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Venezuela en los relatos de antiguos viajeros

 

Catherine García Rodríguez
Escritora e investigadora

En los albores de nuestro período republicano varios viajeros como Alejandro de Humboldt, Francisco Depons, Sir Robert Ker Porter, Ferdinand Bellermann, Anton Goering, Miguel Lisboa, Karl Appun y Pal Rosti, visitaron nuestro país. Estas crónicas, fuentes de primera mano, constituyen la primera construcción simbólica del venezolano, que fue difundida al mundo y en ellas se registran las primeras impresiones de la naciente república


Los via­jeros que en el siglo XIX lle­garon par­tic­u­lar­mente a Venezuela, esta­ban alen­ta­dos por un interés cien­tí­fi­co muy pro­pio de la época. Sus relatos des­per­taron el interés de los cír­cu­los europeos hacia nue­stro país; prin­ci­pal­mente por la riqueza de su nat­u­raleza impo­nente, por su cli­ma y la belleza de sus con­trastantes paisajes.

En estos tex­tos se artic­u­la una fun­ción poéti­ca, que se con­struye con abun­dantes recur­sos retóri­cos que bus­can plas­mar la belleza impo­nente de la nat­u­raleza obser­va­da; jun­to a una fun­ción descrip­ti­va, que reg­is­tra ele­men­tos cul­tur­ales vis­tos a la luz de quien obser­va des­de una cul­tura difer­ente y elab­o­ra un inven­tario cien­tí­fi­co. Y por supuesto, los tes­ti­mo­nios icono­grá­fi­cos inclu­i­dos en estas descrip­ciones, con­sti­tuyen los primeros reg­istros grá­fi­cos del paisaje vene­zolano urbano y rural.

Hechos en for­ma de cróni­cas, diar­ios, rela­ciones, car­tas, dibu­jos, acuare­las y fotografías; estos mate­ri­ales cumpli­eron una fun­ción divul­ga­ti­va en su época, ya que fueron real­iza­dos para dar a cono­cer esta nue­va real­i­dad amer­i­cana que se abría ante los ojos europeos, ya no sólo des­de la mira­da del col­o­nizador, sino des­de los ojos mar­avil­la­dos de inves­ti­gadores acu­ciosos y sen­si­bles. De algún modo la visión del país, de la gente, de la nat­u­raleza y las cos­tum­bres que ellos difundieron, con­struyeron la primera ima­gen del país en el mun­do. Debido a esto, a par­tir de la difusión de las expe­ri­en­cias descritas en las cróni­cas de Hum­boldt, lle­garon a Venezuela diver­sos via­jeros que se con­virtieron en una suerte de cor­re­spon­sales en lo que uno de ellos denom­i­naría: “el más bel­lo país del Trópico”.

Vista de Caracas

Aquel ter­ri­to­rio con­vul­sion­a­do por los acon­tec­imien­tos políti­cos y sociales que sucedieron a nues­tra Inde­pen­den­cia de la Coro­na españo­la, fue vis­i­ta­do por dis­tin­tos via­jeros extran­jeros que recor­rieron su diver­si­dad geográ­fi­ca descri­bi­en­do la nat­u­raleza, las cos­tum­bres y tradi­ciones, las for­mas de vida y el carác­ter del vene­zolano de ese tiem­po. En estos relatos se suman la descrip­ción etno­grá­fi­ca que reg­is­tra ele­men­tos cul­tur­ales y ras­gos de nues­tra iden­ti­dad; la cróni­ca y las descrip­ciones cien­tí­fi­cas de nues­tra flo­ra y fau­na; además de reg­istros iconográficos.

Var­ios de estos tes­ti­mo­nios se sumaron al gran cor­pus de la nat­u­raleza, que bus­ca­ba exten­der los domin­ios del conocimien­to cien­tí­fi­co. Otros, de carác­ter diplomáti­co, son valiosos tes­ti­mo­nios acer­ca de la orga­ni­zación social, económi­ca y políti­ca, de la Venezuela de aquel tiempo. 

Entre éstos desta­can sin duda Ale­jan­dro de Hum­boldt, “des­cubri­dor cien­tí­fi­co de Améri­ca”, como lo lla­ma­ra Bolí­var; Fran­cis­co Depons, diplomáti­co francés cuya obra da cuen­ta de la políti­ca, la economía, la agri­cul­tura, la edu­cación y la sociedad vene­zolana de su tiem­po; Sir Robert Ker Porter, diplomáti­co y via­jero irlandés de tal­en­tos diver­sos, que llegó a cono­cer a per­son­ajes de la impor­tan­cia de Bolí­var y Páez; Fer­di­nand Beller­mann, pin­tor alemán que dejó una mues­tra icono­grá­fi­ca úni­ca de varias regiones del país; el nat­u­ral­ista, pin­tor y antropól­o­go alemán, Anton Goer­ing, quien per­maneció ocho años en Venezuela, recor­rien­do toda su geografía y vio en Venezuela al “más bel­lo país del Trópi­co”; Miguel María Lis­boa, diplomáti­co brasileño que vivió dos veces en Venezuela y dejó un valioso tes­ti­mo­nio de nues­tra sociedad y su orga­ni­zación políti­ca; y Pal Ros­ti, nat­u­ral­ista que llegó a Cara­cas acom­paña­do de un arreo de mulas, por­tan­do una cámara con la que pudo hac­er las primeras fotografías paisajís­ti­cas de Venezuela.

Ellos com­partieron el gus­to por la obser­vación y la descrip­ción, no sólo de la nat­u­raleza, sino de la cul­tura y la gente. Debido a la impor­tan­cia que a lo largo de la his­to­ria se le ha con­ce­di­do a la rep­re­sentación grá­fi­ca de la real­i­dad ‑a par­tir de los instru­men­tos que cada época brin­da- com­ple­men­taron sus tra­ba­jos con diver­sos mate­ri­ales icono­grá­fi­cos, como mapas, car­tas, planos dibu­jos, graba­dos o pin­turas. Y es que los avances cien­tí­fi­cos dotaron a estos via­jeros de instru­men­tos que lograron per­fec­cionar la for­ma como recogían la expe­ri­en­cia sen­si­ble y la real­i­dad cuan­tifi­ca­ble del entorno explo­rado. Fue así como cronómet­ros, barómet­ros, brúju­las, pén­du­los, higrómet­ros, sex­tantes ampli­aron el hor­i­zonte del conocimiento.

En el ámbito social, la con­fi­an­za en el poder de la razón impulsa­ba la divul­gación del saber. La lóg­i­ca y la inteligen­cia, en con­jun­ción con la difusión de los nuevos conocimien­tos y la lib­er­tad de pen­samien­to, eran la úni­ca for­ma de luchar con­tra el poder abso­lutista y sus for­mas de con­trol favore­ci­das por la igno­ran­cia del pueblo. Ilus­trar a la sociedad era el camino para mejo­rar todos los aspec­tos de la vida humana.

Son muy comunes las visiones estereoti­padas en el dis­cur­so del otro, porque éste no puede sus­traerse de su propia visión del mun­do y de su cul­tura; sin embar­go, pudiéramos resaltar como car­ac­terís­ti­cas iden­ti­tarias, aque­l­las que se repiten en los diver­sos relatos. Es posi­ble que los vene­zolanos hayamos con­stru­i­do la ima­gen que ten­emos de nosotros mis­mos, repro­ducien­do los patrones expre­sa­dos en los dis­cur­sos de la alteri­dad. Pero tam­bién es posi­ble que muchas de las car­ac­terís­ti­cas que nos adju­di­can como parte de nues­tra iden­ti­dad, no sean sólo la expre­sión de pre­juicios sim­plis­tas, sino que estén fun­da­men­tadas en un com­por­tamien­to repeti­do por gen­era­ciones que no hayamos sido capaces de adver­tir y con­ci­en­ti­zar como sociedad. En todo caso no esta­mos des­ti­na­dos a repe­tir los mis­mos errores si sabe­mos que nos han lle­va­do a con­stantes fra­ca­sos y ahí está la his­to­ria para recordárnoslo.

Calle de Mérida

En esos relatos están expuestos, des­de la per­spec­ti­va de quienes nos obser­varon, aun con sus pre­juicios e incom­pren­siones, nues­tras vir­tudes y nue­stros vicios. Podemos recono­cer que las difi­cul­tades que históri­ca­mente han fre­na­do el flo­rec­imien­to de nues­tra nación ya esta­ban pre­sentes des­de su propia gestación, y peor aún, que sean acre­cen­ta­do. Pero exis­ten en la his­to­ria con­tem­poránea y antigua sufi­cientes evi­den­cias de que el cam­bio cul­tur­al es posi­ble y en muchos casos deseable.

De lo que no cabe duda es de que nues­tra sociedad no cam­biará si desconoce su huel­la cul­tur­al. Si no podemos deter­mi­nar des­de cuán­do somos y por qué somos como somos. Después de ver­nos en los ojos del otro, sin restringirnos úni­ca­mente a la vana­glo­ria, podemos comen­zar a plan­i­ficar los cam­bios que nues­tra nación demanda.

Hace más de un siglo, el filó­so­fo francés Ernest Renan afirma­ba en la con­fer­en­cia que pro­nun­cia­ra en la Sor­bona de París: Una nación es un alma, un prin­ci­pio espir­i­tu­al (…) La nación, como el indi­vid­uo, es el resul­ta­do de un largo pasa­do de esfuer­zos, de sac­ri­fi­cios y de desve­los… (Renan, 2007: 10).

Mien­tras ese prin­ci­pio espir­i­tu­al del que habla Renan se man­ten­ga seguire­mos sien­do una nación, aunque hoy este­mos des­perdi­ga­dos por todo el mun­do. Com­par­ti­mos un rico lega­do de recuer­dos y la vol­un­tad de hac­er valer la heren­cia que hemos recibido. Sin lugar a duda, hemos con­stru­i­do jun­tos grandes haz­a­ñas y nece­si­ta­mos seguir con­struyén­dolas. Venezuela no es ya un ter­ri­to­rio. Es el resul­ta­do de una con­cien­cia moral, de un pasa­do común con­for­ma­do por recuer­dos, olvi­dos, glo­rias y sac­ri­fi­cios. De un pre­sente dramáti­co; pero sobre todo es, en su esen­cia, el deseo de seguir vivien­do juntos.

Foto de por­ta­da: Camino de los Españoles, La Guaira 1936 

Bib­li­ografía
Beller­mann, Fer­di­nand (2007). Diar­ios vene­zolanos. Cara­cas: Galería de Arte Nacional.
De Hum­boldt, Ale­jan­dro (1985). Via­je a las regiones equinoc­ciales del Nue­vo Con­ti­nente. Cara­cas: Monte Ávila.
Pino Itur­ri­eta, Elías y Pedro Calzadil­la (1992). La mira­da del otro. Via­jeros extran­jeros en la Venezuela del siglo XIX. Cara­cas: Fun­dación Bigott.
Porter, Robert Ker (1997). Diario de un diplomáti­co británi­co en Venezuela. Cara­cas: Fun­dación Polar.
Renan, Ernest (2007). ¿Qué es una nación? Madrid: Sequitur.

El libro de la escrito­ra Cather­ine Gar­cía Rodríguez, se puede descar­gar aquí

https://drive.google.com/file/d/1CNQVP6K91KFAncUuRceNai18ZdGvT2Xp/view?usp=drivesdk

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Un comentario en «Venezuela en los relatos de antiguos viajeros»

  • Es evi­dente, tal como lo describe el Doc­tor Elías Pino Itur­ri­eta, en Fueros, Civ­i­lización y Ciu­dadanía, los ini­cios del pro­ce­so repub­li­cano de Venezuela, igual­mente el Doc­tor Guiller­mo Morón en His­to­ria de Venezuela…

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