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Francisco Martín, el iniciador del mestizaje en Venezuela

Luis Heraclio Medina Canelón
Abogado — Historiador

 

Recien­te­mente ha sido muy difun­di­da por las redes (youtube, Fact­book  y otras) la his­to­ria de Gon­za­lo Guer­rero, a quienes lla­man en esos sitios,  “El Padre del Mes­ti­za­je”.  Se tra­ta de un con­quis­ta­dor español, que al naufra­gar en costas de lo que hoy es Méx­i­co en 1511 fue rescata­do  (jun­to a Gerón­i­mo de Aguilar, el tra­duc­tor de Hernán Cortés) por una tribu de mayas, luego esclav­iza­do y final­mente asim­i­la­do a su sociedad, donde var­ios años después se casó y tuvo tres hijos, por lo que lo señalan como el padre del mestizaje. 

Pero lo que es poco cono­ci­do, es que casi simultánea­mente (con unos pocos años de difer­en­cia) en nues­tras tier­ras ocur­rió un hecho sim­i­lar: el caso de Fran­cis­co Martín.


Fran­cis­co Martín era uno de los primeros con­quis­ta­dores que llegó  a tier­ras vene­zolanas.  Aprox­i­mada­mente en 1529, cuan­do se encomien­da a los ban­queros ale­manes Welser la con­quista de lo que hoy es Venezuela,  se incor­poró a las tropas del alemán Ambro­sio Alfin­ger. Martín for­ma parte de la acci­den­ta­da expe­di­ción de Alfin­ger, que se ini­cia en Coro y se aden­tra mas allá del suroc­ci­dente del Lago de Mara­cai­bo, lle­gan­do a la parte más ori­en­tal de lo que hoy es Colom­bia, des­de donde el con­quis­ta­dor alemán orde­na a un grupo de 25 de sus hom­bres regre­sar a Coro con un carga­men­to de oro, pero el grupo pierde el rum­bo y van murien­do poco a poco de ham­bre y enfer­medades y por el ataque de los indios. 

Al final sólo qued­a­ban cua­tro sol­da­dos: Martín, que esta­ba heri­do en una pier­na y otros tres.  Martín, al estar lesion­a­do que­da reza­ga­do de sus com­pañeros que se inter­nan en los bosques donde desa­pare­cen para siem­pre. Fran­cis­co Martín, ya casi sin fuerzas se abraza de un tron­co que flota en el río y se deja lle­var, la cor­ri­ente lo lle­va has­ta la zona de las ver­tientes de la Sier­ra del Norte o La Cula­ta. Sor­pre­si­va­mente es rescata­do por unos indí­ge­nas de la región lla­ma­da Xumara o Xuru­ara, la tribu de los pemeos que ven lle­gar al cadavéri­co hom­bre blan­co y de barba.

Los indí­ge­nas se lo lle­van y con­vive con los xumara un año; lo ponen pre­so, lo venden a otra tribu veci­na, lo esclav­izan, aprende su idioma y se adap­ta a sus cos­tum­bres.  Lle­ga a tal su com­pen­e­tración con los indí­ge­nas que lo oblig­an a hac­erse un piache o médi­co bru­jo y mas tarde el cacique, lla­ma­do Babur, le regala a una de sus hijas para que la tome como su mujer. Con la prince­sa indí­ge­na Martín tuvo dos hijos. Se acos­tum­bra a andar en desnudo como los demás, con plumas y tat­u­a­jes, y se gana la con­fi­an­za de todos a tal gra­do que se con­vierte en guer­rero de la tribu y lle­ga a ser el jefe de los demás guer­reros, logran­do vic­to­rias en las inter­minables guer­ras que sostenían con sus veci­nos de otras aldeas.

Ya en 1532, luego de muer­to Alfin­ger, regresa­ban los restos de la expe­di­ción; al acer­carse a los ter­ri­to­rios de los xumara, el cacique Babur es adver­tido de la pres­en­cia de extraños en el entorno y  le orde­na a su yer­no Martín que sal­ga con unos guer­reros al encuen­tro de los foras­teros. Así Martín les sale al paso, en guayu­co, el cuer­po y la cara pin­ta­dos,  los dientes pin­ta­dos de negro, con su toca­do de plumas, el arco en la mano y la alja­va en la espal­da con sus fle­chas.   En un prinici­pio no fue recono­ci­do por sus antigu­os com­pañeros,  pero al hablar­les en castel­lano y con­tar­les sus peripecias todos le reconocieron. 

De allí Martín llevó a los españoles has­ta su ale­da, donde fueron hospeda­dos por unos días has­ta que recu­per­aron fuerzas y luego  emprendieron el via­je has­ta Coro, acom­paña­dos por Martín y var­ios indí­ge­nas que les mostraron mejores caminos evi­tan­do sel­vas y pantanos.

Martín estu­vo un tiem­po en Coro, donde prometió aban­donar sus cos­tum­bres paganas, dejar de hac­er bru­jerías y volver a vivir como un buen cris­tiano,  pero parece que no soporta­ba estar ale­ja­do de la tribu que lo había adop­ta­do y de su mujer y sus hijos y una noche escapó y para lle­gar nue­va­mente con lo que aho­ra eran los suyos, luego del enorme trayec­to entre Coro y la tier­ra de los xumaras, al Sur del Lago de Mara­cai­bo.  Cier­to tiem­po después otra par­ti­da de con­quis­ta­dores pasó por la tribu de los xumara y lo obligaron a regre­sar a la civ­i­lización en Coro.  No pasó mucho tiem­po para que Martín volviera a escapar para regre­sar a su famil­ia con la vida de los indí­ge­nas.  Y nue­va­mente los con­quis­ta­dores lo obligaron a regre­sar, pero esta vez fue envi­a­do al España.

En España tuvo que tes­ti­ficar en los juicios de res­i­den­cia segui­dos en con­tra de los welseres, con lo que sus peripecias quedaron reg­istradas en los expe­di­entes legales, gra­cias a lo cual cono­ce­mos hoy su his­to­ria reg­istra­da detal­lada­mente  para la pos­te­ri­or­i­dad, en los relatos de Juan de Vil­le­gas y fray Pedro de Agua­do y en los expe­di­entes de los juicios de res­i­den­cia segui­dos por Anto­nio Navar­ro (1538), Juan de Frías (1545–1546) y Juan Pérez de Tolosa (1546) a los Welser.

 Este fue uno de los primeros mes­ti­za­jes pro­duci­dos en Venezuela, quizás es el primero debida­mente documentado.

Luego de var­ios años, ya viejo,  Fran­cis­co Martín regresó de España y se asen­tó en San­ta Fé (hoy Bogotá) donde pasó el resto de sus días, recor­dan­do los tiem­pos en que algu­na razón lo hal­a­ba poderosa­mente hacia la tribu de los xumaras.

FUENTES

Her­mano Nec­tario María. “His­to­ria de Venezuela”

Oviedo y Baños, José. “Los Belzares, Tira­no Aguirre, Diego de Lozada”Monte Avi­la Edi­tores. Bib­liote­ca Pop­u­lar El Dora­do. Cara­cas. 1972

Dic­cionario Polar de His­to­ria de Venezuela

Rodriguez, Car­los César. “Tes­ti­mo­nios Merideños” . Fun­dación para el Desar­rol­lo Cul­tur­al del Esta­do Méri­da. Méri­da 2014

CorreodeLara

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