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Hipólita, la esclava que amamantó a Simón Bolívar

Pocos días después del nacimien­to de Simón Bolí­var, su famil­ia tomó una decisión que lo marcaría.

Su madre, María de la Con­cep­ción Pala­cios y Blan­co, tenía prob­le­mas de salud y man­daron traer para que lo ama­man­tara “a una joven escla­va que en esos días tam­bién había sido madre”.

“Se tra­ta de Hipóli­ta, joven de unos veinte años rebosante de bue­na salud, de agra­ci­a­da estam­pa, alta, bien for­ma­da y ágil, con opu­len­tos senos que des­de entonces y has­ta bien cre­ci­do ali­men­ta­rán al niño Simón”, escribió Carme­lo Pai­va Pala­cios, en “La Negra Hipóli­ta, la nodriza del Libertador”.

“Hipóli­ta fue uno de los pilares prin­ci­pales que sostiene el esce­nario de los primeros años de Bolí­var”, indicó en la pub­li­cación de 1994, del Boletín de la Acad­e­mia Nacional de la His­to­ria de Venezuela.

El mis­mo Lib­er­ta­dor dejaría tes­ti­mo­nio de ello.

“Te man­do una car­ta de mi madre Hipóli­ta, para que le des todo lo que ella quiere; para que hagas por ella como si fuera tu madre, su leche ha ali­men­ta­do mi vida y no he cono­ci­do otro padre que ella”, le escribió a su her­mana may­or en 1825, des­de Cuzco.

Hipóli­ta Bolí­var, la escla­va que aman­tó al Lib­er­ta­dor Simón Bolívar

La familia

Antes de que naciera el prócer, el mat­ri­mo­nio de los man­tu­anos Juan Vicente Bolí­var y Ponte y María de la Con­cep­ción Pala­cios y Blan­co había tenido a María Anto­nia (1777), Jua­na (1779) y Juan Vicente (1781).

Y cuan­do nació Simón, debido a los que­bran­tos de salud que la aque­ja­ban, la madre le pidió a una ami­ga que la ayu­dara a alimentarlo.

La cubana Inés Mance­bo de Miyares lo ama­man­tó durante sus primeros 30 días.

Después lle­garía Hipóli­ta, “escla­va de la hacien­da El Inge­nio, en San Mateo, propiedad de la famil­ia”, según apun­tó la his­to­ri­ado­ra Irma De-Sola Ricar­do en el Dic­cionario de His­to­ria de Venezuela.

Había naci­do en 1763, en esas tier­ras del norte de Venezuela, en lo que hoy es el esta­do Aragua, y se había unido a otro sier­vo de la famil­ia Bolí­var, Mateo, de la hacien­da de San­to Domingo.

Era una “típi­ca mujer orig­i­nar­ia de África Occi­den­tal”, escribió Reinal­do Bolí­var en el ensayo dirigi­do a niños y ado­les­centes “Simonci­to. Hijo de Hipóli­ta, pupi­lo de Matea”.

Aunque “su estatu­ra está por enci­ma del prome­dio que con­sid­er­a­ban los esclav­is­tas debía medir una ‘pieza’ ”, añadió el que es el direc­tor del Insti­tu­to de Inves­ti­ga­ciones Estratég­i­cas sobre África y su Diáspora.

Los Bolí­var descendían de una famil­ia de ori­gen vas­co que se había rad­i­ca­do en Venezuela des­de finales del siglo XVI.

“Eran recono­ci­dos como una de las cin­co famil­ias más ric­as de la Cap­i­tanía Gen­er­al de Venezuela; en sus haberes tenían propiedades por toda la Provin­cia de Cara­cas, por tan­to se daban el lujo de enseñar ofi­cios y artes a los esclav­iza­dos que iban a asumir tar­eas domés­ti­cas”, indi­ca el investigador.

Graba­do del siglo XIX de una mujer sin identificar

“La excepción de la regla”

Hipóli­ta había sido “esclav­iza­da en el inge­nio azu­carero de San Mateo”, cuen­ta Jesús Chu­cho Gar­cía en el libro “Africanas, esclav­izadas, cimar­ronas, lib­er­tarias y guerrilleras”.

“La unidad pro­duc­ti­va de caña de azú­car era de explotación inten­si­va”, expli­ca, lo cual difer­ía de las que fun­ciona­ban en los hatos de gana­do o las hacien­das de cacao.

“En estas tres unidades pro­duc­ti­vas la famil­ia Bolí­var tenía una especie de red pro­duc­ti­va con una gran can­ti­dad de esclav­iza­dos y esclav­izadas”, señala el fun­dador del Cen­tro de Estu­dios Afroamer­i­canos Miguel Acos­ta Saigne de la Uni­ver­si­dad Cen­tral de Venezuela (UCV).

De allí, muchos se escaparían hacia cumbes, lugares donde se refu­gia­ban los cimarrones.

Y es que “las y los esclav­iza­dos eran unos de los may­ores bienes de la colo­nia”, evo­ca García.

“No vamos a roman­ti­zar, (decir) que existían unos amos buenos y otros mal­os, pero si vamos a destacar que la famil­ia Bolí­var tuvo un tra­to difer­en­cial hacia estas dos esclav­izadas”, indi­ca en relación con Hipóli­ta y otra escla­va que tam­bién ayudó en el cuida­do de Bolí­var: Matea.

Ambas “fueron la excep­ción de la regla”.

Para el inves­ti­gador Tomás Stra­ka, miem­bro numer­ario de la Acad­e­mia Nacional de la His­to­ria y direc­tor del Insti­tu­to de Inves­ti­ga­ciones Históri­c­as de la Uni­ver­si­dad Católi­ca Andrés Bel­lo (UCAB), tan­to Hipóli­ta como Matea refle­jan una real­i­dad histórica:

“Fue una sociedad esclav­ista, existieron ‘esclavos de aden­tro’ o ‘de la casa’, que casi eran miem­bros de la famil­ia man­tu­a­na, a veces ver­dadera­mente queri­dos; y un niño de aquel ori­gen tenía ayas a las que solía trib­u­tar­le un ver­dadero amor filial”.

“Era uno de los tan­tos ofi­cios que desem­peña­ban las esclavas de col­or en las colo­nias his­panoamer­i­canas”, indi­ca la his­to­ri­ado­ra María Soledad Hernán­dez, inves­ti­gado­ra del Insti­tu­to de Inves­ti­ga­ciones Históri­c­as de la UCAB.

Las razones por las que les tenían que dar el pecho a los hijos de sus amos eran diversas.

A veces, lo hacían por la muerte de la madre.

“Y era común que surgiese un vín­cu­lo afec­ti­vo entre la nodriza y el ‘ami­to blan­co’, tér­mi­no común que los iden­ti­fi­ca­ba: amo pequeño y de piel blanca.

“Las nodrizas no los llam­a­ban nor­mal­mente por su nom­bre, y cuan­do lo hacían siem­pre le ante­cedía ami­to o niño”.

Simón Bolí­var (miniatu­ra) Autor: Anón­i­mo Fecha: Entre 1799 y 1802 Alto: 6 cm Ancho: 5 cm Descrip­ción: Retra­to de frente de Simón Bolí­var ado­les­cente de civ­il. Mar­co: Orig­i­nal de oro bise­la­do con un copete y anil­lo. Vidrio bise­la­do. Obser­va­ciones: Fue local­iza­da en Madrid por Luis Alfre­do López Méndez.

 

Cuan­do Bolí­var tenía tres años, su padre fal­l­e­ció y su madre quedó a car­go de la admin­is­tración de la respetable for­tu­na de la familia.

“En vida de su esposo tuvo un cabal conocimien­to de los nego­cios de este, y ape­nas se encar­ga de ellos, pro­cede con inteligen­cia y decisión no solo a con­ser­var los cuan­tiosos bienes a su car­go, sino que los aumen­ta y sanea”, señala el his­to­ri­ador Rafael Fuentes Car­val­lo en el Dic­cionario de His­to­ria de Venezuela.

Pero los prob­le­mas de salud la gol­pearían trágicamente.

“Hipóli­ta no sola­mente hizo de madre ali­men­tán­do­lo, sino que como fiel y abne­ga­da servi­do­ra de la famil­ia se encar­gó com­ple­ta­mente del niño dirigien­do y cuidan­do sus primeros pasos, enseñán­dole las primeras pal­abras, susti­tuyen­do al padre y com­pen­san­do los mimos que la madre enfer­ma no podía prodigarle”.

A los nueve años, Simón Bolí­var perdería a su madre, quien tenía 34 años.

“Ten­drá que con­for­marse con el afec­to mater­nal y la con­stante mag­nif­i­cen­cia de su escla­va nodriza”, escribió Paiva.

Mujeres cosechan­do cañas de azú­car en Jamaica. The Print Col­lec­tor Print Col­lec­tor. Get­ty Images

“Hermano de leche”

De acuer­do con Hernán­dez, como las nodrizas tenían hijos coetá­neos a los niños que tenían que ama­man­tar, se daba entre ellos un vín­cu­lo cono­ci­do como el de los “her­manos de leche”.

“Es el caso de Dion­i­sio, hijo de Hipóli­ta, que cre­ció muy cer­ca de Bolívar”.

Aunque hay pocas fuentes que sus­ten­ten lo que se afir­ma sobre él, aclara, se dice que par­ticipó en la guer­ra de inde­pen­den­cia como sol­da­do del ejérci­to patriota.

“Llegó a ser sar­gen­to y batal­ló al lado de Simón Bolí­var”, indi­ca Reinal­do Bolí­var, quien al hac­er ref­er­en­cia a una car­ta que Hipóli­ta le mandó al Lib­er­ta­dor, habla de otro hijo que ella tuvo.

“Le pide a Simón Bolí­var: ‘Queri­do hijo y amo, el favor de enviarme 30 pesos’ para pagar la casa donde esta­ba vivien­do porque la iban a sacar y le pedía el favor de hablar con su her­mana María Anto­nia para sol­ven­tar la situación de sus dos hijos”, quienes fueron de su “propiedad”.

Bolí­var dic­tó var­ios decre­tos que bus­ca­ban una pro­fun­da refor­ma social, quiso abolir la esclav­i­tud y mejo­rar la vida de los indí­ge­nas. Acuarela sobre papel de Fer­nán­dez Luis Cancino

La libertad

Tan­to Reinal­do Bolí­var como Pai­va men­cio­nan las destrezas de Hipóli­ta como jinete.

El últi­mo autor inclu­so señaló que en una de las batal­las por la inde­pen­den­cia prestó ayu­da, “socor­rien­do y dan­do áni­mo a los heri­dos”, así como tam­bién con­solan­do a las viudas.

En 1821, después de la batal­la de Carabobo, Bolí­var “le con­cedió la lib­er­tad a los esclavos que le qued­a­ban, entre ellos a Hipóli­ta”, indicó De-Sola.

Además de la car­ta que le escribió a María Anto­nia, hay otros doc­u­men­tos en los que Bolí­var pide que se la pro­te­ja “para que ten­ga una vejez digna”, cuen­ta Hernández.

Por ejem­p­lo, Pai­va citó en su tex­to una car­ta que el Lib­er­ta­dor escribió, en 1825, des­de Ecuador, en la que le pidió a su sobri­no que le entre­gara men­su­al­mente “trein­ta pesos para que se man­ten­ga mien­tras viva”.

En otra misi­va, de 1827, el prócer le agrade­ció a un ami­go en Cara­cas el haber acata­do su peti­ción de pagar­le una pen­sión de un año a Hipólita.

“Muchas gra­cias, mi queri­do Álamo, por la bon­dad con que ud. ha aten­di­do la recomen­dación que le hice a favor de la vieji­ta Hipóli­ta: no esper­a­ba menos de la bue­na amis­tad de ud.”

La negra Hipóli­ta, nodriza del Lib­er­ta­dor Simón Bolí­var, vivía en El Tarta­gal. Su casa qued­a­ba en La calle de La Amar­gu­ra. Aquel caserío, aho­ra con­ver­tido en El Silencio

Mar­gari­ta Rodríguez | Repor­ta­je pub­li­ca­do por BBC News Mun­do. 24 julio 2021

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