En 1810 llegan a EE. UU diplomáticos del nuevo gobierno de Venezuela
Luis Alberto Perozo Padua
Periodista y cronista
luisperozop@hotmail.com
IG/TW: @LuisPerozoPadua
Luego del 19 de abril de 1810, don José de las Llamozas y don Martín Tovar Ponte, como presidentes de la Junta autónoma de gobierno constituida en Venezuela para defender los derechos del rey español don Fernando VII, redactaron correspondencia dirigida al secretario de Estado de los estados Unidos en donde le notificaron que, «… ante lo sucedido al disolverse el Gobierno que había en España por la ausencia del rey, y no siendo posible depender de una España ocupada por un monarca extranjero ni esperar de España expediciones mercantiles, Venezuela ha resuelto conservar la soberanía real en todo su territorio e estrechar sus vínculos de amistad y comercio con naciones amigas o neutrales, entre las cuales están los estados unidos , con cuyos habitantes desea fortalecer más sus vínculos de alianza».
Así lo señala el historiador Tomás Polanco Alcántara en su apartado La Relación de Venezuela-Estados Unidos durante el periodo 1806–1900, revelando que, para instruir a Estados Unidos sobre el nuevo sistema establecido en Caracas, «así como las ventajas recíprocas que tendría su comercio con nosotros cuando los extranjeros pacíficos vinieran a cambiar nuestros frutos por las producciones de su industria y comercios», enviaron, en misión diplomática, a los distinguidos caballeros don Juan Vicente Bolívar y Palacios, coronel efectivo (hermano mayor del futuro Libertador Simón Bolívar) y a don Telésforo de Orea, pertenecientes ambos a las más distinguidas familias venezolanas del momento, por tanto nos permite entender la importancia que se le dio a las relaciones bilaterales con el gran país norteamericano. Estos dos personajes se convirtieron en los primeros representantes diplomáticos formales del nuevo gobierno de Venezuela.
La Gaceta de Caracas, en su edición 108 del 20 de julio de 1810, en su página 4, publica que los altos comisionados partieron a Estados Unidos en la goleta Fama. Asimismo, el Evening Post de Baltimore informó que para el 4 de julio ya habían atracado en el puerto, adicionando en un destacado que: «la América inglesa está muy de acuerdo con los sentimientos de Venezuela».
Escribe Polanco Alcántara que la carta de Caracas presentada formalmente por Juan Vicente Bolívar y Palacios al secretario de Estado, y que fue leída por el alto funcionario a James Madison ‑4.º presidente de Estados Unidos‑, «motivó en contestación las más sinceras demostraciones de contento y aprobación por el noble partido adoptado en la Provincia de Caracas y las más seguras testificaciones de asegurar estrechar más las relaciones de paz y comercio que existen entre ambos Estados», según informó Juan Vicente Bolívar al Gobierno venezolano el 15 de junio de 1810.
Reconocimiento inoportuno
Pero a la luz de los acontecimientos en Europa con una España ocupada por Francia, un rey depuesto y en cautiverio, y un nuevo gobierno en Venezuela, la negociación se tornó lenta y delicada entre aquella diplomacia temprana con el gobierno norteamericano.
El secretario de Estado, James Monroe, en conversación con Orea, dejó entrever que la opinión de Madison y la suya, era que la revolución americana (la de Venezuela y demás territorios bajo el dominio español) tendría la misma fuerza que la del Norte, pero «es inoportuno el reconocimiento del Gobierno (estadounidense) dado el carácter provincial y la compleja relación con Francia y España.
Por su lado, en los apuntes de Cristóbal Mendoza, en su obra Las primeras misiones diplomáticas de Venezuela, describe que Telésforo de Orea, escuchó muchas expresiones de “simpatía” en Estados Unidos, pero este editor-autor insinúa que el gobierno estadounidense no era particularmente “simpático”. Concluye que la neutralidad de los norteamericanos favoreció a España por el deseo de asegurar concesiones territoriales en las tierras fronterizas españolas, a saber, Florida.
Orea permaneció en Estados Unidos, pero Juan Vicente Bolívar pereció en el viaje de retorno a Venezuela, tras naufragar el bergantín Neri, cerca de las islas Bermudas en agosto de 1811. El buque desapareció junto a la tripulación.
El presidente Madison se entrevistó con el comisionado Orea en una reunión privada el 15 de mayo de 1811. A ese respecto, Orea escribió: «Me recibió con atención y urbanidad, me hizo las mayores expresiones en favor de la Independencia de la América del Sur, tomó algunos informes sobre el estado de la causa de Caracas y el ataque y retirada de Coro e insistió más sobre la declaración de bloqueo contra los puertos de Venezuela se exceptuaba a la bandera inglesa».
La Declaración de Independencia
y una bandera
El 6 de noviembre de 1811, el agente extraordinario de la Confederación de Venezuela ante el gobierno de los Estados Unidos, Telésforo Orea, presentó sus credenciales formales al secretario de Estado norteamericano James Monroe.
Con sus documentos, Orea entregó una copia de la Declaración de Independencia del 5 de julio, una muestra de la bandera que adoptaría Venezuela y la solicitud de reconocimiento de Venezuela como Estado independiente para, en virtud de ello, acordar tratados de amistad y cooperación. El 19 de noviembre Monroe comunicó al agente venezolano el dictamen favorable de la comisión legislativa.
Interesantes datos
Existen dos datos excepcionales en esta historia, pues el ahora presidente Madison obviamente se interesó en la situación derivada de la expedición a Coro, dado que siendo secretario de Estado del presidente Thomas Jefferson protegió y colaboró con Francisco de Miranda en aquella invasión a Venezuela.
Por último, en el caso de don Telésforo de Orea, éste era hermano de Marcos de Orea, primer esposo de Micaela Miranda Rodríguez, hermana del generalísimo Francisco de Miranda.
Fuente: Tomás Polanco Alcántara. La Relación de Venezuela-Estados Unidos durante el periodo 1806–1900. Pág. 40–43. Cámara Venezolana-Americana de Comercio e Industria. Caracas, noviembre de 2000.
Cristóbal L. Mendoza. Las primeras misiones diplomáticas de Venezuela, I, II. Madrid, 1962. Ediciones Guadarrama. vol. I: 469; vol. II: 413. Agosto de 1965.