa haría que el cabel­lo gris y lacio del llanero se moviera lig­era­mente hacien­do que un mechón cay­era sobre la amplia frente del prócer. Su mano derecha esta­ba sobre el corazón, y la otra repos­a­ba a un lado. Vestía un impeca­ble paltó levi­ta, dan­do a Páez el aspec­to de un man­datario a pun­to de dic­tar decre­tos de gran trascen­den­cia. Páez el héroe de mil batal­las, fun­dador de la 4ta Repúbli­ca, el con­tro­ver­sial llanero a quien sus ene­mi­gos llam­a­ban Rey de los Araguatos esta­ba allí como si el tiem­po se hubiese detenido aquel 6 de mayo de 1873».

A Caldera se le entregó un informe escrupu­loso sobre el pro­ce­so de exhumación de los despo­jos del gen­er­al Páez que, al momen­to de con­cluir su lec­tura, el primer man­datario le increpó a París del Gal­lego «no diga nada, deje­mos a los muer­tos des­cansar en paz».

Por su parte, el inves­ti­gador Isaías Márquez ano­ta que Caldera estu­vo pre­sente en el pro­ce­so de exhumación de los restos mor­tales del cen­tau­ro llanero y cuan­do el ataúd fue deposi­ta­do a un lado de lo que sería su lecho final, «el Dr. Caldera inten­tó escu­d­riñar, lev­an­tan­do la tapa de la cabecera del féretro por lo que el padre JS Pedro Pablo Barnola, rec­tor de la igle­sia de San Fran­cis­co de Cara­cas y direc­tor de la Acad­e­mia Vene­zolana de la Lengua, le profir­ió: «Dr. Caldera, le ruego no haga eso, los muer­tos se respetan!».

¿Pero cómo es que un cuer­po después de un siglo de sepul­ta­do no había sufri­do la inevitable descom­posi­ción? Según la cróni­ca, aque­l­la impre­sio­n­ante preser­vación del cadáver de Páez, no se debió a fenó­menos sobre­nat­u­rales, sino más bien a la peri­cia del Dr. Fed­eri­co Gálvez, un médi­co cubano que habría real­iza­do el impeca­ble tra­ba­jo de embal­samamien­to y que tan­to asom­bro provocó a quienes lo con­tem­plaron cien años después.

Daguer­rotipo de José Anto­nio Páez en 1863. Autor: Anón­i­mo. Proce­dente del libro de Alfre­do Boul­ton 20 retratos del Gen­er­al José Anto­nio Páez (Edi­ciones de la Pres­i­den­cia de la Repúbli­ca, 1972)

Un médico hizo el trabajo

Cuan­do el gen­er­al Páez con­ta­ba con 83 años le devi­no la muerte, el 6 de mayo de 1873, a las siete y vein­ticin­co de la mañana, en una mod­es­ta casa mar­ca­da con nro. 42 de la calle 20 este. Asis­ti­do por el Médi­co A. K. Gard­ner, que en su informe apun­tó que el dece­so fue por causa de una bron­coneu­monía, resul­ta­do de un fuerte res­fri­a­do, prob­a­ble­mente adquiri­do en los paseos a cabal­lo que acos­tum­bra­ba a realizar por Cen­tral Park en las sem­anas pre­vias a su fallecimiento.

En su oca­so lo acom­pañó su hijo Ramón Páez Ricau­rte, así como otros expa­tri­a­dos políti­cos como él, «la may­oría cubanos, que le amaron y le respetaron en vida, recor­dan­do la exce­lente dis­posi­ción que man­tu­vo Páez, de obe­de­cer la esco­gen­cia que de él hizo el Lib­er­ta­dor Simón Bolí­var, para con­ducir y man­dar una expe­di­ción a Cuba, con miras a con­sol­i­dar la inde­pen­den­cia de esa isla caribeña, por tan­to, quisieron trib­u­tar­le en sus últi­mos momen­tos una prue­ba de ese amor y ese respeto que por tan­tos títu­los era acree­dor el anciano gen­er­al venezolano».

Exe­quias mil­itares ren­di­das a José Anto­nio Páez en Nue­va York. Foto: Fun­dación John Boulton

Sepul­ta­do en una parcela del Mar­ble Cementery por no con­tar con dinero sufi­ciente para adquirir una pri­va­da, per­maneció allí durante 15 años y estu­vo a pun­to de ser colo­ca­do en una fosa común por cuan­to no había deja­do bienes de for­tu­na a sus famil­iares para sufra­gar los gas­tos de un sepul­cro digno.

No fue has­ta el 7 de abril de 1888, durante el interi­na­to del gen­er­al Her­mó­genes López como pres­i­dente de Venezuela, que los despo­jos de Páez arrib­aron al puer­to de La Guaira a bor­do de la fra­ga­ta amer­i­cana Pen­saco­la para ser con­duci­dos a la últi­ma mora­da de los héroes vene­zolanos. Una sen­cil­la losa en el piso decía su nom­bre. El pro­pio pres­i­dente Caldera, en su dis­cur­so de orden por el bicen­te­nario del nata­l­i­cio de José Anto­nio Páez, en el Hemi­ci­clo del Sena­do, Con­gre­so de la Repúbli­ca, el 14 de junio de 1990, rev­eló: «Fue a los 98 años de su fal­l­ec­imien­to cuan­do tuvi­mos la sat­is­fac­ción de eri­gir un bloque de már­mol esculpi­do por José Piz­zo, en su sepulcro».

El pres­i­dente Rafael Caldera, jun­to al pres­i­dente del Con­gre­so Nacional, José Anto­nio Pérez Díaz, y descen­di­entes del gen­er­al Páez, durante la con­mem­o­ración del cen­te­nario de su muerte en el Pan­teón Nacional, 1973

Fuente: El cadáver del gen­er­al Páez. CorreodeLara.com Pub­li­ca­do: 24 de mar­zo de 2019.
Lle­ga­da de los restos de José Anto­nio Páez a La Guaira en 1888. Venezuela en Ret­ro­spec­ti­va. Pub­li­ca­do 18 de abril de 2016.

CorreodeLara

Esᴛᴀ́ ᴜsᴛᴇᴅ, ᴅɪsᴛɪɴɢᴜɪᴅᴏ ʟᴇᴄᴛᴏʀ, ᴇɴ ᴛᴇʀʀɪᴛᴏʀɪᴏ ᴅᴇ ʜɪsᴛᴏʀɪᴀ, ᴅᴇ ʜᴏᴍʙʀᴇs ᴄɪᴠɪʟɪsᴛᴀs, ʏ sᴏʙʀᴇ ᴛᴏᴅᴏ, ᴅᴇ ɢʀᴀɴᴅᴇs ᴀᴄᴏɴᴛᴇᴄɪᴍɪᴇɴᴛᴏs ϙᴜᴇ ᴍᴀʀᴄᴀʀᴏɴ ᴜɴ ʜɪᴛo

Un comentario en «El cadáver de Páez estaba intacto a un siglo de su muerte»

  • Con­tinúan las inter­rro­gantes, pare­cen super­flu­as las expli­ca­ciones dadas a este enig­ma, entre otras: todo quedó has­ta esa ocasión de 1973, o ha habido nuevas inves­ti­ga­ciones sobre el caso?

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