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La masacre de El Cepo

 

Luis Heraclio Medina Canelón
Historiador y escritor

Las luchas y sac­ri­fi­cios que miles de vene­zolanos libraron en un pasa­do reciente con­tra de la ten­ta­ti­va de Cuba y sus pupi­los vene­zolanos de impon­er por las armas el comu­nis­mo en Venezuela es poco cono­ci­da por la may­oría de los vene­zolanos. Es una parte de nue­stro ayer que no se debe olvi­dar para enten­der la real­i­dad actu­al y saber como enfrentar­la. Uno de los episo­dios mas cru­en­tos de aquel enfrentamien­to entre la nación vene­zolana y los ter­ror­is­tas fue la masacre de “El Cepo”


Eran tiem­pos en que todavía los man­dos mil­itares no se habían adap­ta­do a la nue­va for­ma de hac­er la guer­ra: la guer­ril­la rur­al y el ter­ror­is­mo urbano requerían una man­era de enfrentar­la dis­tin­ta a una guer­ra con­ven­cional, con nuevas estrate­gia, dis­tin­tas fuerzas mil­itares y poli­ciales y una men­tal­i­dad de guer­ra difer­ente. Aún así, unidades mil­itares tradi­cionales, ape­nas preparadas para la guer­ra con­ven­cional de la primera mitad del siglo XX habían sido desta­cadas en los lugares donde se encon­tra­ban operan­do los gru­pos guer­rilleros comu­nistas finan­cia­dos y entre­na­dos por la dic­tadu­ra cubana.

Uno de estos lugares eran las mon­tañas del esta­do Lara, en los alrede­dores de El Tocuyo, donde se había detec­ta­do la activi­dad de uno de esos gru­pos de ban­doleros, extor­sion­adores y secuestradores, lla­ma­dos eufemís­ti­ca­mente “guer­rilleros”.  Entre las unidades mil­itares que se enviaron a tratar de con­tro­lar esa zona se encon­tra­ba un escuadrón de caballería. Debe­mos aco­tar, que al hablar de “caballería”, no quiere decir que sean sol­da­dos mon­ta­dos a cabal­lo, eso es más que todo una denom­i­nación, aunque en sus cuar­te­les puedan ten­er algunos equinos, pero mod­er­na­mente las unidades de caballería se trans­portan por vehícu­los ter­restres o has­ta en helicópteros.

Aho­ra bien este escuadrón ape­nas había recibido una sem­ana de entre­namien­to anti­sub­ver­si­vo, y esta­ba for­ma­do por un joven teniente, tres sub-tenientes (más jóvenes todavía) y un grupo de reclu­tas casi sin expe­ri­en­cia. Fatal error. El escuadrón de caballería se insta­lo en un para­je lla­ma­do “La Fila del Tigre”, cer­ca de un caserío lla­ma­do “Vil­lanue­va”,  y cada cier­to tiem­po baja­ban has­ta el caserío a bus­car bastimentos.

El 13 de mar­zo, como era ruti­na, una comisión com­pues­ta por el teniente y doce sol­da­dos bajó al caserío con un Jeep y un enorme camión M‑35 a recoger los bas­ti­men­tos para la tropa. De regre­so un mat­ri­mo­nio de campesinos con su pequeña niña de tan sólo seis años, Catali­na, “les pidieron la cola” has­ta las inmedia­ciones de otro caserío donde hab­it­a­ban, que qued­a­ba en la ruta.

La pare­ja de campesinos iban de lo más con­tentos, ya que se ahorra­ban la larga y ago­ta­do­ra cam­i­na­ta y sobre todo porque la niña Catali­na esta­ba mar­avil­la­da por el via­je en el enorme camión mil­i­tar, ya que la famil­ia era de esca­sos recur­sos que vivía en un aparta­do lugar y la pequeña nun­ca se había mon­ta­do en un camión.

Pero el diver­tido paseo esta­ba a pun­to de con­ver­tirse en un infier­no que cam­baría la vida de Catali­na y trun­car­ía la de los otros: Cin­cuen­ta ban­doleros de un frente guer­rillero esta­ban embosca­dos en una cur­va cono­ci­da como “El Cepo” por donde oblig­a­to­ri­a­mente tenía que pasar el pequeño con­voy. Cuan­do lo vieron pasar hacia el pueblo los ter­ror­is­tas armaron su maquiavéli­co plan: insta­laron dos poderosas car­gas de explo­sivos en la car­retera, y el medio cen­te­nar de ban­doleros se ubi­caron estratégi­ca­mente en la mon­taña alrede­dor del lugar arma­dos con ame­tral­lado­ras pesadas, fusiles y subametralladoras.

Cuan­do regresa­ba la comisión, al pasar por la cur­va de El Cepo, uno de los guer­rilleros hizo explotar la primera car­ga con­tra el jeep que se fue a estrel­lar con­tra la mon­taña. Inmedi­ata­mente otra car­ga tam­bién hizo chocar al camión con­tra la ladera. Al momen­to una llu­via de fuego des­de todos los lados cayó sobre los vehícu­los y los sol­da­dos que pudieron salir. Mamá y papá de Catali­na la abrazaron para pro­te­gerla  con sus cuer­pos, pero ambos perdieron la vida al  recibir  una andana­da de bal­a­zos de los comu­nistas. A su alrede­dor caían muer­tos var­ios de los nov­e­l­es reclu­tas  que atur­di­dos no atenían a aprestarse a respon­der el bru­tal ataque.

Al dis­per­sarse el humo los ban­doleros cayeron como hien­as sobre los cadáveres de los mil­itares; remataron al teniente de var­ios culata­zos en la cabeza y le arran­car­on de la muñe­ca un boni­to reloj, rega­lo de su grad­uación. A algunos sol­da­dos que todavía se movían les daban un tiro de gra­cia y los reg­is­tra­ban para quitar­les lo poco que pudier­an lle­var. Con­tentos gri­ta­ban y saca­ban las pro­vi­siones del camión, pero no se dieron cuen­ta de un sol­da­do que qued­a­ba vivo. 

Un humilde campesino de 18 años acaba­dos de cumplir, un reclu­ta recién alis­ta­do, lle­va­do por su madre al cuar­tel “para que aprendiera algún ofi­cio y se hiciera un hom­bre de bien” como le decía su vie­ja. Allí se encar­nó el más puro espíritu de los más bravos guer­reros vene­zolanos de todos los tiem­pos. Aquel mucha­cho de pueblo se afincó su FAL en el hom­bro, apun­tó a los saque­adores que se entretenían con los cadáveres,  puso el selec­tor en modo de ráfa­ga y apretó el gatil­lo. Las veinte det­ona­ciones parecieron un solo estampi­do. Dos de los ban­doleros fueron alcan­za­dos de lleno y cayeron al sue­lo para pagar con su vida su crimen. Los otros, descon­cer­ta­dos se ocul­taron dán­dole opor­tu­nidad a aquel valiente de pon­er a sal­vo su vida y regre­sar a su emplazamiento.

Al rato, lle­garon la base del escuadrón dos sol­da­dos que al salir expeli­dos del camión pudieron sal­va sus vidas e inmedi­ata­mente los sub­te­nientes acud­ieron a la cur­va de El Cepo con la tropa.  Allí encon­traron a su teniente, muer­to y ultra­ja­do, al igual que seis de sus cama­radas. Más allá, los cadáveres de los dos ban­doleros  El papá y la mamá de Catali­na tam­bién esta­ban muer­tos, pero sor­pre­si­va­mente, la niña aunque com­ple­ta­mente trauma­ti­za­da y empa­pa­da en la san­gre de quienes le dieron la vida, no tenía ningún rasguño.

Con esta trage­dia, que evi­den­ció la poca efi­ca­cia de las unidades mil­itares con­ven­cionales en la guer­ra de guer­ril­las,  los altos man­dos mil­itares vene­zolanos apu­raron la creación de las unidades espe­cial­izadas en lucha anti­s­b­ver­si­va, los famosos “cazadores” unidades ultra-lig­eras, que se mov­i­lizan a pié, con tác­ti­cas pare­ci­das a las de los guer­rilleros, que final­mente fueron los respon­s­ables de la vic­to­ria mil­i­tar en con­tra de la guer­ril­la comunista.



Epílogo

La niña Catali­na esta­ba quedan­do sola en la vida. La lle­varon al cuar­tel más próx­i­mo donde le hicieron las eval­u­a­ciones médi­cas y le dieron los primeros cuida­dos. Un coro­nel se con­movió del incier­to des­ti­no de la niña.   Habló con su esposa. Sin pen­sar­lo mucho, el mat­ri­mo­nio adop­tó a Catali­na como hija propia. Cre­ció como una hija más de la famil­ia, en un ambi­ente de clase media, muy dis­tin­to a la humil­dad de su caserío campesino. Se le dio todo el amor y todo el calor de famil­ia que los “rev­olu­cionar­ios” le habían arrebata­do en su insen­sa­ta guerra. 

Catali­na resultó feliz en su nue­va famil­ia y una niña aprovecha­da en los estu­dios.  Se graduó de bachiller. Luego entró en la uni­ver­si­dad donde con exce­lentes notas se diplomó como psicólo­ga.  Hoy vive en el extran­jero, pero  está pen­di­ente de su Patria y con tris­teza con­tem­pla en manos de quienes ha caí­do Venezuela, pero ella dice que así como pese a su trage­dia hubo gente bue­na que la amparó en el momen­to más difí­cil de su vida, siem­pre habrá alguien en Venezuela dis­puesto a reme­di­ar las cosas. Catali­na y el soli­tario reclu­ta que descargó su FAL con­tra los ban­doleros son ejem­p­los de la Venezuela posible.


Para leer más:

Rivas Rivas, José, HISTORIA GRÁFICA DE VENEZUELA, Tomo 11 (1963–1966) Edi­ción Digital.

http://loscincodelinea.blogspot.com/2009/11/capitulo-v-25emboscada-el-cepo.html

CorreodeLara

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