En Cabudare se conserva una de las bodegas más antiguas
Luis Alberto Perozo Padua
Periodista
En Twitter: @LuisPerozoPadua
LA BODEGA de Carlos Rondón, registrada con el número 61, ubicada en la Calle Juan de Dios Ponte con Palavecino, era ampliamente conocida en Cabudare. Aparte de pulpería, era un centro de abastecimiento de otras bodegas de esa localidad y otras que situadas en zonas foráneas.
Carmen Rondón, una de los nueve hijos de ‘Carlitos Rondón’ cuenta que la casa data de finales del siglo XIX. Originalmente la casona de 800 metros cuadrados, de ventanas y portones con estilo colonial, techumbre de tejas y caña brava, paredes de adoboncitos, vigas de madera y amplio jardín interno, era la casa materna de la familia Pérez-García. Carlos Rondón llegó de los Andes con un sueño: ser policía y poco después de alcanzar su anhelo, fue atrapado por las redes de Cupido, desposándose con Carmen García en el templo San Juan Bautista de esta ciudad.
Vendía de todo
Carlitos Rondón heredó de Benjamín Pérez, el arte del comercio y pronto se encargó de la pulpería, logrando conquistar el mercado. Vecinos de Pueblo Arriba, advierten que el pulpero “vendía de todo”, desde alfileres, cortes de tela, sombreros, pasando por escobas de millo, alpargatas, kerosén, platos, cubiertos y hasta medicamentos. Los embutidos y lácteos no faltaban. Tampoco los panes, huevos ni la carne de cerdo de su propio corral. En el patio se arrumaban los quintales de café provenientes de la montaña de Terepaima, que más tarde eran comercializados en la región. Su hija subraya que Carlitos Rondón, era propietario de tres bodegas más: una incluso apostada en Agua Viva. Carmen recuerda a su padre, vestido con su característico sombrero, que usó hasta el final de sus días, ocurrido en el año 2006.
Entre las crónicas
Américo Cortez, cronista de Cabudare, narra que la bodega de Carlitos Rondón era una especie de almacén porque las pulperías de la localidad tenían esa característica, pues surtían a los pueblos circunvecinos que solo podían hacer compras una vez al mes dado lo difícil de movilizarse en ese entonces. “Existía el abasto La Ceiba con más de tres décadas de funcionamiento; la bodega de Domingo, frente a la casa de don Felipe Ponte, en la calle Real o Libertador; el negocio de don Augusto Casamayor; el de Vicente Palacios, expendios que cumplían una función más como almacen que como bodegas”. En estos expendios se practicaba el sistema del ‘fiao’ o sistema de abono con un crédito abierto. “La bodega de Rondón era una de las más fundamentales, instalada en los años 50 por la familia Pérez que luego pasó a ser de Carlitos”.
La casona fue construida por Manuel Pérez ‘El Antillano’ venido de Curazao a Cabudare y padre de Avelardo Pérez, quien fue general de la Guerra Federal, reseñado en el Diccionario Histórico y Geográfico del estado Lara de Telasco McPherson, editado en 1883, que más tarde casó con la cabudareña Carmen Gutiérrez. Fue hijo del héroe federal Benjamín Pérez, quien fuera propietario de la bodega que luego pasaría a Carlos Rondón.
‘El Antillano’ trajo de Curazao a Cabudare el culto a San Rafael Arcángel. El cronista sostiene que Avelardo Pérez y el doctor Jesús María Araña, fundaron la Cofradía o Sociedad de San Rafael Arcángel, fiestas que se comenzaron a realizar en los años veinte y que una década después Manuel López, en su mocedad, se encargó de la cofradía hasta los años ochenta. La primera capilla de San rafael, de 1918 conjuntamente con la casona de Carlos Rondón, eran los centros de atracción de Pueblo Arriba, en Cabudare.