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El Mercado de las Cien Puertas de Barquisimeto en una postal

Luis Alberto Perozo Padua
Periodista y escritor
luisalbertoperozopadua@gmail.com
En Twitter: @LuisPerozoPadua

En una her­mosísi­ma ilus­tración plas­ma­da en una Tar­je­ta Postal de los Esta­dos Unidos de Venezuela, fecha­da el 30 de agos­to de 1905, envi­a­da para Ale­ma­nia, se apre­cia el Antiguo Mer­ca­do Cen­tral de Bar­quisime­to, luego cono­ci­do como el Mer­ca­do de las Cien Puer­tas, hoy en el sitio se encuen­tra el Edi­fi­cio Nacional


El mer­ca­do de Las Cien Puer­tas, como se le llamó por la can­ti­dad de aber­turas, que real­mente eran solo 50, (25 puer­tas tipo arco en cada lado), esta­ba edi­fi­ca­do en ladril­los, fue demoli­do en 1953 para asien­to de los poderes públi­cos regionales, la direc­ción de trán­si­to y otras ofic­i­nas, hoy Pala­cio de Jus­ti­cia y de correos.

El anun­cio de la con­struc­ción del mer­ca­do fue expuesto con los mejores augu­rios en el Men­saje a la Leg­is­latu­ra en 1883 por el gen­er­al Jac­in­to Fabri­cio Lara, hijo del epón­i­mo de la enti­dad y pres­i­dente del esta­do, decidió con­stru­ir un mer­ca­do para la ciu­dad a inau­gu­rarse en 1883, en estos términos:

“ … Yo no puedo dejar de recomen­dar a vues­tra benev­o­len­cia y patrióti­co interés esta obra, porque si bien es cier­to que ella es un mon­u­men­to de orna­to y util­i­dad para esta población, la solidez de su con­struc­ción y la ele­gan­cia de su mod­er­no esti­lo la hacen la primera obra de arte del esta­do. Por hoy bas­tará que el Esta­do quede bien con el Cen­te­nario; que se ter­mine la car­retera a San Felipe y que se con­cluya el Mer­ca­do Públi­co de esta ciu­dad para que el pre­sente año de 1883, autori­dades y ciu­dadanos teng­amos la sat­is­fac­ción de haber cumpli­do impor­tantes deberes y real­iza­dos nobles aspira­ciones.” (Men­saje a la Leg­is­latu­ra, 1883).

No obstante, la inau­gu­ración del mer­ca­do se efec­tuó en 1886, y le cor­re­spondió al nue­vo pres­i­dente del esta­do Lara, gen­er­al Juan Tomás Pérez, abrir por primera vez las puer­tas del mer­ca­do de Los Cien Arcos o Puer­tas, como se le denom­ina­ba, jus­to al costa­do este de la actu­al plaza Bolívar.

Pre­sos y oblig­a­dos a vender 

El per­iódi­co El Telé­fono, en 1890, denun­cia­ba que la carne que se com­er­cia­ba era “increíble­mente mala, fla­ca, de mal gus­to, mal col­or y subido pre­cio”. Esto con­llevó a que el mer­ca­do fuera adquirien­do mala rep­utación por lo que los clientes pre­firieron las pulperías cercanas.

Según ano­ta­ciones del cro­nista Omar Gar­men­dia, para evi­tar que en el Mer­ca­do Munic­i­pal sucumbiera ante la ter­ri­ble rece­sión económi­ca de finales del siglo XIX, el Con­ce­jo Munic­i­pal adop­tó una serie de medi­das coerci­ti­vas en 1894.

Para tal fin, se obligó a los com­er­ciantes de la ciu­dad a cer­rar sus establec­imien­tos en las horas de mer­ca­do y quienes no cumpli­er­an con la res­olu­ción ofi­cial, serían detenidos y puestos tras las rejas en un oper­a­ti­vo con la policía. Otra de las medi­das era con­ducir a los vende­dores con la policía a expen­der sus pro­duc­tos en el mercado.

En esos tiem­pos esta­ba per­mi­ti­da la ven­ta de carne en las bode­gas y pulperías. No existía la refrig­eración. El mer­ca­do tam­bién expendía carne vac­u­na, de cer­do y ver­duras. Pero la gente prefer­ía com­prar estos comestibles y otros artícu­los en la pulpería más cer­cana, antes que cam­i­nar muchas cuadras (demasi­adas, decían algunos) para diri­girse al mercado.

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Habita­do por la decadencia 

“La deca­den­cia del mer­ca­do nació con el mis­mo mer­ca­do, luego de la des­ti­tu­ción del gen­er­al Lara acor­da­da por Guzmán Blan­co. Los com­er­ciantes, quienes eran par­tidar­ios de Lara y que ocu­pa­ban las áreas del edi­fi­cio del mer­ca­do, se fueron reti­ran­do y liq­uidan­do sus nego­cios, ini­cián­dose así el espec­tácu­lo de aque­l­las puer­tas eter­na­mente cer­radas, dor­mi­to­rio de mendi­gos y revolotear de mur­ciéla­gos” (Anzo­la, David (1955). El antiguo mer­ca­do de Bar­quisime­to. El Impul­so, 28–06- 1955, p.3).

A raíz de ese ter­ri­ble esce­nario, la edi­fi­cación comen­zó a dete­ri­o­rarse ráp­i­da­mente y, car­co­mi­das las maderas por el come­jén y la humedad, pare­des desven­ci­jadas, escom­bros por doquier, suciedad y aban­dono, quizá fueron las causas para que las autori­dades deci­dier­an su demoli­ción sin com­pasión, ni siquiera por ser una de las piezas arqui­tec­tóni­cas más recono­ci­da en su tiempo.

CorreodeLara

Esᴛᴀ́ ᴜsᴛᴇᴅ, ᴅɪsᴛɪɴɢᴜɪᴅᴏ ʟᴇᴄᴛᴏʀ, ᴇɴ ᴛᴇʀʀɪᴛᴏʀɪᴏ ᴅᴇ ʜɪsᴛᴏʀɪᴀ, ᴅᴇ ʜᴏᴍʙʀᴇs ᴄɪᴠɪʟɪsᴛᴀs, ʏ sᴏʙʀᴇ ᴛᴏᴅᴏ, ᴅᴇ ɢʀᴀɴᴅᴇs ᴀᴄᴏɴᴛᴇᴄɪᴍɪᴇɴᴛᴏs ϙᴜᴇ ᴍᴀʀᴄᴀʀᴏɴ ᴜɴ ʜɪᴛo

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