Hombre adelantado a su tiempo, de formación autodidacta, con un profundo sentido del deber, sentimiento que expresó con vibrante pasión al cultivar diversas áreas del conocimiento. Maestro de escuela, poeta de reconocida obra, periodista, fotógrafo, músico, pintor, escultor, sastre y enfermero, son sólo algunas de las múltiples facetas que desarrolló este larense
El 24 de junio de 1936, Héctor Rojas Meza pronunció un corto pero elocuente discurso. Ese día, el pueblo de Cabudare abría sus brazos a la cultura universal, pues se estaba construyendo el escenario social soñado por muchos: la fundación de la primera biblioteca pública en la región.
Atrás quedaban los años de tiranía, de recia dictadura gomecista, que había diezmado a una población sin libertades, reduciendo sus ideales de progreso dentro de un sistema de vida en democracia.
Ese día se hacía realidad un largo pero fructífero sueño, el maestro Rojas Meza cumplía su meta al concretar esos espacios para una urbe con tan magros conocimientos y sumidos en la ignorancia.
La pequeña comarca palavecinense sería el espectador silencioso de la génesis de la Biblioteca Ezequiel Bujanday tendría en ésta, un vigoroso aliado que, indiscutiblemente, debía vencer al lóbrego monstruo del analfabetismo.
Años posteriores la biblioteca fue cerrada por decreto del Ejecutivo del estado Lara y Héctor Rojas Meza fue destituido de su cargo como Juez del distrito Cabudare, por su aventurada acción.
El nacimiento del bardo
Héctor Ferdinando Rojas Meza nació en la parroquia Los Rastrojos del distrito Cabudare, “en una un casita de la calle nueva”, el 30 de mayo de 1888, año del declive definitivo del guzmanato, en plena víspera de la Revolución Liberal Restauradora.
Las primeras enseñanzas que recibió el párvulo estuvieron a cargo de los preceptores Andrés María Verde y Luis Arzaga, en una escuela para varones, muy cerca de algunos corralones de chivos en su caserío nativo.
Apesar que al niño le sobraba la acuciosidad y el talento, Lisandro Rojas y Mauricia Meza, nunca se imaginaron que su pequeño Héctor se convertiría en un reconocido poeta. Sí poeta de formación romántica e idealista.
Su creación intelectual, concebida en sus días juveniles, le llevó a publicar, en 1916, un exquisito poemario con el título de Arpegios, opúsculo de noble musa y divina lira.
Con Canto a la Raza, Rojas Meza gana, dos años después, el primer lugar de un concurso literario que se efectuó en Barquisimeto. El Inmortal es publicado en el diario EL IMPULSO en abril de 1920, donde obtiene el segundo galardón.
Su poema El Evangelio, escrito en 1922, también consigue el principal lauro, en varios encuentros episcopales. Igual sitial obtuvo Acróstico Floral, en diciembre de 1924, en otro certamen con motivo de la celebración del centenario de la Batalla de Ayacucho.
En la revista La Quincena Literaria, número 19, con fecha 15 de mayo de 1927, aparece publicado El Cantar de mis Cantares, segundo poemario de Héctor Rojas Meza. Este suplemento fue fundado en El Tocuyo, por los eximios poetas Alcides Losada y Roberto Montesinos.
Corresponsal de EL IMPULSO
A partir de 1919, Don Federico Carmona emprende una serie de viajes a pueblos fronterizos de Carora como, Barquisimeto, Cabudare, Acarigua, Araure, Guanare, Aroa, Tucacas, Chivacoa, Boca de Aroa, Urachiche, Churuguara, Siquisique, Quíbor, El Tocuyo, Carache, los Humocaro, con el propósito de desarrollar la estructura funcional del diario.
También remitió correspondencia a colaboradores intelectuales de otras localidades. Era lo que el fundador denominaba la red de corresponsales del diario EL IMPULSO. Este portavoz se nutrió de lo más brillante de la intelectualidad de Centroccidente.
El periodismo era un ejercicio intelectual y Rojas Meza encajaba perfectamente en esa realidad. Se hizo corresponsal honorífico antes de la llegada de este rotativo a la ciudad del Turbio, a solicitud expresa de Don Federico Carmona. Sus notas aparecieron con frecuencia y sus poemas y discursos, llenaron las páginas de este vocero larense.
Novel reportero
Pero muchos años antes de escribir para EL IMPULSO, Héctor Rojas Meza dio muestras de su inquietud y docto conocimiento al fundar, con tan sólo diecinueve años a cuestas, un quincenario titulado Las Tijeras. La responsabilidad de la redacción recayó en él.
Largas y solitarias fueron las noches donde el sonido de la máquina Underwood retumbaba en su humilde morada, corrigiendo las notas informativas y literarias del novel impreso.
Su pluma estuvo presente en periódicos como El Cojo Ilustrado, publicación caraqueña. En El Excelsior, medio de comunicación de la sociedad literaria La Salle, donde la musa rosa de Rojas Meza deleitó a muchos lectores. El Agrónomo, en su segunda etapa, dirigido por Don José María Ponte, también lo tiene como uno de sus más eminentes colaboradores. En el Ecos Cabudareños y el Miosotis, aparecen algunos poemas cargados de romanticismo en diversos ejemplares.
Su incansable carrera periodística no tenía cuartel y cuando estuvo viviendo en Barquisimeto, aprovechó la ocasión para dirigir las revistas Pueblo y Unión, ediciones ambas del club Unión.
En el semanario Adelante, el Arado, El Titirijí y La Revista Lara (órgano oficial del Ejecutivo larense) y El Gladiador, diario de Yaritagua, también concurrieron sus producciones literarias.
Desde muy joven se dedicó a leer y pasó sus días escribiendo para innumerables periódicos, en vigilia solitaria, alimentando ese arte que fue su pasión y nunca se apagó, buscando el sentido de frases célebres y expresiones que brotaban del alma, para ubicarlas en un contexto adecuado. Era ese el espíritu que siempre acompañó al poeta.
Consagrado humanista
Héctor Rojas Meza no sólo produjo iniciativas culturales, su sensibilidad social lo llevó a improvisar en 1918, un dispensario que llamó Sagrada Familia con el firme deseo de confrontar la epidemia denominada gripe española, terrible flagelo que afectó todo el territorio nacional, causando estragos entre los pobladores.
Y pese al abrumador cuadro sanitario, se incorporó asiduamente como enfermero ad honórem, para combatir la urgencia. Inyectaba, proporcionaba medicinas y alimentaba a los moribundos enfermos. El aseo personal de éstos también era su responsabilidad.
La labor incesante del literato cabudareño no concluiría allí. Rojas Meza desde 1905, año en que funda la primera escuela privada en Cabudare, hasta sus postrimerías, está presente en todas las actividades culturales que se organizaron en su tierra natal.
Se levantaba al despuntar la aurora y recorría un largo camino empedrado, para llegar bien temprano a Los Rastrojos, su pueblito laborioso y humilde, a impartir clases. Al unísono ejercía la misma labor en la escuela Ezequiel Bujanda, decana de las escuelas en Palavecino, donde recibía un salario de cuarenta y cinco bolívares mensuales.
En 1934 encontramos al noble maestro en una escuela nocturna denominada Monseñor Ponte, sin desatender sus múltiples funciones. La vocación de servicio prevaleció por sobre todo, el maestro Rojas Meza aceptaría el cargo sin retribución alguna.
También figuraría como miembro principal del Jurado Examinador de las escuelas del entonces municipio Cabudare, desde donde libró una fragosa batalla por mejorar los centros educativos de la jurisdicción.
Muchos son los cabudareños que aprendieron a leer y escribir en un centro de enseñanzas para obreros fundada por Rojas Meza, en los años remotos del Palavecino rural.
Con el tiempo este maestro fue cultivando en el corazón de los ciudadanos el sentido de patria, de patria chica, ese amor por el suelo natal, dedicando numerosos poemas como LOA, Canto a Cabudare y Dr. Ezequiel Bujanda, así como las muchas conferencias que pronunció en fechas célebres.
Un funcionario probo
En 1908 Rojas Meza se estrena como funcionario público al ser designado Aferidor (Inspector de pesas y medidas del comercio) del distrito Cabudare, pasando por la Sindicatura Municipal y la Jefatura Civil del municipio Los Rastrojos.
No fue un político absoluto, ni se le conoció como apologista de ningún gobierno, ni como corrupto”, dice su hijo Dante Rojas Valbuena y comenta que su padre siempre buscó el bien y el progreso para Cabudare y su reconocida probidad está palpable y al descubierto.
Desde su curul como segundo vicepresidente del Concejo Municipal palavecinense, en 1922, Rojas Meza incendia el alma del auditorio con sus propuestas adelantadas para optimizar la educación del escolar. Los votos unánimes de la cámara de ese entonces, le respaldaron.
Entre verso y verso consiguió el amor
La pasión del poeta se desbordó cuando conoció a Marcolina de las Mercedes Valbuena Colmenárez. Las miradas entrecruzadas de ambos confesaron el amor que hechizaba sus corazones.
Desde entonces el joven quedó prendado por la hermosura de Marcolinita, como la llamaban. La unión se concretó el 10 de noviembre de 1909, en la iglesia San Juan Bautista de Cabudare. De este matrimonio nacieron Blanca Nieves, Pompeyo José, Ada Josefina, Edgardo José y Dante José.
El epílogo del poeta
Una noche triste y melancólica de 1923, debido al recuerdo de la esposa ausente, Héctor Rojas Meza escribió unas líneas:
A mi Madre
Oye, madre, cuando lloro.
De la vida los rigores
Cuando lloro los amores de la esposa que perdí;
Cuando los hijos que adoro
Miro huérfanos y siento que me agobia el sufrimiento,
Dulce Madre, pienso en ti.
Y es un bálsamo que colma mi recóndita amargura.
La piedad de tu ternura,
La dulzura de tu amor.
Porque tú, Madre del Alma
Sublimándote abnegada
De tus faenas olvidadas
Haces Tuyo mi dolor.
Héctor Rojas Meza
El maestro de los cabudareños, finaliza su tránsito terrenal el 27 de febrero de 1954. Su obra permanece imperecedera en la memoria de los hijos de Palavecino.
Luis Alberto Perozo Padua
GALERÍA
Padre de Héctor Rojas Meza
Madre de Héctor Rojas Meza
Primera esposa de Héctor Rojas Meza
Oleo de Hugo Camacaro, 2004. Se aprecia a Héctor Rojas Meza, la ceiba histórica
y la iglesia Sagrada Familia de Los Rastrojos