El presbítero Antonio Luis Mendoza, un mártir del gomecismo
Belki Montilla
Cronista de Yaritagua, estado Yaracuy
Conocido como “el Cura de la Dignidad” filántropo, periodista, escritor y orador, fundador de hospitales y periódicos, sufrió largos años de prisión, grillos y torturas por oponerse a la tiranía de Juan Vicente Gómez
Cuando el padre Antonio Luís Mendoza llegó a Yaritagua a finales de 1800, Venezuela atravesaba una difícil situación por las intestinas amenazas de guerra que sufrió el país, después de declarada la Independencia. No obstante, su sólida preparación no solo como sacerdote sino también como escritor, poeta, periodista, le permite planificar acciones para organizar a su feligresía. Es a este sacerdote a quien se le debe la tradición yaritagüeña de las procesiones de Semana Santa.
Fue el 6 de febrero de 1892 cuando arriba a Yaritagua como Cura párroco para Yaritagua, en ese tiempo existía solo el templo en honor a Santa Lucía y debido a la preocupación que sentía por difundir la fe católica, organizó un movimiento con el fin de adquirir la imagen del Santo Cuerpo, para lo cual funda una junta llamada “Comité de Damas Amantes del Santo Sepulcro”, teniendo como presidenta a doña Petra Meireles de Sosa y como tesorera a Benigna Escalona de Otero, acompañadas además de otras damas de la época.
De este comité parte la idea de solicitar colaboración entre los parroquianos que conformaban el conglomerado de Yaritagua, con el fin de poder adquirir la imagen en Europa, cuestión que se hizo realidad en 1892, cuando fue negociada y comprada, directamente en Roma, una preciosa réplica de Jesús Yaciente y en 1894 es recibida por el pueblo con gran beneplácito.
En el pueblo se recuerda que ese mismo año, el padre Mendoza decide dar en custodia a Don Santiago Carvallo, la réplica traída de Europa, pues fue en ese portón donde entró con facilidad el Santo, previo haber intentado hacerlo en otras casas de familias, ubicadas alrededor de la iglesia.
Al ser nombrado custodio del Santo Cuerpo, Carvallo decide mandar a confeccionar una urna de cristal y un mesón de madera con el fin de poder ser trasladado en procesión durante la Semana Santa y además para exhibirlo en uno de esos salones de su casa, conocida por todos los parroquianos de la época como “La Casa de Los Aromas”, ocupada por la familia Carvallo-Otero y allí permanece en la actualidad ya son cuatro generaciones que han llevado en sus hombros tamaña responsabilidad.
La primera procesión del Santo Sepulcro se realizó el Viernes Santo de 1895, contando siempre con el respaldo de la feligresía de Yaritagua, que año tras año, le acompaña masivamente, con verdadero fervor religioso, bajo los acordes de la música sacra, cónsona con el dolor que refleja dicha imagen.
Asimismo, el padre Mendoza construyó el primer hospital de Yaritagua, llamado San Antonio, gracias a la colaboración que recibiera del Dr. Eladio del Castillo, quien compró la casa para ese fin, a la Sra. Rosa Piñango a nombre de la Sociedad Caridad a Domicilio, la cual estaba ubicada en la calle Mariño (Carrera 13), entre las calles Sucre y Miranda (calles 17 y 18). Según Gainza (1993) ya para 1920 la casa estaba en ruinas, solo existían sus escombros. En este hospital se brindó asistencia médica durante la pandemia de la peste española que diezmó a muchos pueblos venezolanos.
Es de hacer notar que, durante algún tiempo, el presbítero Mendoza fue Cura párroco de la parroquia El Valle y consagró sus mejores años en enseñar a sus feligreses la práctica de las virtudes cristianas con su ejemplo y palabra. Tuvo la oportunidad de viajar por los Estados Unidos, conquistando en ese país el aprecio y la estimación.
El presbítero Antonio Luis Mendoza, quien además de sacerdote se destacó en Yaritagua como poeta y fino escritor, fundó el periódico “El Eco Católico”, además de orador, sus discursos fueron magníficos, en ellos estaban presentes las frases con estilo impecable, los pensamientos sublimes y las ideas profundas, todos de gran mérito literario, fue colaborador del “Diario La Región”.
También se sabe que, en una oportunidad, el Gobierno Nacional lo designó como orador de orden en las festividades celebradas para honrar al “Libertador de los esclavos”, el General José Gregorio Monagas, su discurso fue aplaudido ruidosamente.
Este sacerdote fue considerado como el mejor orador sagrado y célebre por su posición contraria a la dictadura de Juan Vicente Gómez por lo que fue llamado “El Cura de la Dignidad”.
En una oportunidad siendo párroco de El Valle, en un sermón protestó contra la inmoralidad imperante en el país y contra el concubinato, por lo cual Gómez se sintió aludido y ordenó su encarcelamiento en el Castillo San Felipe, ubicado en Puerto Cabello, porque supuestamente era castrista y lo puso a trabajar en la carretera de Los Teques.
Estuvo preso siete años con grillos remachados a sus tobillos. Después de una meritoria vida, toda ella en favor de los humildes el Padre Mendoza, murió en Caracas, en el año 1923.
Estando preso el padre Mendoza, se habían llenado de agua su calabozo, tiritando, sintió pasar a Duarte Cacique alcaide de aquella época, y le rogó: «Señor, hágame la caridad de dejarme pasar algo con que arroparme». «Encomiéndese a Dios para que se caliente», le repuso. «Quiera El –exclamó el sacerdote–, quiera El en su misericordia que nunca pase un frío como el que yo tengo.»
Semanas después agonizaba Duarte de un mal. Sus dientes castañeteaban; un frío que le agarro tabaco las articulaciones penetrabale hasta los tuétanos. Murió gritando: «Trainganme al padre Mendoza para que me perdone, vayan a decirle que me perdone para poder morí tranquilo y que se me quite este frío.»
Muy buena crónica
Estando preso el padre Mendoza, habían llenado de agua su calabozo, tiritando, sintió pasar a Duarte Cacique alcaide de aquella época, y le rogó: Señor, hágame la caridad de dejarme pasar algo con que arroparme. 《Encomiéndese a Dios para que se caliente》, le repuso. Quiera El –exclamó el sacerdote–, quiera El en su misericordia que nunca pase un frío como el que yo tengo.
Semanas después agonizaba Duarte de un mal. Sus dientes castañeteaban; un frío que le agarro tabaco las articulaciones penetrabale hasta los tuétanos. Murió gritando: trainganme al padre Mendoza para que me perdone, vayan a decirle que me perdone para poder morí tranquilo y que se me quite este frío.