El loco Saturnino y el terremoto de San Bernabé en 1641
Omar Garmendia
Cronista y escritor
Varios cronistas han relatado esta historia en la que se confunde la verdad con la fantasía. El cronista Don Arístides Rojas describe los hechos en forma muy amena; otros cronistas de renombre como Enrique Bernardo Núñez señalan también esta singular historia del terremoto de San Bernabé, así como también la historiadora Ermila Troconis de Veracoechea, quien relata el suceso del popular Saturnino en uno de sus libros. Esta historia se conoce desde hace muchos años. Incluso hay quienes aportan hechos y fechas inexactas, pero, en fin, ¿fantasía o realidad?
Por las calles de Caracas caminaba el loco Saturnino, a quien los muchachos revoltosos llamaban Ropasanta. Humilde y locuaz, vivía de la caridad pública, dormía en algún zaguán o recodo de una esquina y a nadie hacía mal. Llevaba siempre una pesada piedra a cuestas, que él decía eran los pecados de la gente y que acarreaba sobre sí para redimir a los penitentes.
Un día, a principios del mes de junio de 1641, Saturnino comenzó a recitar por todas las calles un estribillo machacón, al cual, naturalmente, la gente le lanzaba cualquier tipo de chanza o expresiones burlonas y socarronas. Pero el loco seguía con su manía literaria de expresar lo que él consideraba una premonición apocalíptica.
En efecto, el tal estribillo decía:
Qué triste está la ciudad
Perdida ya de su fe,
Pero destruida será
El día de San Bernabé
Y así anduvo todos esos días hasta la víspera del 11 de junio de 1641, que sería precisamente el día de San Bernabé. La noche del 10, echándose a cuestas la consabida y pesada piedra, subió la colina de El Calvario, certificando a cuantos encontraba que iba a pasar la noche a campo abierto, porque al día siguiente Caracas “iba bailar como un trompo”, decía, con la mirada extraviada y haciendo caso omiso a las risas de la población, tanto de la profecía como del profeta.
En la noche del 10 de junio expresaba:
Téngolo ya de decir,
Yo no sé lo que será,
Mañana es San Bernabé,
Quien viviere lo verá
Sería entre las 8 y las 9 de la mañana del 11 de junio de 1641, cuando la población de Caracas sale aterrorizada a las calles ante al súbito estremecimiento que hizo bambolear los edificios de la capital. Nadie sabía qué hacer ni a donde ir y todo inspiraba temor por largo tiempo. Poco después, cuando ya se sabía que muchos edificios importantes habían caído, y otros amenazaban ruina, sobre todos los templos, el loco Saturnino estaba ya en Caracas sano y salvo, después de haber pasado la noche al pie de un árbol en la colina de El Calvario. Jamás este pobre se vio tan rodeado de la muchedumbre y curiosos que querían saber del loco profeta, pero Saturnino se limitó a contestar:
- ¿No se los dije yo, que algo grande iba a suceder?