El padre Carlos Borges en Barquisimeto: entre el misticismo y la sensualidad
Omar Garmendia
Cronista y escritor
A finales de 1914 llega a Barquisimeto el sacerdote Carlos Borges, nombrado como teniente cura de la iglesia de la Inmaculada Concepción. Se trataba de un celebrado personaje que venía rodeado de ciertos y forzosos rumores de los que se hablaba en voz baja por su reputación de eclesiástico y poeta, que con sus versos y su vida disoluta había escandalizado a la sociedad de su época
Con su negro hábito talar caminaba con pasos pausados por las silentes calles de la ciudad. Postigos de ventanas se abrían disimuladamente para verlo pasar y algunos índices de manos sensibles se dirigían a quien era objeto no solo de ciertas murmuraciones, sino también de admiración ante el sacerdote y lírica que había llegado a la localidad.
Carlos Emilio de los Desamparados Borges Requena, hijo de Juan Pablo Borges y de Carlota Requena, fue sacerdote jesuita, escritor, ensayista, orador, músico, serenatero y al mismo tiempo poeta de exquisita lírica de aureola mística, en una embriagadora mezcla de Cantar de los cantares y apasionados, eróticos y sensuales cantos al amor y la mujer.
Nació en Caracas el 22 de noviembre de 1867 y falleció en Maracay el 21 de octubre de 1932. La vida azarosa de los vientos del destino hizo que llevara una existencia signada de aventuras, conflictos y anfibologías religiosas y aun políticas, en cuanto a su condición sacerdotal y su erotismo expresado pasionalmente en sus poemas.
Para 1890 vemos a Carlos Borges cursando la carrera de Derecho en la Universidad Central de Venezuela y, producto de la corriente del libre pensamiento, colabora con los periódicos antiguzmancistas de la época y se incorpora a la Sociedad Científico-Literaria, grupo intelectual de ideas libertarias que existió en Caracas entre 1887 y 1890, junto con su amigo Manuel Díaz Rodríguez (DHV, 2021).
Y es por esas fechas cuando, en medio de dudas y tormentas internas, que sintió el impulso del llamado de la fe mística hacia la vida sacerdotal. Deja los estudios de jurisprudencia e ingresa al Seminario de Caracas y luego de cuatro años de estudio, el 9 de agosto de 1894 se ordena como sacerdote jesuita y doctor en ciencias eclesiásticas en la Universidad Central de Venezuela y entra como redactor en el diario La Religión. Ya ordenado como sacerdote en la iglesia de Las Mercedes de Caracas, dijo su primera misa y sermón en la Basílica de Santa Teresa, en la ciudad capital.
En sus temblores íntimos, consagrado como cura, no por ello dejaría de sentirse encantado y atraído por pródigas mujeres que se embelesaban y deslumbraban ante su nervio sensitivo e inquieto. Emprende entonces la idea de ingresar a la orden de los dominicos, para huir de los acechos del Maligno, pero no lo logra. Viaja a Nueva York en 1899, luego por México y Cuba.
Por esta época ya había tenido lugar la invasión a Venezuela desde Cúcuta por parte de Cipriano Castro el 23 de mayo de 1899. A Borges, como miembro de la potestad eclesiástica, lo seduce el gusto por las mieles del poder y sucumbe ante la tentación de los privilegios que da la política. Castro, ya Presidente constitucional de Venezuela desde 1901, lo llama para incorporarlo a su gabinete, nombrándole su secretario privado, lo que le granjea las simpatías de “El Cabito”. Borges le dedica discursos y ampulosas exaltaciones donde, en ocasiones, llega a comparar a Castro con Bolívar y Napoleón, gracias a su verbo ostentoso y barroco, muy del gusto de la época.
Es en 1902 cuando produce su gran literatura lírica y mística como en “Canto eucarístico” y connotados discursos. En ese año toma parte en las manifestaciones de estudiantes contra el bloqueo de las potencias extranjeras y el 10 de diciembre publica su Canto patriótico, en el que hacía un fervoroso llamado por la salvación de la patria. A partir de 1904, su producción adquiere un tono abiertamente profano en sus Rimas galantes, representativas de una inspiración que se extenderá aproximadamente hasta 1913.
Castro lo hace acompañar en distintas giras por el interior del país, pero al mismo tiempo es objeto del rechazo de la curia capitalina, por lo que el padre Borges recibe amonestaciones eclesiásticas y fue suspendido de sus funciones sacerdotales. Habrá de llevar una vida de seglar desde 1902 hasta 1905. Para esas fechas escribe su mejores ensayos y poemas en varias y dispersas páginas literarias y en El Cojo Ilustrado. Muchos de esos artículos del padre Borges aparecieron en revistas como Billiken, Elite y en el gomecista “El Nuevo Diario”.
Luego de la caída de Castro y la subida al poder del dictador Juan Vicente Gómez, este hace preso al padre Borges por ser un miembro del gabinete de “El Cabito” y es enviado a “La Rotunda” donde pasará dos años entre 1910 y 1912. Posteriormente, el mismo Gómez, por ese gusto de rodearse de la intelectualidad para sus ministerios y acciones políticas, y en conocimiento de las dotes oratorias del padre Borges, lo incorpora a su séquito y lo nombra secretario privado y capellán del ejército, “mitad sacerdote y mitad militar”, como dijera alguna vez el propio Borges. En estas condiciones produce innumerables y exaltados discursos, loas y ditirambos al dictador, a veces hasta equiparándolo con Jesucristo y Bolívar.
Entre el amor, la música
y serenatas en Barquisimeto
A Barquisimeto llegó luego de uno de sus últimos raptos de erotidia poética y bohemia desde Maracay, suspendido y separado, perdonado y aceptado de nuevo (como otras tantas veces) en el redil monacal. Fue el tercer obispo de Barquisimeto, monseñor Águedo Felipe Alvarado, quien magnánima y comprensivamente lo trae a la ciudad para ocuparse de las almas de la parroquia de la Inmaculada Concepción y también como profesor del Seminario desde 1915 a 1919.
Una vida contradictoria entre lo laico y lo religioso, lo condujeron desde el resguardo de la iglesia y de los umbrosos claustros a la vertiginosa peregrinación por los versos de giros y movimientos rubendarianos, de factura modernista y romántica, por vericuetos de andanzas de noctámbulas bohemias, de amor, música y serenatas en la quietud del conticinio, frente a las ventanas y balcones que finas manos femeninas abrían suavemente al escuchar las polifonías de la sentimental mandolina.
Su padre era corredor de valores y había nacido dentro de una familia de altos niveles económicos, blasones y linajes de ascendencia de próceres como Tomás y Mariano Montilla e incluso del eximio y erudito humanista Andrés Bello. Comenzó sus estudios en el colegio Santa María de Caracas y en algunas oportunidades, cuando Borges apenas cumplía los 13 años de edad, asistió a las clases y charlas de José Martí cuando este se había establecido en la capital en 1881 e impartía clases en dicha institución educativa.
Varios fueron los maestros que influyeron en la psiquis del joven Carlos Borges. Este se sumó inmediatamente al cortejo de discípulos de Martí, gran orador cubano y desterrado, de grandilocuentes y ardorosos discursos y exaltado patriotismo en el cultivado ideal bolivariano.
Martí hubo de ejercer una gran influencia en los inicios de la carrera literaria del joven Borges, quien, arrobado por la enfática oratoria del poeta, que concordaba y congeniaba con el temperamento y resoluciones, que en la mente de Borges y el de otros jóvenes contemporáneos, sonaban como ecos de la musicalidad del romanticismo imperante en esa época.
Diría Borges, tiempo después, que: “De los americanos, para englobarlos a todos, el más de acuerdo con mi psiquis es José Martí, de quien tuve el honor de ser discípulo en el colegio Santa María” (Jiménez, 1962, p. 110). Y esa admiración continuó con la oratoria de Juan Vicente González y Cecilio Acosta, entre otros más.
Tuvo un hermano músico llamado Raúl Borges. Desde muy joven ya mostraba sus inclinaciones poéticas y literarias pues desde los 15 años publicaba sus escritos en “La Opinión Nacional” y más tarde en “el Yunque” y “El Debate” (Azpúrua, 2010).
Himeneos de esqueletos
De esa época, producto del Renacimiento proveniente de Italia, la “muerte romántica” se había propagado por toda Europa y con ella el gusto literario por lo macabro y las evocaciones elegíacas por las ruinas y los cementerios, hasta llegar a situaciones desmedidas como la convivencia en los hogares de los deudos con ataúdes, huesos del difuntos y aun cadáveres insepultos, momificados o disecados. La sensibilidad hacia la muerte se identificaba entonces dentro de los cánones del buen gusto y tono en las manifestaciones de lo macabro.
Las costumbres sociales ante la inminencia de la muerte vienen precedidas por la enfermedad, la agonía, luego los rituales mortuorios, las misas de cuerpo presente, las plañideras, los ataúdes donde se puede mostrar al muerto a través de un cristal, las carrozas tétricas, adornadas a veces estrambóticamente, los avisos fúnebres, la asistencia a los cementerios y toda una utilería funeraria compuesta de velas, coronas de flores y donde, trajes negros de luto cerrado, velos y llorantinas, hasta el emotivo y patético poeta que recita elegías y lamentaciones ante el exánime cadáver, como manifestación lírica de la cultura, en donde lo importante es exhibir la muerte en medio de la pompa fúnebre, convertido en una exacerbación de lo bello y con un sentido de arte (Cobos, 2009).
Esas expresiones de la escuela necrofílica habría de llevar sus ecos a Venezuela, teniendo como uno de sus principales exponentes a José Antonio Maitín con su Canto fúnebre, en donde se establecen lacrimosos diálogos con la muerte, así como José Antonio Pérez Bonalde y Julio Calcaño. Carlos Borges militó en esa manía de cantar tales lúgubres inclinaciones funerarias:
Canté ‑dice Borges- en versos lúgubres amores fantásticos; en plañideras rimas lloré supuestos infortunios; di serenatas a las tumbas, en las noches de camposanto, bajo los cipreses melancólicos, bañados por la luna; y me afronté con los espectros, armado de punto en negro como un caballero de la muerte (Jiménez, op. cit. p. 42).
En el transcurso de los 17 a los 18 años de edad, luego de una etapa adolescente provechosa, escribe y publica sus celebrados versos de las “Bodas macabras”, a lo que Borges dirá, tiempo después:
Esa lúgubre fantasía de mis dieciocho años era un presentimiento. ¡Pobres versos! La Musa, vidente, al inspirármelos, me anunciaba el dolor más intenso de mi vida. Yo vi la urna blanca de mi dulce novia bajar al fondo del sepulcro. Yo vi a la tierra tragarse aquella flor de gracia y belleza. En la amargura de mi duelo puedo exclamar como Jacob: Murió Raquel en el camino… y era el tiempo de la primavera. Mi alma tiene tedio de la vida. Como el amante de la antigua canción quisiera dormirme para siempre ¡oh, eterno Amor mío! Abrazado a tus huesos (Solaeche, 2011).
Sin embargo, aunque con el título cambiado a “Bodas negras”, versos falazmente atribuidos al poeta neogranadino Julio Flórez, alrededor del año 189l, el mismo Flórez en una entrevista concedida para el diario ABC de Madrid en 1904 en la que le preguntaron sus motivaciones para escribir el poema, el poeta respondió que tales versos no eran de su producción, sino que correspondía a una carta que se había encontrado en un sanatorio en la ciudad de Arizpe, lugar donde desde 1881 estaba ingresada su madre debido a una grave enfermedad mental (Historia Alternativa, 2021).
Esas Bodas macabras fueron muy celebradas, recitadas por la gente y hasta cantadas y puestas de moda por los poetas románticos. Al decir de Elisio Jiménez Sierra (op. cit.,p. 42), las Bodas macabras es el canto por antonomasia de lo lúgubre y sombrío de un connubio de osamentas, llevando la necrofilia a un nivel artístico excepcional, proclamadas “por un enamorado violador de cenizas, con el rígido esqueleto de la mujer amada, en la medianoche de una habitación semialumbrada por solitaria lámpara de catacumba” (p. 42):
Oye la historia que contóme un día
el viejo enterrador de la comarca:
Era un amante a quien por suerte impía
su dulce bien le arrebató la Parca.
Todas las noches iba al cementerio
a visitar la tumba de la hermosa;
la gente murmuraba con misterio:
“es un muerto escapado de la fosa”
En una noche horrenda hizo pedazos
el mármol de la tumba abandonada,
cavó la tierra y se llevó en sus brazos
el rígido esqueleto de su amada.
Y allá, en su triste habitación sombría,
de un cirio fúnebre a la llama incierta
sentó a su lado la osamenta fría,
y celebró sus bodas con la muerta.
La horrible boca la cubrió de besos,
el yerto cráneo coronó de flores,
ató con cintas sus desnudos huesos,
y le contó sonriendo sus amores.
Llevó la novia al tálamo mullido,
se acostó junto a ella enamorado,
y para siempre se quedó dormido
al esqueleto rígido abrazado.
Trocado el nombre por Bodas negras, fue llevada a canción y musicalizada en 1905 por el músico cubano Alberto Villalón y dada a conocer por la cantante María Teresa Vera en Cuba. Con ese mismo nombre de Bodas negras, en la actualidad todavía se recuerda al cantante ecuatoriano Julio Jaramillo, quien en 1976 inmortalizó el viejo poema Bodas macabras del padre Carlos Borges.
Sus días en Barquisimeto
Como en una especie de penitencia impuesta de clausura y retiro por el obispo Águedo Felipe Alvarado, en Barquisimeto el padre Borges tenía como cobijo un rincón del sótano del antiguo Palacio Episcopal, vieja construcción sobreviviente de la época colonial, el cual quedaba frente al templo de la Inmaculada Concepción de Barquisimeto y que fungía como el seminario Tomás de Aquino desde 1909, creado por orden de monseñor Alvarado,
Vivo en el Seminario donde doy cuatro clases por disposición del Señor Obispo. Ayudo a este en la Curia Diocesana, trabajo en la redacción del Boletín Diocesano y ayudo también al padre Almario en la Parroquia. A nadie visito: no tengo relaciones sociales, lo cual me procura cierta independencia y tranquilidad
(De una carta al presbítero J. M. Delgado Palacios del 16 de junio de 1916, en Macías Mujica, 1995, p, 110).
El padre Justo Pastor Almario era el cura párroco de la Concepción a la llegada del padre Carlos Borges y en el desempeño de su servicio sacerdotal había hecho edificar la Gruta de Lourdes, colocada en la fachada norte del templo, frente a las profusas umbras de los chaguaramos de la plaza Miranda. Dicha gruta se fue disponiendo y construyendo con piedras traídas de las orillas del río Turbio por niños de las escuelas de la ciudad, por lo que, finalizada la gruta, el día 10 de febrero de 1915 el padre Borges efectúa la bendición litúrgica y pronunció el sermón correspondiente, verdadera pieza oratoria mística y de altos vuelos líricos.
Diría el padre Borges en esa ocasión:
Ya se hará sentir, en este sitio, la espiritual presencia de la Virgen, ya oiréis cómo su maternal bendición descenderá todos los días sobre vosotros y sobre vuestros hijos, a la hora que cesa el trabajo y se duermen los niños sobre las rodillas de las madres, a la hora en que la vieja torre, con garganta de piedra y lengua de bronce, anuncia el Ángelus y se apodera de la ciudad, instintivamente un profundo sentimiento religioso y apunta la estrella vespertina, como la primera avemaría del inmenso rosario de la noche y todo calla y parece que viene a arrodillarse ante la Virgen de la Gruta, la santa sombra de Macario Yépez.
Poco tiempo, luego de la llegada del clérigo Borges, estuvo el padre Almario frente a la rectoría de la parroquia, pues muere el 16 de mayo de 1916 y el 28 de ese mismo mes es nombrado párroco del templo de la Inmaculada Concepción el presbítero doctor Carlos Borges. El ilustre orador y poeta de lo sagrado y lo profano pasa a ocupar como lugar de residencia la casa cural, adosada del lado este de la iglesia (Azparren. op. cit. p. 132).
Pronto, dadas sus dotes excelentes como orador, su cultura y exquisita palabra de poeta, comenzó a relacionarse con los representantes de las letras y la música de nuestra ciudad. Desde los primeros días de su llegada, a las ventanas de su residencia personal de la casa cural veía llegar a los artistas e intelectuales que mantenían con el lírico levita largas conversaciones, muchas veces continuadas en el interior de la casa.
Entre los visitantes que acostumbraban acercarse a charlar con el padre Borges estaban los poetas Rafael Garcés Álamo, Marco Aurelio Rojas, Juan Manuel Rojas y escritores como Juan Alvarado Ruiz, Walterio Pérez, Luis Castillo Amengual, así como también periodistas, abogados y, sobre todo, conocidos ejecutantes del pentagrama musical. En esa ventana los músicos obsequiaban sus serenatas, entre ellos Antonio Carrillo y Cecilio Acosta Gadea, a quienes el padre Borges les colocó los títulos a los valses interpretados por sus autores: Como llora una estrella y Mar azul, respectivamente (Azparren, R. 1974, p. 132–133).
Grandes sermones, homilías y discursos escribiría y luego pronunciaría el padre Borges en su estadía en Barquisimeto. Desde los púlpitos de la iglesia catedral de San Francisco y la parroquial de la Inmaculada Concepción se oyó su voz firme y profunda, elocuente y expresiva en las distintas festividades del calendario cristiano. Asimismo, fue notable el discurso “La patria lo es todo” el 19 de abril de 1917 en el teatro Juares, con motivo del acto organizado por la junta Patrocinadora de la construcción del edificio que pronto serviría como hospital La Caridad y luego Antonio María Pineda (Macías Mujica, op.cit. p. p. 110–111).
Poesía erótica, modernista y romántica
Carlos Borges publicó en vida un pequeño libro en 1917, de 64 páginas, que lleva por nombre Páginas Selectas. En 1955 se publica la antología Páginas Perdurables, mucho más exhaustiva, luego reeditada y ampliada en 1971 (Lecturas, yantares y otros placeres, 2012). Mencionado muchas veces como un gran orador civil de destacadas alocuciones de tinte religiosos, social, institucional y aun político, es más conocido por su poesía escrita en diferentes métricas de extraordinaria musicalidad, con el uso poco frecuente en la tendencia modernista como son los versos endecasílabos y alejandrinos de rima universal y abundancia de versos libres, a veces con rima interna o sin ella, pero ajustadas a la métrica. Su poesía está llena de palabras sugerentes, incitantes, de grandes recursos expresivos de carácter culto, de adjetivaciones y figuras literarias dirigidas hacia lo impúdico, en contraste con el carácter de ordenación sacerdotal del autor.
Resulta trascendente, por lo mismo, que su poesía sea de imponente elocuencia y al mismo tiempo de una melancólica grandeza, con oscilaciones y variaciones entre los sentimientos personales, lo sacro y lo profano, desembocando en lo francamente sensual y carnal, lo que hace expresar al escritor Salvador Garmendia que Carlos Borges sea el iniciador de la presencia de la poesía erótica en Venezuela.
En la psicografía del padre Borges se presenta el hecho singular de su vida discordante entre la vida monacal y la laica. La lobreguez de los claustros eclesiales son el unto que maltrata el alma del poeta, hecha para la libertad, que con sus cadenas solo lo ha de llevar a la melancolía. En una suerte de transformadora bohemia, se dedica en los días y las noches a llevar en su andar pausado la mandolina sentimental, pasional y enamorada que lo lleva a embriagarse de amores y poesía por las sendas profanas del romanticismo y a cantar madrigales al oído de las bellas.
El inverosímil rapsoda escapado de los altares, que a la luz del alba lo sorprende el día con una mandolina ya escondida entre sus ropas de fauno noctámbulo, regresa a su reclusión arrepentido y contrito, donde ahora sus manos habrían de elevar las hostias y tocar himnos jubilosos e inocentes en el órgano del coro. De las andanzas caraqueñas de ese entonces nacieron sus versos descarnados y no por ello insinceros, de su alma herida, que sin tapujos canta a la belleza de las damas. Les dedicó sus letras colmadas de sensualidad, éxtasis y encanto.
Luego de estos licenciosos empeños, el padre Borges conoce en 1907 a una mujer llamada Dolores Consuelo, Lola, como se le conocía, de quien se enamora y la solicita en matrimonio y en la que en sus poemas emerge como el centro apasionado de muchos de sus versos de encendido apasionamiento, como en un verso en Dístico:
Tus caderas de ánfora,
redil de mis pecados
A Dolores Consuelo le dedica sus apasionados versos en “Rimas galantes”, pero hubo de soportar el rechazo de la doncella por ser cura, aunado al escándalo que eso produjo en la conservadora sociedad caraqueña de ese entonces. Eso le sumió en una crisis sentimental profunda, que combinó con expresiones de dolor místico, sobre todo porque, tiempo después, la joven había muerto a temprana edad.
Quiero verte desnuda como una azucena
manecita de seda candorosa y fragante:
Quiero verte desnuda como un lirio, filena
florecita que oculta el capullo del guante.
Dulce fruta vedada, la serpiente me incita,
es goloso mi labio y con sed delirante,
beber quiero la gloria de tu miel exquisita,
manzanita que guarda la corteza del guante.
Sirio triunfa en la inmensa joyería del cielo:
Muestra al rey de la noche tu blancura radiante,
y verás como al punto Sirio rabia de celo.
Joyelito que ocultas el estuche del guante.
Aduérmete en mi mano como una paloma,
en un nido viviente que te arrulle y encante,
ya verás como sueñas el edén de Mahoma,
palomita que tiemblas en el nido del guante.
El calor de tu sangre que da fiebre chicina,
la nieve de la perla, el agua del diamante
se incendian alumbrando tu blancura divina,
duquesita que ardes en el seno del guante.
Por ti lloro; si quieres disipar la maligna
intención que me inspire un Mefisto galante
con el agua bendita de mis ojos te signa,
hermanita que sueñas en la celda del guante.
Blanca hija de Jairo en el mármol dormida,
permite que mi labio te oprima un solo instante;
mi beso es taumaturgo y te dará la vida.
Muertecita que envuelve la mortaja del guante.
Luego de haber salido del horror vivencial de la prisión, en 1912 resuelve reencontrarse con Lola Consuelo, su antiguo amor, pero se consigue con que esta ya había fallecido. Desconsolado y gimiente, se entrega al alcohol y la errancia hasta que su temperamento cargado de mística lo lleva a acercarse de nuevo al refugio de la iglesia, renegando de su pasada vida indecorosa. Cierto día, en un rapto de aflicción y pena se arrodilló en plena calle y pidió perdón por sus culpas frente a la casa del obispo.
Después de ello, obtuvo la indulgencia solicitada y nuevamente se reintegró al sacerdocio, lo que lo lleva a alejarse de la capital y su tráfago estrepitoso para buscar la calma provinciana, tratando de huir del mundanal ruido, renegando y retractándose públicamente de su pasada vida «libertina» en la ciudad de Barquisimeto, ciudad en la que ejercerá de profesor en el seminario desde 1915 a 1919.
Se dice que en Barquisimeto de nuevo se enamora, esta vez de una actriz de teatro y viaja al exterior con la amante colgando de nuevo los hábitos y no regresó a la ciudad. Más tarde, por razones tal vez de culpa u otras causas, un par de años después regresa de nuevo al refugio de la Iglesia, para entregarse al caritativo cuidado de enfermos mentales en un asilo católico en la ciudad de Caracas.
“Este hermoso prendedor”
En la literatura popular y su ingenio, el pueblo venezolano es señaladamente creativo y expresivo. Poseemos todo un acervo de elementos lingüísticos cargados de un nutrido mundo de formas particulares de hablar, bien sea en versos mordaces, procaces y vulgares en coplas, dichos, refranes, anécdotas, sentencias y toda clase de sucesos parroquiales.
Versos de esta clase han circulado de boca en boca, en forma oral, fundamentalmente. Varios de esos “otros poemas” se le han atribuido a la autoría del padre Borges. Uno de los más celebrados poemas escabrosos e impúdicos, alude a uno de los innumerables nombres y sobrenombres que el pueblo le ha dado al órgano genital masculino, pero el más elegante fue el que le dio el padre Borges, según los versos a él atribuidos, como lo apunta el periodista Misael Salazar Léidenz (2001) en El libro de las groserías (p. 173):
de tan enroscadas crines
no me lo guindó el Señor
solo para echar orines.
En fin, esa fue la vida de un sacerdote serenatero, que conoció el amor bohemio, pero que también fue sensato en las cuestiones de la iglesia, que fue áulico y protegido de los regímenes de Cipriano Castro y Juan Vicente Gómez, pero por sobre todo poeta de alto vuelo y flama de la joyería celeste.
Sus restos reposan en el Cementerio General del Sur en Caracas.
Referencias
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https://issuu.com/wilfredojesus/docs/edicion_16_de_febrero_de_2010/3 Consulta: 10-11-2021
Cobos, Eduardo (2008). La muerte y su dominio. El Cementerio General del Sur en el guzmanato, 1876–1887). Caracas: Fundación Centro Nacional de Historia.
Diccionario de Historia de Venezuela DHV (2021) Borges Requena, Carlos. [Documento en línea] Disponible:
https://bibliofep.fundacionempresaspolar.org/dhv/entradas/b/borges-requena-carlos/ Consulta: 16-11-2021.
Historia Alternativa (2021). Caso de las bodas negras (Utopía española) [Documento en línea] Disponible:
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http://lecturas-yantares-placeres.blogspot.com/2012/01/borges-entre-la-mistica-y-la-bohemia.html Consulta: 25-11-2021.
Macías Mujica, Eligio (1995). Sol en las bardas. Barquisimeto: Ejecutivo del estado Lara. Fundacultura.
Perez, Adalberto (2020). Curiosidades históricas. [Documento en línea] Disponible:
https://ms-my.facebook.com/groups/Anecdotashistoricas/permalink/4025062277509257/
Consulta: 29-11-2021.
Salazar Léidenz, Misael (2001). El libro de las groserías. (3ra. ed.). Caracas: Vadell Hermanos Editores C.A.
Solaeche Galera, María Cristina (2011). Carlos Borges: «Poemario». Cantos del alma y del cuerpo, ¡Armonía del cielo y la tierra! [Documento en línea] Disponible: http://www.gibralfaro.uma.es/criticalit/pag_1716.htm