El grito de las cabras y el bachiller Rafael Rangel
Omar Garmendia
Cronista y escritor
Para los años de 1902–1906 Venezuela tenía una población de dos millones y medio de habitantes y su modo de vida era fundamentalmente de tipo rural. Era un pobre y azotado país, donde había solo unas 1.000 escuelas públicas con unos 25.000 escolares, ingresos fiscales exiguos, egresos escandalosos y con un presidente dedicado a correrías eróticas nocturnas y un riñón supurado, alzamientos caudillescos y conflictos diplomáticos y económicos entre diferentes naciones, lo que hacía comprensible la aparición de consecuentes complejidades de todo orden, tanto nacionales como internacionales
En esos contextos, asimismo, era de esperarse que las condiciones de tipo sanitario y los problemas de salud pública estuvieran presentes en cada una de las instancias de la vida del país. Una alta incidencia de enfermedades intestinales, disentéricas, viruela, graves casos de anemia, niguas, diarreas y otros males derivados de la mala disposición de las aguas servidas y de las pésimas políticas de higiene pública, hacían de las suyas entre la población humana. Además de ello, había la presencia de enfermedades zoonóticas, es decir transmitidas por animales tanto silvestres como domésticos.
En la Venezuela de principios del siglo XX, desde que comienza a gobernar Cipriano Castro, la prensa de la época, por medio de la Academia de Medicina manifestaba la sospecha de la presencia de una enfermedad que atacaba especialmente a los bovinos, denominada “fiebre de Texas”, mejor conocida en el país como “derrengadera” y que causaba una gran mortalidad en el ganado vacuno, por lo que se buscaba determinar el origen y la causa de esa “fiebre de Texas” en el ganado bovino y hasta en el caballar.
Debido a la gran mortandad de ganado en los potreros de la zona de Valencia y alrededores, el gobernador del Distrito Federal de ese entonces, Ramón Tello Mendoza, comisiona a Rafael Rangel, quien desde 1902 había sido nombrado jefe del laboratorio del Hospital Vargas y fundador de los estudios de la parasitología en Venezuela, célebre por su experiencia como microbiólogo e investigador y discípulo distinguido del doctor José Gregorio Hernández, para que iniciara las pesquisas en torno a presencia de la “fiebre de Texas” (Roche, 1978).
De la fiebre de Texas al coco peorro
De inmediato se dedica a realizar los estudios pertinentes detectados por Rangel tanto en la zona investigada como en el antiguo matadero de Caracas, consistentes en análisis de laboratorio, inoculaciones en animales y autopsias de ejemplares sospechosos de la enfermedad. No obstante, sus esfuerzos y las precisas técnicas aplicadas Rangel no llega a observar la llamada Babesia bigemina, causante de la enfermedad, tal como la descrita por los autores y en las experiencias prácticas con su maestro doctor José Gregorio Hernández. Concluye Rangel, consecuentemente, que no existe “fiebre de Texas” en el ganado estudiado. Con lo que se había encontrado Rangel fue más bien con el Bacillus antracis, conocido como carbunclo o ántrax, bacilo altamente infeccioso y mortal que produce una pústula perniciosa que Rangel señala nombrada como vejigazo en la región andina o vejiga de vaca en Coro y picada de coco peorro en el estado Lara.
El grito de las cabras
Fue en 1906 cuando a Rangel le llegan noticias de la ciudad de Coro, desde donde se anuncia la existencia de una enfermedad llamada entre los criadores de la zona “el grito de las cabras” que diezma los chivos y cabras de los criadores de la zona. Dice Rangel:
El criador revisa su rebaño al anochecer, cuando lo lleva al corral. Todos los animales están en estado de aparente salud, cuando en la noche oye gritos quejumbrosos y en la mañana siguiente aparecen uno a más animales muertos. Por lo general, mueren de noche, sobre todo, cuando cae una llovizna ligera, pero en el rigor del verano se les ve en el día caminando bien, cuando de repente caen el decúbito lateral, con convulsiones, gritando, la cabeza rígida hacia atrás, la vista extraviada, las narices dilatadas, expulsan por la boca y las narices espuma sanguinolenta, orinan sangre y en pocos minutos expiran debatiéndose (Rangel, 1906)
Rafael Rangel, quien desde 1902 había sido nombrado jefe del laboratorio del Hospital Vargas y fundador de los estudios de la parasitología en Venezuela
Se traslada a Coro y luego al pueblo de Miraca, donde Rangel se dispone a efectuar las autopsias de las cabras y chivos recolectados y encuentra el característico bazo tumescente, de color negro y congestionado. Toma las muestras adecuadas de los edemas de la piel y las espinas de tuna que encuentra, hace cultivos de sangre y procede a efectuar algunas pruebas de inoculación en animales sanos que mueren a las 32 horas. Las características clínicas de ese flagelo, luego de examinar algunos animales muertos en el pueblo de Miraca y la declaración de uno de los peones que había oído “el grito” en horas de la madrugada, indicaban que se estaba en la presencia del carbunclo o ántrax
Analiza y describe otros casos más en varios lotes de carne llamada sesina y determina inequívocamente la presencia de ántrax. Quedaba demostrada así la existencia del carbunclo bacteridiano en Venezuela (Roche, 1978).
A su regreso a Caracas logra aislar en el laboratorio el bacilo de ántrax proveniente de animales muertos del matadero de Caracas. Publica un artículo, donde manifestaba haber estado trabajando, luego de haber consultado con doctor José Gregorio Hernández, en la exaltación y atenuación de bacteridias, con el propósito de elaborar una vacuna.
Hay que recalcar que el campo investigativo de Rangel se traduce en penurias, necesidades y alejamientos de los centros científicos del mundo, sin informaciones de lo que ocurría en ellos y pocos trabajos de investigación a disposición. Puede uno imaginarse a Rangel montado a caballo o en mula por los polvorientos caminos del llano o la montaña, llevando en sus baúles el microscopio, los colorantes, tubos de cultivo y otros aparatos y equipos y lo que significa haber establecido y organizado el primer laboratorio bacteriológico avanzado con todas las limitaciones y carencias que existían en esa época en Venezuela, donde todo estaba prácticamente comenzando desde cero.
REFERENCIAS
Rangel, Rafael (1906). El carbunclo bacteridiano en Venezuela. Gaceta Médica de Caracas N° 13.
Roche, Marcel (1978). Rafael Rangel: ciencia política en la Venezuela de principios de siglo. Caracas: Monte Ávila