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En 1914 Venezuela derrotó un gran ejército utilizando microorganismos como arma biológica

Fabián Capecchi van Schermbeek
Escritor y publicista

Llegaron por el aire arrasan­do todo lo que encon­tra­ban a su paso y nada parecía deten­er­los. Eran mil­lones, implaca­bles, voraces y muy destructivos.

Esta ima­gen parece saca­da del famoso rela­to de cien­cia fic­ción de H.G. Wells, La Guer­ra de los mun­dos, pero no lo es. Se tra­ta de un even­to real que asola­ba el país fre­cuente­mente, destruyen­do todo y some­tien­do al ham­bre a gran parte de la población de Venezuela.

No esta­mos hablan­do de aliení­ge­nas, sino de Acrí­di­dos, taras, cha­pu­lines, salta­montes o lan­gostas. Estos insec­tos ortópteros (es decir, con apara­to bucal mas­ti­cador) se car­ac­ter­i­zan por su gran facil­i­dad para migrar de un sitio a otro. 


Agricul­tores vene­zolanos uti­lizan­do méto­dos tradi­cionales para com­bat­ir la pla­ga de lan­gostas 1881

Ani­males gen­eral­mente soli­tar­ios, de pron­to debido a cier­tos even­tos ambi­en­tales, se agru­pan y comien­zan a lib­er­ar fer­omonas, en una orgía descon­tro­la­da, mul­ti­plicán­dose ráp­i­da­mente para con­for­mar un ejérci­to de mil­lones de insec­tos ham­bri­en­tos, que for­man nubes que oscure­cen el cielo. 

La Schis­to­cer­ca gre­garia, lla­ma­da pop­u­lar­mente “lan­gos­ta migra­to­ria” o pere­g­ri­na es la respon­s­able y pro­tag­o­nista de tan­tas mis­e­rias, y es capaz de cruzar océanos, cayen­do lit­eral­mente sobre cul­tivos y ter­renos fér­tiles, devorán­do­los has­ta no dejar abso­lu­ta­mente nada.

Tan antigua como la propia 
historia de Venezuela

Des­de tiem­pos inmemo­ri­ales, las lan­gostas son men­cionadas en la his­to­ria como una de las 7 pla­gas que aso­laron Egip­to y otras regiones, tal como figu­ra en el Antiguo tes­ta­men­to, el Corán o La Ilía­da

La men­ción más antigua sobre una pla­ga de lan­gostas en Venezuela data del siglo XVI, más especí­fi­ca­mente de 1574, según refiere a las Actas del Cabil­do de Cara­cas y los Fon­dos de la Colo­nia del Archi­vo Gen­er­al de la Nación, donde se pueden encon­trar noti­cias sobre una pla­ga que inva­dió ese año las regiones de Cara­cas, San Felipe y Barquisimeto 

La ciu­dad cap­i­tal, para entonces era un vil­lor­rio de una vein­te­na de casas de tier­ra (bahareque) y madera rodea­da de chozas, donde había más ham­bre que gente, como lo describe Lan­dae­ta Ros­ales (1963) quien men­ciona cómo una pla­ga de lan­gostas asoló los cam­pos de cul­ti­vo de la ciudad.

El his­to­ri­ador vene­zolano Arístides Med­i­na, ori­un­do de Puer­to Cabel­lo, escribió un artícu­lo tit­u­la­do “pla­gas ele­men­tales”, en el cual habla sobre las y sequías apari­ción de lan­gostas en estas regiones en fechas tan lejanas como 1596 y 1612.

Cas­ti­go divino

Todas y cada una de las for­mas de luchar con­tra las lan­gostas resul­taron inefi­caces. La gran may­oría con­sid­er­a­ba a estas pla­gas cas­ti­gos divi­nos debido a sus peca­dos. Al prin­ci­pio el úni­co recur­so era encomen­darse a San Mauri­cio y San Jorge, como hacían en Europa, más esto no resulta­ba muy efec­ti­vo, pues aque­l­los san­tos esta­ban muy ocu­pa­dos para tales men­esteres o se hacían de oídos sor­dos ante los rue­gos de los caraque­ños para evi­tar que las lan­gostas los mataran de hambre.

Dia­gra­ma de Lan­gostas en 1748: dibu­jo de De la Cour; graba­do por R. White, pub­li­ca­do en libro A Tour in Wales de Thomas Pen­nant , 1781, Nation­al Library of Wales

Ahí viene la plaga

Un intere­sante tra­ba­jo de Ger­mán Yépez Col­menares e Inés Mer­cedes Quin­tero Mon­tiel, sobre la pla­ga de lan­gostas que azotó nue­va­mente a Venezuela dice así: Durante los años 1912–1914 el país tuvo que hac­er­le frente a una invasión de lan­gostas prove­niente de los país­es del cono sur, que invadió Venezuela por Colom­bia, especí­fi­ca­mente por los esta­dos Zulia, Méri­da y Táchira. Esta se sum­a­ba a una inesta­bil­i­dad en los pre­cios del café en el mer­ca­do inter­na­cional mer­man­do aún más las arcas del estado.

La gente inútil­mente intenta­ba der­ro­tar a esta mis­er­able pla­ga que nue­va­mente los con­den­a­ba al ham­bre y la miseria. 

Una com­bi­nación de inge­nio local e infor­ma­ción recaba­da de país­es que ya habían sufri­do los ataques sirvieron de base para elab­o­rar un plan para que las comu­nidades agrí­co­las, com­er­cial y las per­sonas comunes la enfrentaran con algún éxito. 

Entre los méto­dos más pop­u­lares uti­liza­dos con­tra las lan­gostas des­de el siglo XIX era cavar ráp­i­da­mente zan­jas. En ellas se colo­ca­ban lar­gos peda­zos de tela de 50 met­ros de largo por 80 cen­tímet­ros de alto sostenidas por esta­cas clavadas a la tier­ra, for­man­do una gran V, a cuyos lados se abren fos­os de un metro de pro­fun­di­dad. Se colo­ca­ba en el bor­de una ban­da de hule para que el insec­to res­bal­ase y cayese den­tro, al llenarse los fos­os se tapa­ban con tierra.

Luego con una her­ramien­ta se remata­ban los que qued­a­ban fuera. Pero este méto­do resulta­ba cos­toso y poco ver­sátil, porque hacían fal­ta 7 u 8 per­sonas para cavar, además tenían que empu­jar a las lan­gostas has­ta las zan­jas, aprovechan­do que aún esta­ban en fase de saltona, es decir, cuan­do aún son jóvenes y no pueden volar.

En 1913, los sas­tres bar­quisimetanos idearon otro méto­do más efi­caz para destru­ir­las, elab­o­ran­do unas redes enormes con que cap­tura­ban a las lan­gostas cuan­do aún eran saltonas, y podían moverse con ellas has­ta donde estu­vier­an los insec­tos, se les rocia­ba con kerosene y les prendían fuego.

Representación medieval de la plaga de langostas

Nueva estrategia:
la guerra biológica

Se comen­zó a emplear méto­dos quími­cos para destru­ir­las masi­va­mente. Venenos y com­puestos, como un pro­duc­to lla­ma­do Kleisol elab­o­ra­do solo por el Almacén Amer­i­cano, tam­bién se usó la Feno­li­na y Cre­oli­na, pero fue el Kerosene el más efec­ti­vo, que roci­a­do sobre los ani­males los diezma­ba al ser impreg­na­dos y que­ma­dos. Pero seguía sien­do una lucha desigual, sim­ple­mente eran demasiadas.

Una noti­cia pub­li­ca­da a prin­ci­p­ios de julio de 1913 en la Gac­eta Médi­ca sobre el des­cubrim­ien­to de un méto­do exper­i­men­tal de un cien­tí­fi­co fran­co­cana­di­ense, el doc­tor Félix d’Herelle, un micro­biól­o­go quien encon­tró que una bac­te­ria lla­ma­da Cocobacil­lum acrid­io­rum caus­a­ba grandes estra­gos en los insec­tos acrí­di­dos podría dar­le un vuel­co a esta lucha sin cuar­tel con­tra las langostas.

El méto­do había sido proba­do con prom­ete­dores resul­ta­dos en Argenti­na en 1912. Alguien de la Ofic­i­na de Sanidad Nacional en conocimien­to de la situación de emer­gen­cia en Venezuela infor­mó al gob­ier­no de Venezuela y le fue envi­a­do el 15 de julio al Dr. d’Herelle en París, un cable pro­ponién­dole la com­pra de 12 tubos del baci­lo a ser despacha­dos en el primer vapor. 

El sabio ale­ga­ba que solo in situ podía ser proba­do y cobra­ba 250.000 fran­cos por trasladarse a la zona infec­ta­da debido a lo del­i­ca­da de la operación que mal mane­ja­da podría ter­mi­nar inmu­nizan­do a las lan­gostas. El Gob­ier­no de Venezuela con­sciente de que no con­ta­ba con esa suma de dinero, acogió la sug­eren­cia del min­istro de Rela­ciones Exte­ri­ores Bern­abé Planas de enviar a var­ios estu­di­antes de bac­te­ri­ología vene­zolanos al lab­o­ra­to­rio donde tra­ba­ja­ba d’Herelle perteneciente al famoso Insti­tu­to Pas­teur, de París, pero estos luego de mucho dis­cu­tirse, no fueron enviados.

Gra­cias a los buenos ofi­cios del doc­tor Bern­abé Planas en la cap­i­tal france­sa, el Dr. d’Herelle tuvo a bien donar un par de tubos con­te­nien­do el virus cuya apli­cación exper­i­men­tal dieron exce­lentes resul­ta­dos en los meses finales de 1913.[1]

Después de largas nego­cia­ciones se logró con­vencer al doc­tor d’Herelle para que por cier­ta can­ti­dad de dinero fuese mon­ta­da una estación pro­duc­to­ra del baci­lo en Cara­cas, con el Dr. Juan Manuel Iturbe a la cabeza con bac­ter­iól­o­gos france­ses y vene­zolanos, des­de donde se enviarían al inte­ri­or del país can­ti­dades del baci­lo del Dr. d’Herelle.

El gob­ier­no por fin con­ta­ba gra­cias a la cien­cia con un arma poderosa para erradicar y reducir de una for­ma rentable y efi­caz la infestación de lan­gostas peregrinas.

Nube de lan­gostas en Guayana oscure­cien­do el cielo

El méto­do fue proba­do en Cara­cas y varias hacien­das en Mara­cay por el Doc­tor Juan Manuel Iturbe y el bac­ter­iól­o­go Eudoro González en noviem­bre de 1913 y resultó ser muy efi­caz. Al ser roci­adas con ellos las plan­tas jus­to delante de la nube que se dirigía a devo­rar­las. De todas partes lle­ga­ban informes sobre la efec­tivi­dad de la bac­te­ria, al ser con­t­a­m­i­nadas pobla­ciones sanas por otras infectadas.

“[…]en el kilómetro 65 del Gran Fer­ro­car­ril de Venezuela, se obser­va a lo largo de 8 kilómet­ros una gran can­ti­dad de lan­gostas muer­tas o mori­bun­das, especí­fi­ca­mente entre los sec­tores La Begoña y Canaote; entre Los Teques y Tejerías, en este últi­mo especí­fi­ca­mente, se encon­tró a 15 kilómet­ros a la redon­da los estra­gos de la epi­zootia, que fue con­fir­ma­da per­sonal­mente el 21 de noviem­bre de 1913 por el doc­tor Juan Iturbe y el Direc­tor de la Ofic­i­na de Sanidad Nacional, señor Stan­ley Sim­mons, y del mis­mo modo se reg­istró gran mor­tan­dad del insec­to en Turmero”.

En una exten­sión de 15 kilómet­ros a la redon­da la mor­tan­dad de lan­gostas fue tal que podían car­garse vagones com­ple­tos con los insec­tos muertos

En otros sitios tuvieron los mis­mos resul­ta­dos, inclu­so en Cara­cas, al ser roci­a­dos los cul­tivos en la Hacien­da El Quin­tal al norte de Cha­cao, en la Hacien­da La Flo­res­ta, sobre las fal­das del Avi­la, en los ter­renos de Sabana Grande, en la Hacien­da Dolores, en Valle Aba­jo como resul­ta­do del pro­duc­to aplicado.

A raíz de los buenos resul­ta­dos se for­mó el 12 de diciem­bre de 1913 en Cara­cas la Jun­ta Cen­tral para la Destruc­ción de la Lan­gos­ta, pre­si­di­da por el Sr. Nicomedes Zuloa­ga, exhor­tan­do a las demás regiones del país a crear otras jun­tas sim­i­lares para orga­ni­zarse en el rocío de los cul­tivos. Estas jun­tas regionales se con­for­maron ráp­i­da­mente a prin­ci­p­ios de 1914 en Bar­quisime­to, Tru­jil­lo, Valen­cia, Ocumare del Tuy, Gua­nare, San Felipe, San Car­los, Coro, San Cristóbal, Beju­ma y Puer­to Cabello.

Al prin­ci­pio estas jun­tas exhorta­ban a los com­er­ciantes a con­tribuir económi­ca­mente para com­prar el baci­lo del Dr. d’Herelle, y pagar­les a los campesinos para erradicar el ter­ri­ble mal que caus­a­ba tan­ta ham­bre en el cam­po venezolano.

Lan­gostas devo­ran­do los cultivos

Al prin­ci­pio, hubo resisten­cia y temor debido a creen­cias y a la descon­fi­an­za de que el pro­duc­to afec­tara a las per­sonas o a los ani­males domés­ti­cos, pero pron­to se incor­po­raron a la lucha. Sin embar­go, el pueblo empo­bre­ci­do, luego de tra­ba­jar muy duro para lograr­lo, se le dejó de pagar, desmo­tiván­do­lo ya que con­sumía mucho tiem­po a la destruc­ción de insec­tos y cada vez menos para cultivar.

Doc­tor Félix d’Herelle

Tal fue la resisten­cia, que la pla­ga comen­zó a recu­per­arse de nue­vo en algunos lugares regre­san­do a sitios donde había sido exter­mi­na­da. Entonces el gob­ier­no optó por obligar a la gente a destru­ir las lan­gostas en sus cul­tivos, so pena de sufrir mul­tas o cárcel.

El gob­ier­no envió a los esta­dos litros de cal­do con el baci­lo que arrecia­ron la lucha, lográn­dose grandes avances a finales de enero de 1914, pero mucho del mate­r­i­al se con­t­a­m­ina­ba en el camino, por mal mane­jo, manip­u­lación o se descom­ponía dis­min­uyen­do su efectividad.

La Jun­ta Cen­tral para la Destruc­ción de la Lan­gos­ta en Cara­cas sugir­ió entonces al min­istro de Rela­ciones Inte­ri­ores crear subesta­ciones en el inte­ri­or del país para pro­ducir el baci­lo de D’Herelle, las cuales se insta­laron una en San Cristóbal y la otra en Barquisimeto.

Doc­tor Juan Manuel Iturbe

La cam­paña fue dura, con­sum­ió grandes can­ti­dades de dinero y esfuer­zo logran­do con­tro­larse de nue­vo. En mar­zo de 1914 cesó sus activi­dades la Jun­ta Cen­tral para la Destruc­ción de la Lan­gos­ta, pero la cam­paña sigu­ió durante unos meses más.

Los buenos resul­ta­dos se con­sigu­ieron cuan­do se logró artic­u­lar la unidad para tra­ba­jar en con­jun­to. Al año sigu­iente se desató otra olea­da que requir­ió de nue­vo un gran esfuer­zo donde las pobla­ciones de insec­tos que habían escapa­do comen­zaron a reproducirse.


Bib­li­ografía consultada:
ALTEZ, Roge­lio RODRÍGUEZ ALARCÓN, María N. (2015). Pla­gas y coyun­turas desas­trosas en sociedades agrode­pen­di­entes: Venezuela y la lan­gos­ta a finales del Siglo XIX. Uni­ver­si­dad de Sevilla.
Boletín del Min­is­te­rio de Rela­ciones Inte­ri­ores de Venezuela. Julio 1913. Pági­nas 70 — 74. Caracas.
CARDOZO, Arturo. (2001). Sobre el Cauce de un pueblo. Un siglo de his­to­ria tru­jil­lana. (1830 — 1930) Venezuela: Fon­do Edi­to­r­i­al Arturo Cardozo.
MEDINA RUBIO, Arístides. (1991). Pla­gas ele­men­tales y otras calami­dades de San Felipe y Bar­quisime­to (1500–1799). Tier­ra Firme: Revista de His­to­ria y Cien­cias Sociales. 33: 7–14.
PERALDO HUERTAS, Gio­van­ni. (2005). Pla­gas de lan­gostas en Améri­ca Lati­na. Una per­spec­ti­va mul­ti­dis­ci­pli­nar­ia. 1ª edi­ción — San José, Cos­ta Rica. 
RODRÍGUEZ ALARCÓN, María N. (2012). Desas­tres agrícolas y vul­ner­a­bil­i­dades: las pla­gas de lan­gostas y la sociedad vene­zolana. Revista Geográfica Vene­zolana, Vol. 53(2) 2012, 307–327 del siglo XIX
URDANETA. Ramón. (2007). His­to­ria ocul­ta de Venezuela. Venezuela: Fun­dur Editores.
YEPEZ COLMENARES, Ger­mán y QUINTERO MONTIEL, Inés Mer­cedes. (2005). Temas de his­to­ria con­tem­poránea de Venezuela. Yulian­ny Quiroz Mire­les. Los Méto­dos apli­ca­dos para com­bat­ir y erradicar la pla­ga de lan­gostas en la región noroc­ci­den­tal (1912–1914). Págs 99 — 112. Fon­do Edi­to­r­i­al de Humanidades y Edu­cación. Uni­ver­si­dad Cen­tral de Venezuela. Caracas.

[1] El Libro amar­il­lo de los Esta­dos Unidos de Venezuela. (1914). Pág. 7757. Min­is­te­rio de Rela­ciones Exte­ri­ores. Venezuela. Tipografía Americana.

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