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El Tamunangue, de danza execrada a símbolo folclórico

 

Freddy Torrealba Z
Investigador y escritor                                                                                                                      

Los mayores vínculos de Latinoamérica con España son los culturales y religiosos. Así nos legaron un idioma como el español que nos ha dado una unidad lingüística. En lo religioso el aporte del cristianismo y en la esfera del arte el Barroco con su carga eclesiástica que imperaba en España. También, producto del proceso de transculturización, una danza como el Tamunangue proveniente de África y convertida en desgarrador testimonio de la trata de esclavos negros portadores de la música de sus países originarios, entre estos Sierra Leona.

    El Tamu­nangue nace en el mar­co de la economía de la caña de azú­car que implan­tó el español entre los sig­los XVI y XVIII en los pueb­los de Curarigua y El Tocuyo, para luego expandirse a comar­cas cer­canas como Sanare y Quí­bor. Aunque los primeros negros lle­ga­dos en los dos sig­los ante­ri­ores a la zona, fueron des­ti­na­dos a la min­ería de oro en Buría, Aroa y Cocorote, según lo con­fir­ma el his­to­ri­ador Reinal­do Rojas. La caña de azú­car, al igual que el cacao, el café y el petróleo for­man parte de la his­to­ria económi­ca del país definien­do diver­sas eta­pas de la mis­ma y su influ­jo en las crea­ciones artís­ti­cas del colectivo.

1960s. Niños bai­lan­do tamu­nangue en un acto de ‑CVN en el esta­do  Por­tugue­sa. Foto-Car­los Revete

   El negro esclav­iza­do debía cumplir con una larga y ago­ta­do­ra jor­na­da lab­o­ral, mien­tras que el resto de su tiem­po libre lo disponía para el des­can­so y diver­sión. Su orig­i­nal visión reli­giosa del mun­do y la nat­u­raleza nun­ca la aban­donó, al tiem­po que el español pugna­ba por impon­er­le la suya. Por lo que no le quedó otra alter­na­ti­va que acep­tar, des­de su par­tic­u­lar con­cep­ción, la ima­gen de San Anto­nio de Pad­ua que con­vir­tió en paño de lágri­mas ante la dura situación de sojuzgamien­to que padecía. Asi se gen­eró una expre­sión de arte bar­ro­co subterráneo.

  En el Tamu­nangue (deriva­do de tamu­nan­go que sig­nifi­ca “amar­gu­ra de nues­tra gente”) es evi­dente la influ­en­cia deci­si­va del africano con la per­cusión instru­men­tal y poesía mien­tras la del indio se expre­sa en las mara­cas y la del español en las dan­zas de salón (ele­men­to aristocrático). 

La may­or con­tribu­ción la hace el escla­vo negro con sus rit­mos y can­tos expre­sa­dos en los 7 sones de la dan­za defini­da como una suite, al igual que la salve y la batal­la. Es la con­cre­ción region­al del pro­ce­so de mes­ti­za­je que nos define cul­tural­mente como pueblo de con­flu­en­cias múlti­ples. Por ello primero se le cono­ció como sones de negro. Es esa mez­colan­za de razas que nos acom­paña des­de nue­stros ance­s­tros y que luci­da­mente llevó al Lib­er­ta­dor Simón Bolí­var a expre­sar: “La may­or parte del indí­ge­na se ha aniquila­do, el europeo se ha mez­cla­do con el Amer­i­cano y con el Africano, y éste se ha mez­cla­do con el Indio y con el Europeo”. Es nues­tra condi­ción de mes­ti­zos cap­ta­da por Bolí­var y pre­sente cul­tural­mente en esta danza.

1970s. Felipe Fer­nán­dez ter­cero de dereca-izq.-y-sus-tamunangueros-en-Acarigua-Portuguesa.-Foto-colección-Italina-del-Valle-Mendoza.

  Es además una for­ma muy sutil de orga­ni­zación por parte del negro esclav­iza­do en las hacien­das de caña de Curarigua y El Tocuyo, donde sur­gen las lla­madas cofradías para bailar la dan­za en for­ma orde­na­da. A la vez un mecan­is­mo de con­trol por la igle­sia católi­ca que celosa­mente la vig­i­la­ba para evi­tar­los des­or­denes. Su máx­i­ma autori­dad era el capitán que la   dirigía y rep­re­senta­ba ante la comu­nidad. La primera de estas cofradías fue crea­da en 1609 en el tem­p­lo de San Fran­cis­co de El Tocuyo.

  Aunque en sus ini­cios nun­ca fue bien vis­to por los amos del poder políti­co, económi­co y reli­gioso. Se le tild­a­ba de diver­sión de la gente del arra­bal intere­sa­da en causar des­or­den. Ello expli­ca su nat­u­raleza de baile calle­jero y pro­fun­da­mente agi­ta­ti­vo sobre el que recayó la pro­hibi­ción, pues era la opor­tu­nidad para sus par­tic­i­pantes de burlarse del poder exis­tente medi­ante los sig­nos de su arte. Por lo que en El Tocuyo y Curarigua se dan­z­a­ba úni­ca­mente en las hacien­das y la parte exte­ri­or de la igle­sia. La situación de exclusión y rec­ha­zo llegó al extremo de que, durante la segun­da déca­da del siglo XX, el obis­po Ague­do Felipe Alvara­do la pro­hibió en los tem­p­los del esta­do Lara por con­sid­er­ar­la un rito profano.

  Fue en 1948 cuan­do se le conoce públi­ca­mente en el resto del país. Ocur­rió durante el Fes­ti­val de la Tradi­ción que orga­nizó el poeta Juan Lis­cano con moti­vo de la toma pres­i­den­cial de Rómu­lo Gal­le­gos en febrero de ese año en Cara­cas. Antes se   bail­a­ba en la car­rera 18 durante las fies­tas patronales de Bar­quisime­to. En la primera Feria Exposi­ción de Bar­quisime­to, en diciem­bre de 1939, fue pre­sen­ta­do en la ciu­dad por primera vez en un even­to ofi­cial. Lo cier­to es que por casi dos sig­los el Tamu­nangue fue repu­di­a­do por el establec­imien­to. Hoy lo bailan más de sesen­ta gru­pos de tamu­nangueros y golper­os. Es la cristal­ización de las viven­cias de un pueblo oprim­i­do a par­tir de la prác­ti­ca de la músi­ca fol­clóri­ca con sus val­ores estéti­cos y sociales.

Síntesis de una conferencia dictada en junio de 1976 en el Círculo Cultural Julio Ramos de Curarigua

CorreodeLara

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