El Diablo de Carora, los parajes de la leyenda y la historia
Freddy Torrealba Z.
Cronista y escritor
Twitter:@freddytorreal11
Las leyendas forman parte de las manifestaciones espirituales del folclore como parte de la cultura popular. Por el tema se les clasifica como religiosas, escatológicas, históricas y etiológicas. Mientras que por tema son locales, rurales y urbanas. Integran los valores espirituales de la cultura de los pueblos.
Las leyendas forman parte del universo simbólico del hombre en que supone e inventa a diferencia de la historia, expresión de una ciencia social rigurosamente científica.
En las leyendas están presentes los componentes de la ideología y cultura. En este caso predomina la escolástica de la Edad Media con los extremos de Dios y el Diablo en que el hombre no tenía aún un papel activo en el desarrollo de la historia. Es con Kant y Marx que éste cobra una función protagónica en los procesos sociohistóricos a partir de la Ilustración francesa y la Revolución Industrial.
Carora, sin duda, reunía las condiciones ideales para el surgimiento de esta leyenda. Acumulaba 4 mil años de historia y cultura que incluían la oscura Edad Media impuesto, por una parte, por el español al nativo y, por otra parte, la original concepción del indígena anclado en el Paleolítico mezclados ambos contradictoriamente.
Aquel era un mundo dominado por el oscurantismo en el terreno de las ideas. Los hombres de todos los estratos sociales eran pasto de lo fantástico, sobrenatural y la religiosidad. Las creencias en el más allá y los espíritus malignos como el del Diablo guiaban la conducta de los moradores de esos feudales pueblos. Ello más la suprema influencia de Dios del otro extremo con la advertencia de la noción del pecado impuesto por el cristianismo que aleja al hombre del mal.
El primer asentamiento de Carora, fundado por Juan de Tejo en 1562, desapareció por la violenta resistencia de los indígenas ajaguas quienes no aceptaban la presencia de los españoles. Entonces no se hicieron esperar las acusaciones del conquistador de inhumanos, salvajes, brutos y atrasados propio de seres poseídos por espíritus del más allá.
Pero lo cierto es que los conquistadores actuaban motivado por la presunción de la superioridad cultural e ideológica desde una visión diferente del mundo. Todo ello en radical oposición a la de los indígenas del Nuevo Mundo vistos con desdén en nombre de la más avanzada civilización.
En lo filosófico España estaba bajo el influjo de la escolástica con su carga de matafísica en paralelo con las supersticiones de la Edad Media que proliferaron exageradamente ante los ataques de la Iglesia católica. Es decir, que el conquistador europeo era tan atrasado en lo filosófico como el nativo de los territorios descubiertos por Cristóbal Colón en 1498.
Las andanzas de los hermanos Hernández
En el siglo XVIII Venezuela es regida políticamente por una Capitanía General subordinada a la Corona española mientras que económicamente se sustentaba en el comercio interior y exterior al igual que la ganadería y agricultora con predominio del latifundio. El comercio lo controlaba la Compañía Guipuzcoana controlada por la península que se quedaba con las mayores ganancias. En Carora el gobierno lo ejercía la institución de la Alcaldía más el de la Iglesia.
En ese contexto en el occidente venezolano una banda de contrabandistas de mercancía de mercancía desde Coro azotaba a la economía de la provincia de Carora en la segunda mitad del siglo XVIII. Se trata de los hermanos Hernández quienes con sus delictivas acciones desafiaban al poder económico de la Compañía Guipuzcuana que monopolizaba el comercio de importación y exportación.
Las autoridades civiles de la Alcaldía decidieron echarles guante para lo cual implementaron un operativo que surtió sus frutos. Al frente del mismo estaban los alcaldes Tiburcio Riera y Adrián Tuñón de Miranda. Tras varios intentos fue capturado uno de los forajidos siendo conducido a Carora donde los recluyen en la cárcel, actual Casa de la Cultura.
Calle Ramón Pompilio Oropeza visto desde una azotea. Años 20. foto colorizada. Archivo: Carora Vieja en fotos en facebook
Justicia por propia mano
Los Hernández eran gente de armas tomar que no se daban por vencidos por lo que deciden el rescate de su hermano preso. Una noche asaltan la cárcel logrando su objetivo pero fueron perseguidos y apresados tras refugiarse en el Convento Real de donde fueron sacados por la fuerza.
Entonces ocurrirá un hecho inusual. Los alcaldes Riera y Tuñón de Miranda deciden fusilar a los detenidos sin ninguna fórmula de juicio. El hecho escandaliza al pueblo pues se trataba de una violación a la ley cometida por personas honorables al servicio de la Corona española.
Se soltó El Diablo
El sangriento suceso conmocionó la apacible comarca donde todos se conocían en medio de marcadas diferencias raciales y de clase.
Ese día alguien dijo que “el Diablo se soltó en Carora”. En lo sucesivo los pobladores de la capital torrense aseguraban que el fantasma de los Hernández recorría las calles por la noche. De esa forma surge la leyenda de El Diablo de Carora llegando de forma oral hasta nuestros días. Desde entonces cuando ocurre un suceso trágico la gente lo atribuye a la leyenda.
Es oportuno recordar que la primera mitad de la década de 1970, cuando el dirigente agrario copeyano Jesús Morillo Gómez tomó las tierras de una hacienda, se afirmó que el Diablo había vuelto a Carora. Igual sucede cuando el río Morere se desbordó inundando la ciudad.
Son más de tres siglos que esa leyenda recorre Carora con su parte verdadera de la historia y lo fantástico y religioso alejado de la realidad concreta.
Calle Bolivar con Calle San juan. Colorizada por Carora vieja en fotos. Facebook
Una manifestación intangible de la cultura popular que generó el ambiente rural de una sociedad donde los adelantos del progreso eran muy lentos. Los que llegaban de Europa lo hacían tardíamente. Era tan pasivo ese mundo que la noticia sobre el fusilamiento de los Hernández se supo aproximadamente dos semanas después en Caracas.
Emerge condicionada por la situación política, social, económica, cultural, ideológica y religiosa de la época. Entonces imperaba la concepción del mundo como una realidad estática y no evolutiva.
Los cronistas de esos tiempos se ocuparon de escribir sobre el trágico acontecimiento. Entre éstos figura Juan Rodríguez Freyte (1588/1642) quien lo describe en su obra “El Carnero” editada por la Fundación Ayacucho. El humanista caroreño Luis Beltrán Guerrero asevera que la misma refleja dicha leyenda. La versión nos parece confusa y alejada de los hechos en cuestión pues su escenario es el territorio de Colombia.
Mientras que septiembre de 1919, con motivo de la fundación de El Diario de Carora, Agustín Oropeza, su primer redactor, también escribió un magnífico ensayo periodístico que refleja fielmente los referidos sucesos.
En el arte de la música Amílcar Segura le compuso el golpe El Diablo de Carora en la voz de Juancito Martínez. El Diablo de Carora forma parte de ese mundo de los cuentos de caminos de nuestro pueblo, pero apoyado en hechos reales.