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El larense Marcelo Barráez y su hazaña detrás del volante

Luis Alberto Perozo Padua
Periodista y escritor
luisalbertoperozopadua@gmail.com
TW/IG: @LuisPerozoPadua

A primera impre­sión es un per­son­aje míti­co, tra­jea­do de paltó y cor­ba­ta con un pecu­liar cas­co de pilo­to de autos de car­rera. Posa para la fotografía a un lado de un estram­bóti­co auto­mo­tor dis­eña­do para com­pe­ten­cias. Se apre­cia tam­bién algunos anun­cios estam­pa­dos en el vehícu­lo, patrocin­ios como La Esfera, el diario nacional, Aceite Super­oil y Cau­chos Gen­er­al Vene­zolanos, entre otros. 

Este hom­bre es recono­ci­do en Bar­quisime­to como campeón y con­no­ta­do corre­dor de autos, pero tam­bién como uno de los mejor mecáni­cos de su tiem­po: Marce­lo Bar­ráez, jun­to a su automóvil, Ford Coupe 1941, con el cual se ini­ció en mar­zo de 1949, ganan­do el Pre­mio Cen­tral de Venezuela, lo cual le con­cedió méri­tos para rep­re­sen­tar su país en la car­rera auto­movilís­ti­ca Gran­colom­biana en 1950. 

Su ardi­ente deter­mi­nación lo con­du­jo a par­tic­i­par en varias com­pe­ten­cias inter­na­cionales, entre la más impor­tante está el Pre­mio Gran Mariscal de Ayacu­cho, que par­tió des­de Quito has­ta Cara­cas, ini­cian­do el 20 has­ta el 29 enero de ese año 50. Para la intrép­i­da jus­ta, el pro­pio Marce­lo Bar­ráez acondi­cionó un Ford Coupe.

En rep­re­sentación de Venezuela, y por sus méri­tos deportivos a Bar­ráez le cor­re­spondió salir de segun­do. Ganó la primera eta­pa Quito-Pas­to; tam­bién llego primero en la segun­da eta­pa Pas­to-Cali. En la ter­cera eta­pa lo sor­prendió el des­ti­no al incen­di­arse el car­ro por la can­ti­dad de gasoli­na extra que llev­a­ba en su interior.

En la últi­ma eta­pa Valera-Cara­cas, en la cur­va del Rotary volteó el vehícu­lo, en donde aparte de abol­laduras se despedaza el parabrisas. Fanáti­cos del even­to ayu­dan a Bar­ráez a enderezar el auto­mo­tor y le obse­quian unos lentes para que pudiera com­ple­tar el tramo lle­gan­do de 21 lugar en la clasi­fi­cación gen­er­al de los 83 auto­mo­tores que partieron des­de Ecuador.

En esa época de mecáni­ca nacional tam­bién cor­rieron Car­men Gue­vara «Doña Bar­bara», tam­bién larense patroci­na­da por el Diario El Nacional; Ger­mán Tarzán Hernán­dez (Tru­jil­lo) y Manolo Lináres, (Lara) que rep­re­senta­ba los col­ores de la línea de Libres «2777». Luis Duque tam­bién com­pi­tió, pero en car­reras nacionales.

La odisea de 1954

Aque­l­la mañana del 31 de octubre de 1954, Bar­ráez par­tió a la 6:03 am., en el sép­ti­mo lugar des­de la aveni­da La Paz, pero ráp­i­da­mente fue ade­lan­tan­do a sus com­pañeros de com­pe­ten­cia desar­rol­lan­do una veloci­dad de 130 kilómet­ros por hora para lle­gar en primer lugar de la eta­pa Cara­cas-Coro, real­izan­do su entra­da tri­un­fal a las 10 y 40 de la mañana, cubrien­do un trayec­to de 543 kilómet­ros con tiem­po total de 4 horas 37 min­u­tos y 44 segundos.

Esta com­pe­ten­cia auto­movilís­ti­ca Cara­cas-Coro Pal­mare­jo-Cara­cas, denom­i­na­da Pre­mio Doña Flor Chal­baud de Pérez Jiménez en la Cat­e­goría Mecáni­ca Nacional, fue una gran haz­a­ña reseña­da por var­ios medios de cuber­tu­ra nacional e inter­na­cional y en var­ios idiomas.

Pisán­dole los talones al Cadil­lac mod­e­lo 1939, de 327 hp, mar­ca­do con el número 22 de Bar­ráez, pasaron la línea de lle­ga­da: Fer­nan­do Segovia, con el número 14; Pedro J. Puer­ta con el 25; Ramón López con el 35 y Ger­mán ´Tarzán´ Hernán­dez con el 38.

Pese a su tal­en­to e inque­brantable vol­un­tad de ganar la segun­da eta­pa del tour auto­movilís­ti­co, el 22 de Bar­ráez pre­sen­tó fal­las en la caja de veloci­dades antes de ini­ciar la car­rera. Entra en deses­peración al ten­er que empu­jar su vehícu­lo tras la orden de los jue­ces de que debe par­tir. Se esta­ciona y comien­za a reparar la avería con la pre­mu­ra del momen­to, retrasán­dose una hora y 36 min­u­tos. No se rinde has­ta lograr su cometido.

Enciende el auto y se incor­po­ra nue­va­mente a la prue­ba logran­do lle­gar a la meta de la aveni­da La Paz de El Paraí­so en la quin­ta posi­ción. Ese día, a su lle­ga­da, Marce­lo Bar­ráez fue car­ga­do en hom­bros por la mul­ti­tud que aplaudía con fre­nesí. Para ellos, era el ver­dadero ganador por las adver­si­dades que superó. Lágri­mas pro­fusas y una son­risa increíble se dibu­jaron en el ros­tro de este pilo­to larense. Lo pre­mi­an no solo con mues­tras de car­iño sino con un gran tro­feo y otros reconocimientos.

Licen­cia de la Fed­eración Inter­amer­i­cana de Automóvil Club

Los jue­ces anal­iz­a­ban y comenta­ban estu­pe­fac­tos los tiem­pos de Bar­ráez (9 horas 53 min­u­tos y 45 segun­dos) y ´Tarzán´ Hernán­dez, (8 horas con 34 min­u­tos y 18 segun­dos) el ganador de la segun­da eta­pa de la carrera.

Obvi­a­mente el larense Bar­ráez hubiese gana­do la car­rera con un tiem­po total de 8 horas 17 min­u­tos y 45 segun­dos de no haber per­di­do aquel tiem­po valioso, no obstante, los medios de comu­ni­cación lo nom­braron Héroe Sen­ti­men­tal y su fotografía en primera plana de los prin­ci­pales per­iódi­cos del país como El Nacional, El Uni­ver­sal y El Impul­so de Bar­quisime­to, cir­cu­laron por var­ios país­es y dos continentes. 

La leyen­da larense del auto­movil­is­mo, cuya intrép­i­da car­rera había ini­ci­a­do con tan solo 20 años, sería exal­ta­do en el Salón de la Fama el 2 de octubre de 2005, tras prop­ues­ta efec­tu­a­da por el Insti­tu­to Nacional del Deporte del esta­do Lara, el 10 de junio de 1988.

Estu­vo acti­vo durante 10 años con­sec­u­tivos, par­tic­i­pan­do en un sin­número de com­pe­ten­cias tras el volante, y ya reti­ra­do del auto­movil­is­mo se dedicó a acondi­cionar y mod­i­ficar vehícu­los en su taller de la Car­rera 16 entre calles 34 y 35 Número 34–67, telé­fono 2707, frente a la cono­ci­da plaza San Juan, cuyo avi­so lumíni­co era úni­co en la zona y alum­bra­ba varias cuadras del remo­to Barquisimeto.

Su pasión ‑aparte de la mecánica‑, era aseso­rar a los jóvenes pilo­tos y no se cans­a­ba de relatar sus proezas en ter­cera per­sona para no pasar por petu­lante. Había naci­do en el desér­ti­co puebli­to de Baragua, del hoy munici­pio Urdane­ta, el nueve de abril de 1924. Desposa­do con Obsire­na del Car­men Her­rera, de cuya unión nacieron 12 hijos.  Fal­l­e­ció de un ataque al corazón en Bar­quisime­to el 8 de junio de 1987.

La Doña Bár­bara de Occidente
Car­men Gue­vara. La “Doña Bár­bara del Occi­dente”. Bar­quisimetana muy cono­ci­da en las car­reras de Lara, Zulia y Los Andes, donde asom­bra por su intre­pi­dez en el mane­jo de pesa­dos camiones de car­ga; viste overoles, son famosas sus difer­entes haz­a­ñas, es una mujer pin­toresquísi­ma, muchas veces, leg­en­daria. Cor­rerá en rep­re­sentación de EL Nacional, con un Lin­coln 39.

Gal­letera El Ávila
Luis Duque. Naci­do en Cara­cas pero rad­i­ca­do en Bar­quisime­to. Jun­to con su her­mano es dueño de la Gal­letera El Ávi­la. Su her­mano, apuestó 25 mil bolí­vares en la com­pe­ten­cia. Luis había gana­do la prue­ba Quí­bor a Bar­quisime­to, hacien­do un prome­dio de 99 kilómet­ros por hora. Lo acom­pañó Fran­cis­co Tep­pa en un Ford 36.

La transmisión del Tramo Barquisimeto

Des­de lo alto del mon­u­men­to el Obelis­co la emiso­ra Radio Bar­quisime­to hizo sus trans­mi­siones del paso por Bar­quisime­to de los autos de la céle­bre com­peti­ción Cara­cas-Coro Palmarejo-Caracas. 

Los peri­odis­tas Rodri­go Orel­lana, Elides J. Rojas, Cheché Cordero y el radiod­i­fu­sor Ramon Ramírez se encar­garon de la nar­ración y comerciales.

El gri­to de Ramón Ramírez, a quien en el medio de los comu­ni­cadores sociales apod­a­ban «Poncheri­ta», era «¡¡¡Coche a la vista!!!», «¡¡¡Marce­lo no forces la máquina!!!» cuan­do las máquinas entra­ban a la famosa rec­ta Padre Diego, luego de sortear las 80 cur­vas y reco­dos de la vie­ja car­retera Carora-Barquisimeto. 

«Nun­ca se supo si esos pro­fe­sion­ales del micró­fono veían los autos des­de lo más alto del Obelis­co o eran sim­ples tru­cos de la pub­li­ci­dad», apun­ta el peri­odista Alex­is Orel­lana. Lo cier­to era que solo ellos esta­ban en lo más alto del men­ciona­do mon­u­men­to de concreto.

Mario Med­i­na, y el señor Col­i­na eran los oper­adores téc­ni­cos de Radio Bar­quisime­to durante sus escuchadas transmisiones.

Los arreglos de Barráez

Juve­nal Segun­do Bar­ráez, nar­ra con acen­tu­a­do fer­vor que Marce­lo Bar­ráez, su padre, había dis­eña­do un sis­tema enfri­amien­to para los frenos de su car­ro de car­reras y con­sistía en unas trompetas de músi­ca por donde entra­ba el aire que era con­duci­do por mangueras has­ta las ban­das. En la boca de las trompetas tenían mal­las para evi­tar la intro­duc­ción de insectos.

En cuan­to al sis­tema de com­bustible, el auto­mo­tor aparte de dispon­er de un tanque de 120 litros tenía otro inter­no con capaci­dad de 80 litros. Tenía insta­l­a­do dos car­bu­radores de cua­tro bocas cada uno.

Marce­lo Bar­ráez en su Cadil­lac mod­e­lo 1939. Disponía de un motor serie 1950 de 327 HP y dos car­bu­radores de cua­tro bocas cada uno

El sis­tema de lubri­cación rad­i­ca­ba en un tanque de 40 litros que era revisa­do por el copi­lo­to a través de un reloj que, al ver su descen­so, le inyecta­ba aceite al motor y lo reci­cla­ba, garan­ti­zan­do la vis­cosi­dad. La inyec­ción de aceite y gasoli­na, se hacían sobre la mar­cha, pues los car­ros no podían deten­erse para no perder tiempo.

Tam­bién llev­a­ban siem­pre var­ios bidones de agua y seis cau­chos de repuestos, que al estal­lar o desin­flarse, eran cam­bi­a­dos rápidamente.

El vehícu­lo era hidromáti­co, lo cual era una desven­ta­ja frente a los otros cuyas cajas eran sin­cróni­cas, per­mi­tién­dote recor­tar con veloci­dades y no uti­lizar tan­to freno. La destreza de Bar­ráez rad­i­ca­ba en su oído agudo.

La primera car­rera en Barquisimeto

Según las cróni­cas de Sil­va Uzcátegui, la primera car­rera auto­movilís­ti­ca cel­e­bra­da en Bar­quisime­to, se desar­rol­ló en la auro­ra del nue­vo siglo XX, (entre 1915–1920), cuna­do Lino Piña y Gilse­rio Anzo­la, dis­crepa­ban acer­ca de cuál automóvil era el más velóz entre un Dodge y un Ford, ambos de sus propiedades. 

Resolvieron entonces para dirim­ir el des­en­cuen­tro realizar una car­rera en la calle prin­ci­pal de la ciu­dad. Lino Piña con­du­jo su Dodge y Anzo­la en su Ford, par­tien­do des­de el por­tal del cam­posan­to por la aveni­da Miran­da, desplazán­dose has­ta la res­i­den­cia de don Miguel Anzo­la, per­di­en­do la car­rera el Ford de tabli­tas.

 

Fuente: Entre­vista a Juve­nal Segun­do Bar­ráez Her­rera, hijo del afama­do pilo­to, y al peri­odista Alex­is P. Orel­lana L.
Rafael Domin­go Sil­va Uzcátegui. Bar­quisime­to His­to­ria Pri­va­da. Cara­cas 1959. Pág 237.

CorreodeLara

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