El crimen de Julio Iribarren Borges
Luis Heraclio Medina Canelón
Historiador
Eran los años sesenta. La guerrilla de la izquierda, financiada y promovida por Fidel Castro se encontraba en uno de los momentos mas violentos de su trágica rebelión
El doctor Julio Iribarren Borges era el presidente del Instituto Venezolano de los Seguros Sociales (IVSS), un cargo sin mayor trascendencia política, ni gran poder o influencia. El doctor Iribarren, según contaban quienes lo conocieron era un hombre tranquilo y hogareño, no era especial activista político, aunque su familia sentía simpatías por el partido de gobierno y su hermano se desempeñaba como canciller del república. Era un médico que “no se metía con nadie” como decía uno de sus allegados, y su función se limitaba a cuestiones meramente administrativas del seguro social.
Un aciago día, el primero de marzo de 1967, ya tarde en la noche, al doctor Iribarren y a su esposa se les ofreció la necesidad de salir a una compra de última hora y sin cambiarse de ropa, en pantuflas y pijama, Iribarren salió con la señora a hacer la diligencia en su automóvil particular. En esos tiempos y aunque la guerrilla estaba desatada con sus crímenes, los funcionarios administrativos del gobierno como el doctor de nuestro relato, no tenían ni escoltas ni chóferes, y generalmente andaban solos conduciendo sus propios automóviles.
Pero sucede que en esos momentos andaban al asecho, como hienas buscando una presa un grupo de guerrilleros de la izquierda marxista. En otro automóvil se encontraban una banda peligrosos delincuentes políticos: “el Loco Fabricio” (Eleazar Fabricio Aristigueta) y otros conocidos como Carlos Martínez (alias) “Ruiz”, Felipe Quintero (alias) “Mancoveco” y Félix José Salcedo, alias comandante “Claudio”, pertenecientes a las FALN (Fuerzas Armadas de Liberación Nacional), todos con antecedentes por robo de vehículos y múltiples homicidios.
Tan pronto como la pareja de esposos se detuvo, dos guerrilleros interceptaron y encañonaron al desprevenido matrimonio; a empujones y violentamente montaron al doctor en su automóvil y desaparecieron del lugar. Transcurrieron varios días de incertidumbre hasta que el 3 de marzo ocurrió en el sector de Pipe un dantesco hallazgo: Apareció, en estado de descomposición un cadáver con evidentes signos de brutales torturas.
A las pocas horas se identificaron los restos como el cadáver de Julio Iribarren Borges. El examen médico-forense pudo constatar que el galeno antes de ser asesinado fue sometido a suplicios pocas veces vistos en Venezuela: Le arrancaron las uñas, al cuerpo le habían clavado gran cantidad de agujas y lo quemaron en distintas partes, recibió una brutal golpiza en prácticamente todo su cuerpo y finalmente le dieron unos balazos en la cabeza.
Al conocerse tan dantesco hecho, como es normal, desató una ola de reprobaciones no sólo en Venezuela sino en todo el mundo, pero sin amilanarse, Elías Manuit (alias “Amadeo”), un comandante guerrillero que se encontraba en Cuba, participando en los cursos de terrorismo que se impartían a los guerrilleros latinoamericanos en la isla, confiesa descaradamente al diario oficial comunista cubano Granma, que ellos, los guerrilleros de la izquierda venezolana eran los autores del secuestro y asesinato: “Nuestro movimiento decidió aplicar la justicia revolucionaria sobre Julio Iribarren Borges, alto personero del gobierno, cómplice del engaño, de los desafueros en contra del pueblo”… .
Ni siquiera los comunistas más radicales podían justificar o explicar la aberrada conducta de uno de los suyos. Al verse encima a toda la opinión nacional y continental, el gran inspirador de la guerrilla latinoamericana, Fidel Castro, reprobó el asesinato, trató de desvincularse del hecho, dándole así la espalda a sus pupilos. Sus seguidores en Venezuela, tanto los subversivos como los que les servían de fachadas legales imitaron a su jefe cubano condenando el alevoso asesinato, llegando a anunciar que los responsables serían sometidos a la “justicia revolucionaria”.
En Agosto, quizás por una delación de otros guerrilleros rivales, o a raíz de las investigaciones policiales, se ubicó al “Loco Fabricio” junto a otro terrorista en una humilde residencia de un barrio de Petare. La casa fue rodeada por funcionarios de la antigua Dirección General de Policía (DIGEPOL) y el Servicio de Inteligencia de las Fuerzas Armadas (SIFA) y se produjo una balacera donde los dos criminales fueron dados de baja.
El secuestro de Iribarren Borges no fue el único crimen de este tipo realizado por la subversión de la izquierda en Venezuela: la guerrilla secuestró en nuestro país, aviones, barcos, militares extranjeros y empresarios como el caso de William Niehous, pero el más truculento de estos crímenes fue sin duda el del infortunado Dr. Iribarren Borges.
Hoy en día, con la terrible inversión de valores que sufre Venezuela, los hampones y secuestradores son tratados como héroes y los luchadores por la libertad son tratados como criminales; hemos visto que en publicaciones Web afectas al oficialismo se trata al “Loco Fabricio” como un “héroe de la revolución”. No debe extrañar, que si las cosas siguen así, un día de estos veamos que se bautiza a la “Avenida Loco Fabricio”. PRHOHIBIDO OLVIDAR.