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La Delpinada una sátira frente a la autocracia de Guzmán Blanco

 

Omar Garmendia
Cronista y escritor

En Venezuela y en toda Lati­noaméri­ca, una de las for­mas más antiguas de expre­sar el descon­tento ante los gob­ier­nos déspotas y autocráti­cos ha sido, en bue­na medi­da, el uso de la sáti­ra, sobre todo ante la abu­si­va y extrav­a­gante adu­lación hacia el gob­er­nante de turno. En el caso vene­zolano, fue este el momen­to en que durante el manda­to de Anto­nio Guzmán Blan­co durante los años de 1877 a 1888 se pre­sen­ta la opor­tu­nidad de burlarse del gobernante

Para tales efec­tos, la víc­ti­ma prop­i­ci­a­to­ria para lograr tal obje­ti­vo a cumplir por esos días resultó ser un fig­u­rante lla­ma­do Fran­cis­co Anto­nio Delpino y Lamas, som­br­erero de ofi­cio y poeta de vocación, cono­ci­do como “El Chir­ulí del Guaire” y “El Can­tor del Caroa­ta”; escribía ver­sos sin sen­ti­do “abso­lu­ta­mente en serio y con­sti­tuían una for­ma poéti­ca nue­va lla­ma­da Meta­mor­fo­s­is, cuya inven­ción se atribuía. Los pub­li­ca­ba donde le daban espa­cio, para hilar­i­dad de los lec­tores” (Monas­te­rios, Rubén 2016).

Homenaje y coronación del bardo

La Delpina­da fue una ocur­ren­cia urdi­da por un grupo de estu­di­antes, poet­as, escritores, políti­cos y ene­mi­gos de Guzmán Blan­co que fue orga­ni­za­da y pre­sen­ta­da en el Teatro Cara­cas el 24 de mar­zo de 1885, por lo que tam­bién se le conoce como la Noche de San­ta Flo­renti­na. Se trata­ba de una sáti­ra en for­ma de “hom­e­na­je” y “coro­nación” del poeta apo­da­do el “Chir­ulí del Guaire” y otros cog­no­men­tos como “Cur­ruñatá del Guarataro”, “El Arren­da­jo de San Juan” y el “Ovidio vene­zolano” (Ordaz, Ramón. 2019).

Los antiguz­mancis­tas se valieron de la ingenuidad del para­noico vate caraque­ño, como una burla con­tra el nom­bra­do per­son­aje y una sáti­ra de las ala­ban­zas y adu­la­ciones babosas de la int­elec­tu­al­i­dad vene­zolana de esa época frente al cul­to a la per­son­al­i­dad de Anto­nio Guzmán Blan­co. Fran­cis­co Delpino y Lamas era un humilde per­son­aje del pro­le­tari­a­do caraque­ño, arte­sano, tra­ba­jador en una som­br­erería, quien era blan­co de burlas y mofas por sus desvari­a­dos, dis­parata­dos y enrevesa­dos ver­sos lla­ma­dos “Meta­mor­fo­s­is”, los cuales daba a cono­cer por la pren­sa y que pro­ducía hilar­i­dad y rego­ci­ja­da chan­za y además por su sen­si­blero amor a la lla­ma­da “Nin­fa Flor”, mula­ta lavan­dera, obje­to de sus idíli­cas musas.

El escritor Pedro Emilio Coll (2007) describe al biografi­a­do de la sigu­iente manera: 

Era don Pan­cho fornido y cor­pu­len­to, de grave y a la vez infan­til expre­sión; de grue­sos mosta­chos con las guías pro­lon­gadas en los car­ril­los, a imitación del bra­vo Leon­cio Quin­tana, a cuyas órdenes había mil­i­ta­do, y con val­or, en la guer­ra fed­er­al. La frente espa­ciosa y arru­ga­da, en la que sus burladores no hal­la­ban el genio líri­co de que se suponía ani­ma­do. Célibe, ama­ba a una gra­ciosa mulat­i­ca de los alrede­dores, lavan­dera a quien nom­bra­ba la Nin­fa Flor, y de quien besa­ba la ropa limpia que le traía, cál­i­da todavía de su mano y de la plan­cha. Para ella sus­piró: “Cuan­do ebrio de amor tus besi­tos coma…”

En su casa de El Guarataro les ech­a­ba maíz a las gal­li­nas de su cor­ral y sub­ía al teja­do para pro­ferir coléri­cos denuestos y dicte­rios a la estat­ua pedestre de Guzmán Blan­co, que se divis­a­ba en la col­i­na de El Cal­vario. En rap­tos de invo­cación a la poesía acud­ían a su mente las más dis­paratadas, oscuras e inconexas cor­re­spon­den­cias metafóri­c­as que a ratos pro­ducían un humor invol­un­tario y que segu­ra­mente recita­ban entre risas los lec­tores de los diar­ios ante tales descon­cer­tantes for­mas literarias.

De los más cono­ci­dos y cel­e­bra­dos humorís­ti­ca­mente es el poe­ma “Impronta”:

Pájaro que vas volando
para­do en tu rama verde;
pasó cazador, matóte;
¡más te valiera estar duerme!
O como “Mis ratos en el baño”:

Des­de mi clara y bul­li­ciosa fuente,
donde me baño entre lin­fas y espumas,
te admiro auro­ra resplandeciente,
al través de blan­cas y den­sas brumas.

Un rayo de tu luz cual pluma siento
que me escribe, cán­di­do, sobre mi frente:
él copia de mi musa el pensamiento
que dedi­co al bar­do des­de la fuente.

Cuan­do por tu vergel vaya un canario
y entre flo­res te cante divino,
no lo espantes, que es mi humilde emisario,
tu can­tor, Fran­cis­co Anto­nio Delpino.

O este sone­to con estrambote:

El ave del desierto
(Ded­i­ca­da a las bel­las del car­naval de 1885):
Pobre palo­ma si la ves pasar
Dejó el desier­to donde eché de menos
Por el agua va que en ama­dos senos,
Brín­dale la dulce que eso es amar…
Cuan­do ebria de amor los besi­tos coma
Dul­ces sus­piros que el alma alimenta
Y en ambos senos por caridad
Halle hos­pi­tal­i­dad
La palo­ma, que mis­te­rio encierra
Es mi alma que bus­ca dicha en la tierra.

De esta man­era, la fama de Fran­cis­co Delpino se iba exten­di­en­do por toda la ciu­dad como chi­fla­do liró­foro y con­se­cuente­mente como car­i­catu­ra del Ilus­tre Americano.

La noche de Santa Florentina

En aque­l­la mem­o­rable gran vela­da de la noche de San­ta Flo­renti­na del 24 de mar­zo, en prepara­da y con­fab­u­la­da tra­ma en el Teatro Nacional, los con­fab­u­lantes lle­varon a Delpino en hom­bros, lo colo­caron en un trono y le enca­jaron una coro­na de flo­res, tan grande que le pasó por enci­ma de la cabeza y le llegó a col­gar entre los hom­bros, mien­tras lo elo­gia­ban en retor­ci­dos y macar­róni­cos dis­cur­sos apoteósi­cos por parte de fal­sos emba­jadores y poet­as de ultra­mar, en dis­ímiles jerigon­zas y lenguas, tales como el apócri­fo Tomas­so Gio­van­ni, en ital­iano; en inglés con el impos­tor John M. Pick­ling con la ofren­da a “The Guaire Wabler”, así como más hom­e­na­jes en lenguas extran­jeras france­sa, cata­lana y ale­m­ana, donde Delpino aparecía rodea­do de don­cel­las jun­to al cristal­i­no Guaire (Sano­ja H. Jesús, 2019).

Cacaseno Vidal envió “Para la vela­da cel­e­bra­da en hon­or del Arren­da­jo de San Juan Señor Fran­cis­co Anto­nio Delpino y Lamas” y pro­ponía, en son de guasa, lo que ya en tono serio debería haberse real­iza­do en Venezuela: una colec­ción de sus com­posi­ciones “meta­mor­fósi­cas” “escritas por Delpino en sus ratos de ena­je­nación men­tal”. Para com­ple­men­tar tan apoteósi­ca come­dia, se leyeron diti­ram­bos de eru­di­ción lati­na y ref­er­en­cias mitológ­i­cas en español del siglo XV (Sano­ja H. Jesús, op.cit.).

Demás está decir que Delpino en su ingen­ua imag­i­nación creía que todo ese hom­e­na­je era la real­i­dad que se mostra­ba ante el esce­nario del Teatro Nacional y de seguro esa noche dur­mió con la certeza de que los dios­es del Par­na­so le insta­larían entre sus legiones como el may­or poeta del orbe.


REFERENCIAS
Coll, Pedro Emilio. (2007). La Delpini­a­da y otros temas (Cróni­ca del oca­so de Guzmán Blan­co), en El Paso Errante. Cara­cas: Fun­dación Edi­to­r­i­al El Per­ro y la Rana.
Monas­te­rios, Rubén (2016). La mofa del poder. [Doc­u­men­to en línea] Disponible: http://www.noticierodigital.com/forum/viewtopic.php?t=40188 Con­sul­ta: 18-08-2019
Ordaz, Ramón (2019.) La Delpini­a­da: 130 años de una vela­da inolvidable.

[Doc­u­men­to en línea] Disponible:

http://www.elsoldemargarita.com.ve/posts/post/id:158210 Con­sul­ta: 18-08-2019

Sano­ja H. Jesús. Car­naval, Pin­tores, Mujer. [Doc­u­men­to en línea] Disponible:

https://www.archivosanojahernandez.com/marialexespinosa Con­sul­ta: 18-08-2019

CorreodeLara

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