El Circo Razzore y una fatal historia
Omar Garmendia
Cronista y escritor
Espectáculo efímero el del circo. Era el sueño del niño que se fascinaba cuando se anunciaba la llegada a la ciudad
La emoción comenzaba con la promoción de la clásica fanfarria y el desfile de payasos y unos cuantos enanos a pie o a bordo de camiones con timbaleros y el pregonero con un micrófono anunciando lo mejor del espectáculo.
Más atrás venía el desfile con los animales más vistosos como caballos y elefantes con amazonas con el brazo en alto y bellos cuerpos. En algún terreno baldío y amplio de pronto aparecía como de la nada la carpa azul engalanada con el iluminado nombre del circo.
Payasos, animales de todas clases, trapecistas, magos y tragadores de sables, equilibristas de la cuerda floja, contorsionistas, maromeros y enanos, nos llevaban por unas horas al país de los ensueños. Y así como llegaba, tras unos días de presencia en la ciudad, así se iba.
Un día la carpa levantada entre los cujíes desaparecía y emprendía su viaje trashumante, dejando en la memoria una carga de melancolía y vacío y tras de sí una humareda de la figura de la hermosa trapecista de la Escalera Volante, que fue el tormento de nuestros sueños.
Se recuerda una tragedia sucedida el 9 de septiembre de 1946 en La Guaira, cuando naufragó el barco Euzquera el cual llevaba a bordo al circo Razzore, de Emilio Razzore, propietario y sucesor de la compañía circense fundada por sus abuelos en 1836 en las playas de Río de Janeiro, Brasil.
El circo Razzore disponía de barco propio para sus traslados por las islas caribeñas. Luego de salir de puerto desde La Habana rumbo a La Guaira para una presentación en Caracas, un ciclón lo hundió, perdiéndose en los hondos abismos oceánicos la preciosa carga de animales amaestrados, payasos, equilibristas y muchos artistas. Dentro de la tradición, en el circo también participaban familiares de Emilio Razzore.
“El mar se llevó mi vida” alcanzó a decir el propietario del circo, quien por cosas del destino había viajado por avión hasta Cartagena en Colombia y había perdido en el naufragio a su esposa, hermanos y sobrinos, incluida su bella y espigada hija de 18 años llamada Gullermina, la trapecista de la Escalera Volante.
El barco llevaba 46 miembros del circo, 11 tripulantes y 10 pasajeros más, además de las jaulas de animales. Solo seis de sus 67 almas pudieron ser rescatados ese fatídico día.
Fuente de la imagen de la Escalera Volante: