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El capitán general Domingo de Monteverde y el partido canario (1812)

Ángel Rafael Lombardi Boscán
Director del Centro de Estudios Históricos de la Universidad del Zulia
@lombardiboscan

Capitán gen­er­al Domin­go de Monteverde

La Regen­cia cometió el grave error de legit­i­mar un acto de insub­or­di­nación como el que llevó a cabo Domin­go de Mon­teverde rindién­dose a las evi­den­cias de sus tri­un­fos, nom­brán­dole capitán gen­er­al y pres­i­dente de la Real Audi­en­cia de Cara­cas en sep­tiem­bre de 1812.

Mon­teverde y su gob­ier­no repre­si­vo, bajo el impul­so del sec­tor godo, for­ma­do por los canarios y españoles más fanáti­cos, hicieron del resen­timien­to y el odio sus dos prin­ci­pales excusas para perseguir y encar­ce­lar a los repub­li­canos. Venezuela empezó a vivir un tiem­po de opro­bio ante la mira­da atóni­ta e impo­tente de hom­bres cul­tos y civ­i­liza­dos como el Regente Here­dia, que no entendieron las razones para no respetar lo que pre­vi­a­mente se había acor­da­do en la Capit­u­lación. “El dis­gus­to, que públi­ca o indisc­re­ta­mente explic­a­ban los españoles exal­ta­dos con­tra la aprobación de la capit­u­lación, podía pro­ducir un choque entre los dos par­tidos, que encendiese la guer­ra civ­il”, nos dice Heredia.

La his­to­ri­ografía tradi­cional vene­zolana muy poco se ha ocu­pa­do de la con­trar­rev­olu­ción real­ista del año 1812, donde el con­tin­gente canario tuvo un impor­tante pro­tag­o­nis­mo. Los tes­ti­mo­nios de muchos con­tem­porá­neos nos indi­can que fue el grupo real­ista más acti­vo en cobrar repre­salias en con­tra de los republicanos. 

En el fon­do, lo que hubo fue una lucha de intere­ses entre los dos sec­tores blan­cos con may­or arrai­go den­tro de la sociedad vene­zolana. Mien­tras que la elite criol­la blan­ca ape­nas rep­re­sen­tó a 2.500 indi­vid­u­os, los canarios criol­los, tam­bién cono­ci­dos como blan­cos de oril­la, lle­garon a ser 190.000 per­sonas, en su may­oría resen­ti­dos por el desplaza­mien­to social en que se encon­traron ante los man­tu­anos. Además, muchos ale­garon que su condi­ción de hom­bres blan­cos “puros” les hacía racial­mente supe­ri­ores a muchos blan­cos criol­los “mez­cla­dos” y no entendían las razones para desem­peñar ofi­cios y tra­ba­jos de poco lustre.

En 1811, días después que los criol­los declararon la Inde­pen­den­cia, un grupo de canarios reac­cionó en con­tra del Gob­ier­no “rev­olu­cionario” y fueron reprim­i­dos. La lla­ma­da “rev­olu­ción de los isleños” no fue más que un cona­to de pulper­os y pequeños com­er­ciantes descon­tentos ante la pre­po­ten­cia y los des­plantes de los criol­los, que aho­ra ocu­pa­ban el poder y que les increpa­ban para que se inte­grasen al par­tido de la revolución. 

El arzo­bis­po Coll y Prat nos lo refiere de la sigu­iente manera: 

“… había ocur­ri­do el triste acon­tec­imien­to de unos canarios necios, que sin plan ni concier­to, y de un modo todavía más impo­tente que el de la rev­olu­ción de los Linares en octubre de mil ochocien­tos diez, se arro­jaron a una especie de motín que puso en con­ster­nación a todas las familias”.

La repre­sión criol­la no se hizo esper­ar y con unos piquetes de par­dos lograron lle­var a la cár­cel a un buen número de ellos, pos­te­ri­or­mente algunos fueron inclu­so ahor­ca­dos. El “par­tido canario”, favor­able al real­is­mo, había hecho su irrup­ción. Des­de entonces sólo ten­drían que esper­ar que las cir­cun­stan­cias les fuer­an favor­ables para tomarse la “revan­cha” en con­tra de los republicanos.

La irrup­ción de Mon­teverde, él mis­mo canario de ori­gen, creó las condi­ciones idóneas para que los isleños lid­er­aran la con­trar­rev­olu­ción frente a la Primera Repúbli­ca. Los jefes real­is­tas que acom­pañaron a Mon­teverde todos fueron canarios, a excep­ción de Boves; y todos ellos se car­ac­teri­zaron por su fero­ci­dad en la repre­sión con­tra los “insur­gentes”. Rosete, Antoñan­zas, Yáñez y Morales fueron canarios y tuvieron pocos prob­le­mas en sumar adep­tos a la causa que defendieron, atrayén­dose a las per­sonas de sus pequeños ejérci­tos con el incen­ti­vo del lucro a través del saqueo de bienes y propiedades republicanas.

Domin­go de Mon­teverde en la minis­erie de Net­flix: Bolívar

El “com­plot” canario, con la venia de Mon­teverde, creó el 4 de diciem­bre de 1812 una Jun­ta de Pro­scrip­ciones para actu­ar sobre los adver­sar­ios y opos­i­tores civiles y mil­itares, com­pues­ta por las sigu­ientes per­sonas: don Domin­go de Mon­teverde, capitán gen­er­al, isleño; don Fer­nan­do Mon­teverde, tío del ante­ri­or, hacen­da­do, isleño; don Manuel del Fier­ro, entonces coro­nel de mili­cias y luego gob­er­nador de Cara­cas, isleño; don Gon­za­lo Orea, com­er­ciante en quiebra, isleño; don Anto­nio Gómez, médi­co, isleño; fray Juan José Gar­cía, de San­to Domin­go, isleño; don Vicente Linares, casa­do con isleña; don Este­ban Echezuria; don Pedro Lama­ta; don Jaime Bolet; don Manuel Teja­da; don Manuel Rubin, todos ellos com­er­ciantes europeos; don Pedro Ben­i­to, oidor; don Anto­nio Tis­car, ofi­cial de Mari­na, y el mar­qués de Casa León, europeos; y final­mente, don Luis Escalona; el abo­ga­do Orope­sa; los pres­bíteros don Anto­nio Rojas y don Manuel Maya, caraqueños.

Mon­teverde, luego de su lle­ga­da a Cara­cas, hizo del “par­tido canario” su prin­ci­pal base de apoyo den­tro de un gob­ier­no de carác­ter pro­vi­sion­al, que luego fue legit­i­ma­do por la Regen­cia y la Con­sti­tu­ción de Cádiz. “Los canarios, sin duda algu­na, aprovecharon su opor­tu­nidad y reco­gieron las ganancias. 

Se ven­garon de los criol­los de clase alta y los denun­cia­ron al gob­ier­no español. Fueron prin­ci­pal­mente canarios los que hicieron las lis­tas de sospe­chosos, los que atra­paron y los pre­sen­taron ante los tenientes de jus­ti­cia canarios para que los encarcelaran. 

Los canarios emplearon su influ­en­cia sobre Mon­teverde para obten­er nom­bramien­tos de puestos impor­tantes para los que no esta­ban sufi­cien­te­mente prepara­dos. De este modo los isleños se con­virtieron en ofi­ciales del ejérci­to, mag­istra­dos y miem­bros de la Jun­ta de Secue­stros”, nos dice el his­to­ri­ador británi­co John Lynch.

Mon­teverde y sus acól­i­tos entendieron muy pron­to que no podían volver a con­fi­ar en la elite criol­la, aho­ra declar­a­da ene­mi­ga irrec­on­cil­i­able. El cír­cu­lo se había cer­ra­do. La tradi­cional alian­za y colab­o­ración entre las elites blan­cas den­tro de la colo­nia vene­zolana, que empezó a romperse luego de la con­ju­ra man­tu­a­na de 1808, llegó com­ple­ta­mente a su fin en 1812.

CorreodeLara

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