Crónicas

El padre Carlos Borges en Barquisimeto: entre el misticismo y la sensualidad

 

Omar Gar­men­dia
Cro­nista y escritor

A finales de 1914 llega a Barquisimeto el sacerdote Carlos Borges, nombrado como teniente cura de la iglesia de la Inmaculada Concepción. Se trataba de un celebrado personaje que venía rodeado de ciertos y forzosos rumores de los que se hablaba en voz baja por su reputación de eclesiástico y poeta, que con sus versos y su vida disoluta había escandalizado a la sociedad de su época


Con su negro hábito talar cam­ina­ba con pasos pau­sa­dos por las silentes calles de la ciu­dad. Posti­gos de ven­tanas se abrían dis­im­u­lada­mente para ver­lo pasar y algunos índices de manos sen­si­bles se dirigían a quien era obje­to no solo de cier­tas mur­mu­ra­ciones, sino tam­bién de admiración ante el sac­er­dote y líri­ca que había lle­ga­do a la localidad.

Car­los Emilio de los Desam­para­dos Borges Reque­na, hijo de Juan Pablo Borges y de Car­lota Reque­na, fue sac­er­dote jesui­ta, escritor, ensay­ista, orador, músi­co, ser­e­natero y al mis­mo tiem­po poeta de exquisi­ta líri­ca de aure­o­la mís­ti­ca, en una embria­gado­ra mez­cla de Can­tar de los cantares y apa­sion­a­dos, eróti­cos y sen­suales can­tos al amor y la mujer. 

Nació en Cara­cas el 22 de noviem­bre de 1867 y fal­l­e­ció en Mara­cay el 21 de octubre de 1932. La vida azarosa de los vien­tos del des­ti­no hizo que lle­vara una exis­ten­cia sig­na­da de aven­turas, con­flic­tos y anfi­bologías reli­giosas y aun políti­cas, en cuan­to a su condi­ción sac­er­do­tal y su ero­tismo expre­sa­do pasion­al­mente en sus poemas.

Para 1890 vemos a Car­los Borges cur­san­do la car­rera de Dere­cho en la Uni­ver­si­dad Cen­tral de Venezuela y, pro­duc­to de la cor­ri­ente del libre pen­samien­to, colab­o­ra con los per­iódi­cos antiguz­mancis­tas de la época y se incor­po­ra a la Sociedad Cien­tí­fi­co-Lit­er­aria, grupo int­elec­tu­al de ideas lib­er­tarias que exis­tió en Cara­cas entre 1887 y 1890, jun­to con su ami­go Manuel Díaz Rodríguez (DHV, 2021).

Y es por esas fechas cuan­do, en medio de dudas y tor­men­tas inter­nas, que sin­tió el impul­so del lla­ma­do de la fe mís­ti­ca hacia la vida sac­er­do­tal. Deja los estu­dios de jurispru­den­cia e ingre­sa al Sem­i­nario de Cara­cas y luego de cua­tro años de estu­dio, el 9 de agos­to de 1894 se orde­na como sac­er­dote jesui­ta y doc­tor en cien­cias ecle­siás­ti­cas en la Uni­ver­si­dad Cen­tral de Venezuela y entra como redac­tor en el diario La Religión. Ya orde­na­do como sac­er­dote en la igle­sia de Las Mer­cedes de Cara­cas, dijo su primera misa y ser­món en la Basíli­ca de San­ta Tere­sa, en la ciu­dad capital.

En sus tem­blores ínti­mos, con­sagra­do como cura, no por ello dejaría de sen­tirse encan­ta­do y atraí­do por pródi­gas mujeres que se embe­lesa­ban y deslum­bra­ban ante su nervio sen­si­ti­vo e inqui­eto. Emprende entonces la idea de ingre­sar a la orden de los domini­cos, para huir de los ace­chos del Malig­no, pero no lo logra. Via­ja a Nue­va York en 1899, luego por Méx­i­co y Cuba.

Cas­tro y parte de su tren Ejecutivo

Por esta época ya había tenido lugar la invasión a Venezuela des­de Cúcu­ta por parte de Cipri­ano Cas­tro el 23 de mayo de 1899. A Borges, como miem­bro de la potes­tad ecle­siás­ti­ca, lo seduce el gus­to por las mieles del poder y sucumbe ante la tentación de los priv­i­le­gios que da la políti­ca. Cas­tro, ya Pres­i­dente con­sti­tu­cional de Venezuela des­de 1901, lo lla­ma para incor­po­rar­lo a su gabi­nete, nom­brán­dole su sec­re­tario pri­va­do, lo que le granjea las sim­patías de “El Cabito”. Borges le ded­i­ca dis­cur­sos y ampu­losas exalta­ciones donde, en oca­siones, lle­ga a com­parar a Cas­tro con Bolí­var y Napoleón, gra­cias a su ver­bo osten­toso y bar­ro­co, muy del gus­to de la época.

Es en 1902 cuan­do pro­duce su gran lit­er­atu­ra líri­ca y mís­ti­ca como en “Can­to eucarís­ti­co” y con­no­ta­dos dis­cur­sos. En ese año toma parte en las man­i­festa­ciones de estu­di­antes con­tra el blo­queo de las poten­cias extran­jeras y el 10 de diciem­bre pub­li­ca su Can­to patrióti­co, en el que hacía un fer­voroso lla­ma­do por la sal­vación de la patria. A par­tir de 1904, su pro­duc­ción adquiere un tono abier­ta­mente pro­fano en sus Rimas galantes, rep­re­sen­ta­ti­vas de una inspiración que se exten­derá aprox­i­mada­mente has­ta 1913.

Cas­tro lo hace acom­pañar en dis­tin­tas giras por el inte­ri­or del país, pero al mis­mo tiem­po es obje­to del rec­ha­zo de la curia cap­i­tali­na, por lo que el padre Borges recibe amon­esta­ciones ecle­siás­ti­cas y fue sus­pendi­do de sus fun­ciones sac­er­do­tales. Habrá de lle­var una vida de seglar des­de 1902 has­ta 1905. Para esas fechas escribe su mejores ensayos y poe­mas en varias y dis­per­sas pági­nas lit­er­arias y en El Cojo Ilustra­do. Muchos de esos artícu­los del padre Borges aparecieron en revis­tas como Bil­liken, Elite y en el gomecista “El Nue­vo Diario”.

Luego de la caí­da de Cas­tro y la subi­da al poder del dic­ta­dor Juan Vicente Gómez, este hace pre­so al padre Borges por ser un miem­bro del gabi­nete de “El Cabito” y es envi­a­do a “La Rotun­da” donde pasará dos años entre 1910 y 1912. Pos­te­ri­or­mente, el mis­mo Gómez, por ese gus­to de rodearse de la int­elec­tu­al­i­dad para sus min­is­te­rios y acciones políti­cas, y en conocimien­to de las dotes ora­to­rias del padre Borges, lo incor­po­ra a su séquito y lo nom­bra sec­re­tario pri­va­do y capel­lán del ejérci­to, “mitad sac­er­dote y mitad mil­i­tar”, como dijera algu­na vez el pro­pio Borges. En estas condi­ciones pro­duce innu­mer­ables y exal­ta­dos dis­cur­sos, loas y diti­ram­bos al dic­ta­dor, a veces has­ta equiparán­do­lo con Jesu­cristo y Bolívar.

Juan Vicente Gómez y su séquito

Entre el amor, la música
y serenatas
en Barquisimeto

A Bar­quisime­to llegó luego de uno de sus últi­mos rap­tos de ero­tidia poéti­ca y bohemia des­de Mara­cay, sus­pendi­do y sep­a­ra­do, per­don­a­do y acep­ta­do de nue­vo (como otras tan­tas veces) en el redil monacal. Fue el ter­cer obis­po de Bar­quisime­to, mon­señor Águe­do Felipe Alvara­do, quien mag­nán­i­ma y com­pren­si­va­mente lo trae a la ciu­dad para ocu­parse de las almas de la par­ro­quia de la Inmac­u­la­da Con­cep­ción y tam­bién como pro­fe­sor del Sem­i­nario des­de 1915 a 1919.

Una vida con­tra­dic­to­ria entre lo laico y lo reli­gioso, lo con­du­jeron des­de el res­guar­do de la igle­sia y de los umbrosos claus­tros a la ver­tig­i­nosa pere­gri­nación por los ver­sos de giros y movimien­tos ruben­dar­i­anos, de fac­tura mod­ernista y román­ti­ca, por ver­icue­tos de andan­zas de noc­tám­bu­las bohemias, de amor, músi­ca y ser­e­natas en la qui­etud del con­ticinio, frente a las ven­tanas y bal­cones que finas manos femeni­nas abrían suave­mente al escuchar las poli­fonías de la sen­ti­men­tal mandolina.

Su padre era corre­dor de val­ores y había naci­do den­tro de una famil­ia de altos nive­les económi­cos, bla­sones y lina­jes de ascen­den­cia de próceres como Tomás y Mar­i­ano Mon­til­la e inclu­so del eximio y eru­di­to human­ista Andrés Bel­lo. Comen­zó sus estu­dios en el cole­gio San­ta María de Cara­cas y en algu­nas opor­tu­nidades, cuan­do Borges ape­nas cumplía los 13 años de edad, asis­tió a las clases y char­las de José Martí cuan­do este se había estable­ci­do en la cap­i­tal en 1881 e impartía clases en dicha insti­tu­ción educativa.

Igle­sia Con­cep­ción de Barquisimeto

Var­ios fueron los mae­stros que influyeron en la psiquis del joven Car­los Borges. Este se sumó inmedi­ata­mente al corte­jo de dis­cípu­los de Martí, gran orador cubano y dester­ra­do, de grandilocuentes y ardorosos dis­cur­sos y exal­ta­do patri­o­tismo en el cul­ti­va­do ide­al bolivariano. 

Martí hubo de ejercer una gran influ­en­cia en los ini­cios de la car­rera lit­er­aria del joven Borges, quien, arroba­do por la enfáti­ca ora­to­ria del poeta, que con­cord­a­ba y con­ge­ni­a­ba con el tem­pera­men­to y res­olu­ciones, que en la mente de Borges y el de otros jóvenes con­tem­porá­neos, son­a­ban como ecos de la musi­cal­i­dad del roman­ti­cis­mo imper­ante en esa época.

Diría Borges, tiem­po después, que: “De los amer­i­canos, para englo­bar­los a todos, el más de acuer­do con mi psiquis es José Martí, de quien tuve el hon­or de ser dis­cípu­lo en el cole­gio San­ta María” (Jiménez, 1962, p. 110). Y esa admiración con­tin­uó con la ora­to­ria de Juan Vicente González y Cecilio Acos­ta, entre otros más.

Tuvo un her­mano músi­co lla­ma­do Raúl Borges. Des­de muy joven ya mostra­ba sus incli­na­ciones poéti­cas y lit­er­arias pues des­de los 15 años pub­li­ca­ba sus escritos en “La Opinión Nacional” y más tarde en “el Yunque” y “El Debate” (Azpúrua, 2010).

Car­roza fúne­bre de Bar­quisime­to. C. 1940

Hime­neos de esqueletos

De esa época, pro­duc­to del Renacimien­to prove­niente de Italia, la “muerte román­ti­ca” se había propa­ga­do por toda Europa y con ella el gus­to lit­er­ario por lo macabro y las evo­ca­ciones elegía­cas por las ruinas y los cemente­rios, has­ta lle­gar a situa­ciones desme­di­das como la con­viven­cia en los hog­a­res de los deu­dos con ataúdes, hue­sos del difun­tos y aun cadáveres insepul­tos, momi­fi­ca­dos o dis­eca­dos. La sen­si­bil­i­dad hacia la muerte se iden­ti­fi­ca­ba entonces den­tro de los cánones del buen gus­to y tono en las man­i­festa­ciones de lo macabro.

Las cos­tum­bres sociales ante la inmi­nen­cia de la muerte vienen pre­ce­di­das por la enfer­medad, la agonía, luego los rit­uales mor­tuo­rios, las misas de cuer­po pre­sente, las plañideras, los ataúdes donde se puede mostrar al muer­to a través de un cristal, las car­rozas tétri­c­as, ador­nadas a veces estram­bóti­ca­mente, los avi­sos fúne­bres, la asis­ten­cia a los cemente­rios y toda una util­ería funer­aria com­pues­ta de velas, coro­nas de flo­res y donde, tra­jes negros de luto cer­ra­do, velos y llo­ran­ti­nas, has­ta el emo­ti­vo y patéti­co poeta que recita elegías y lamenta­ciones ante el exán­ime cadáver, como man­i­festación líri­ca de la cul­tura, en donde lo impor­tante es exhibir la muerte en medio de la pom­pa fúne­bre, con­ver­tido en una exac­er­bación de lo bel­lo y con un sen­ti­do de arte (Cobos, 2009).

Esas expre­siones de la escuela necrofíli­ca habría de lle­var sus ecos a Venezuela, tenien­do como uno de sus prin­ci­pales expo­nentes a José Anto­nio Maitín con su Can­to fúne­bre, en donde se estable­cen lac­rimosos diál­o­gos con la muerte, así como José Anto­nio Pérez Bonalde y Julio Cal­caño. Car­los Borges mil­itó en esa manía de can­tar tales lúgubres incli­na­ciones funerarias:

Can­té ‑dice Borges- en ver­sos lúgubres amores fan­tás­ti­cos; en plañideras rimas lloré supuestos infor­tu­nios; di ser­e­natas a las tum­bas, en las noches de cam­posan­to, bajo los cipreses melancóli­cos, baña­dos por la luna; y me afron­té con los espec­tros, arma­do de pun­to en negro como un caballero de la muerte (Jiménez, op. cit. p. 42).

En el tran­scur­so de los 17 a los 18 años de edad, luego de una eta­pa ado­les­cente prove­chosa, escribe y pub­li­ca sus cel­e­bra­dos ver­sos de las “Bodas macabras”, a lo que Borges dirá, tiem­po después:

Esa lúgubre fan­tasía de mis diecio­cho años era un pre­sen­timien­to. ¡Pobres ver­sos! La Musa, vidente, al inspirárme­los, me anun­cia­ba el dolor más inten­so de mi vida. Yo vi la urna blan­ca de mi dulce novia bajar al fon­do del sepul­cro. Yo vi a la tier­ra tra­garse aque­l­la flor de gra­cia y belleza. En la amar­gu­ra de mi due­lo puedo excla­mar como Jacob: Murió Raquel en el camino… y era el tiem­po de la pri­mav­era. Mi alma tiene tedio de la vida. Como el amante de la antigua can­ción quisiera dormirme para siem­pre ¡oh, eter­no Amor mío! Abraza­do a tus hue­sos (Solaeche, 2011). 

Sin embar­go, aunque con el títu­lo cam­bi­a­do a “Bodas negras”, ver­sos falaz­mente atribui­dos al poeta neogranadi­no Julio Flórez, alrede­dor del año 189l, el mis­mo Flórez en una entre­vista con­ce­di­da para el diario ABC de Madrid en 1904 en la que le pre­gun­taron sus moti­va­ciones para escribir el poe­ma, el poeta respondió que tales ver­sos no eran de su pro­duc­ción, sino que cor­re­spondía a una car­ta que se había encon­tra­do en un sana­to­rio en la ciu­dad de Arizpe, lugar donde des­de 1881 esta­ba ingre­sa­da su madre debido a una grave enfer­medad men­tal (His­to­ria Alter­na­ti­va, 2021).

Esas Bodas macabras fueron muy cel­e­bradas, recitadas por la gente y has­ta can­tadas y pues­tas de moda por los poet­as román­ti­cos. Al decir de Eli­sio Jiménez Sier­ra (op. cit.,p. 42), las Bodas macabras es el can­to por antono­ma­sia de lo lúgubre y som­brío de un con­nu­bio de osa­men­tas, lle­van­do la necro­fil­ia a un niv­el artís­ti­co excep­cional, procla­madas “por un enam­ora­do vio­lador de cenizas, con el rígi­do esquele­to de la mujer ama­da, en la medi­anoche de una habitación semi­alum­bra­da por soli­taria lám­para de cat­acum­ba” (p. 42):

Oye la his­to­ria que con­tóme un día

el viejo enter­rador de la comarca:

Era un amante a quien por suerte impía

su dulce bien le arrebató la Parca.

Todas las noches iba al cementerio

a vis­i­tar la tum­ba de la hermosa;

la gente mur­mura­ba con misterio:

“es un muer­to escapa­do de la fosa”

En una noche hor­ren­da hizo pedazos

el már­mol de la tum­ba abandonada,

cavó la tier­ra y se llevó en sus brazos

el rígi­do esquele­to de su amada.

Y allá, en su triste habitación sombría,

de un cirio fúne­bre a la lla­ma incierta

sen­tó a su lado la osa­men­ta fría,

y cele­bró sus bodas con la muerta.

La hor­ri­ble boca la cubrió de besos,

el yer­to crá­neo coro­nó de flores,

ató con cin­tas sus desnudos huesos,

y le con­tó son­rien­do sus amores.

Llevó la novia al tálamo mullido,

se acostó jun­to a ella enamorado,

y para siem­pre se quedó dormido

al esquele­to rígi­do abrazado.

 

Tro­ca­do el nom­bre por Bodas negras, fue lle­va­da a can­ción y musi­cal­iza­da en 1905 por el músi­co cubano Alber­to Vil­lalón y dada a cono­cer por la can­tante María Tere­sa Vera en Cuba. Con ese mis­mo nom­bre de Bodas negras, en la actu­al­i­dad todavía se recuer­da al can­tante ecu­a­to­ri­ano Julio Jaramil­lo, quien en 1976 inmor­tal­izó el viejo poe­ma Bodas macabras del padre Car­los Borges.

 

Sus días en Barquisimeto

Como en una especie de pen­i­ten­cia impues­ta de clausura y retiro por el obis­po Águe­do Felipe Alvara­do, en Bar­quisime­to el padre Borges tenía como cobi­jo un rincón del sótano del antiguo Pala­cio Epis­co­pal, vie­ja con­struc­ción sobre­viviente de la época colo­nial, el cual qued­a­ba frente al tem­p­lo de la Inmac­u­la­da Con­cep­ción de Bar­quisime­to y que fungía como el sem­i­nario Tomás de Aquino des­de 1909, crea­do por orden de mon­señor Alvarado,

Vivo en el Sem­i­nario donde doy cua­tro clases por dis­posi­ción del Señor Obis­po. Ayu­do a este en la Curia Dioce­sana, tra­ba­jo en la redac­ción del Boletín Dioce­sano y ayu­do tam­bién al padre Almario en la Par­ro­quia. A nadie vis­i­to: no ten­go rela­ciones sociales, lo cual me procu­ra cier­ta inde­pen­den­cia y tranquilidad

(De una car­ta al pres­bítero J. M. Del­ga­do Pala­cios del 16 de junio de 1916, en Macías Muji­ca, 1995, p, 110).

El padre Jus­to Pas­tor Almario era el cura pár­ro­co de la Con­cep­ción a la lle­ga­da del padre Car­los Borges y en el desem­peño de su ser­vi­cio sac­er­do­tal había hecho edi­ficar la Gru­ta de Lour­des, colo­ca­da en la facha­da norte del tem­p­lo, frente a las pro­fusas umbras de los chaguaramos de la plaza Miran­da. Dicha gru­ta se fue disponien­do y con­struyen­do con piedras traí­das de las oril­las del río Tur­bio por niños de las escue­las de la ciu­dad, por lo que, final­iza­da la gru­ta, el día 10 de febrero de 1915 el padre Borges efec­túa la ben­di­ción litúr­gi­ca y pro­nun­ció el ser­món cor­re­spon­di­ente, ver­dadera pieza ora­to­ria mís­ti­ca y de altos vue­los líricos.

Diría el padre Borges en esa ocasión:

Ya se hará sen­tir, en este sitio, la espir­i­tu­al pres­en­cia de la Vir­gen, ya oiréis cómo su mater­nal ben­di­ción descen­derá todos los días sobre vosotros y sobre vue­stros hijos, a la hora que cesa el tra­ba­jo y se duer­men los niños sobre las rodil­las de las madres, a la hora en que la vie­ja torre, con gar­gan­ta de piedra y lengua de bronce, anun­cia el Ángelus y se apodera de la ciu­dad, instin­ti­va­mente un pro­fun­do sen­timien­to reli­gioso y apun­ta la estrel­la ves­per­ti­na, como la primera ave­maría del inmen­so rosario de la noche y todo calla y parece que viene a arrodil­larse ante la Vir­gen de la Gru­ta, la san­ta som­bra de Macario Yépez.

Poco tiem­po, luego de la lle­ga­da del cléri­go Borges, estu­vo el padre Almario frente a la rec­toría de la par­ro­quia, pues muere el 16 de mayo de 1916 y el 28 de ese mis­mo mes es nom­bra­do pár­ro­co del tem­p­lo de la Inmac­u­la­da Con­cep­ción el pres­bítero doc­tor Car­los Borges. El ilus­tre orador y poeta de lo sagra­do y lo pro­fano pasa a ocu­par como lugar de res­i­den­cia la casa cur­al, adosa­da del lado este de la igle­sia (Azpar­ren. op. cit. p. 132). 

Pron­to, dadas sus dotes exce­lentes como orador, su cul­tura y exquisi­ta pal­abra de poeta, comen­zó a rela­cionarse con los rep­re­sen­tantes de las letras y la músi­ca de nues­tra ciu­dad. Des­de los primeros días de su lle­ga­da, a las ven­tanas de su res­i­den­cia per­son­al de la casa cur­al veía lle­gar a los artis­tas e int­elec­tuales que man­tenían con el líri­co levi­ta largas con­ver­sa­ciones, muchas veces con­tin­u­adas en el inte­ri­or de la casa.

Entre los vis­i­tantes que acos­tum­bra­ban acer­carse a char­lar con el padre Borges esta­ban los poet­as Rafael Gar­cés Álamo, Mar­co Aure­lio Rojas, Juan Manuel Rojas y escritores como Juan Alvara­do Ruiz, Wal­te­rio Pérez, Luis Castil­lo Amen­gual, así como tam­bién peri­odis­tas, abo­ga­dos y, sobre todo, cono­ci­dos eje­cu­tantes del pen­ta­gra­ma musi­cal. En esa ven­tana los músi­cos obse­quia­ban sus ser­e­natas, entre ellos Anto­nio Car­ril­lo y Cecilio Acos­ta Gadea, a quienes el padre Borges les colocó los títu­los a los valses inter­pre­ta­dos por sus autores: Como llo­ra una estrel­la y Mar azul, respec­ti­va­mente (Azpar­ren, R. 1974, p. 132–133).

Grandes ser­mones, homilías y dis­cur­sos escribiría y luego pro­nun­cia­ría el padre Borges en su estadía en Bar­quisime­to. Des­de los púl­pi­tos de la igle­sia cat­e­dral de San Fran­cis­co y la par­ro­quial de la Inmac­u­la­da Con­cep­ción se oyó su voz firme y pro­fun­da, elocuente y expre­si­va en las dis­tin­tas fes­tivi­dades del cal­en­dario cris­tiano. Asimis­mo, fue notable el dis­cur­so “La patria lo es todo” el 19 de abril de 1917 en el teatro Juares, con moti­vo del acto orga­ni­za­do por la jun­ta Patroci­nado­ra de la con­struc­ción del edi­fi­cio que pron­to serviría como hos­pi­tal La Cari­dad y luego Anto­nio María Pine­da (Macías Muji­ca, op.cit. p. p. 110–111).

 

 Poesía eróti­ca, mod­ernista y romántica

Car­los Borges pub­licó en vida un pequeño libro en 1917, de 64 pági­nas, que lle­va por nom­bre Pági­nas Selec­tas. En 1955 se pub­li­ca la antología Pági­nas Per­durables, mucho más exhaus­ti­va, luego reed­i­ta­da y ampli­a­da en 1971 (Lec­turas, yantares y otros plac­eres, 2012). Men­ciona­do muchas veces como un gran orador civ­il de desta­cadas alocu­ciones de tinte reli­giosos, social, insti­tu­cional y aun políti­co, es más cono­ci­do por su poesía escri­ta en difer­entes métri­c­as de extra­or­di­nar­ia musi­cal­i­dad, con el uso poco fre­cuente en la ten­den­cia mod­ernista como son los ver­sos ende­casíla­bos y ale­jan­dri­nos de rima uni­ver­sal y abun­dan­cia de ver­sos libres, a veces con rima inter­na o sin ella, pero ajus­tadas a la métri­ca. Su poesía está llena de pal­abras sug­er­entes, inci­tantes, de grandes recur­sos expre­sivos de carác­ter cul­to, de adje­ti­va­ciones y fig­uras lit­er­arias  dirigi­das hacia lo impúdi­co, en con­traste con  el carác­ter de orde­nación sac­er­do­tal del autor. 

Resul­ta trascen­dente, por lo mis­mo, que su poesía sea de impo­nente elocuen­cia y al mis­mo tiem­po de una melancóli­ca grandeza, con oscila­ciones y varia­ciones entre los sen­timien­tos per­son­ales, lo sacro y lo pro­fano, desem­bo­can­do en lo fran­ca­mente sen­su­al y car­nal, lo que hace expre­sar al escritor Sal­vador Gar­men­dia que Car­los Borges sea el ini­ci­ador de la pres­en­cia de la poesía eróti­ca en Venezuela.

En la psicografía del padre Borges se pre­sen­ta el hecho sin­gu­lar de su vida dis­cor­dante entre la vida monacal y la laica. La lobreguez de los claus­tros ecle­siales son el unto que mal­tra­ta el alma del poeta, hecha para la lib­er­tad, que con sus cade­nas solo lo ha de lle­var a la melan­colía. En una suerte de trans­for­mado­ra bohemia, se ded­i­ca en los días y las noches a lle­var en su andar pau­sa­do la man­dolina sen­ti­men­tal, pasion­al y enam­ora­da que lo lle­va a embria­garse de amores y poesía por las sendas pro­fanas del roman­ti­cis­mo y a can­tar madri­gales al oído de las bellas.

 

El inverosímil rap­so­da escapa­do de los altares, que a la luz del alba lo sor­prende el día con una man­dolina ya escon­di­da entre sus ropas de fauno noc­tám­bu­lo, regre­sa a su reclusión arrepen­ti­do y con­tri­to, donde aho­ra sus manos habrían de ele­var las hos­tias y tocar him­nos jubilosos e inocentes en el órgano del coro. De las andan­zas caraque­ñas de ese entonces nacieron sus ver­sos descar­na­dos y no por ello insin­ceros, de su alma heri­da, que sin tapu­jos can­ta a la belleza de las damas. Les dedicó sus letras col­madas de sen­su­al­i­dad, éxta­sis y encanto.

Luego de estos licen­ciosos empeños, el padre Borges conoce en 1907 a una mujer lla­ma­da Dolores Con­sue­lo, Lola, como se le conocía, de quien se enam­o­ra y la solici­ta en mat­ri­mo­nio y en la que en sus poe­mas emerge como el cen­tro apa­sion­a­do de muchos de sus ver­sos de encen­di­do apa­sion­amien­to, como en un ver­so en Dís­ti­co:

Tus caderas de ánfora,

redil de mis pecados

A Dolores Con­sue­lo le ded­i­ca sus apa­sion­a­dos ver­sos en “Rimas galantes”, pero hubo de sopor­tar el rec­ha­zo de la don­cel­la por ser cura, auna­do al escán­da­lo que eso pro­du­jo en la con­ser­vado­ra sociedad caraque­ña de ese entonces. Eso le sum­ió en una cri­sis sen­ti­men­tal pro­fun­da, que com­binó con expre­siones de dolor mís­ti­co, sobre todo porque, tiem­po después, la joven había muer­to a tem­prana edad.

Quiero verte desnu­da como una azucena

manecita de seda can­dorosa y fragante:

Quiero verte desnu­da como un lirio, filena

flo­recita que ocul­ta el capul­lo del guante.

 

Dulce fru­ta veda­da, la ser­pi­ente me incita,

es goloso mi labio y con sed delirante,

beber quiero la glo­ria de tu miel exquisita,

man­zani­ta que guar­da la corteza del guante.

 

Sirio tri­un­fa en la inmen­sa joy­ería del cielo:

Mues­tra al rey de la noche tu blan­cu­ra radiante,

y verás como al pun­to Sirio rabia de celo.

Joyeli­to que ocul­tas el estuche del guante.

 

Aduérmete en mi mano como una paloma,

en un nido viviente que te arrulle y encante,

ya verás como sueñas el edén de Mahoma,

palomi­ta que tiem­blas en el nido del guante.

 

El calor de tu san­gre que da fiebre chicina,

la nieve de la per­la, el agua del diamante

se incen­di­an alum­bran­do tu blan­cu­ra divina,

duque­si­ta que ardes en el seno del guante.

 

Por ti lloro; si quieres disi­par la maligna

inten­ción que me inspire un Mefis­to galante

con el agua ben­di­ta de mis ojos te signa,

her­mani­ta que sueñas en la cel­da del guante.

 

Blan­ca hija de Jairo en el már­mol dormida,

per­mite que mi labio te opri­ma un solo instante;

mi beso es tau­matur­go y te dará la vida.

Muertecita que envuelve la mor­ta­ja del guante.

Luego de haber sali­do del hor­ror viven­cial de la prisión, en 1912 resuelve reen­con­trarse con Lola Con­sue­lo, su antiguo amor, pero se con­sigue con que esta ya había fal­l­e­ci­do. Descon­so­la­do y gimiente, se entre­ga al alco­hol y la erran­cia has­ta que su tem­pera­men­to car­ga­do de mís­ti­ca lo lle­va a acer­carse de nue­vo al refu­gio de la igle­sia, rene­gan­do de su pasa­da vida indeco­rosa. Cier­to día, en un rap­to de aflic­ción y pena se arrodil­ló en ple­na calle y pidió perdón por sus cul­pas frente a la casa del obispo. 

Después de ello, obtu­vo la indul­gen­cia solic­i­ta­da y nue­va­mente se rein­te­gró al sac­er­do­cio, lo que lo lle­va a ale­jarse de la cap­i­tal y su tráfa­go estrepi­toso para bus­car la cal­ma provin­ciana, tratan­do de huir del mun­danal rui­do, rene­gan­do y retrac­tán­dose públi­ca­mente de su pasa­da vida «lib­erti­na» en la ciu­dad de Bar­quisime­to, ciu­dad en la que ejercerá de pro­fe­sor en el sem­i­nario des­de 1915 a 1919.

Se dice que en Bar­quisime­to de nue­vo se enam­o­ra, esta vez de una actriz de teatro y via­ja al exte­ri­or con la amante col­gan­do de nue­vo los hábitos y no regresó a la ciu­dad. Más tarde, por razones tal vez de cul­pa u otras causas, un par de años después regre­sa de nue­vo al refu­gio de la Igle­sia, para entre­garse al car­i­ta­ti­vo cuida­do de enfer­mos men­tales en un asi­lo católi­co en la ciu­dad de Caracas.

“Este her­moso prendedor” 

En la lit­er­atu­ra pop­u­lar y su inge­nio, el pueblo vene­zolano es señal­ada­mente cre­ati­vo y expre­si­vo. Poseemos todo un acer­vo de ele­men­tos lingüís­ti­cos car­ga­dos de un nutri­do mun­do de for­mas par­tic­u­lares de hablar, bien sea en ver­sos mor­daces, pro­caces y vul­gares en coplas, dichos, refranes, anéc­do­tas, sen­ten­cias y toda clase de suce­sos parroquiales.

Ver­sos de esta clase han cir­cu­la­do de boca en boca, en for­ma oral, fun­da­men­tal­mente. Var­ios de esos “otros poe­mas” se le han atribui­do a la autoría del padre Borges. Uno de los más cel­e­bra­dos poe­mas escabrosos e impúdi­cos, alude a uno de los innu­mer­ables nom­bres y sobrenom­bres que el pueblo le ha dado al órgano gen­i­tal mas­culi­no, pero el más ele­gante fue el que le dio el padre Borges, según los ver­sos a él atribui­dos, como lo apun­ta el peri­odista Mis­ael Salazar Léi­denz (2001) en El libro de las groserías (p. 173):

 

Este her­moso prendedor

de tan enroscadas crines

no me lo guindó el Señor

solo para echar orines.

 

En fin, esa fue la vida de un sac­er­dote ser­e­natero, que cono­ció el amor bohemio, pero que tam­bién fue sen­sato en las cues­tiones de la igle­sia, que fue áuli­co y pro­te­gi­do de los regímenes de Cipri­ano Cas­tro y Juan Vicente Gómez, pero por sobre todo poeta de alto vue­lo y fla­ma de la joy­ería celeste. 

Sus restos reposan en el Cemente­rio Gen­er­al del Sur en Caracas.


Ref­er­en­cias

Azpúrua, Miguel (2010). El padre Borges. Diario Médano: Pun­to Fijo, esta­do Fal­cón. [Doc­u­men­to en línea] Disponible: 

 https://issuu.com/wilfredojesus/docs/edicion_16_de_febrero_de_2010/3 Con­sul­ta: 10-11-2021

Cobos, Eduar­do (2008). La muerte y su dominio. El Cemente­rio Gen­er­al del Sur en el guz­mana­to, 1876–1887). Cara­cas: Fun­dación Cen­tro Nacional de Historia.

Dic­cionario de His­to­ria de Venezuela DHV (2021) Borges Reque­na, Car­los. [Doc­u­men­to en línea] Disponible:

https://bibliofep.fundacionempresaspolar.org/dhv/entradas/b/borges-requena-carlos/ Con­sul­ta: 16-11-2021.

His­to­ria Alter­na­ti­va (2021). Caso de las bodas negras (Utopía españo­la) [Doc­u­men­to en línea] Disponible:

https://althistory.fandom.com/es/wiki/Caso_de_las_Bodas_Negras_(Utop%C3%ADa_Espa%C3%B1ola)#Poema_de_Fl.C3.B3rez Con­sul­ta: 11-11-2021. 

Lec­turas, yantares y otros plac­eres (2012). Car­los Borges. Entre la mís­ti­ca y la bohemia. [Doc­u­men­to en línea] Disponible:

http://lecturas-yantares-placeres.blogspot.com/2012/01/borges-entre-la-mistica-y-la-bohemia.html Con­sul­ta: 25-11-2021.

Macías Muji­ca, Eli­gio (1995). Sol en las bar­das. Bar­quisime­to: Ejec­u­ti­vo del esta­do Lara. Fundacultura.

Perez, Adal­ber­to (2020). Curiosi­dades históri­c­as. [Doc­u­men­to en línea] Disponible:

https://ms-my.facebook.com/groups/Anecdotashistoricas/permalink/4025062277509257/

Con­sul­ta: 29-11-2021.

Salazar Léi­denz, Mis­ael (2001). El libro de las groserías. (3ra. ed.). Cara­cas: Vadell Her­manos Edi­tores C.A.

Solaeche Galera, María Cristi­na (2011). Car­los Borges: «Poe­mario». Can­tos del alma y del cuer­po, ¡Armonía del cielo y la tier­ra! [Doc­u­men­to en línea] Disponible: http://www.gibralfaro.uma.es/criticalit/pag_1716.htm

Omar Garmendia

Escritor. Ensayista. Cronista de libre ejercicio. Profesor Titular UCLA, Doctor en Educación y Magister Scientiarum en Lingüística blogculturaomar.blogspot.com

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