Crónicas

Francisco De León lideró protestas contra la Compañía Guipuzcoana (1749–1751)

Ángel Rafael Lombardi Boscán
Director del Centro de Estudios Históricos de la Universidad del Zulia
@lombardiboscan

“Teniente Cabo de Guer­ra y Juez de Comisos” en Panaquire, Juan Fran­cis­co de León, en abril de 1749, se puso a la cabeza de unos 800 amoti­na­dos, descon­tentos con­tra los pro­ced­eres de la Com­pañía Guipuz­coana. Se pre­sen­taron arma­dos en Cara­cas y como el Gob­er­nador no cumplía su pal­abra de expul­sar a la Com­pañía, Juan Fran­cis­co de León volvió meses más tarde a la cabeza de 8000 man­i­fes­tantes. En 1751 orga­nizó su ter­cera man­i­festación arma­da. El y su hijo Nicolás fueron der­ro­ta­dos; se entre­garon de después de haber hui­do; lle­va­dos a España, Juan Fran­cis­co de León murió allí y más tarde su hijo regresó a Venezuela. El movimien­to refle­ja­ba el descon­tento de los colonos y aunque su propósi­to no era romper con España, rep­re­sen­tó el primer eslabón del pro­ce­so inte­grador de la nacional­i­dad vene­zolana”. Dic­cionario de His­to­ria de Venezuela de la Fun­dación Polar (1988).

Casi siem­pre se traiciona al pasa­do por razones ide­ológ­i­cas, emo­cionales y sen­ti­men­tales. Pero es el patri­o­tismo y el nacional­is­mo exac­er­ba­do la prin­ci­pal fuente de dis­tor­sión históri­ca. La his­to­ria siem­pre es con­tem­poránea de acuer­do a quién la escribe, y por mucho que inten­te­mos ser respetu­osos con el con­tex­to históri­co donde ocur­rieron los hechos, nue­stros pre­juicios y pos­turas a pri­ori hacen que nue­stro dis­cur­so sea anacróni­co las más de las veces y peli­grosa­mente manipulador.

Así ha ocur­ri­do con el debate que se ha sus­ci­ta­do en torno a la Com­pañía Guipuz­coana (1728–1784); visiones encon­tradas y con­tra­pues­tas sobre hechos úni­cos ocur­ri­dos. La his­to­ria del pasa­do es un con­flic­to de pos­turas de acuer­do a los intere­ses que se pre­ten­da defend­er. La ver­dad históri­ca de los hechos, máx­i­ma aspiración, siem­pre se tropieza con la ten­den­cia humana a sobre­pon­er la estrechez del pun­to de vista par­tic­u­lar que se aspi­ra defend­er y que con­ver­ti­mos en verdad.

La his­to­ri­ografía vene­zolana tradi­cional ha con­ver­tido el alza­mien­to de 1749 en con­tra de la Com­pañía Guipuz­coana como el primer indi­cio de una con­cien­cia nacional y colec­ti­va prepar­a­ti­va de la futu­ra Independencia.

Fran­cis­co de León ha sido pre­sen­ta­do como uno de los artí­fices de la incip­i­ente vene­zolanidad. Su lucha con­tra el monop­o­lio de la Com­pañía Guipuz­coana ha sido aso­ci­a­da ten­den­ciosa­mente a un propósi­to más vas­to: el de la lucha por la lib­er­tad con­tra la opro­biosa tiranía españo­la y su Rey.

Maniqueís­mo absur­do y anti/histórico que ha servi­do de nutri­ente en la elab­o­ración de las his­to­rias nacionales y ofi­ciales en His­panoaméri­ca. Ejer­ci­cio sim­plista e intere­sa­do vin­cu­la­do a las redes del poder y que ha reduci­do el estu­dio del pasa­do a un ejer­ci­cio de fic­ción. Hoy, en pleno siglo XXI, vuelve a estar de moda la “des­col­o­nización” de nues­tra his­to­ria exigien­do repara­ciones históri­c­as en lengua española.

La Com­pañía Guipuz­coana vino a llenar un vacío den­tro del panora­ma económico/comercial de las provin­cias que for­maron el ter­ri­to­rio vene­zolano. Los vas­cos fueron los primeros en darse cuen­ta del poten­cial agrí­co­la exis­tente y la priv­i­le­gia­da situación geográ­fi­ca de unos ter­ri­to­rios que has­ta ese entonces fueron con­sid­er­a­dos de poco valor. 

El taba­co, pero espe­cial­mente el cacao, empezaron a ten­er una alta coti­zación inter­na­cional. El cacao vene­zolano fue con­sid­er­a­do el mejor del mun­do y tuvo casi el mis­mo val­or y apre­cio que el oro peru­ano. El siglo XVIII rep­re­sen­tó para las provin­cias de Venezuela un momen­to este­lar y de gran auge agrí­co­la y ganadero que tra­jo grandes ben­efi­cios a los criol­los dueños de las hacien­das y planta­ciones. Pero el motor que estim­uló todo el pro­ce­so le cor­re­spondió a los vas­cos de la Guipuzcoana.

El 25 de sep­tiem­bre de 1728 por Real Cédu­la fueron despacha­dos los priv­i­le­gios de la Com­pañía Guipuz­coana en el com­er­cio de la provin­cia de Cara­cas, de hecho se le con­cedió en for­ma de monop­o­lio. Entre sus fun­ciones, además de la económica/comercial, esta­ba la de res­guardar el litoral vene­zolano de las incur­siones de los con­tra­ban­dis­tas y con ello erradicar el trá­fi­co ile­gal de mer­cancías, una ver­dadera san­gría para el fis­co español.

Casa Guipuzcua­na de Puer­to Cabello

Según Arcila Farías la lle­ga­da de la Com­pañía causó gran indi­gnación en la Provin­cia, no tan­to porque afec­tase las prác­ti­cas ile­gales de muchos criol­los com­pro­meti­dos en ella, sino porque la con­ce­sión se había eje­cu­ta­do sin haber con­sul­ta­do pre­vi­a­mente al cabil­do caraque­ño. Lo que más molestó a los com­er­ciantes, cosecheros y agricul­tores locales fue la irrup­ción de las nuevas prác­ti­cas com­er­ciales que con­tra­venían nor­mas con­sue­tu­di­nar­ias que la población asum­ió como legítimas.

El esta­do de semi-autonomía en que se encon­tra­ba Venezuela vino a resen­tirse des­de el mis­mo momen­to en que empezaron a intro­ducirse las nuevas medi­das reformis­tas de los Bor­bones. La actuación de la Com­pañía Guipuz­coana se enmar­ca den­tro de la gran estrate­gia por recu­per­ar el con­trol de las Indias en manos de los descen­di­entes de los con­quis­ta­dores. La Com­pañía rep­re­sen­tó los intere­ses del Monar­ca, y en el momen­to del con­flic­to, no dudó en respal­dar­la en detri­men­to de sus súb­di­tos americanos.

Lo cier­to del caso es que la Com­pañía Guipuz­coana obtu­vo desta­ca­dos ben­efi­cios en su actuación sobre Venezuela y afec­tó intere­ses ya crea­d­os entre los difer­entes sec­tores sociales. Al asumir el con­trol económi­co de la Provin­cia, lo extendió hacia prác­ti­ca­mente el resto de los ámbitos, inclu­so en el políti­co, afectan­do con ello des­de el humilde campesino y cosechero has­ta el encum­bra­do ter­rate­niente en conex­ión con una poderosa y con­sol­i­da­da clase com­er­cial. El moti­vo de la revuelta se encuen­tra en éste con­flic­to de intereses.

La insur­rec­ción tuvo dos fas­es. La primera cor­re­sponde a 1749–50 donde actu­aron como Gob­er­nador y Capitán Gen­er­al, Luis Fran­cis­co de Castel­lanos (1747–1749) y Julián de Arria­ga (1749–1751). La protes­ta, que tuvo un carác­ter civ­il, per­mi­tió que los alza­dos lograsen en un prin­ci­pio sus prin­ci­pales exi­gen­cias, al dec­re­tar las autori­dades la expul­sión de los viz­caínos y la elim­i­nación de la Com­pañía Guipuzcoana.

El Gob­er­nador Castel­lanos actuó con temor e inde­cisión; sin­tió que la plebe enarde­ci­da tenía el respal­do de los criol­los del Cabil­do, lo cual era cier­to. Ante esa situación no fue capaz de asumir el lid­er­az­go que le cor­re­spondía como máx­i­ma autori­dad en la Provin­cia; los acon­tec­imien­tos le des­bor­daron y fue inca­paz de garan­ti­zar el orden públi­co. Arria­ga le susti­tuyó y con numerosa tropa trató de apaciguar los áni­mos en los últi­mos meses del año 1749.

Su mis­ión fue averiguar quienes estu­vieron impli­ca­dos en los tumul­tos; estable­cer las moti­va­ciones de la mis­ma y si ésta tenía par­tic­i­pación extran­jera. Solic­itó la opinión de impor­tantes propi­etar­ios criol­los sobre lo suce­di­do y final­mente con­cedió un indul­to general.

Tropas de la Casa Real

La paci­fi­cación estu­vo logra­da pero no ter­minó de dis­uadir a Fran­cis­co de León y sus par­tidar­ios. Por otro lado, las autori­dades en la penín­su­la no estu­vieron dis­pues­tas a ced­er a la prin­ci­pal exi­gen­cia de los alza­dos, que con­sistía en librarse de los ten­tácu­los de la Com­pañía Guipuzcoana.

Al ser ésta resti­tu­i­da por manda­to del Rey la rebe­lión volvió a encen­der­se entran­do en una segun­da fase car­ac­ter­i­za­da por la vio­len­cia de las armas bajo el lid­er­az­go nue­va­mente de Fran­cis­co de León.

El nue­vo gob­er­nador Felipe Ricar­dos (1751–1757) no vino a nego­ciar como su pre­de­ce­sor, sino a reprim­ir la sub­l­e­vación y restau­rar con firmeza la autori­dad del Rey y todas sus dis­posi­ciones. Fran­cis­co de León fue der­ro­ta­do y aban­don­a­do por sus par­tidar­ios además de ser declar­a­do traidor a la causa del Rey. Murió en una cár­cel de Cádiz el 2 de agos­to de 1752.

CorreodeLara

Esᴛᴀ́ ᴜsᴛᴇᴅ, ᴅɪsᴛɪɴɢᴜɪᴅᴏ ʟᴇᴄᴛᴏʀ, ᴇɴ ᴛᴇʀʀɪᴛᴏʀɪᴏ ᴅᴇ ʜɪsᴛᴏʀɪᴀ, ᴅᴇ ʜᴏᴍʙʀᴇs ᴄɪᴠɪʟɪsᴛᴀs, ʏ sᴏʙʀᴇ ᴛᴏᴅᴏ, ᴅᴇ ɢʀᴀɴᴅᴇs ᴀᴄᴏɴᴛᴇᴄɪᴍɪᴇɴᴛᴏs ϙᴜᴇ ᴍᴀʀᴄᴀʀᴏɴ ᴜɴ ʜɪᴛo

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