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El peor naufragio de la historia de América

 

Luis Heraclio Medina Canelón
Historiador y escritor

Año de 1973, aguas del Caribe vene­zolano. A bor­do del Yate “Siboney” un grupo de afi­ciona­dos regre­san a la cos­ta, están ago­ta­dos pero sat­is­fe­chos: luego de 26 horas de arduo tra­ba­jo regre­san a  su puer­to con el tro­feo de su explo­ración: un enorme cañón de casi tres met­ros de largo y var­ios cien­tos de kilos de peso. Se tra­ta de la primera explo­ración vene­zolana en el naufra­gio más grande ocur­ri­do en el Caribe y quizás en todo el mun­do: el naufra­gio en aguas del archip­iéla­go de Aves de la flota de guer­ra del almi­rante francés Jean D’Estrés, quien perdió casi toda su arma­da y más de mil hom­bres en un extra­or­di­nario episo­dio descono­ci­do para la may­oría de los venezolanos


En el mes de  abril de 1678, hace 342 años exac­ta­mente, en el tran­scur­so de la guer­ra fran­co-holan­desa (1672/1678) el almi­rante francés Jean D’Estres par­tió des­de la isla de Saint Kitts and Nevis, ubi­ca­da entre Puer­to Rico y Antigua y Bar­bu­da (antes cono­ci­da como San Cristóbal) con una poderosa flota de 18 buques de guer­ra con la final­i­dad de atacar y cap­turar las Antil­las Holan­desas (Aru­ba, Curazao y Bonaire), para de allí incur­sion­ar sobre Venezuela, en esos momen­tos colo­nia españo­la. D’Estre con­ta­ba con unos 6000 sol­da­dos y marineros embar­ca­dos para su invasión. Al enter­arse de sus planes los holan­deses des­de Curazao enviaron una pequeña flotil­la a hac­er frente al invasor.

La oscu­ra noche del 3 de mayo se encon­traron las dos flotas en las inmedia­ciones del Archip­iéla­go de Aves, tam­bién lla­madas Isla de Aves de Sotaven­to, que son unos pequeños islotes deshabita­dos ubi­ca­dos al oeste de Bonaire y frente a las costas de Carabobo y Aragua, al Este de Los Roques (no con­fundir el Archip­iéla­go de Aves, con la Isla de Aves, la isla más septen­tri­on­al de Venezuela, mucho más al Norte, que tiene un nom­bre muy pare­ci­do). Los holan­deses man­io­braron hábil­mente y con luces des­de sus pequeños bar­cos hicieron creer a los france­ses que esta­ban frente a Bonaire, y que las luces que veían eran las de la isla cuan­do en real­i­dad esta­ban frente al pequeño archip­iéla­go de Aves. D’Estres mordió el anzue­lo y se dirigió a toda veloci­dad en su enorme buque insignia “Le Ter­ri­ble” hacia la tram­pa. “Le Ter­ri­ble” no pudo evi­tar el arrecife, chocó con­tra las piedras del fon­do del mar y comen­zó a hac­er agua.

Se hundieron casi todos los bar­cos de guer­ra con 250 cañones de bronce y 300 de hierro

Mien­tras los mari­nos para tratar de sal­var la vida salta­ban por la bor­da al ver como su bar­co empez­a­ba a hundirse,  D’Estrées ordenó que dis­pararan los cañones para adver­tir al resto de la flota, pero las trip­u­la­ciones de los otros buques pens­a­ban que habían tra­ba­do com­bate con los holan­deses y a toda la veloci­dad que daban los vien­tos sobre las velas fueron en su ayu­da en medio de la oscuri­dad. Uno a uno, el resto de los buques de la flota gol­pearon el arrecife y encallaron y comen­zaron a hundirse.

Unos 1200 hom­bres perdieron la vida según algu­nas ver­siones, otras dicen que sólo fueron 500

Hay otra ver­sión que dice que D’Estres ordenó que primero pasaran unos pequeños buques de poco cal­a­do, lo que lograron, pero dis­pararon sus cañones para adver­tir lo peli­groso del arrecife, lo que fue inter­pre­ta­do por el almi­rante como si estu­vier­an com­bat­ien­do por lo que ordenó avan­zar. Lo cier­to es que allí quedaron destroza­dos jun­to a “Le Ter­ri­ble”, “le Def­fenseur”, “Le Prince”, “Le Belliqueux”, “Le Bour­bon”, una nave hos­pi­tal y muchos otros buques menores.

La flota quedó diez­ma­da. Se hundieron casi todos los bar­cos de guer­ra con 250 cañones de bronce y 300 de hier­ro. Unos 1200 hom­bres perdieron su vida según algu­nas ver­siones, otras dicen que sólo fueron 500. Con la pér­di­da de casi toda su flota, d’Estrées tuvo que regre­sar a Fran­cia. Fue exon­er­a­do de respon­s­abil­i­dad per­son­al por el desastre.

En 1973 una expe­di­ción afi­ciona­da que par­tió des­de el Club Náu­ti­co Playa Grande rescató, luego en arduo tra­ba­jo de 26 horas un cañón, sien­do esta quizás la primera expe­di­ción vene­zolana sobre ese naufra­gio. Par­tic­i­paron Enrique, Gus­ta­vo y Zulay Conde, Gus­ta­vo y Gisela Mon­tene­gro, jun­to a los mari­nos Jorge y San­ti­a­go, Nico y Mary Nani­ni, y el norteam­er­i­cano Bill But­tler, con su hijo y Mar­tin Nail, en el yate “Siboney”, quien tra­jo a tier­ra firme el cañón. Mas tarde en mar­zo de 1998 el explo­rador esta­dounidense Bar­ry Clif­ford y Charles Brew­er Carías encabezan, con­jun­ta­mente con la Arma­da vene­zolana, una expe­di­ción en la cual hal­laron restos de la flota de D´Estrées (dos embar­ca­ciones a 10 met­ros de pro­fun­di­dad, cañones de nueve pies de largo, anclas de quince pies de vásta­go fras­cos, botones, adornos de bronce).

CorreodeLara

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