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En la casa de José Ángel Álamo se armó la conjura contra Vicente Emparan

 

Juan José Peralta
Periodista

Desde inicios del siglo XIX había ambiente de independencia, aunque algunas acciones se escudaban en la defensa de Fernando VII. El historiador Reinaldo Rojas cuenta en su libro sobre la fecha, que “el 18 de abril, en la casa del médico barquisimetano José Ángel Álamo se ultimaban los detalles del golpe del 19 de abril. Allí están entre otros los hermanos Mariano y Tomás Montilla, José Félix Ribas, Martín Tovar, Dionisio Sojo, Manuel Díaz Casado entre otros. Los Bolívar se encontraban en los valles del Tuy. Los hermanos Toro habían ofrecido el apoyo de las fuerzas establecidas en los valles de Aragua y Valencia”


Sostiene Rojas que “pens­a­ba Emparan que en los planes de los man­tu­anos esta­ba hac­er­lo Pres­i­dente de la Jun­ta de Gob­ier­no. De allí su tran­quil­i­dad y sosiego”.

El 19 de Abril de 1810 los caraque­ños le dieron al usurpador Rey de España un golpe de esta­do en la per­sona de su capitán gen­er­al Vicente Emparan. Quizás sea parte de la raíz de la des­gra­cia de los movimien­tos sedi­ciones en el país, que han mar­ca­do nues­tra his­to­ria des­de entonces. Aclararo que el rey de España en ese momen­to era José Bona­parte, her­mano del emper­ador Napoleón Bona­parte, quien pre­sionó y con­ven­ció a Car­los IV de abdicar la coro­na a favor de su her­mano José, cono­ci­do como Pepe Botel­la, por su afi­ción al trago.

Cara­cas se sin­tió de pron­to envuelta en dis­cu­siones y debates por la invasión de Napoleón. “Nun­ca se habían vis­to tan­tas asam­bleas y oído tan­tos dis­cur­sos como en los días del mes de julio de 1809. Mien­tras un grupo de hom­bres y mujeres salía por las calles vociferan­do con­tra los france­ses, otro grupo gri­ta­ba vivas a Fer­nan­do VII, un ter­cer grupo pedía un pro­nun­ci­amien­to del Capitán Gen­er­al a favor de la monar­quía españo­la y otro solic­ita­ba que se orga­ni­zara un gob­ier­no local”, explic­a­ba el anal­ista Sigfri­do Lanz Delgado.

El mariscal de cam­po Vicente Emparan era gob­er­nador de Cumaná y fue a Cara­cas prop­uesto por los france­ses para  susti­tuir al capitán gen­er­al Juan de Casas en mayo de 1809. Llev­a­ba la mis­ión de cal­mar los áni­mos y los aires de cam­bio que sacud­ían a la cap­i­tal de la cap­i­tanía gen­er­al. Al cono­cerse en Améri­ca los suce­sos de España había un debate sobre qué hac­er, ante el ines­per­a­do cam­bio de rey. En ese ambi­ente había con­spir­a­ciones, dis­cu­siones y era inten­sa la activi­dad en bus­ca de adop­tar una decisión políti­ca en vista de la invasión de los france­ses a España y la abdi­cación del rey a favor de Bonaparte.

La noche del 18 de abril los con­spir­adores se reunieron en la casa del médi­co Álamo –como ano­ta­mos al prin­ci­pio– y allí plan­earon obligar a Emparan asi­s­tir al día sigu­iente a un cabil­do abier­to donde dis­cu­tirían la situación en España.  El 19 de abril de 1810, Jueves San­to, se reunió un cabil­do extra­or­di­nario como respues­ta inmedi­a­ta a la dis­olu­ción de la Jun­ta Supre­ma de España y el supuesto respal­do al rey Fer­nan­do VII. Los par­tidar­ios de una jun­ta se valieron del alcalde José de las Llam­ozas, para la con­vo­ca­to­ria. Emparan cayó en la tram­pa y con­va­lidó el acto con su presencia.

Tem­pra­no se instaló el cabil­do y comen­zaron las dis­cu­siones, unos a favor de una jun­ta para defend­er a Fer­nan­do VII y otros la rec­haz­a­ban. Cuan­do los áni­mos se caldearon, Emparan alegó el pron­to comien­zo del Te Deum por el Jueves San­to y sus­pendió la reunión.

A las puer­tas del tem­p­lo, Fran­cis­co Salias lo tomó del bra­zo y lo con­minó a regre­sar. «Vuel­va a cabil­do. Está en juego la sal­vación públi­ca», le dijo con energía y decisión. Ahí se ini­cia­ba el golpe de esta­do. La sol­dadesca inten­tó arrestar a Salias, pero el coman­dante de la agru­pación, capitán Luis de Ponte, por orden del inspec­tor gen­er­al, coro­nel Fer­nan­do Rodríguez del Toro, impidió la actuación de ofi­ciales y sol­da­dos. Se sumó la inter­ven­ción firme y deci­di­da del alférez real Feli­ciano Pala­cios Blan­co, obligan­do a Emparan a regre­sar al cabildo.

Pues, yo tam­poco quiero man­do, gritó Vicente Emparan y renunció

El pin­tor caraque­ño Juan Lovera describió en un cuadro la esce­na a las puer­tas de la cat­e­dral, ima­gen que siem­pre vemos en los libros. Ante la reunión, tor­na­da bas­tante tor­men­tosa y en vista de la imposi­bil­i­dad de lograr acuer­do, Emparan se asomó al bal­cón y pre­gun­tó a la mul­ti­tud si lo querían gobernando.

Reunidos en la plaza por los rit­uales de la Sem­ana San­ta, los caraque­ños no esta­ban prepara­dos para un cam­bio tan repenti­no. En medio de la sor­pre­sa al prin­ci­pio dijeron ¡Sí!, pero hábil­mente colo­ca­do detrás de Emparan con toda la inten­ción, el pres­bítero canóni­go chileno José Cortés Madaria­ga, hizo señas de ¡no! y en la vac­ilación del pueblo, el médi­co yaracuyano José Rafael Vil­lar­real, de acuer­do con el cura empezó a gri­tar, ¡No, no lo queremos!

De inmedi­a­to las voces crecieron y el ¡No! se apoderó de la plaza may­or has­ta des­bor­darse por las calles a todos los rin­cones de la ciu­dad en un sen­timien­to colec­ti­vo. “Pues, yo tam­poco quiero man­do”, dijo Emparan y renunció.

Dos días más tarde con­du­jeron a Emparan a La Guaira, extraña­do jun­to al inten­dente Vicente Bas­sadre, al audi­tor José Vicente Anca, a los oidores y al fis­cal de la Audi­en­cia y a un grupo de fun­cionar­ios y colab­o­radores del des­ti­tu­i­do Gob­ier­no español. Les pusieron en los bol­sil­los unos 18 mil pesos para gas­tos de via­je. Poco a poco se fueron suman­do a la rebe­lión del bra­vo pueblo de Cara­cas las provin­cias de Barcelona, Cumaná, Mar­gari­ta, Bari­nas, Méri­da y Tru­jil­lo. Las de Guayana, Coro y Mara­cai­bo se incor­po­raron pos­te­ri­or­mente. Así se dieron los primeros pasos a la inde­pen­den­cia de Venezuela, aquel 19 de abril de 1810. Fue el primer gri­to de libertad.

Se estable­ció entonces una Jun­ta Supre­ma de Gob­ier­no con jun­tas sim­i­lares en las provin­cias respal­dantes, además de lib­er­ar el com­er­cio exte­ri­or, pro­hibir el com­er­cio de esclavos negros, crear la Sociedad Patrióti­ca para fomen­tar la agri­cul­tura y la indus­tria, así como la Acad­e­mia de Matemáti­cas. Se enviaron  del­e­ga­ciones diplomáti­cas a los país­es que podían apo­yar la insur­rec­ción y se con­vocó a un Con­gre­so Con­sti­tuyente que se instaló el 2 de mar­zo de 1811 y en julio aprobó la primera con­sti­tu­ción de la república.

El desconocimien­to a la autori­dad del Capitán Gen­er­al de Venezuela aquel 19 de abril de 1810, hace 210 años, fue el paso pre­vio al 5 de julio de 1811, con la fir­ma del Acta de la Declaración de Inde­pen­den­cia en la que Venezuela se declara for­mal­mente inde­pen­di­ente. Fue un acto cívi­co, nada de mil­itares, aunque nació en las entrañas de la bur­guesía caraque­ña en lucha por sus intereses.

CorreodeLara

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