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Eustoquio Gómez ordena recoger burros, cochinos y gallinas de las calles

Omar Gar­men­dia
Cro­nista y escritor
 
Cuan­do Eusto­quio Gómez lle­ga a Bar­quisime­to en abril de 1929 en cal­i­dad de pres­i­dente del esta­do Lara, Venezuela sufría una dura cri­sis de economía arru­ina­da, debido a la caí­da de los pre­cios del café, un poco apla­ca­da por los ingre­sos petroleros que ya despunt­a­ban en los haberes nacionales.
 
Para esa época Bar­quisime­to con­serv­a­ba su ima­gen pueb­le­ri­na y rur­al. Además de estar azo­ta­da por el palud­is­mo, tenía las calles en muy mal esta­do, llenas de lagu­nas, con cer­dos, cabal­los, bur­ros, chivos, per­ros y gal­li­nas suel­tos. La úni­ca calle que servía era la del Comercio.
 
Se puede recono­cer en Eusto­quio Gómez algu­na activi­dad pos­i­ti­va durante su estadía en Bar­quisime­to al frente de la Pres­i­den­cia del esta­do Lara (1929–1935), ya en los años finales de su vida. 
 
Den­tro de las obras, si se les quiere lla­mar pos­i­ti­vas, que hizo al lle­gar a esta enti­dad fue la de ordenar recoger de las ter­rosas calles los ani­males realen­gos y a los que nadie recogía, por motivos de salu­bri­dad públi­ca, los hacía enviar al matadero. Empe­dró las calles, con­struyó aceras, tam­bién con­struyó el acue­duc­to, el Cuar­tel Jac­in­to Lara, el Pala­cio de Gob­ier­no, el Par­que Ayacu­cho y algu­nas otras obras como la colo­cación de la estat­ua ecuestre de Bolí­var y casas particulares.
 
Eusto­quio Gómez gob­ernó con mano de hier­ro el esta­do Lara bajo el sig­no del pavor que inspira­ba su propia figu­ra. Se decía que no se podía pasar frente a su casa en horas de la sies­ta y el que osara hac­er­lo, a los días desa­parecía. Al automóvil Lin­coln negro en el que se desplaz­a­ba por las calles de Bar­quisime­to lo llam­a­ban “la urna”. Todo lo aca­para Eusto­quio en cuan­to al gob­ier­no y la repre­sión por medio del batal­lón per­son­al de sol­da­dos bajo su per­son­al man­do lla­ma­do La Sagra­da y con quien salía per­sonal­mente a recoger gente. Encar­cela quien no lo salu­da con respeto.
 
Hotel Alemán, ubi­ca­do en la esquina de la calle 25 con car­rera 17, tam­bién fue res­i­den­cia del gen­er­al Eusto­quio Gómez, pres­i­dente del esta­do Lara
 
Su fama de cru­el no iba acorde con la de buen padre: reprendía a sus hijos con las nor­mas del Man­u­al de Urban­idad y se pre­ocupó de que estu­di­aran en los mejores cole­gios y luego fuer­an algún día a la uni­ver­si­dad (Eusto­quio tuvo dos hijos con Cecil­ia Vil­lamizar y ante­ri­or­mente otros dos con una seño­ra de apel­li­do Rincón).
 
Con Eusto­quio Gómez la políti­ca y los nego­cios iban de la mano. En los ter­renos donde hoy se encuen­tra el Obelis­co tenía vaque­ras y la leche prove­niente de esos sitios se vendía direc­ta­mente en el pro­pio zaguán de la casa pres­i­den­cial, entre las cua­tro y las siete de la mañana. 
 
Los gal­los tam­bién eran su fuerte que le pro­por­ciona­ba ganan­cias escan­dalosas. Tenía cri­aderos de gal­los y se efec­tu­a­ban peleas en el ter­reno donde más tarde se con­stru­iría la quin­ta Jos­e­fi­ta. Man­tenía rela­ciones de nego­cios con fir­mas com­er­ciales ale­m­anas como Lind­heimer, Otto Redler y otras casas com­er­ciales. Para esa época ya debía haber escucha­do o sabido de la pres­en­cia en el panora­ma políti­co alemán de la figu­ra de Adolf Hitler.
 
El vehicu­lo a la derecha en la calle Juares entre Regen­eración e Ilus­tre-Amer­i­cano es un Lin­coln 1928 propiedad del gen­er­al Eusto­quio Gómez pres­i­dente del esta­do Lara
 

CorreodeLara

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